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La vida secreta del niño antes de nacer (I)

La personalidad del niño intrauterino que una mujer lleva en sus entrañas está en función de la calidad de la comunicación madre-hijo. Si la comunicación fue abundante, enriquecedora y nutritiva, existen muchas posibilidades de que el bebé sea robusto, sano y feliz.

El útero materno es su primera habitación en el mundo. El mundo humano en que se desenvuelve la vida de la madre le llega al hijo. La gestación pone al hijo en relación con el mundo interno de su madre y con el mundo exterior que es su hábitat humano, con sus sonidos y olores. En la simbiosis que mantinene con su madre durante su gestación tiene gestos de agrado o desagrado a los sabores que le llegan del cuerpo de la madre. Se tranquiliza o inquieta al compás de ella. Duerme o salta. Se ha descrito la reacción de alegría que experimenta el niño cuando oye la música que su madre escucha, o las canciones que canta. Gira hacia donde suena y presta especial atención. Se siente bien porque forma parte de su impronta. En esa música, y no en otra cualquiera, percibe «su música», los sonidos de su mundo familiar; experimenta la paz de estar donde tiene que estar.

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En los capítulos siguientes se analizará el planteamiento de cómo se produce esta comunicación. Lo que merece resaltarse aquí es que... La personalidad del niño intrauterino que una mujer lleva en sus entrañas está en función de la calidad de la comunicación madre-hijo y también de su especificidad. Si la comunicación fue abundante, enriquecedora y, sobre todo, nutritiva, existen muchas posibilidades de que el bebé sea robusto, sano y feliz. Esta comunicación es una parte importante del vínculo. Todos los investigadores que han estudiado el vínculo después del nacimiento coinciden en que es enormemente provechoso para la madre y el hijo. Es lógico pensar que el vínculo antes del nacimiento sería igualmente importante. Estoy convencido de que es mucho más provechoso. La vida, incluso la vida en los primeros minutos y horas, ofrece infinitas distracciones: imágenes, sonidos, olores y ruidos. Por su parte, la vida en el útero era mucho más uniforme y estaba completamente rodeada por su madre y todo lo que ésta decía, sentía, pensaba y esperaba. Hasta los ruidos externos pasaban a través de ella.

¿Cómo no va a estar profundamente afectado por la madre? Incluso algo aparentemente tan terrenal y neutro como el latido de su corazón surtía un efecto. Sin lugar a dudas, es una parte fundamental de su sistema de sustentación de la vida. Evidentemente, el niño no lo sabe, pues lo único que conoce es que el ritmo tranquilizador de ese latido es una de las principales constelaciones de su universo. Se duerme con él, despierta con él, descansa con él. Puesto que la mente humana -incluso la mente humana en el útero- es una entidad productora de símbolos, gradualmente el feto le adjudica un significado metafórico. Su tac-tac constante llega a representar la tranquilidad, la seguridad y el amor hacia él. En su presencia, el niño suele prosperar.

Esto se demostró hace pocos años mediante un estudio singular e ingenioso. Consistía, simplemente, en hacer sonar la cinta con la grabación de los latidos de un corazón humano en la sección de un hospital destinada a los recién nacidos. Los investigadores supusieron que si el latido materno poseía algún significado emocional, los recién nacidos que se encontraban en esa sección los días en que pasaban dicha grabación se comportarían de un modo distinto del de los bebés que estaban allí los días en que no ponían la cinta. Y eso es exactamente lo que sucedió. Pero ocurrió de un modo mucho más concluyente de lo que se esperaba. Bastante convencidos al idear el experimento de que aparecerían algunas diferencias, los científicos quedaron asombrados ante la cantidad y magnitud de las que se produjeron. Prácticamente en todos los sentidos, los bebés sometidos a la grabación se encontraron mejor y, en la mayoría de los casos, mucho mejor. Comían, pesaban y dormían más, respiraban mejor, y lloraban y enfermaban menos. Esto no se debió a que recibieran un tratamiento especial, a que tuvieran padres superiores o mejores médicos, sino sólo a que estuvieron expuestos a una cinta de dos dólares en la que estaban grabados los latidos de un corazón.

Lógicamente, la mujer no tiene control sobre esta operación y, en cierto sentido, su latido funciona con el piloto automático. Pero puede llegar a comprender sus emociones y a abordarlas con más eficacia. Esto es vital para el bienestar de su hijo porque su mente se modela de manera fundamental según sus pensamientos y sentimientos. El hecho de que su mente evolucione hacia algo principalmente duro, angular y peligroso, o suave, fluyente y abierto depende, en gran medida, de que sus pensamientos y emociones sean positivos y reforzadores o negativos y cargados de ambivalencia.

