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Secuelas de la guerra en la salud mental de los implicados

La otra cara de la guerra: traumas de guerra

  • La salud mental es tan vital como la salud física.
  • La Salud Mental en los conflictos bélicos.
  • El costo psicológico de tener que combatir en la guerra.

Lo cierto es que en occidente las guerras se han estado percibiendo como un evento lejano o propio de otra época. Sin embargo, son muchas las naciones en el mundo que en pleno siglo XXI continúan enzarzadas en sangrientos conflictos bélicos. El estallido de la guerra ruso-ucraniana nos ha recordado que el conflicto armado aún existe y que puede poner en peligro toda esa vida que habíamos dado por sentado. La situación actual nos ha quitado la venda de los ojos y nos ha puesto en tensión, pues hemos recordado que ni siquiera quienes vivimos en países avanzados somos inmunes a la barbarie.

El impacto que generan la violencia y las vulneraciones de derechos en las guerras sobre la salud mental de la población es grande. La contemplación de la devastación, las atrocidades cometidas, la huida del horror, el éxodo forzoso, asesinato de familiares o conocidos, pérdidas de vidas, secuelas físicas, heridas, lesiones, amputaciones, simulacros de ejecuciones, mujeres violadas, niños aterrorizados por el horror y la devastación, incertidumbre, miedo… Las guerras producen un daño psicológico de enorme sufrimiento en la población civil. Las personas que viven experiencias traumáticas (secuelas psicológicas, estrés postraumático, etc.) suelen sufrir a lo largo de su vida de “graves problemas de salud mental”. Otros pueden presentar una alteración del comportamiento “que dificultará su capacidad para vivir en el futuro de manera saludable”. Los estragos sobre la salud mental en los niños y las niñas son palpables. Los factores desencadenantes de su deterioro mental pueden estar relacionados con su nueva condición como refugiadas, la incertidumbre y el miedo, etc. contribuyendo a patologías como la depresión, los trastornos del sueño y de ansiedad.

Hoy nos encontramos con un pueblo ucraniano que ha sido agredido externamente, con fe en la victoria y están dispuestos a luchar por ella. Pero ¿qué repercusiones podrá tener sobre su salud mental ¿Qué traumas provoca la guerra en los implicados y más allá? Millones de ucranianos han huido de su país convirtiéndose en refugiados, en su mayoría mujeres y niños. Recorriendo cientos de kilómetros por salvar su vida y, en muchos casos, las de los más vulnerables: los niños y los ancianos. Kilómetros en busca de paz ¿Pero y la salud mental? ¿Qué traumas ha generado a estas personas la guerra? El drama de escapar de una guerra no solo queda ahí… Son numerosas las consecuencias psicológicas que han detectado los especialistas en los refugiados. Mujeres preocupadas por haber dejado a sus maridos o a sus hijos adolescentes en el frente, niños aterrorizados por las bombas, mayores que han abandonado sus hogares a los que no saben si volverán. También en los más pequeños. Se encuentran con estrés, ansiedad, miedo e incluso muchos con desconfianza ya que, al ser una guerra generada por una persona "tienen que volver a confiar en ser humano".

Es asombroso que mientras en el escenario de la guerra contemplamos terror, horror y devastación… y mientras asistimos casi en directo a las atrocidades y masacres cometidos en la guerra y tantos anónimos ciudadanos se solidarizan con el pueblo ucraniano haciendo aflorar lo mejor del corazón humano… el nivel de empatía de ciertas capas de la población, entre ellos algunos de los máximos líderes políticos a nivel mundial, el nivel de empatía que denotan en algunas de sus apariciones públicas, al menos en apariencia, parece más bien escaso. A continuación, realizamos una recopilación del impacto de la guerra en la salud mental de los contendientes, la otra cara de la guerra, a partir de materiales diversos aparecidos en prensa escrita y medios digitales.

Conflictos bélicos y salud mental

La guerra constituye un evento traumático tanto para militares como población civil. Además de los daños y pérdidas materiales, son muchas las secuelas psicológicas que los conflictos armados dejan a su paso. La guerra constituye un conflicto social en el que dos o más grupos humanos masivos se enfrentan de una forma violenta, utilizando para ello el uso de armas de todo tipo, lo que genera importantes daños materiales y humanos. Los conflictos bélicos forman parte de las relaciones internacionales desde el origen de la humanidad, aunque en las sociedades modernas estos han alcanzado un nivel de complejidad mucho mayor, pues se dispone de medios técnicos más avanzados y una población más numerosa. Esta forma de enfrentamiento organizado de los grupos humanos puede producirse por diferentes motivaciones, como la ideología, la religión o el deseo de mantener o cambiar las relaciones de poder y resolver disputas económicas y territoriales.

Guerra, humanidad y mente. Todo conflicto armado refleja el fracaso del ser humano a la hora de gestionar sus conflictos. Lejos de suponer una solución efectiva, las guerras implican pérdidas estratosféricas a todos los niveles. Siempre que los medios hablan de este tipo de enfrentamientos geopolíticos, los titulares suelen enfatizar los avances militares, las declaraciones de las personalidades políticas o las reacciones de la comunidad internacional. Sin embargo, hay un aspecto que pasa mucho más desapercibido, y es el impacto que la masacre tiene sobre la salud mental de la población.

