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El encuentro

Somos el resultado de diversidad de «encuentros» que van teniendo lugar a lo largo de nuestra biografía…

Sin embargo, hay «encuentros» que cambian la trayectoria biográfica de una persona...

Somos como somos a partir de nuestra herencia, pero también a partir de nuestra urdimbre originaria y nuestras relaciones con los demás. Nuestras relaciones nos constituyen. Y dentro de ellas las relaciones interpersonales, las relaciones con el otro, son claves porque ponen contenido y sentido a nuestra vida, nos dan motivos para vivir.

«Muchas personas pasan por nuestra vida, pero solo muy pocas llegan a ocupar un gran lugar en nuestro corazón.» (Adam Smith). Toda la vida real es una sucesión de encuentros. Hay encuentros y encuentros. Hay encuentros que acaban siendo intrascendentes, otros, sin embargo, pueden resultar cruciales. Hay relaciones, encuentros, que dejaron huella… produjeron un impacto profundo en nuestras emociones y vivencias. Ese tipo de encuentros pueden constituir verdaderos hitos en la trayectoria biográfica de una persona. El auténtico encuentro interpersonal se produce en el momento en que se establece una relación yo-tu, ese momento en que se produce un impacto emocional en nosotros que hace que esa persona tenga un valor especial para nosotros. La noción de encuentro se asocia así con la de impacto y la presencia. La presencia desde este punto de vista no es la presencia física, no basta con que alguien esté delante nuestra para que lo veamos o recordemos, es necesario que produzca un impacto. Lo que nos impacta queda atesorado en lo más íntimo de uno como algo singular y único. Si este impacto emocional que origina su presencia es profundo, tenemos un verdadero encuentro y el comienzo de una posible fructífera relación yo-tu. Ese tipo de relación es fundamental para la comprensión profunda de una persona.

¿Qué es un «encuentro», qué tipos de encuentro hay, y cuáles son las condiciones de posibilidad, las condicones necesarias, para que se produzca ese encuentro? Conferencia Inaugural Programa Espiritualidad del Encuentro 2021-2022: El Valor del Encuentro, Espai d'Interioritat Francesc Palau. Cuestión ciertamente de enorme espesura humana. Por su importancia y su alto interés formativo ofrecemos una transcripción de la misma.


Por Francesc TORRALBA, Doctor en diversas especialidades, catedrático acreditado en la Universitat Ramon Llull, Director de la Càtedra Ethos d’ètica aplicada en la Universitat Ramon Llull.

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10' 49'': De qué hablamos cuando hablamos del «encuentro», del encuentro interpersonal, del encuentro entre personas. Es un tema muy tratado en la filosofía contenporánea... Exposición a partir de la obra de M. BUBER: Yo y tú (1923), un texto que nos permite adentrarnos en eso del encuentro. ¿Qué es eso del «encuentro», cómo nos transforma el encuentro?

Las múltiples dimensiones del encuentro…

El «encuentro», algo absolutamente imprescindible para comprender la condición humana. Partimos del valor de la partícula «inter»: el encuentro siempre es fundamentalmente el contacto con el otro, la relación con el otro, la apertura con el otro… esta apertura lleva asociada una transformación tanto de uno como del otro.

El «encuentro» cambia, modifica, altera la misma identidad del ser humano que se encuentra con el otro. Seríamos muy distintos de cómo somos si hubiéramos tenido otros encuentros a lo largo de nuestro periplo vital. El «encuentro» nos configura, nos transforma, nos modifica… La partícula «inter» hace referencia a la relación entre dos polaridades: creyentes y no creyentes, entre budistas y cristianos, entre jóvenes y mayores… siempre tiene que ver entre dos polaridades distintas que interaccionan, se reconocen y se transforman como resultado de este encuentro.

Relación entre el encuentro y la condición humana

¿Por qué nos encontramos? ¿Por qué no persistimos en nuestra soledad o nos acercamos al otro? ¿Por qué tenemos esta naturaleza «social» que nos lleva a encontrarnos con el otro? Esto ya lo vio de un modo muy nítido Aristóteles cuando nos definió a los seres humanos como «animales políticos», eso significa que tendemos a establecer vínculos, nexos, tendemos a establecer relaciones.

