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LA  EDUCACIÓN  DE  LOS  HIJOS

CÓMO  HACER  ATRACTIVA LA  EXIGENCIA

Por Enrique Rojas, Catedrático de Psiquiatría

Educar es entusiasmar con los valores. Estamos en un unos momentos en el que mucha gente joven está perdida, sin saber a dónde ir. Estar perdido es no tener rumbo. Ir tirando a ver qué pasa. Veo mucha gente joven así. Y no hablo solo de nuestro país. McLuhan habló del planeta global.

¿Por dónde debemos empezar? Los edificios que no se caen son los que tienen unas bases firmes, unas raíces sólidas. Lo primero de todo es la formación. Educar convertir a alguien en persona. Educar es conseguir seres humanos con dignidad y criterio. Educar es seducir con modelos sanos, atractivos, coherentes y llenos de humanidad. Por ahí debemos comenzar. Ejemplos de vidas llenas de sentido, atractivas, que nos empujen, que arrastren nuestra conducta en esa dirección. Educar es atraer por encantamiento y ejemplaridad.

El gran educador moderno está enfermo y con mal pronóstico: la televisión. Y no hay ningún indicador que nos diga que va a cambiar en positivo. Pero la primera fuente educativa, donde todo debe arrancar, es la familia. La familia debe ser una escuela en donde uno se sabe querido por lo es y no por lo que tiene. Una familia sana es la primera escuela donde uno recibe lecciones que no se olvidan.

De niño, dos de mis asignaturas eran la Geografía y la Historia Sagrada. Y aunque yo nunca estudié en un colegio religioso (ese fue el criterio de mi padre, uno de los primeros psiquiatras españoles, que estudió en Alemania), ésta segunda me parecía impresionante: La historia de España me parecía apasionante e iba pasando y repasando el libro de Romeo de Armas: los Reyes Católicos, Felipe II, Carlos V,los viajes de Colón y el descubrimiento de América…

En la segunda materia que comento,  veía las escenas pintadas sobre Abraham a pique de matar a su hijo Isaac con el cuchillo levantado o las disputas de Esaú y Jacob o la vida de José el undécimo hijo de Jacob vendido por sus hermanos y que terminó en casa de Putifar. Yo leía y mi imaginación volaba, porque en aquella época muchos libros de texto eran ilustrados y esto hacía más fácil comprender lo que allí se explicaba.

En casa de mis padres la educación se prolongaba a lo largo del día y del fin de semana. Desde las normas básicas de urbanidad, pasando por los almuerzos, en donde todos hablaban; yo era el sexto de siete hermanos y además un poco tímido, con lo cual muchas veces me limitaba a escuchar y preguntar lo que no entendía. La figura de mi padre era la de un Catedrático de Universidad de aquel tiempo (él muere en l974), de una disciplina entonces relativamente incipiente, la Psiquiatría, formado en Alemania. Mi madre no era universitaria, pero era un pozo de sabiduría y sentido común y generosidad para dar y tomar. Los dos marcaron mi personalidad a fuego.

Ahora, al repasar hechos y escenas, me lleno de agradecimiento a cada uno de ellos. Y veo como una panorámica de lo que debe de ser la educación en la familia. Esa es la primera universidad.

Si la familia funciona, la persona va a tener un edificio construido con materiales resistentes. Allí está un mundo mágico y decisivo. Porque la primera piedra de la educación es la formación. Adquirir una buena formación en general es distinguir lo que es bueno de lo que es malo; tener criterio; saber a qué atenerse; discernimiento: aprender a penetrar en la realidad distinguiendo lo que es mejor y más positivo, para escoger ese camino.

La formación hospeda en su interior distintos ingredientes. Hay dos notas principales que no quiero dejarme en el tintero y plasmarlas cuanto antes: la formación humana y espiritual. La primera, aspira a que lleguemos a tener un comportamiento propio de seres humanos y dentro de ese plano se abren 3 grandes notas: inteligencia, afectividad y voluntad. Para mi ellas constituyen el subsuelo en donde debe arrancar la condición humana. Cada una de ellas tiene un largo recorrido.