Las muertes, la destrucción sin límites, las carencias de bienes de primera necesidad, la tensión permanente y el riesgo de perder la propia vida y la de los seres queridos constituyen una seria amenaza para nuestro equilibrio psicológico. Así, experimentar una guerra en primera persona deja una huella profunda en el alma, incluso cuando se ha logrado sobrevivir y escapar. Un conflicto armado destroza las esperanzas y los planes de toda una generación y obliga a una comunidad a romper con sus raíces y empezar de cero en un escenario ajeno y desconocido. La identidad se desdibuja y no hay certeza sobre nada, pues el hogar ya no es hogar, sino un terreno abrasado por el odio.

¿Quiénes sufren las consecuencias de la guerra?

Lo cierto es que la guerra afecta a toda la comunidad implicada en el conflicto, sin lugar a excepción. No obstante, además de los combatientes la población civil es aquella que más sufre sus secuelas, pues siendo ajena al escenario geopolítico de tensión, vive en sus carnes la destrucción y el caos. La población civil siempre representa la mayoría de las víctimas de una guerra. De ella, quienes se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad son las mujeres y los niños. Si bien ellos no son enviados para combatir en el campo de batalla, eso no significa que estén exentos de sufrimiento. Los secuestros, abusos, violencia sexual y tráfico de seres humanos se disparan en este tipo de escenarios. El cuerpo de las mujeres es utilizado como un terreno sobre el que demostrar quién tiene el poder y quien puede llegar a ejercer el máximo daño posible. Por su parte, los más pequeños también pueden manifestar un desarrollo retardado con abundantes conductas regresivas, una marcada ansiedad, agresividad y trastornos del sueño o déficits en el aprendizaje, fruto de las carencias educativas y el trauma psicológico vivido.

Analizando el impacto psicológico en la población algunos informes resaltan las numerosas, graves y permanentes consecuencias de las guerras y conflictos en este ámbito de la salud para aquellas personas que las sufren. Situaciones como vivir la violencia, el asedio, las bombas, la muerte, el miedo, la separación de los seres queridos, abandonar sus hogares, no tener dónde vivir, la pobreza, o desconocer si podrán volver a su país, se traducen en un “deterioro evidente de las condiciones de vida de las personas (materiales, económicas, sociales, culturales…) y, por lo tanto, de su salud mental”.

Los datos recogidos destacan las experiencias adversas vividas tras la huida (racismo, detenciones, violencia sexual -que afecta en mayor medida a mujeres y niñas-, desempleo, exclusión social, estereotipos y prejuicios que se asocian a las migraciones, vulneraciones en los campos de refugiados, etc.), y que, sumado al trauma de abandonar su país, puede conllevar un mayor riesgo de desarrollar múltiples problemas, tales como, depresión, ansiedad, duelo, problemas de alimentación y de sueño, trastorno de estrés postraumático, trastorno bipolar o esquizofrenia.

Los informes subrayan también las secuelas psicológicas que afectan a las personas que ejercen la violencia, bien por combatir en un ejército regular o en otros grupos armados organizados (voluntaria o forzosamente), bien por verse abocadas a ejercer la violencia en actos más aislados. Las personas con problemas de salud mental o enfermedades graves: también conviene señalar los efectos negativos de este tipo de conflictos bélicos en las personas con problemas de salud mental, entre ellos, los siguientes: el traslado o evacuación de las personas con problemas de salud mental a zonas seguras (un aspecto que requiere la formación específica en esta área del personal que realiza el traslado y puede suponer en ocasiones una dificultad añadida), y las dificultades de estas personas para acceder al apoyo o tratamiento que necesitan dentro de su país, así como en los países de destino, al carecer de la “documentación” necesaria o de las habilidades y recursos requeridos para acceder a estos servicios.

El impacto en los espectadores. En el caso concreto de la invasión de Ucrania, también se pone de relieve la intensa y continua cobertura mediática, centrada en gran medida, en las experiencias personales de las víctimas, y que provoca en los espectadores de este “horror y del sufrimiento humano”, una sensación de impotencia, incomprensión, elevando con frecuencia los niveles de estrés y ansiedad. A este respecto, recuerdan que el rol de los medios de comunicación “debe ser, como siempre, tratar de informar desde el rigor y el respeto a las víctimas, tratando de evitar la exposición explícita y sin previo aviso de las peores consecuencias sobre las personas (imágenes de cadáveres, por ejemplo), que pueden producir un trauma en las personas que reciben estas escenas (pensando no solo en personas adultas, sino especialmente en niños y niñas que les acompañan, sin ir más lejos, en el visionado de las noticias en la televisión)”.

Invasión de Ucrania

Desde que Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero, los medios de comunicación se han visto inundados con transmisiones e imágenes de un país sitiado. Muchos han muerto en el conflicto y millones de personas han sido desplazadas o han huido a países vecinos. En medio de las muchas historias de esperanza y resiliencia, se esconde el trauma inevitable de la guerra y sus vastas implicaciones para la salud mental. No solo para los que se han quedado a luchar por su país, sino también para todos los que se han visto obligados a salir del país para salvar su vida.

