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Los traumas de la guerra

De las heridas físicas a la salud mental de los afectados.

Las heridas psicológicas que deja la guerra.

Estamos asistiendo prácticamente en directo al estallido del conflicto entre Israel y Palestina y anteriormente a la guerra desatada por Putin con la invasión de Ucrania. En medio de las muchas historias de esperanza y resiliencia que nos muestran las pantallas de televisión, se esconden las heridas visibles y no tan visibles de la guerra y sus vastas implicaciones para la salud mental de los afectados. No solo para los que se han quedado a luchar por su tierra, sino también para todos los que se han visto obligados a salir de su territorio para salvar sus vidas.  Ser testigos directos de estos conflictos provoca traumas físicos, heridas psíquicas, abruma a las víctimas y tiene un profundo impacto en sus vidas: morir o ver tan de cerca la muerte, quedar gravemente mutilado o herido, contemplar la carnicería humana que se produce a tu alrededor, vivir angustiado esperando un posible ataque y quizás con él la cercanía de la muerte, tener que abandonar tu hogar, tu entorno, tu territorio, tus orígenes, puede constituir una experiencia traumática en sí misma.

La guerra constituye un evento traumático para las diversas capas de la población, tanto militares como población civil. El impacto que generan los conflictos armados y las guerras sobre la salud mental de la población es grande: devastación material y moral, atrocidades execrables, huida del horror, desplazamiento o éxodo forzoso, asesinato de familiares o conocidos, pérdidas de vidas, secuelas físicas, heridas, lesiones, amputaciones, simulacros de ejecuciones, mujeres violadas, niños aterrorizados por el horror y la devastación, miedo, incertidumbre… La mayoría de los afectados han experimentado situaciones estresantes muy fuertes, miedo, terror, angustia ante su propia integridad física y la de otras personas. Son situaciones que generan estados de shock, ansiedad, angustia, desorientación, bloqueos emocionales, estrés postraumático, desesperación, tristeza por todo lo que dejan, incertidumbre ante su futuro. Los síntomas que acompañan a heridas tan graves:  pesadillas, ansiedad, anestesia emocional, ataques de pánico somatizaciones, disociación mental...

Todo ello produce un gran sufrimiento, un sufrimiento desgarrador, entre la población y un daño físico, psicológico, moral y espiritual espantoso. Un sufrimiento que con un nivel de conciencia superior sería evitable. Las personas que experimentan este tipo de vivencias suelen sufrir “graves problemas de salud mental” a lo largo de sus vidas. Traumas que en muchos casos pueden perdurar a lo largo de sus vidas. Y odio, rencor y sed de venganza que quedará grabado en sus neuronas y que se trasmitirán de generación en generación... ¡Así la "guerra" está asegurada... pero no la paz!

Los trastornos mentales derivados de conflictos bélicos resultan tan graves como los físicos.

Aunque el ser humano tiene una capacidad increíble para recuperarse ante la adversidad, la huella que dejan la guerra y los conflictos tan exacerbados es ya imborrable y se puede arrastrar durante generaciones.

Introducción

Entre dioses y bestias. Aun no dioses, pero todavía muy bestias… Mientras algunos se empeñan en convertirse en pequeños dioses, otros, sin embargo, se muestran todavía pero que muy brutos y muy bestias… la bestia que llevamos dentro todavía domina nuestros más instintivos impulsos, gobierna nuestras pulsiones… Mientras cada vez es mayor el número de personas comprometidas en la labor de expandir un más alto grado de conciencia humana a escala planetaria para que vibre en armonía con la Naturaleza y el Cosmos en su conjunto… en otras latitudes, la bestia que todos llevamos dentro, y de la que todavía no hemos sido capaces de desprendernos, ruje, despierta, tiene sed de sangre y venganza…. y está dispuesta a demostrar su poderío cometiendo las mayores atrocidades… El odio, el rencor, la incomprensión exacerbados emergen, la sangre se enciende y explota el conflicto… terror, masacre, la técnica al servicio de la destrucción masiva, devastación, muerte, ignominia humana… 60 años de sometimiento, de dominio por la fuerza, de apartheid, de humillación se hace difícil de digerir… La paz y la seguridad de unos no será nunca posible sin un horizonte de esperanza para los otros. La resignación de un pueblo tiene sus límites, el trato del fuerte para con el débil resulta bochornoso, la situación como se ha visto al final resulta explosiva… la práctica del terror no es la mejor vía para mejorar la situación, pero tampoco la devastación, la masacre humana, la ley del talión… no es justo pretender matar moscas a cañonazos, la masacre indiscriminada de población civil, ni el asesinato de más de 3000 inocentes niños… Ese no es el camino que deseamos los hombres de paz. ¡Qué lejos estamos todavía de la anhelada fraternidad humana!