La inteligencia es capacidad de síntesis, saber distinguir lo accesorio de lo fundamental. Desde pequeños hay que enseñar a pensar, a tener espíritu crítico y a formular argumentos que defienden nuestras ideas y creencias. Hay muchos tipos de inteligencias y en general unas y otras se llevan a la gresca, parece como si poseer unas, excluyera a otras: inteligencia teórica, práctica, social, analítica, sintética, discursiva, creativa, inteligencia emocional (tan de moda hoy, desde el libro de Goleman), fenicia, instrumental, matemática…e inteligencia para la vida (saber gestionar del mejor modo posible la propia trayectoria). Todas tiene un lugar común: captar la realidad desde diversos ángulos.

La inteligencia se nutre de la lectura. Fomentar este hábito es esencial. Hoy a todos nos cuesta más, pues estamos en la era de la imagen. Pero hay que intentarlo. Un par de libros siempre cerca, alternándolos. Y la curiosidad como ingrediente esencial. La lectura es a la inteligencia, lo que el ejercicio físico es al cuerpo.

Quiero hacer una mención especial al tema de la lectura por la importancia que ésta tiene. La visión panorámica nos da una imagen bastante precisa: el final de la Edad Media corresponde a una poesía representada por los cantares de gesta, las cántigas de escarnio, el mester de clerecía y el mester de juglaría. El siglo XVI representa a la poesía del siglo de oro con Lope de Vega a la cabeza. El siglo XVII es el teatro, que fue en su tiempo lo que sería hoy la televisión, pero en bueno. El siglo XVIII es el ensayo…en España la Ilustración fue mucho menor comparada con Francia o Alemania. El siglo XIX es la novela, que fue la gran educadora sentimental en nuestro país, con Pérez Galdós y Clarín como máximos exponentes. El XX es el siglo del periodismo: los grandes escritores plasmaron sus ideas en los periódicos, como fue el caso de Ortega y Julíán Marías. El XXI por el momento es el de internet y las comunicaciones.

Solo un breve apunte en relación con la prensa. Mi suegro, Fabián Estapé (tiene más de 80 años) lee doce periódicos cada día, emplea casi toda la mañana en ello. Está claro que es importante estar bien informado, pero pienso que perdemos demasiado tiempo en ellos y en personas de media edad, hay que hacer una administración inteligente de la lectura de prensa.

La afectividad: ese pura sangre que recorre nuestra persona y que se manifiesta a través de los sentimientos, las emociones y las pasiones. Tener una buena formación sentimental significa capacidad para dar y recibir amor. Uno de los puntos básicos en este sentido es aprender a expresar sentimientos: desde dar las gracias, mostrar afecto, saber que la palabra bien empleada en puente de comunicación: te quiero, te necesito, perdóname, ayúdame en este asunto, necesito hablar contigo, tengo un problema y necesito que me orientes…Todo eso cultiva, hace prosperar el mundo sentimental y le da fuerza y consistencia.

En tercer lugar, la formación humana tiene un elemento decisivo, clave, de una importancia a la larga de gran alcance: la voluntad. ¿Qué es la voluntad, en qué consiste, qué características tiene?: Voluntad es capacidad para ponernos metas, objetivo y luchar a fondo por irlos consiguiendo. Con la voluntad no se nace, sino que uno la cultiva, la trata, se empeña por irla metiendo en la conducta personal, contra viento y marea. Voluntad es determinación, firmeza, esfuerzo deportivo por conquistar cimas de cierto nivel que nos ayuden a crecer como personas. Y ésta, a su vez, se compone de una serie de ingredientes que son muy importantes: orden, constancia y motivación. Yo le llamo a todos esos elementos la inteligencia instrumental, porque son las alas que le hacen volar alto a la inteligencia…las joyas de la corona. No hago lo que me apetece ni lo que me pide el cuerpo, sino lo que es mejor para mi, aquello que me hace crecer como persona.