Al ver las imágenes de la guerra en Ucrania que han circulado por la red, es posible que quedes impresionado por lo que parece ser resiliencia, fuerza y coraje. Mujeres que han decidido coger un arma y luchar por su país, incluso niños. Sin embargo, detrás de cada una de esas imágenes y videos que nos llegan por redes sociales hay una historia de profundo dolor y angustia. Porque las heridas físicas se pueden ver a simple vista, pero todo lo que tiene que ver con la salud mental es menos visible y quizás incluso más profundo. Aunque muchos ucranianos han perdido sus pertenencias físicas, también han perdido los recuerdos vivos de familiares y parientes cercanos. Sin olvidar que también han perdido su futuro, sus sueños.

Los combatientes

Sin lugar a duda, una misión de combate es el desafío más difícil al que se puede enfrentar un soldado. Requiere no solo entrenamiento físico y táctico completo, sino también una preparación psicológica acorde. Entrar en combate implica la exposición a un gran número de factores estresantes. Además de la lucha por la supervivencia, tienen que afrontar una serie de factores situacionales. Por ejemplo, las variaciones de temperaturas, desde muy altas a varios grados bajo cero, deficiente alimentación, falta de descanso, ruidos constantes, explosiones frecuentes y luces deslumbrantes. También a situaciones de inmovilidad, permanecer durante horas o días dentro de un vehículo acorazado y ser testigos de muertes alrededor. Estas situaciones llevan al límite, superando en muchas ocasiones el punto de fractura psíquica de la persona. Se convierten así en una fuente de estrés crónico.

Existe una gran variedad de síntomas y síndromes psicológicos en las poblaciones en situaciones de conflicto.  Sufren una variedad de comportamientos resultantes del estrés de la batalla. Los síntomas más comunes pueden ser la fatiga, el alargamiento de los tiempos de reacción, indecisión, desconexión con el entorno, incapacidad para priorizar y, en algunas ocasiones, “bloqueo de la acción”. Se pueden destacar, tres trastornos mentales principales:  trastorno de estrés postraumático (TEPT), depresión y lesión cerebral traumática. Tras lo vivido es posible que estas personas desarrollen estrés postraumático (TEPT). Los síntomas pueden incluir reviviscencias, pesadillas y angustia grave, así como pensamientos incontrolables sobre la situación. Estos trastornos son a menudo invisibles a los ojos de los demás. Sin embargo, también hay evidencias sobre la  capacidad de resiliencia en gran parte de la población frente al trauma en situaciones de guerra.

Los civiles

Si los soldados profesionales supuestamente seleccionados y preparados para afrontar las exigencias del combate están expuestos a todos estos estresores, ¿qué puede suceder cuando alguien que no tiene esa preparación física y psíquica que se le exige al soldado profesional se ve impelido por las circunstancias a empuñar las armas? Nos centraremos en el caso concreto de la actual invasión de Rusia a Ucrania. En términos de género, el 90 % de los hombres y el 70 % de las mujeres expresaron su disposición a luchar con las armas por Ucrania. Un 90 % de los encuestados hace dos años, pensando en la situación del país, expresaba esperanza. Solo el 5 % de estaba decepcionado. En casi todas las regiones, hay un nivel máximo de sentimiento de esperanza. Es decir, nos encontramos con un pueblo que ha sido agredido externamente y con conciencia de defensa nacional de su integridad territorial. Tienen fe en la victoria y están dispuestos a luchar por ella, entregando su vida si fuese preciso. Si además es un pueblo con un fuerte sentimiento religioso, con toda probabilidad estas variables serán potenciadoras de su resiliencia y amortiguarán el estrés provocado por los diferentes escenarios creados por la guerra.

No obstante, el actual conflicto bélico entre Rusia y Ucrania tendrá efectos sobre la salud mental a medio y largo plazo. Hasta el 30 % podrían verse afectados por Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). No hay duda de que las poblaciones en situaciones de guerra y conflicto deben recibir atención de salud mental como parte del socorro total, rehabilitación y procesos de reconstrucción.

Niños y jóvenes

La guerra entre Rusia y Ucrania puede tener graves consecuencias a largo plazo en la salud mental de los niños y jóvenes afectados. Los niños de Ucrania se enfrentan a graves riesgos para su bienestar mental a corto y largo plazo.   «Ser testigo de estos conflictos provoca traumas, abruma a las víctimas y tiene un profundo impacto en muchas áreas de la vida del niño. Las guerras y los conflictos pueden provocar una mezcla tóxica de estrés y problemas de salud mental y física durante la infancia y más allá».  Además, muchos de los que han sido refugiados se encuentran solos o han sido separados de sus padres o familiares.

Hay que tener muy presente no solo la pérdida de vidas humanas y la devastación material sino también el impacto que tiene la guerra en el desarrollo cognitivo, la salud física y mental y el bienestar de los niños, así como los efectos adversos para la psique en general a largo plazo. Cuanto más dura el conflicto, peores son las consecuencias para el bienestar psicológico de los niños. Los problemas de salud mental son una «reacción normal a acontecimientos anormales», un mecanismo de adaptación psicológica a la situación.