Siglo XXI, culmen de la civilización: explorando el espacio, detectando los confines del Universo, preparándonos para viajar por el espacio, colonizando Marte, clonamos animales, la robótica humanoide en pleno auge, nos adentramos en la sorprendente dimensión cuántica de la realidad… Y junto a una ciencia todopoderosa, una utilización espuria de la misma capaz de conseguir la destrucción más mortífera de la historia, una ciencia y una tecnología al servicio de la destructividad humana, al servicio de la masacre de la población, la mayoría inocentes… Y mientras tanto, medio mundo en la más absoluta precariedad material  e indigencia cultural y civilizatoria, con áreas geográficas de nuestro planeta donde ni el desarrollo material ni el progreso humano parecen haber llegado, donde la más esencial humanidad está todavía por florecer y desplegarse, donde los más altos hitos civilizatorios alcanzados en los últimos siglos parecen haberse esfumado, los derechos humanos arrinconados, los tratados internacionales pisoteados, donde la vida humana parece valorarse menos que un peine… Masacre, carnicería, muerte, devastación, terrorismo, odio exacerbado, venganza, violencia, penuria, desplazamientos forzosos, sufrimiento por doquier, desolación, angustia, desamparo… ¡Cuánto sufrimiento evitable! Un caos humano consecuencia de la miope valoración que se tiene de la vida, de los derechos humanos, y los tratados internacionales, del más elemental y civilizado respeto por lo “humano”, con una tecnología sin conciencia dispuesta a devastar la humanidad entera si fuera necesario, una carrera armamentística que resulta prodigiosa para una selecta minoría, pero letal para la gran mayoría…Todo ello en lugar de trabajar por el respeto, la paz y la convivencia… ¡Nos es necesario luchar por la paz, pero sin hacer la guerra!

La salud mental de los afectados: de las heridas físicas a los trastornos mentales

Muchos son los aspectos a tratar en torno a los efectos de los conflictos bélicos, guerras, regímenes autoritarios o directamente dictatoriales, luchas raciales, desplazamientos forzosos… Todos ellos tienen sus causas (causas no sólo inmediatas sino profundas, históricas) pero que también traen sus consecuencias: territoriales, geopolíticas, estratégicos, materiales, humanas, sociales, humanitarias… Consecuencias que se hacen sentir entre las diversas capas de la población: combatientes, población civil, capas más vulnerables, trabajadores humanitarios, cooperantes, reporteros…

Muchas de las personas que se encuentran atrapadas en medio de un conflicto, los supervivientes y especialmente los más vulnerables, además de las posibles heridas físicas más o menos traumáticas podrían estar sufriendo profundas heridas mentales, psicológicas; heridas que, si bien es cierto que a veces no son visibles a primera vista, pueden resultar enormemente graves a medio y largo plazo. Masacre, devastación, persecución, odio y resentimiento extremo, desplazamiento, destierro, pérdidas de vidas humanas, heridas físicas, inestabilidad psicológica, ausencia de solidaridad próxima e internacional, pérdida de confianza en la natural bondad del ser humano, etc. es el caldo de cultivo propicio para que se produzca un grave deterioro de la salud psicológica de la población afectada. A pesar de la escasez de estudios sobre las consecuencias mentales de las guerras, hay cierto consenso en afirmar que además de las heridas físicas más o menos traumáticas, los trastornos psicológicos lastran la recuperación de un país destruido, devastado material, psicológica y anímicamente, tanto o más que las propias cicatrices físicas. Y aunque el ser humano tiene una capacidad increíble para recuperarse ante la adversidad, la huella que dejan la guerra y los conflictos tan exacerbados es ya imborrable y se puede arrastrar durante generaciones (las sociedades que han pasado por una guerra saben lo que cuesta olvidar...).

La peor herida es la que no se ve. Permanece invisible a primera vista y eso hace que se repare menos en ella y que hasta resulte frívolo tratar de afrontarla mientras los hospitales están llenos de mutilados, heridos físicos, mujeres y niños desolados, enfermos, impedidos, ancianos desprotegidos…  Se llevan años estudiando los efectos de este tipo de conflictos entre la tropa. Por ejemplo, Estados Unidos hizo pruebas a sus veteranos de Irak y Afganistán. Un 16% de ellos (unas 40.000 personas entre soldados y oficiales) sufría alguno de estos síntomas o varios a la vez: ansiedad intensa, insomnio, pesadillas, paranoias, comportamientos psicóticos, brotes esquizofrénicos y depresiones severas que, en ocasiones, acaban en suicidio. El universo de los trabajadores humanitarios también trabaja en la prevención y tratamiento de los problemas mentales en las guerras. Existen numerosos estudios que documentan el impacto del trabajo de los cooperantes en su salud mental. En los últimos 15 años se ha producido un aumento imparable en las ONG para mejorar el ciclo de cuidado de los profesionales humanitarios. Hasta los reporteros y enviados especiales en zona de conflicto están comenzando a entender el problema del estrés postraumático y otros trastornos mentales derivados de la exposición a experiencias duras. En cambio, para la población civil, la más expuesta a esta realidad y en situaciones de gran vulnerabilidad, el problema del impacto sobre su salud mental sigue teniendo proporciones desconocidas.  

