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LA «CULTURA PERSONAL»  

¿Qué concepción de «cultura» transmitimos a las jóvenes generaciones?

El «bagaje personal» necesario para enfrentarnos a los retos de la vida

Estamos asistiendo a una profunda crisis del concepto mismo de «cultura» y padeciendo sus consecuencias. Los sistemas educativos no han conseguido transmitir adecuadamente entre la población una concepción de «cultura» que supere el reduccionismo y academicismo con que generalmente se la concibe.

¿Qué concepción de «cultura» transmitimos a los jóvenes en nuestras aulas? ¿Qué concepto de «cultura» estamos transmitiendo los adultos a las jóvenes generaciones? ¿Dónde situamos el horizonte formativo para nosotros mismos y para nuestros jóvenes? ¿No estaremos apuntando desenfocadamente en materia educativa?

No vamos a referirnos a la cultura humana en el sentido que lo hace la antropología cultural, ni en el sentido popular de cultura académica o libresca, sino a la cultura «personal», entendida ésta como el «bagaje personal» que cada uno ha ido atesorando para hacer frente a los retos de la vida. El hombre no puede desarrollarse y desplegarse de forma completa, si no es a través del conocimiento de sí mismo y del mundo que le rodea en toda su amplitud.

La «cultura», lejos de una acumulación de contenidos académicos y datos eruditos, es visión y acción, es contemplación del escenario y determinación para actuar en él, es creatividad personal para hacer frente a los retos de la vida. Implica asimilación e integración en la propia personalidad, en la propia estructura psíquica del individuo, de aprendizajes proporcionados por la vida misma. Quien no ha ido forjando ese «bagaje» se encuentra huérfano, Indefenso intelectualmente, para hacer frente a muchos de los retos de la vida, siendo fácilmente presa de la manipulación de cualquier mensaje. La «cultura» es como una segunda naturaleza; eleva por encima de lo inmediato, ayuda a madurar, contribuye al progreso personal.

  • La «cultura», lejos de una acumulación de contenidos académicos, es visión y acción, es creatividad personal para hacer frente a los retos de la vida e implica asimilación e integración en la propia estructura psíquica del individuo de aprendizajes proporcionados por la vida misma.
  • La «cultura»  es como una segunda naturaleza; eleva por encima de lo inmediato, ayuda a madurar, contribuye al progreso personal.
  • El hombre no puede desarrollarse y desplegarse de forma completa, si no es a través del conocimiento de sí mismo y del mundo que le rodea en toda su amplitud.
  • En el ideal platónico la primera aspiración de la «cultura»  era la conquista de uno mismo.
  • Su fin consiste en ayudarle para que su vida sea más humana, tenga más relieve y le revele sus verdaderas posibilidades.
  • Hay diversos tipos de cultura de acuerdo con las diversas concepciones del hombre: la hedonista, la marxista, la permisiva, la psicoanalítica, la relativista, etc.
  • La «cultura», entendida ésta no como un lujo cultural cara a la galería, sino para ser más dueño de uno mismo.
Enrique Rojas. Catedrático de Psiquiatría

La cultura hace al hombre más libre y con más criterio. Max Scheler decía que la «cultura» es humanización, un "proceso mediante el cual nos hacemos «hombres» en medio del pasado histórico y del presente fugaz". Ortega apostillaba: "la cultura es un movimiento natatorio, un bracear del hombre en el mar de su existencia".

Ser culto es ser rico por dentro, tener más claves para interpretar de forma concreta la vida humana. Si cualquier filosofía significa meditación sobre la vida, la «cultura»  es el texto eterno que habita en el interior del ser humano. Para muchos, casi toda la «cultura» que hay en sus vidas es la televisión, y ésta en el momento actual carece de calidad suficiente. La creciente tendencia de ciertas televisiones a procurar entretener al personal y hacer pasar el rato a costa de lo que sea conduce al éxito popular de esa fórmula televisiva que convenimos en llamar televisión basura. El lenguaje televisivo empleado a base de sensacionalismo, sentimentalismo, dramatismo y husmear en la vida privada y en la intimidad de las personas convirtiendo toda esa información en material para su exposición pública, bombardeándonos más con sensaciones que con ideas, acaba calando entre determinados sectores de la población. ¡Qué lejos está todo esto de la cultura, de una verdadera «cultura»! Con esa mediocridad el hombre no llegará muy lejos, pues queda indefenso intelectualmente, siendo fácilmente presa de la manipulación de cualquier mensaje.