Se estima que todos los niños atrapados en el conflicto del este de Ucrania necesitan ahora apoyo psicosocial, confirma Unicef.  Casi medio millón de niños se enfrentan a graves riesgos para su bienestar físico y mental. Por otro lado, los refugiados que se han visto obligados a huir de Ucrania en busca de seguridad y protección, cientos de miles de ellos son niños. Muchos no están acompañados o han sido separados de sus padres o familiares. Los niños sin el cuidado de sus padres corren un mayor riesgo de sufrir violencia, abusos y explotación, indica. Cuando son trasladados a través de las fronteras, los riesgos se multiplican; el peligro de trata también se dispara en las situaciones de emergencia.

Cuando la psique del niño sufre

Las catástrofes naturales, las enfermedades, la violencia o la guerra afectan a la psique de los niños y jóvenes de una manera especial. Si los niños y adolescentes son separados de sus cuidadores por una experiencia traumática o son arrancados de su entorno familiar, ese suceso suele tener un efecto especialmente negativo en ellos. Cuanto más pequeños, más fuerte es el efecto adverso. La guerra en Ucrania podría dejar traumas permanentes en esos niños. En tiempos de incertidumbre, los niños son los primeros afectados. Aunque les comuniquemos de la mejor forma lo ocurrido en la guerra, no podemos frenar su capacidad para imaginar los escenarios más traumáticos. Es por eso que los psicólogos creen que los más jóvenes vivirán las secuelas de este conflicto eternamente.

Dado que los niños no siempre hablan de lo sucedido o de sus sentimientos por sí mismos, los adultos deben prestarles especial atención para reconocer los traumas. Estos pueden manifestarse, por ejemplo, a través de fallos de memoria y dificultades de concentración. Asimismo, los dolores de cabeza o de estómago, la pérdida de apetito, los trastornos del sueño o la enuresis pueden indicar que algo va mal. El comportamiento también suele cambiar tras una experiencia traumática: los niños muestran una mayor necesidad de atención, lloran con frecuencia, se encuentran ansiosos y presentan dificultades para confiar en otras personas o hacer amigos. Una conducta agresiva también puede ser el resultado de un trauma. De la misma manera que sucede con los adultos, es importante que los niños y adolescentes hablen de lo que han vivido y lo ubiquen en su propia biografía. Por tanto, los padres deben evitar callar sobre lo sucedido. Tampoco deben convencerse a sí mismos de que los niños son «demasiado pequeños» para enterarse de todo.

¿Cómo afectará la guerra a la salud mental de los más pequeños? El conflicto ha colocado a 7.5 millones de niños en una situación tremendamente delicada, en la que su salud mental está en juego. Han pasado varias semanas desde que el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, dio comienzo a las hostilidades en territorio ucraniano. Desde entonces, los fallecidos se cuentan por miles y los desplazados por millones. Las imágenes que el conflicto está dejando tras de sí son abrumadoras, y todo el mundo mira con horror una destrucción que parece no tener límite. Sin embargo, estas imágenes -por cercanas y por duras que puedan parecer- nunca conseguirán hacer justicia al impacto emocional que supondrá para las personas que las viven en primera persona. Desde la comodidad de nuestros hogares es difícil ponderar lo que está pasando en este momento por la cabeza de los miles de combatientes de ambos bandos; y por la de los millones de civiles que tienen que sufrir el horror de la guerra; tanto para los que permanecen en territorio ucraniano, como para los que se han visto en la necesidad de abandonarlo.

Estar sometidos durante tanto tiempo a niveles de alerta y estrés semejantes -evidentemente- pasará una factura. Desde la Fundación Salud y Persona- que es una organización sin ánimo de lucro especializada en el bienestar emocional- estiman que alrededor de un 22% de las personas que viven en una zona de conflicto, acaban por desarrollar trastornos mentales o episodios de los mismos, “con un aumento en problemas de ansiedad, insomnio, depresión, trastorno por estrés postraumático, trastorno bipolar y trastornos psicóticos, entre otros”.

Y desde el punto de vista psicológico, los que se llevan la peor parte son aquellos que todavía no han desarrollado plenamente su carácter: los niños. Save the Children ha estimado en 7,5 millones los niños que están en riesgo de sufrir problemas emocionales por culpa del conflicto armado.  Imaginemos el terror al que se enfrenta un niño en un sótano oscuro, viendo los rostros de sus padres rezando para que el próximo misil no caiga en su edificio. Los padres pueden proteger a los niños contra el trauma hasta cierto punto, pero no hay mucho que puedan hacer, explica la Fundación Salud y Persona en una nota de prensa compartida con los medios de comunicación.

Y es que, en la gran mayoría de los casos, la primera barrera de protección psicológica que tiene un niño a su disposición son sus padres... que son los que le dicen que “todo va a ir bien”. Sin embargo, en una situación como la que les ha tocado vivir a millones de familias ucranianas, este escudo se ha esfumado; porque muchos padres se han tenido que quedar a combatir, mientras que los pequeños se han tenido que marchar a un lugar seguro. Esta separación tiene un impacto enorme, entre otras cosas, porque desaparece de golpe una figura en la que el niño confía y que le transmitirá seguridad, aún cuando la situación no es en absoluto segura.

De esta forma, además de estar en una posición en la que debe gestionar el propio trauma de la guerra, el niño también deberá gestionar la separación de sus padres y el miedo de que “a papá le haya podido pasar algo”. Y es que a veces se nos olvida lo obvio: detrás de cada combatiente y detrás de toda baja en combate, hay unos familiares y unos seres queridos que están sufriendo su ausencia y que no saben si lo volverán a ver. Y lo peor de todo, es que esta avalancha emocional, los más pequeños tienen que gestionarla -además- sin llegar a entender el porqué.

