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¿Qué les cuento yo a mis hijos?

La sociedad del mañana será aquello que nuestros hijos quieran y para lo que hayan sido preparados. Cuanto más definido esté el proyecto social y mejor sea la calidad y los contenidos de la educación que les demos, mejor será la sociedad y, sobre todo, más justa y democrática.

La educación de nuestros hijos se complica extraordinariamente cuando el modelo social está por definir o cuando los cambios sociales se imponen a toda velocidad. Se hace difícil una buena educación en un contexto social en el que el modelo social está por definir y en donde los cambios se imponen inexorablemente a un ritmo vertiginoso.

Cuanta mayor indefinición haya del proyecto social, mayor será el grado de conflictividad y mayores los desajustes y las dificultades a la hora de lograr la consolidación de una sociedad justa y democrática. ¿Cómo educar adecuadamente a nuestros hijos?¿Quién nos orienta a los padres ante las nuevas realidades sociales? ¿Cómo trasmitimos y hacemos entender estas novedades a nuestros hijos?

Por Carlos Marcos
Xornal de Galicia, 13 de enero 2011.

Siempre tuve muy claro que el hecho de educar a los niños, en este caso a mis propios hijos, no era una tarea fácil. De por sí, la alta responsabilidad que uno adquiere cuando trae niños al mundo, te obliga indubitablemente a asumir la tarea educativa desde el minuto uno de su nacimiento hasta, prácticamente, el ocaso de tu propia vida.

Siendo esto cierto, no lo es menos el hecho de que durante unos años, los de la infancia y la adolescencia, el hecho educativo se complica hasta extremos “cuasi” agobiantes. Ello es así, porque durante esas etapas básicas de la vida y del proceso educativo, la fuente de información y de formación fundamental en la educación de un niño son, básicamente, los padres.

Educamos a los niños para un tiempo, para una sociedad concreta. La educación se convierte en el puente que nuestros niños han de cruzar desde la familia y su entorno hasta la sociedad, de tal manera, que la integración en la sociedad, o lo que es lo mismo, en la vida real, se produzca con naturalidad y habiendo desarrollado las habilidades sociales necesarias, para integrarse en la vida con las armas suficientes que le permitan al niño acoplarse a la realidad de la mejor manera posible, conociendo sus obligaciones y sus derechos. En otras palabras, conociendo las reglas del juego y asumiendo que hay que respetarlas y hacerlas respetar para que la vida en común sea, por una parte posible y por otra lo más agradable, placentera y ordenada que permita el desarrollo y la convivencia social.

Lo dicho hasta ahora, que parece de sentido común, se complica extraordinariamente cuando el modelo social está por definir o cuando los cambios sociales se imponen a tal velocidad que la sociedad y los educadores carecen de tiempo para asumirlos y para proponer un proceso de socialización, o lo que es lo mismo, un sistema de integración en sociedad entendido y compartido por todos. En definitiva y para que no queden dudas, utilizaré el símil de la ordenación del tráfico, espero así explicarme mejor. Conocemos las normas de tráfico y sabemos que ante una luz roja en un semáforo hemos de detenernos automáticamente o que ante un peatón cruzando sobre un paso de cebra solo cabe parar el vehículo, respetando así su tránsito. También conocemos los límites de velocidad para circular y donde se puede o no aparcar. Conocidas las normas, educamos a los conductores para que las conozcan y respeten, evitando así que las calles se conviertan en una jungla en la que nos jugamos la vida en cada semáforo o en cada stop.

Aquí está el problema. Tengo 49 años y 3 hijos de 13, 15 y 16 años, por lo que mantengo un contacto permanente con padres de niños de edades similares a la de los míos. Después de escucharlos mi alarma se acrecienta, en la misma medida que observo la total desorientación con la que todos estamos educando a nuestros hijos. Eso sí, cada uno aporta lo mejor de sí mismo a esa trascendental tarea, pero, salvo esa buena fe que a todos nos mueve, no contamos hoy con muchos más referentes en los que apoyarnos para la tarea educativa.