Diversidad de relaciones

De relaciones hay muchas y de distintos tipos. Somos seres que tendemos a la vinculación… la pregunta es ¿por qué? La primera respuesta a esta pregunta es por razón de nuestra «vulnerabilidad». Si fuéramos dioses probablemente no sería imprescindible el encuentro… Pero salimos de nosotros mismos porque experimentamos la necesidad y entendemos que el otro de algún modo puede responder a esa necesidad… El encuentro con el otro muchas veces responde a esa necesidad… Si fuéramos autosuficientes probablemente no experimentaríamos la necesidad del encuentro… y, sin embargo, nos encontramos. De hecho, la ciudad es una red de encuentros donde tratamos de establecer esa vinculación con esa persona o personas que pueden ayudarnos a resolver nuestras dificultades, nuestras necesidades… Esa es una razón del encuentro.

Otra razón de porqué nos encontramos: porque experimentamos el deseo de dar lo que somos, lo que conocemos, lo que pensamos, lo que creemos, a los demás… Cuando uno experimenta algo que es muy valioso para él, siente la necesidad de irradiarlo a los demás… es el don de irradiar al otro lo que nos colma, eso que nos llena…

Esa experiencia también la tenemos en el plano religioso: si uno experimenta que la lectura de un texto sagrado le eleva al séptimo cielo, desea que también el otro experimente esa elevación (no te pierdas a San Juan de la Cruz…, no te puedes morir sin leer a Santa Teresa de Ávila, porqué leyéndola vas a elevarte…). Esto ya no es una necesidad, es una irradiación de una experiencia que uno ha vivido.

Por tanto, estos «encuentros» tienen esa doble finalidad: por una parte, la «vulnerabilidad», la indigencia. Por otro lado, la «sobreabundancia». Sin embargo, el «encuentro» se encuentra con múltiples dificultades.

Distintos tipos de encuentros

Hay distintos tipos de «encuentro»: hay encuentros en la superficie… en un roce epidérmico con el otro… apenas hay interiorización, comprensión, recepción de la novedad del otro, encuentro en la superficie, en el balcón de la casa…

Hay también un encuentro en la profundidad, que es el que realmente nos cambia, nos transforma, nos duele, e incluso nos puede violentar… Cuando dejamos que el otro entre en casa es muy arriesgado, qué va a hacer dentro de casa: va a ver quizás esas áreas de mi hogar que no querría mostrar, humedades, dificultades… Siguiendo a Santa Teresa de Ávila, el encuentro puede mantenerse en la fachada, en la puerta del Castillo o puede desarrollarse en el interior del Castillo… Cuando eso tiene lugar hablamos de un encuentro en profundidad.

Para que eso tenga realmente lugar son fundamentales una serie de elementos, una serie de requisitos, de condiciones… por eso el encuentro profundo no se da habitualmente, lo que se suele dar es el roce epidérmico condicionado por el temor de que el otro penetre en un espacio que quizá no quiero mostrar y por otro lado hay una dificultad coyuntural muy presente en nuestro tiempo que es la «velocidad». Para encontrarse uno tiene que detenerse..., la velocidad lo que alimenta es el roce epidérmico, ese tipo de encuentro que de hecho es un desencuentro, un no-encuentro.

Un encuentro en profundidad es aquello que dices: esto ha dejado marca, ha dejado sello y piensas… «nada será como antes». Hay encuentros que cambien la trayectoria biográfica de una persona… «nada será como antes»: esos encuentros profundos con el otro pueden cambiar la trayectoria de la biografía de una persona… «si no me hubiera encontrado con esa persona quizá hubiera desarrollado mi vida de otro modo…»

Cuáles son los requisitos para el encuentro

El primer requisito: la de-construcción de prejuicios. Los prejuicios son verdaderos muros invisibles, son como muros que no nos permiten recibir al otro… de modo que si no se es capaz de de-construir, deshacer esos prejuicios uno ya no se dispone al encuentro, sino que de algún modo etiqueta al otro por sus rasgos físicos, por su color de la piel, por la lengua materna, por la imagen, por la pertenencia a determinados grupos o colectivos… «no me interesa encontrarme con él»... «…pero lo conoces?» «No, pero dado que estos son sus rasgos, prefiero no encontrarme con él». Es decir, no permite ni la posibilidad de encontrarse… A menudo nuestros prejuicios operan de un modo inconsciente… por tanto, la primera tarea es deshacer esos prejuicios y eso solo es posible si uno los reconoce…