También niños de todo el mundo sienten la guerra de Ucrania muy de cerca. Se sabe que los niños son muy vulnerables a los traumas. Esto es debido a que, durante esta etapa, el cerebro aún está adaptándose al entorno y creando conductas sociales. Por tal motivo les resulta muy natural creer en cosas que no ven o asustarse por cosas que no entienden. Una actitud que, a la larga, frente a guerras internacionales como la de Ucrania, puede generarles traumas difíciles de superar en su etapa adulta. Da igual si han presenciado el conflicto en vivo o a través de nuestras palabras. Los niños que experimentan traumas durante su desarrollo, imaginan soluciones como una respuesta adaptativa para evitar el estrés. Sin embargo, aún en un lugar seguro, ese mecanismo sigue afectando sus mentes y produciendo secuelas.

Está demostrado que los niños que sufrieron actos de violencia en su etapa temprana han desarrollado trastornos psicológicos graves.  Aquellos que solo han visto u oído sobre estos eventos presentan, a largo plazo, síntomas más bien parecidos a un trastorno de estrés postraumático o TEPT. Es decir: Miedo abrumador a los entornos desconocidos. Dificultades para experimentar socializar con los demás. Episodios de pánico. Depresión. Problemas para concentrarse o controlar sus impulsos.

Consejos para atenuar la ansiedad en los hijos

Por su parte, la Sociedad Británica de Psicología (BPS) ha publicado una serie de pautas para apoyar a los niños que puedan sentir ansiedad ante la situación actual en Ucrania. «Nuestros hijos absorben constantemente todo lo que leen, ven y escuchan, y es completamente natural que se den cuenta de la situación en Ucrania y se sientan ansiosos. También que hagan preguntas sobre lo que está sucediendo». Entre las recomendaciones de BPS se encuentran las siguientes: Escuche las preocupaciones de su hijo y no evite la conversación. Asegúrese de que se sientan apoyados y seguros. Gestione los propios sentimientos.  Explique a su hijo que pueden ocurrir cosas malas en el mundo, pero que siempre hay alguna forma de ayudar. Evite la exposición a un flujo constante de noticias. Observe de dónde obtienen la información. Busque asesoramiento y apoyo si está preocupado por su hijo.

Algunos impactos psicológicos concretos de las guerras

Las guerras son una catástrofe igual de traumática para todos. Los niños no son los únicos perjudicados por la guerra. Se estima que, por culpa de la guerra en Ucrania, más de dos millones de adultos están desarrollando traumas en torno al uso de armas de fuego y hacia los símbolos rusos. ¿Por qué? Porque lo han vivido en carne propia. Todos los refugiados ucranianos han dejado atrás su vida y a su familia para huir a otros países, sin estar seguros de si podrán regresar a casa o si tendrán un futuro en sus nuevas residencias. Por tanto, es comprensible que tengan una herida permanente en sus mentes.  Algunas de las consecuencias psicológicas más comunes que pueden producirse en las víctimas de una guerra:

1. Desensibilización a la violencia. Las personas que experimentan un conflicto armado en primera persona sufren la violación de sus derechos más básicos y viven inmersas en una realidad en la que sólo hay odio y violencia. cuando la guerra se perpetúa durante mucho tiempo es posible que la población llegue a asumir como normal la conducta violenta y despiadada. Esta indiferencia y naturalidad hacia el odio es muy peligrosa, pues la población civil termina por replicar el modelo de comportamiento que observa a su alrededor. Esto es particularmente devastador en los más pequeños, quienes se desarrollan como personas en un contexto traumático que les enseña a herir desde sus primeros años de vida.

2. Estrés postraumático. La guerra constituye un evento que desborda los recursos psicológicos de la población debido a su gravedad. Una de las consecuencias psicológicas más comunes en las personas que han pasado por esta situación sea el desarrollo del Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT). El TEPT aparece cuando una persona vive un episodio que pone en riesgo su integridad o la de alguien cercano, como es el caso de las guerras, las catástrofes naturales, las agresiones sexuales, la pérdida o enfermedad grave de un allegado, etc. Nuestro organismo responde ante las amenazas del entorno con una respuesta de lucha/huída, ya que de esta manera logra protegerse de la adversidad. El cuerpo se pone en tensión y libera determinadas sustancias que provocan que nuestro corazón se acelere, aumentando nuestra presión arterial y el ritmo de nuestra respiración. Normalmente, cuando el peligro ha cesado nuestro organismo es capaz de volver a su estado basal. Sin embargo, cuando el estrés vivido ha sido muy intenso es posible que esta recuperación no se produzca. De esta forma, las personas con TEPT pueden seguir experimentando un intenso miedo y estrés a pesar de que la situación traumática haya finalizado.