Esto no significa, en modo alguno, que las dudas y las incertidumbres ocasionales harán daño al niño. Tales sentimientos son naturales e inofensivos. Me estoy refiriendo a un patrón de conducta bien definido y constante. Sólo este tipo de emoción intensa y constante puede crear los tipos de aprendizaje condicionado y que afectarán negativamente a un niño. Un nacimiento físicamente difícil con sus tensiones emocionales concomitantes no modifica las cosas. Lo importante es lo que la madre quiere, siente y comunica al bebé.

Por este motivo es tan importante que la embarazada piense en su hijo. Sus pensamientos -su amor, su rechazo o su ambivalencia- comienzan a definir y a modelar la vida emocional del niño. Lo que ella crea no son rasgos específicos, como la extroversión, el optimismo o la agresividad. Lo que se forma son tendencias más amplias y más profundamente arraigadas, como el sentimiento de seguridad o de autoestima. A partir de estas tendencias, más adelante, en la infancia, se desarrollan rasgos específicos del carácter... No nacieron tímidos, sino ansiosos, y a partir de esa ansiedad puede surgir una dolorosa timidez.

Un ejemplo más afortunado es la seguridad. Una persona segura confía profundamente en sí misma. ¿Cómo no va a hacerlo si desde el filo mismo de la conciencia se le ha dicho que es deseada y querida? Atributos como el optimismo, la confianza, la cordialidad y la extroversión surgen naturalmente de ese sentimiento.

Se trata de elementos preciosos para dar a un niño; elementos que pueden proporcionarse fácilmente: al crear en el útero un entorno cálido y emocionalmente enriquecedor, la mujer puede lograr una diferencia decisiva en todo lo que su hijo siente, espera, sueña, piensa y obtiene a lo largo de la vida.

Durante esos meses, la mujer es el nexo entre su bebé y el mundo. Todo lo que le afecta incide en él. No hay nada que la afecte más profundamente ni que la alcance con un impacto tan hiriente como las preocupaciones con respecto a su marido (o compañero). Por este motivo, emocional y físicamente hay pocas cosas más peligrosas para un niño que un padre que maltrata o deja sola a su esposa embarazada. Prácticamente, todos los que han estudiado el papel del futuro padre han descubierto que su apoyo es absolutamente indispensable para ella y, en consecuencia, para el bienestar del hijo de ambos. Este hecho por sí mismo convierte al hombre en una parte importante de la ecuación prenatal. Un factor igualmente vital del bienestar emocional del niño es la actitud del padre hacia su pareja. Diversos elementos pueden incidir en la capacidad de un hombre para relacionarse con su compañera, desde lo que siente hacia ella o hacia su propio padre hasta las presiones laborales o sus propias inseguridades (en un sentido ideal, el momento para resolver esos problemas es antes de la concepción, no durante el embarazo). Recientes investigaciones han demostrado que lo que afecta más profundamente su sentido de compromiso -para bien o para mal- es en qué momento el padre comienza la relación con su hijo, si es que ésta tiene lugar.

Por evidentes motivos fisiológicos, el hombre está, en este caso, en desventaja. El niño no es una parte orgánica de su ser. Sin embargo, no todos los impedimentos físicos del embarazo son insuperables. Algo tan corriente como hablar es un buen ejemplo: un niño oye en el útero la voz de su padre y existen claras pruebas de que oír esa voz supone una importante diferencia emocional. En los casos en que un hombre habló con su hijo utilizando palabras breves y tiernas, el recién nacido pudo distinguir la voz de su padre en una habitación, incluso en las primeras una o dos horas de vida. Más que distinguirla, responde emocionalmente a ella. Por ejemplo, si está llorando, se calla. Ese sonido cariñoso y conocido le dice que está protegido.

La relación también influye directamente en el futuro padre en un sentido más general. Los estereotipos suelen retratarlo como bienintencionado, pero torpe. Esto crea una perniciosa crisis de confianza en muchos hombres. A modo de defensa, suelen alejarse de sus esposas durante el embarazo y recurrir a la seguridad de amigos y colegas que les proporcionan respeto y el sentido de la propia valía. La relación es un modo -un modo muy importante- de romper este círculo vicioso e interesar al hombre mucho más profunda y significativamente en la vida de su hijo desde el principio mismo. Cuanto antes se interese, más posibilidades de beneficiarse tendrán su futuro hijo o su futura hija. Esta visión de la paternidad es ciertamente novedosa. Esto es muy conveniente no tenerlo presente si abrigamos la esperanza de producir futuras generaciones de niños cada vez más sanos y emocionalmente seguros.

Fuente: T. VERNY-J.KELLY: La vida secreta del niño antes de nacer

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