Muchas veces ya no nos encontramos con el otro porque le subestimamos, por una serie de juicios anticipados sin conocerle… al final, nuestros encuentros se restringen a un ámbito muy limitado, a aquellos que ya juzgo antes de conocer como positivos… y sin embargo, hay toda una serie de personas que dejo fuera (la «cultura del descarte»). Cuando uno es capaz de deshacer este estereotipo se puede encontrar con verdaderas sorpresas… Cuando somos capaces de deshacer ese prejuicio resulta que esa persona se revela como alguien que no imaginábamos… y aprendemos.

Y cómo nos deshacemos de los prejuicios. ¿Es posible liberarse de prejuicios... o están tan arraigados, tan entumecidos, tan petrificados, que no hay forma de deshacerse de ellos? A mí lo que me fascina de una figura como Jesús de Nazaret es que se encuentra con interlocutores muy distintos y a pesar de que los discípulos le advierten: cuidado que esa es una mujer adúltera, los niños fuera, el publicano fuera, el recaudador de impuestos fuera… «No, no, dejad que se acerquen a mí», «…quiero ir a tu casa a comer…». …a mí esa actitud me parece una verdadera liberación de prejuicios que posibilita encuentros, ...incluso el muro de quienes le protegían intentaban limitarle… Aquí hay un aprendizaje de primer orden.

Primer requisito: identificar los prejuicios y liberarse de esos prejuicios que de algún modo nos esclavizan y nos subyugan. Hay una segunda condición sine qua non para el encuentro interpersonal, qué es el movimiento extático, «salida de sí» … No hay encuentro si uno queda encerrado de un modo solipsista en su yo… El encuentra requiere salir fuera y eso significa exteriorizar pensamientos, emociones, creencias, penas y alegrías… Y esta tarea siempre es arriesgada porque cuando uno se exterioriza se expone a la crítica o a la burla, se hace más vulnerable… cuando uno abre su caparazón, se abre al otro, se exterioriza, da a conocer lo que tiene en su mundo interior, lo que tiene en su esfera interior, lo que tiene en su interioridad… y eso le hace más vulnerable… ¿Pero si no hay esa salida de sí, qué encuentro hay?  ¡No hay encuentro!

Esa salida de sí se produce cuando el otro ofrece confianza: «Aquí estoy, no te voy a juzgar, no te voy a criticar…». Cuando en el otro uno es capaz de observar ese don de la hospitalidad, entonces se produce la salida de sí… Cuando en el otro observamos hostilidad en lugar de hospitalidad o una mirada inquisitiva uno se cierra herméticamente, no hay encuentro… Hay dos cuerpos debajo de un mismo techo, pero no hay encuentro… hay como mucho un roce epidérmico, pero no hay encuentro.

El encuentro requiere «salida de sí»: Es lo que técnicamente llamamos «éxtasis», que significa «salir hacia afuera» y eso es imprescindible para el encuentro… Si no hay este movimiento no hay encuentro… y de hecho, en muchos casos, esta salida de sí es autocensurada, hay el temor al ridículo, el temor a ser criticado…, el temor a no ser aceptado conduce a una especie de autocensura y por tanto cerrazón, solipsismo, hermetismo.

Pero requiere otra condición que es la «receptividad»: para que haya encuentro tiene que haber alguien dispuesto a recibir, a hospedar, y estos papeles se tienen que ir intercambiando si no, no hay encuentro… hay simplemente uno que vacía todo eso que tiene en su mente y se encuentra con un receptáculo que está dispuesto a acoger este mundo de sufrimiento, de dolores... Pero, por otro lado, este receptáculo también tiene necesidad de salir de sí mismo… Esa alternancia es lo que permite un encuentro dinámico, dialógico.