El TEPT se caracteriza por la presencia persistente de determinados tipos de síntomas. Así, las personas que lo sufren suelen reexperimentar lo sucedido a través de pesadillas, flashbacks o pensamientos intrusivos. Esto hace que se pongan en marcha estrategias de evasión, como tratar de evitar lugares y estímulos que recuerden la experiencia traumática. En general, el TEPT también da lugar a un estado continuo de alerta, por lo que es frecuente que se den problemas de sueño, así como inestabilidad emocional e irascibilidad. Añadido a todo esto, no es extraño que la persona afectada pierda el interés por la vida, tenga problemas de concentración, pensamientos negativos, sentimientos de culpa o problemas para recordar detalles del evento traumático.

3. Desarraigo y pérdida de la identidad. La guerra interrumpe la vida de las personas y pone en riesgo sus vidas. Es por ello que muchos civiles se ven en la necesidad de huir desesperadamente a otros lugares para estar a salvo. Abandonar el hogar y los orígenes puede constituir una experiencia traumática en sí misma. El proceso de exilio no es en absoluto fácil y muchas veces la llegada al lugar de destino es vivida con enorme angustia y confusión. De esta manera, dejar atrás el lugar al que uno pertenece puede diluir el sentido de identidad, de forma que la persona pierde el sentido de quién es y de su lugar en el mundo. Esto puede ocasionar una profunda crisis existencial que puede ser difícil de resolver.

4. Ausencia de un plan o trayectoria vital. La guerra llega arrasando todo a su paso, lo que pone en un paréntesis la vida de la población. Así, las personas afectadas pueden llegar a sentir que no tienen una dirección o sentido en sus vidas, como si se encontrasen en medio de un océano a la deriva. La incertidumbre y el caos alrededor impiden tener anclajes seguros a los que aferrarse, porque nada está garantizado. Todo ello puede ocasionar un profundo sufrimiento psicológico, pues se sobrevive en el día a día sin metas o ilusiones futuras que brinden esperanza.

5. Depresión mayor. El sufrimiento de la guerra trae consigo, como es de esperar, el desarrollo de numerosos trastornos psicológicos en las personas. La depresión mayor es uno de los más comunes, ocasionando en quien lo sufre un estado de profunda tristeza, incapacidad para disfrutar, un marcado sentimiento de culpa e inutilidad y la percepción de que no existe ningún tipo de control sobre el entorno y los eventos que suceden.

6. Trastornos de ansiedad. La ansiedad es otra de las consecuencias más comunes en las víctimas de una guerra, que viven en un continuo estado de alerta, con problemas de sueño y concentración, fatiga y episodios de crisis que pueden resultar muy angustiantes.

Traumas de guerra: Trastorno de estrés postraumático

Un trauma de guerra es un trastorno mental como resultado de la exposición ante un conflicto bélico caracterizados por ser violentos, amenazantes y continuos. En estos convergen todo tipo de abusos tanto físicos como psicológicos, lo que provoca entre los implicados situaciones muy complejas, así como gran terror en la población civil, generando una gran carga de ansiedad. Ante estos acontecimientos la psiquis del individuo en cuestión sobrepasa todos los mecanismos de reacción natural a situaciones extremas, y al verse desbordado psicológicamente se desencadenan estos trastornos mentales que en ocasiones pueden llegar al suicidio. El impacto psicológico de los traumas de guerra no se vive evidentemente de igual forma en todas las personas, ni con el mismo grado de afectación, esto dependerá de factores como la gravedad de los hechos, la edad, las circunstancias que lo agravan aun más o que lo atenúan, así como la capacidad de resiliencia del individuo, los trastornos previos con los que ya lidiaba y los rasgos de personalidad, entre otros. Estos factores harán que algunas personas, cuando experimentan un trauma intenso puedan superarlo con relativa facilidad, y otras por el contrario desarrollen trastornos patológicos.

El trauma de guerra más frecuente es el llamado Trastorno de estrés postraumático (TEPT) y el gran impacto psicológico que causa, deteriora gravemente la salud y calidad de vida de quien lo padece. El DSM V (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) define el TEPT (trastorno de estrés postraumático) como «un trastorno mental clasificado dentro del grupo de los trastornos relacionados con traumas y factores de estrés, que se caracteriza por la aparición de síntomas específicos tras la exposición a un acontecimiento estresante, extremadamente traumático, que involucra un daño físico o es de naturaleza extraordinariamente amenazadora o catastrófica para el individuo». Entre los síntomas específicos del TEPT (trastorno de estrés postraumático) podemos mencionar, los recuerdos intrusivos, los sintomas de evasión, los cambios en el pensamiento y en los estados de ánimo, y los cambios en las reacciones físicas y emocionales.

Los recuerdos intrusivos, se refiere a recuerdos recurrentes, involuntarios, y angustiantes acerca del suceso traumático vivido durante la guerra, donde la persona revive los hechos como si estuvieran sucediendo otra vez, esto en psicología se llama reviviscencia, otro síntoma es la perturbación del sueño como insomnio y pesadillas , manifiestan también sensación de gran angustia emocional, y reacciones físicas que sienten al tener contacto con objetos o situaciones que le recuerden el suceso traumático vivido, algunas de éstas reacciones físicas pueden ser la sensación de vómito, mareo, molestias gastrointestinales, escalofríos entre otros.

Los síntomas de evasión, se manifiestan en las personas, con conductas tales como el tratar de evitar, pensar o hablar acerca del suceso traumático vivido durante la guerra, así como evitar lugares, actividades o personas que se lo recuerden.