La «cultura»  es como una segunda naturaleza; eleva por encima de lo inmediato, ayuda a madurar, contribuye al progreso personal. Si no tuviera estos tres fines, sería una lección  intrascendente, divertida, que no despierta, sino que adormece, que no alumbra, sino que deslumbra. El hombre no puede desarrollarse y desplegarse de forma completa, si no es a través del conocimiento de sí mismo y del mundo que le rodea en toda su amplitud. En el ideal platónico la primera aspiración de la «cultura»  era la conquista de uno mismo.

La cultura es para el hombre el asidero donde ir una y otra vez a refugiarse, a buscar alimento para su conducta, para saber a qué atenerse. Su fin consiste en ayudarle para que su vida sea más humana, tenga más relieve y le revele sus verdaderas posibilidades.

Pero tenemos que educar nuestra voluntad para perseguir esa clase de «cultura». Para educar la voluntad hacia la cultura es menester estimular la inquietud por sus distintas fuentes: la literatura, el arte, la música, etc. y todo ello al servicio de un nuevo tipo ser humano, para hacerlo más maduro, completo y con un mejor desarrollo en su totalidad. 

Sin cultura está uno perdido, sin el equilibrio suficiente. La cultura, como superestructura, se forma de acuerdo con una determinada concepción del hombre, que puede ser variable. De ahí que surjan diversos tipos de cultura: la hedonista, la marxista, la permisiva, la psicoanalítica, la relativista, etc.

Ahora bien, la mejor, la más completa, es aquélla que se inspira en las mejores raíces de Europa (el pensamiento filosófico griego, el mundo romano que nos legó el Derecho y las leyes, el pensamiento hebreo con su amor a las tradiciones, el nuevo concepto de familia; el cristianismo que aportó un nuevo concepto de hombre basado en el amor y en el sentido trascendente; y tras unos años oscuros durante la Edad Media llegamos al Renacimiento con la  recuperación del papel central del hombre como principal protagonista en los diversos órdenes de la vida.

Conducir la voluntad hacia la cultura, hacia los valores, es una tarea que hay que saber ofrecer ( y los educadores y formadores tienen una grave responsabilidad en ello), como camino hacia la libertad personal y al crecimiento interior. Este debe ser el móvil, el tirón para acercarnos a todo lo que esté relacionado con la «cultura», entendida ésta no como un producto para el ascenso social o el lucimiento personal de cara a la galería, sino para ser más dueño de uno mismo.

Kant, en su Antropología, decía: "Niégate la satisfacción de la diversión, pero no en el sentido estoico de querer prescindir por completo de ella, sino en el finamente epicúreo de tener en proyecto un goce todavía mayor (...) que a la larga te hará más rico, aún cuando al final de tu existencia hayas tenido que renunciar en gran parte a tu satisfacción inmediata."

La persona verdaderamente «culta» busca los valores naturales y sobrenaturales, es capaz de trascender lo inmediato y contingente. Trascendencia significa atravesar subiendo, y todo lo que sube converge. Esta voluntad es en la actualidad más necesaria que nunca.

El hombre sin valores y huérfano de humanismo y de espiritualidad: es el hombre light, al que sólo le interesa el sexo, el dinero, el poder, el éxito, el pasarlo bien sin restricciones y la permisividad ilimitada.

Por ese camino se suele llegar a una saturación de contradicciones que desembocan en el vacío. Es el culto a la tolerancia total, la permisividad como religión, cuyo credo es una enorme curiosidad por todo, donde lo importante son las sensaciones dispersas, que desembocan en una indiferencia por saturación de incoherencias.

Adaptación a partir de:
E. ROJAS: La conquista de la voluntad. Ediciones Temas de Hoy

Ver también: La «cultura», algo más que un lujo cultural

Ver también la sección: CULTURA


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