Ese ir y venir, donde uno está dispuesto por un lado a salir de sí y se encuentra con otro, con alguien dispuesto a escuchar y al revés, uno sale de sí y se encuentra al otro dispuesto a escucharle es otra condición sine qua non: la «receptividad». No es solo «escuchar», porque la receptividad tiene lugar con los cinco sentidos. La receptividad es adoptar forma de cuenco: «Aquí estoy, puedes liberar todo eso que tienes dentro y te voy a recibir con los cinco sentidos…» ¡Eso es un encuentro de calidad!

Cuando hay «velocidad» o cuando hay «interferencias» ese encuentro se ve como desdibujado. Cuando hay interferencias que dificultan ese doble dinamismo: salida de sí / receptividad entonces el encuentro queda anegado, frustrado o interrumpido… nos da miedo salir de sí... pero también recibir al otro… Hay resistencias a la salida de sí y hay resistencias a recibir al otro… porque quizás representa deshacer todo lo que yo había construido.

«Recibir al otro» es recibir una novedad, un enigma, que me obligará a reconstruir la imagen que tengo del otro porque «eso que va a decirnos igual nos va a doler o igual nos va a cuestionar muy a fondo… por tanto, prefiero no recibirle porque presumo que esta salida de sí no seré capaz de resistirla emocionalmente…» por tanto hay temor a la recepción y hay temor a la salida de sí… Solo es posible el encuentro si hay confianza y por tanto liberación de esas barreras, prejuicios, autocensuras, miedos, que dificultan esta comunicación bidireccional entre uno y el otro, entre el yo y el tú…

¿Qué pasa cuando eso tiene lugar?

El encuentro profundo es una realidad. Todos hemos vivido a lo largo de nuestras vidas en algún momento encuentros que tienen lugar en la profundidad y que nos dejan marca… ¿Qué ocurre cuando eso tiene lugar? En primer lugar, lo primero que ocurre es que el otro no es un tema, es un enigma, es decir, nos damos cuenta de que esa imagen estereotipada que teníamos del otro no sirve para definirlo, que es más que esa imagen, que es más que esa representación… Vivimos mucho de imágenes, de representaciones, incluso a veces de etiquetas… cuando uno recibe al otro uno se da cuenta de la complejidad y de que esa imagen no se corresponde con la complejidad de esa personalidad…

Y eso es reconocer al otro como un enigma, como un misterio… Eso nos puede pasar con la persona más cercana, con un hijo, con la esposa, con un amigo… que cuando uno le recibe a este nivel… «es que hasta ahora habíamos hablado a un nivel de profundidad 3 y ahora hemos descendido dos escalones más… o hemos recorrido dos moradas más adentro…» …lo que ahora vemos es muy distinto a lo que hemos visto… ahora para ambos es un «descubrimiento», es una «revelación» … Es una «revelación» porque el otro se manifiesta de un modo muy radicalmente distinto de como se había revelado hasta aquel momento y eso puede descolocar, deshacer, frustrar: «…no sabía que tenías este problema... ¿cómo no me lo habías dicho hasta ahora?... nos conocemos hace 30 años... porque el nivel de confianza he tenido que validarlo durante estos 30 años para poder dar este paso»… Por tanto, revela secretos que el otro desconocía. ¿Qué ocurre como consecuencia de este encuentro? Que tú te modificas, que tú cambias.

Nosotros somos la resultante, primero de un encuentro interpersonal… el ser humano no nace por generación espontánea, nace como fruto de un encuentro… luego ese encuentro se produce dentro del seno materno, en interacción sostenida con su madre, … luego está en interacción con su padre, sus hermanos, amigos… es decir, somos un encuentro desde la génesis misma… somos el resultado del encuentro y de múltiples encuentros que van teniendo lugar a lo largo de nuestra biografía… Eso significa que no podemos definirnos estáticamente: qué tipo de encuentros voy a tener yo a partir de hoy… no lo sé… con quién voy a encontrarme…, ¿quién puede revelarme la verdad que me transforme y cambie la trayectoria de mi vida?