Los cambios en el pensamiento y en los estados de ánimo, surgen con la presencia de pensamientos negativos sobre sí mismo, sobre otras personas o del mundo en general, así como desesperanza acerca del futuro, ideas de suicidio, problemas de memoria incluyendo detalles importantes del mismo suceso traumático vivido, dificultad para desarrollar relaciones personales, distanciamiento emocional de familiares y amigos, falta de interés en actividades que antes le gustaban, dificultad para sentir emociones positivas, y la insensibilidad emocional del individuo.

También se manifiestan cambios en las reacciones físicas y emocionales de las personas después de haber vivido un trauma de guerra, entre estos cambios se encuentran, la alteración en la capacidad de asombro, el nerviosismo que lo lleva a asustarse fácilmente, hipervigilancia que lo mantiene siempre en estado de alerta, conductas riesgosas, como la de conducir a alta velocidad o incurrir en excesos con el alcohol y drogas, presentan también trastornos de sueño, dificultad en la concentración, irritabilidad, arrebatos de ira, agresividad, sentimientos abrumadores de culpa y vergüenza.

Con el tiempo y habiendo tomado distancia de la situación estresante, los síntomas del trastorno de estrés postraumático pueden variar en intensidad, y manifestarse sólo ante ocasiones específicas, como cuando se es sometido a una situación de estrés en general o cuando la persona se encuentra ante objetos o situaciones que les recuerdan la experiencia traumática vivida. Por ejemplo, al escuchar un sonido estruendoso que le haga revivir experiencias de combate, gritos o explosiones, o ver noticias que documenten acerca de una agresión sufrida o presenciada, que lo abrumen al evocar los recuerdos de su propia agresión.

El trauma de huir de la guerra. Angustia, insomnio, pesadillas, llantos, estado de hipervigilancia... son algunos de los síntomas que se repiten en las personas que han huido de la guerra. Ya han llegado a España, sus vidas no corren peligro, pero ahora les toca lidiar con el trauma y el acompañamiento de los psicólogos que les atienden a su llegada les ayuda a gestionar sus emociones. Mujeres preocupadas por haber dejado a sus maridos o a sus hijos adolescentes en el frente, niños aterrorizados por el sonido de las bombas, personas mayores que han abandonado sus hogares a los que no saben si volverán algún día. Son las personas que pasan cada día por los centros de recepción de refugiados. Este es el impacto psicológico que padecen los ucranianos que han tenido que huir de su país a consecuencia de la invasión rusa.

El tratamiento recomendado para el manejo del TEPT (trastorno de estrés post-traumático) es la psicoterapia, combinado con el uso de medicamentos, por lo que se trata de un trabajo en conjunto entre el psiquiatra y el psicólogo. El objetivo de los diferentes tipos de psicoterapia es que el individuo desarrolle estrategias para afrontar los síntomas con herramientas que le permitan el procesamiento del trauma de manera más eficaz, además de tratar otros problemas asociados a la experiencia traumática, como son la depresión, la ansiedad y el abuso de alcohol o de sustancias, entre otros.

El duelo extremo de los refugiados

El denominador común en todas las personas que atienden los equipos de psicólogos, trabajadores sociales y educadores cuando llegan a los centros de refugiados es el estrés agudo que les ha provocado la experiencia traumática de tener que abandonar repentinamente su país. "Han dejado de forma brusca e inesperada todo lo que tenían construido en su país. Familiares, amigos, trabajo, rutinas, colegio, bienes materiales que también son importantes como su casa, su coche. Antes de salir del país, la mayoría han vivido situaciones de estrés muy fuerte con temor intenso, miedo por la propia vida y de otras personas". Son situaciones que generan mucha ansiedad, algunos están en estado de shock, deambulan como perdidos, bloqueados emocionalmente y con estrés postraumático: "angustia, desesperación, tristeza por todo lo que dejan, incertidumbre ante lo que va a pasar porque hay que reconstruir la vida y no saben ni cómo ni cuándo ni si van a poder regresar a su país ni en qué momento. Ni cómo se lo van a encontrar". Esta respuesta es "totalmente normal porque les ayuda a reajustarse a esa experiencia tan atroz". No obstante, la ayuda psicológica es fundamental para prevenir la "patologización" de esos síntomas.

El duelo extremo de los refugiados. "Los niños están en un período de maduración, de crecimiento, necesitan mucha protección y apoyo. Lo peor para ellos es la separación de los padres. Hay investigaciones que demuestran que están mejor con ellos escondidos en un sótano que muy lejos en un centro bien atendidos. Están aterrorizados sin saber dónde están sus padres, sus madres están angustiadas... Es la población que más hay que proteger para que no queden traumatizados". Nenes que vuelven a hacerse pipí en la cama, movimientos muy nerviosos, dificultades para dormir, llanto continuado... El problema es que no pueden expresarlo como los adultos. Es difícil saber cuál será el impacto de la guerra en estos pequeños, pero por supuesto que les marcará, y que va más allá: "es un trauma colectivo que va a marcar no sólo la historia de Ucrania, sino también la historia de toda Europa y el mundo".