En una sociedad democrática, y la nuestra lo es, se espera que sean los poderes públicos, o sea, los políticos los que diseñen e integren en sus programas modelos de socialización que, tras recibir el respaldo de los ciudadanos, realicen su tarea de diseño y puesta en práctica de las normas que hagan del proceso educativo la mejor garantía de éxito del modelo social, preparando adecuadamente a nuestros jóvenes para su definitiva integración con éxito, en el mundo de todos, en la sociedad. Esto, que de por sí me parece fundamental para asentar un modelo social participado por todos, toma una dimensión mayor, si cabe, al pensar que esos jóvenes deben tomar el relevo, cuando les toque, para hacer que la sociedad siga siendo justa y progresando, asumiendo incluso su capacidad de mejorarla corrigiendo injusticias que, inevitablemente se producen siempre en el desarrollo cotidiano del propio devenir de la vida. Se me ocurre sugerir aquí la urgente necesidad de un gran pacto de Estado entre todas las fuerzas políticas.

Cuanta mayor indefinición haya del proyecto social, mayor será el grado de conflictividad y mayores los desajustes y las dificultades a la hora de lograr la consolidación de una sociedad justa y democrática. ¿Quién nos orienta a los padres ante las nuevas realidades sociales? ¿Cómo trasmitimos y hacemos entender estas novedades a nuestros hijos?

Lo que es evidente es que los políticos no le dan a este problema la importancia que tiene. Quizás ellos están hoy más ocupados en acordar un estatuto autonómico o en legislar sobre cuestiones que, con todos mis respetos, están muy alejadas de la realidad social lo que, en ocasiones, nos lleva a pensar a algunos ciudadanos que la sociedad va por un lado y los políticos por otro y esto, no es bueno ni para la sociedad ni mucho menos para la democracia.

¿Quién está pensando en la violencia de género más allá de las soluciones policiales o legislativas?

¿Quiénes son los maltratadores y en qué tipo de valores sociales fueron educados?

¿Cómo les explico a mis hijos la realidad de los matrimonios gays?

¿Se educa igual a los niños para vivir en una sociedad donde pueden tener dos padres o dos madres que para una sociedad basada en la familia tradicional?

¿Es el botellón una cultura o una contracultura? ¿Es el problema o es la solución?

¿Estoy capando el desarrollo de mis hijos si no les dejo chatear todos los días con dios sabe quién a través de la red?

¿Cómo les explico que el “éxito” rápido de personajillos a través de la televisión no se basa en el mérito y el esfuerzo?

¿Qué ayuda conceptual recibo de los poderes públicos para convencer a los jóvenes de que el dinero no es necesariamente un referente de éxito social?

¿Me creen mis hijos cuando les digo que deben prepararse y estudiar una carrera, con el esfuerzo y sacrificio que conlleva o creen mejor que ir a “Gran Hermano” es un camino más sencillo para obtener el éxito?

¿Se habla en los colegios de la influencia de las televisiones sobre la formación de los niños?

¿Alguien ha pensado en las consecuencias de “educar” a nuestros hijos en el convencimiento de que todo vale para ¡¡“triunfar”!!?

Nuestra sociedad necesita pensadores y necesita imperiosamente que los políticos recuperen el valor del pensamiento y del sentido de la realidad. Está claro que la educación es una inversión a largo plazo, pero es cierto también que la sociedad del mañana será aquello que nuestros hijos quieran y para lo que hayan sido preparados. Cuanto más definido esté el proyecto social y mejor sea la calidad y los contenidos de la educación que les demos, mejor será la sociedad y, sobre todo, más justa y democrática. Esto lo sé, pero sé también que llevamos mucho tiempo perdido y que cada día que pasa y observo cosas nuevas que varían en el orden social basado en el sentido común o, como es el caso, en la ausencia del sentido común, me pregunto: ¿Qué les cuento yo a mis hijos?

Carlos Marcos es presidente de Unión Coruñesa

Fuente: http://www.thefamilywatch.org


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