Conflictos en acción

Ruta de los refugiados. Desde el año 2015, Oriente Próximo, el norte de África y Europa viven un enorme éxodo, uno de los mayores en términos cuantitativos y también cualitativos. Desde Siria o Irak, más de un millón de personas han huido de la violencia atravesando al menos siete países con algunas travesías traumáticas, como el paso por el mar Egeo: Turquía, Grecia, Macedonia, Serbia, Croacia, Eslovenia y Austria hasta llegar al corazón del continente. Pero los que vinieron después ya encontraron las puertas cerradas y malviven hacinados en campos de refugiados. El infierno de la guerra se ha transformado para ellos en un limbo precario y deshumanizador.

Armas para la destrucción masivaPalestina. La historia de Palestina ha estado marcada por grandes conflictos y por su lucha contra Israel, lo que ha generado un estado de guerra de baja intensidad, pero de duración lo suficientemente prolongada como para afectar gravemente la salud mental de sus pobladores, quienes se han visto forzados a emigrar y han estado expuestos, de diferentes maneras, a expresiones de violencia declarada. La última: el estallido del encarnizado conflicto en la franja de Gaza a consecuencia del ataque terrorista de Hamás y su incursión en territorio israelí con la masacre perpetrada en un concierto de música y asentamientos cercanos a la frontera, con la contundente respuesta bélica de parte israelí: bombardeos para nada selectivos, devastando ciudades, arrasando territorios, masacrando  indiscriminadamente población civil, bombardeándose mutuamente uno y otro bando, con miles de muertes y heridos en la Franja de Gaza, uno de los territorios más densamente poblado del planeta. Pocas regiones han sido más golpeadas por la Historia reciente. Una población que suele convivir sin acceso a recursos básicos como el agua, la comida o el abrigo, falta de trabajo y un futuro incierto a nivel personal, económica, política y nacional.  Además de terror ante la posible muerte, miedo por las vidas de los suyos y la de sus allegados. Y con los desplazamientos forzosos, la pérdida del hogar: el hogar son bienes materiales, como un coche o una casa, pero también intangibles, como la familia, las amistades, el trabajo o algo tan aparentemente sencillo como las rutinas. Se ha dicho que para que Israel tenga tranquilidad, a los palestinos se les ha de dar esperanza, alguna salida… La incertidumbre sobre su situación (física, legal o laboral), las pérdidas sufridas (de territorio, casa, hogar, familiares, vecindario), el desarraigo del entorno habitual y la falta de posibilidades para un futuro esperanzador son los desencadenantes de la mayoría de la sintomatología psicológica que sufren estas personas. La angustia, el insomnio o las pesadillas son algunos síntomas comunes en personas que han abandonado su territorio a casa de la guerra. En este contexto la infancia es especialmente vulnerable. Los niños y niñas se encuentran en un periodo de maduración y crecimiento en el que requieren una protección y apoyo que, bajo este escenario, se ve alterado. Por ello, se producen reacciones tales como mostrar un gran nerviosismo, llanto continuado o dificultades para dormir. Eso acaba mermando una existencia en la que conviven con la ansiedad y la depresión como los problemas más comunes entre la población.

Más de 24 millones de niños y niñas afectados por conflictos necesitan apoyo para su salud mental. Fátima, una niña de 12 años, se encontraba en su casa en Hajjah, Yemen, cuando en un bombardeo aéreo murieron sus padres y cinco hermanos. Fátima sufrió graves heridas en una pierna y se necesitaron varias operaciones para retirar las esquirlas. Sobre su experiencia traumática la niña recuerda: “Quedé inconsciente y enterrada en la arena. Las personas que me rescataron solo pudieron ayudarnos a mí y a mi hermana. Nos llevaron al hospital y eso fue todo. Tenía la pierna tan herida que prácticamente no quedaba piel. Los demás (siete miembros de su familia) fueron enterrados en el pueblo”. Fátima vive ahora con su hermana y su tía Arwa*, que se muestra preocupada por la salud mental de la niña. Arwa* nos cuenta: “Ambas niñas se despiertan por la noche y nos hablan dormidas. Están muy sensibles. Por la noche, se alteran y comienzan a llorar”.