La formación espiritual significa la rebeldía del que no quiere vivir como un animal, sino como una persona. Hoy lo políticamente correcto es no creer en casi nada, todo light, ligero, liviano, sin compromiso con nada…es el postmodernismo: una vida sin valores ni convicciones, suspendida en el relativismo y la permisividad. La espiritualidad bien entendida nos hace crecer en humanidad y nos lleva a ver al otro en toda su dignidad. Expulsar a Dios de la vida personal, porque está de moda y se lleva y eso es lo que hay…no hace más libre ni a las personas ni a la sociedad.

Eso lleva a lo que estamos viendo hoy tan a menudo, un vacío espiritual  enorme. Solo un profundo sentido espiritual de la vida, moderno, abierto, liberal…pero firme como la tierra sólida que pisamos, es capaz de cambiar en profundidad el corazón del ser humano. Esta sociedad está muy perdida en lo básico. Hablaría de esto con detalle, pero ahora dejo solo apuntada esta idea, para el que quiera recogerla. Pero lo resumiría de este modo: la persona espiritual lo juzga todo.

Sarkozy ha hablado en la visita de Benedicto XVI a Francia de laicismo positivo: ser persona del siglo, pero sin renunciar a los valores imperecederos del hecho religioso y no dejarlo solo para el ámbito privado, pues es un bien público y social.

¡Qué tarea tan bonita y apasionante tenemos por delante los padres y los educadores! Vale la pena ponerse manos a la obra y llevarla a cabo. Lamentarse vale de poco, evita la úlcera de estómago y poco más. Somos los padres los primeros educadores. Los padres no podemos pretender que nuestros hijos vivan cosas que nosotros no practicamos. En la vida coherente de los padres está la base de una buena educación de los hijos: que entre lo que decimos y lo que hacemos exista una buena relación.

No quiero alargarme para no hacer muy extenso este artículo. Cuanto más vale una persona, más valora a los demás. Y al revés. No hay secretos para el éxito: éste se alcanza  con preparación progresiva, trabajando con minuciosidad sobre uno mismo, sacando lecciones de los fracasos y procurando tener un modelo de identidad, esos ejemplos de vida lejanos o cercanos, que tiran, arrastran, empujan en esa dirección, para conseguir hacer una pequeña obra de arte de la vida personal. Querer es poder. Voy contra corriente. No me importa, se que son tiempos difíciles, en donde hay mucha gente desorientada, pero que puede ser reconducida…

En el libro de de Chesterton El hombre eterno el autor habla de ir contra corriente y dice lo siguiente: cuando uno va navegando por un río de cierto caudal a favor de la corriente, ésta le lleva a uno rápida y fluidamente, pero se corre el riesgo de ir tan bien, que uno se duerme y se puede caer al agua y ahogarse. Por el contrario, cuando uno está acostumbrado a ir contra corriente, hay que luchar y esforzarse y resistir y cada pequeña victoria es un triunfo…el agua salpica a la cara y es difícil seguir, pero la pasión por avanzar es mayor, así se fortalece la postura. Para ir contra corriente hoy hay que estar bien formado y tener ideas claras y criterios coherentes y sólidos, para no dejarse llevar por una sociedad herida por el consumismo y manipulada por los medios de comunicación.

El ser humano es el capital más preciado. La crisis económica es nada comparada con la crisis moral. No saber para donde tirar, ni a qué atenerse, es mucho más grave. Una educación permisiva y relativista, se sitúa lejos de la voluntad y la buena orientación y destruye el vigor del alma y del cuerpo.

Enrique Rojas es Catedrático de Psiquiatría y autor de un manual sobre la personalidad titulado Quién eres.
La educación de los hijos
El Mundo. 22/11/2008


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