Detectar sus necesidades, cubrirlas y escuchar. Lo primero es detectar sus necesidades más básicas y cubrirlas y luego contener, escuchar y transmitir tranquilidad porque están a salvo, lejos del conflicto bélico. "Alojamiento, comida, atención médica, que los niños puedan ser escolarizados (...) También es muy importante tener una mano que coger, un espacio de escucha. Es importante también hacerles ver que son personas fuertes y resilientes, con "muchas fortalezas" porque cuando uno deja su país por una guerra, siente que se queda indefenso al perder los recursos personales que tiene: "la atención se focaliza en rescatar esa fortaleza que hay que poner en marcha aquí porque la tienen".  Sin olvidar reparar la confianza en las personas. "Esto ha sido causado por un ser humano. Y hay que restablecer esa confianza en el 'otro'. Quien huye de una manera tan abrupta "siempre está como con un pie aquí y otro en su país de origen: el alma, el corazón, se han quedado en donde ha nacido porque la patria es como una madre.

Vulnerabilidad y resiliencia

Junto con el acontecimiento en sí mismo (la guerra), interaccionan una serie de factores tanto personales como contextuales que pueden tener una doble vertiente. Por un lado, factores de riesgo para favorecer la vulnerabilidad para el desarrollo de diversos trastornos psicológicos. Por otro, factores que estimulan la resiliencia y potencian el crecimiento personal.

Entre los factores personales se pueden considerar el género (las mujeres parecen ser más vulnerables), la edad (se ven más afectados los niños, adolescentes y las personas mayores), la acumulación de experiencias traumáticas previas, tener antecedentes de trastornos mentales, etc. Por su parte, la motivación puede tener efecto amortiguador del estrés de combate y servir para aumentar la resiliencia y la fe en la victoria. Entre los factores contextuales, además de los ya citados como las temperaturas extremas, ropas o armamentos pesados, se puede considerar alguno de especial trascendencia: considerar que es una guerra justa, si es que alguna guerra lo es, y recibir apoyo nacional e internacional a la causa.

Paz en tiempos de guerra

Menuda la que está cayendo…parece increíble que no hayamos salido de una para entrar en otra, a ver cuál es la próxima, “Yo pasoooo…o”. Esto también pasará… Todas estas expresiones que estamos diciendo y oyendo a nuestro alrededor, forman parte de la manera en que cada uno tiene de interpretar las adversas circunstancias que nos están tocando vivir. La pregunta sobre el sentido de lo que sucede no siempre nos ayuda, puesto que las atribuciones que hacemos, fruto de nuestros aprendizajes y vivencias previas, pueden ser incluso más frustrantes todavía. Las creencias nucleares nos sirven para situarnos ante el mundo, nosotros mismos y los demás. Si hemos tenido vivencias traumáticas severas desde la infancia (trauma de apego) podremos desarrollar un modo de afrontamiento ante la vida que nos condicione significativamente, experimentando como amenazantes situaciones “normales”.

En la base del trauma está la incapacidad para procesar lo que está sucediendo, lo que nos conduce a un gran sufrimiento. No estamos mentalmente preparados para aceptar la realidad que no pocas veces “supera la ficción”. Dentro de los traumas, los estudios e investigaciones se han multiplicado en las últimas décadas desglosándose en:

  • T: “TRAUMA CON MAYÚSCULAS O AGUDO”. Puede generar un trastorno de estrés postraumático, debido a la vivencia de una guerra, una agresión sexual, un accidente grave, la muerte repentina de un ser querido, un infarto…
  • t “TRAUMA CON MINÚSCULAS o COMPLEJO”. Debido a acontecimientos perturbadores que pasan desapercibidos, pueden condicionar significativamente según el tipo de apego vivido, convirtiéndose en traumas acumulativos sesgando la manera de enfrentarnos a la realidad. Ej: Las humillaciones de los adultos desde niño.

Los síntomas que acompañan al trauma según su gravedad son muy variados, pudiendo ir desde las pesadillas, ansiedad, anestesia emocional, culpabilidad hasta somatizaciones, ataques de pánico y disociación grave.

¿Qué se puede hacer en caso de sentirse afectado?

  • Estar informado. El primer trabajo empieza por uno mismo. Estar enganchado a las últimas publicaciones sobre temas psicológicos, de autoayuda, de apps sobre psicología, o preguntado a otros constantemente, es una forma de tener cierto “control” sobre nuestras emociones y nos puede enfermar. 
  •  Proteger a los niños. La edad en la que vivimos determinadas situaciones es crucial para padecer o no un trastorno ya que el nivel de procesamiento es menor cuanto más niño somos. “El exceso de exposición que han tenido los niños a la información se traduce en terrores nocturnos, pesadillas, dificultades en el aprendizaje y la adaptación”.
  • Participar en alguna actividad de reparación como grupos de voluntarios o difusión de información puede ser una manera de procesar lo sucedido y sentirse útil.
  • Buscar relaciones cercanas y evitar conflictos innecesarios → "En estos tiempos de inseguridad y guerras tengamos relaciones cercanas que nos sostengan"
  • Cuando tengas síntomas manifiestos (pesadillas, preocupación, ansiedad o tristeza recurrente) no lo dejes pasar, pide ayuda.

Página de recursos sobre salud mental para afectados por la guerra de Ucrania :
https://www.mhe-sme.org/what-we-do/ukraine/

Elaboración a partir de materiales diversos

Ver también: NO A LA GUERRA


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