Observamos en grandes maestros espirituales que el encuentro con un libro o el maestro con un determinado maestro supuso un cambio en la dirección de esa vida… ¡hay tantas biografías que se ven transformadas por un encuentro…! Eso significa que no podemos anticipar… San Agustín no habría imaginado siendo joven que experimentaría el encuentro personal con Cristo: eso cambia radicalmente su biografía… ¿qué hubiera sido de Agustín de Tagaste si no hubiera tenido ese encuentro? El encuentro en profundidad transforma, cambia, modifica y no podemos anticipar qué encuentros vamos a tener… lo cual hace de la vida una verdadera aventura… En expresión de Kierkegaard existir es esencialmente una verdadera aventura porque uno no sabe lo que viene, ni quién viene o con quién se va a encontrar en esa encrucijada, en ese sendero o en ese camino…

La metáfora de todo eso es el «Camino de Santiago»… Pueden darse encuentros que van a marcar mi vida, «nada será como antes»… Cuando pasa eso, hablamos de que el «encuentro» es un «acontecimiento», no es un «hecho», es un «acontecimiento»: el «acontecimiento» no lo puedes anticipar, ni sabes cuándo se va a producir… tiene que ver con un encuentro que cambia radicalmente tu vida… el encuentro en profundidad además de una «revelación» puede ser un «acontecimiento». Entre ambos se produce una interacción del uno sobre el otro y viceversa, un cambio, una transformación (quijotización de Sancho / sanchización del Quijote)... Los alumnos nos cambian a nosotros y nosotros también intentamos cambiarles, les ayudamos a pensar, enriquecemos su patrimonio cultural y conceptual…

Pero para que eso tenga lugar… tiene que ser un encuentro prolongado… Un encuentro epidérmico y puntual no afecta… pero también puede darse un «encuentro breve» que puede convertirse en un «acontecimiento»... Puede ser brevísimo en el tiempo… pero de una densidad emocional tal que «nada será como antes»… como un relámpago que ilumina todo tan solo durante un instante… pero ya no puedes olvidar lo que has visto.

43’ 25’’: Voy al tramo final… M. Buber distingue distintos tipos de encuentros... distingue tres tipos de encuentro: la «indiferencia», la «relación cosificadora», la relación de «amor-contemplación».

  1. La ausencia de encuentro, la «indiferencia»: la «indiferencia» es pasar del otro… mientras uno se mantiene en la indiferencia, no hay encuentro… «aunque el otro se manifieste, yo sigo en mi mundo… aunque el otro realmente intente expresar lo que siente y lo que quiere yo me mantengo en mi mundo indiferente… pero yo no abro la puerta… estoy ocupado con lo mío, estoy con mis quehaceres, no estoy para nadie…»  es una forma de no relación muy frecuente... es prescindir, pasar, no responder a una llamada, por miedo… porque nos inquietará mucho… me mantengo como un muro inalterable…
  2. Hay otra forma de relación que es relación, pero una relación puramente instrumental puramente instrumental, objetivadora… el otro se convierte en objeto de mis intereses… una relación cosificadora: convertir al otro en una cosa, en medio para conseguir un objetivo. Hay muchos encuentros interpersonales que se desarrollan en este nivel: el otro es un instrumento para mis objetivos… Eso tiene  como consecuencia que el otro se siente tratado como un objeto… y cuando uno se siente tratado como un objeto experimenta una pérdida de dignidad “Yo debería ser tratado de otro modo y no como un objeto, como una cosa”… nadie quiere ser tratado como un objeto, como mercancía, como carne, como instrumento, como fuerza productiva, como reclamo publicitario… es un trato indigno... tratar al otro como un objeto, como un instrumento, tratarlo solo de esta manera, es tratarlo indignamente, por tanto hay que denunciar este tipo de encuentro donde tenga lugar…
  3. El encuentro de máxima plenitud, que es el encuentro que Buber denomina de amor-contemplación: el encuentro amoroso, en el sentido más puro de la palabra..., tiene como finalidad que el otro siga siendo quien es… en el fondo amar a alguien es desearle que siga siendo, y que siga siendo quien es... amar a alguien es desear que sea siempre… lo que pasa es que con nuestro amor esto no lo podemos garantizar… de ahí el drama humano "…querría que no murieras... ya pero tánatos irrumpe en la historia…" lo que pasa es que el Amor de Dios es omnipotente y puede dar vida a ese que murió… pero nuestro amor es limitado porque somos seres finitos…