Millones de niños y niñas como Fatima, que viven en zonas de conflicto de alta intensidad o se ven obligados a huir como refugiados, necesitarán apoyo para abordar problemas de salud mental. 142 millones de niños y niñas viven en zonas de conflicto de alta intensidad, es decir, en territorios con más de 1.000 muertes relacionadas con combates en un año. Se calcula que casi una quinta parte de las personas que viven en países en guerra y que se han desplazado por esa situación necesitarán asistencia psicológica y es muy probable que otro 5% experimente algún trastorno de salud mental grave. En cifras, más de 24 millones de niños y niñas afectados por conflictos en la actualidad necesitarán apoyo en el futuro para su salud mental. Los niños y las niñas en situaciones de estrés extremo pueden experimentar diversos problemas psicosociales y la angustia puede tener un impacto duradero en su desarrollo a largo plazo. Cuando un niño o niña se enfrenta a situaciones adversas intensas, frecuentes o prolongadas en el tiempo sin el apoyo adecuado de una persona que lo cuide, las consecuencias en el desarrollo cognitivo y el control emocional pueden ser graves y perdurables, e incluso pueden afectar la salud física y mental durante toda la vida. Sin embargo, los niños en situación de conflicto también demuestran tener una gran resiliencia y pueden recuperarse si se les brinda el apoyo adecuado. Pero la asistencia para abordar las necesidades de salud mental infantil en situaciones de conflicto es insuficiente.

¿Cómo cuidar la salud mental en contextos difíciles y con tantas víctimas potenciales? En el contexto de los conflictos actuales, donde las mujeres son violadas, las personas torturadas, las familias desmembradas, las poblaciones de acogida cada vez más hostiles y menos acogedoras... los mecanismos naturales de resiliencia de las personas se ven afectados y los problemas de salud mental se incrementan.

Luchar por la paz, pero sin hacer la guerra

De la fundación Fundipau (ONG nacida en Barcelona en 1983 que trabaja por un mundo en paz) entresacamos algunos de los puntos de la “Propuesta ideológica” de su proyecto “Por un mundo en paz”:

Somos conscientes de que los cambios que proponemos suponen un largo proceso histórico que no puede culminarse en unos pocos días. Pero hoy mismo y cada día podemos elegir entre seguir por el mismo camino de siempre o empezar a andar en sentido contrario, invertir la tendencia e iniciar el proceso de cambio. No es una cuestión de todo o nada, pero es necesario empezar a mover algo. En todas las líneas apuntadas en este documento hay pasos que se pueden dar ahora mismo, tanto en el ámbito personal como en el colectivo y social. Hacemos un llamamiento a todas las personas y a todos los estamentos públicos y privados a dar los primeros pasos.

  1. El futuro es siempre algo abierto e inacabado.
  2. Los cambios históricos trascendentes no son nunca episodios o reivindicaciones puntuales que puedan lograrse de la noche a la mañana, sino el resultado de un largo proceso.
  3. La opinión pública es la herramienta más importante de que disponemos para provocar cualquier cambio.
  4. La Paz es un resultado, no un hecho casual, y no se puede conseguir directamente. La paz tiene que construirse y esto significa trabajar las condiciones que deben hacerla posible: Construir sociedades pacificadas. Impulsar la Cultura de la Paz y la No-violencia. Establecer mecanismos para afrontar los conflictos de forma racional y constructiva.
  5. Existe una violencia estructural menos visible pero mucho más mortífera que los propios actos de violencia directa.
  6. La violencia estructural es el origen de muchos estallidos de violencia directa.
  7. La construcción de una sociedad pacífica (paz positiva) exige revertir las situaciones de violencia estructural y avanzar hacia la justicia global.
  8. Distribución de los recursos. La creciente desigualdad en el acceso a los recursos necesarios para vivir y la creciente acumulación de enormes riquezas en pocas manos, traen consigo la miseria, el hambre, el subdesarrollo de gran parte de la humanidad y, en consecuencia, conflictos
  9. Avanzar hacia una democracia más plena es también una exigencia de la paz.
  10. El respeto escrupuloso de todos los Derechos Humanos es un mínimo irrenunciable para una sociedad en paz.
  11. Aprender a vivir en equilibrio y con respeto por el medio ambiente es imprescindible para hacer posible la vida en la Tierra.
  12. Es imprescindible el pensamiento global y la colaboración con otras entidades de paz, pero también de justicia global, desarrollo, derechos humanos, defensa del medio ambiente, etc.

(…)

¡Si quieres la paz, trabaja por la justicia!

Fuente: https://fundipau.org/wp-content/uploads/Propuesta-ideologica-s.pdf


Ver también: Secuelas de la guerra en la salud mental de los implicados


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