    En cualquier caso, la relación de amor-contemplación es una relación cuyo fin es que el otro siga siendo… «no lo quiero transformar en un objeto para mí, un esclavo… tampoco quiero anularle, que dejes de ser tu para que seas lo que yo quiero que seas… esa es un tipo de relación cuyo fin es deshacer tu identidad para elaborar una que se corresponda con mis expectativas… y eso violenta la naturaleza del otro, porque el otro es el otro y tú eres tu…» la relación de amor-contemplación es una relación de respeto a la identidad del otro... es así… también a él le gustaría que tú fueras de otro modo, es así... lo que pasa es que no es pétrea… lo que pasa es que no sabemos hasta donde puede ser modificada… ese es otro misterio: la «ductilidad». La flexibilidad de esa identidad… es así... pero podría adquirir esas cualidades… eso es lo que queremos cuando educamos a alguien... que a través de esa intervención, de ese acompañamiento, prolongado a lo largo del tiempo, adquirirá unas virtudes que ahora no tiene y se va a liberar de unas carencias que ahora son muy manifiestas… eso es lo que esperamos cuando educamos a alguien… lo que pasa que… eso tiene límites, presenta resistencias… tienes que aceptar esa realidad…

    La relación de amor-contemplación en Buber es esa relación en la que hay un respeto a esa identidad, una aceptación de esa realidad y una voluntad de que pueda desarrollar su proyecto de vida, su proyecto existencial, su itinerario… y un compromiso para que eso sea real... por tanto hay «donación»… no es indiferencia, tampoco es objetivación o cosificación del otro… es benevolencia: «deseo tu desarrollo y me comprometo a fondo para que puedas desarrollar plenamente tu proyecto de vida, aunque no coincida con lo que yo imagino que debería ser...» Nos resulta sumamente difícil aceptar al otro, generalmente hay una voluntad de modificarle… sin embargo, la relación de amor-contemplación exige respeto y aceptación.

El encuentro es definitivo para entender nuestra propia condición, nuestra identidad más íntima, de tal modo que sólo si somos capaces de hacer memoria retrospectiva de esos encuentros que hemos tenido somos capaces de comprendernos a nosotros mismos... Kierkegaard: se vive la vida hacia adelante, pero se comprende la vida hacia atrás, retrospectivamente… Uno no puede anticipar que encuentros va a tener, eso forma afortunadamente parte de la aventura humana, la radical incertidumbre es que no lo sabemos para bien y para mal… hay encuentros que liberan que nutren, que transforman y hay otros encuentros que podemos caracterizar de encontronazo, choques frontales, que deshacen, destruyen, corrompen a un ser humano... autocomprendernos no es posible si uno no es capaz de reconstruir esos múltiples encuentros que han dejado mella en su alma y que han tenido lugar a lo largo de su vida… y eso es una reconstrucción siempre a posteriori… de ahí la fecundidad que tiene el valor del encuentro, los miedos que tenemos al encuentro, pero también la riqueza inigualable del encuentro…

...eso nos lleva a la «gratitud»hay encuentros que realmente nos han dolido… pero hay encuentros que nos han colmado… cuando uno es consciente de eso tiene que practicar la gratitud… gratitud con quienes me han transformado, me han mejorado, como ser humano, me han ayudado a ver lo que no debía… tomar consciencia de quienes me han configurado para poder expresar esa gratitud en vida a los padres, a maestros, amigos, esas figuras a las que podemos decir: «sin vosotros yo no sería el que soy»… el ejemplo de gratitud de A. Camus… un ejemplo de cómo cuando uno lee retrospectivamente se da cuenta de que está en deuda con muchos y cuando uno tiene una deuda tiene que agradecer, que corresponder…

58' 30'': Preguntas y comentarios…



Ver también:

Declaración preverbal de amor

Teoria de los sentimientos: Los encuentros y los sentimientos

SECCIÓN: La cultura del encuentro

SECCIÓN:LES RELACIONS HUMANES


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