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Tener o ser en la experiencia cotidiana (1)

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El insigne psicoanalista y humanista E. FROMM nos habla de las dos grandes orientaciones o actitudes ante la vida que él pudo observar entre la gente. La mayoría de las personas consideran el modo de «tener» como el modo más natural de existir, y hasta como el único modo aceptable de vida. Sin embargo, «tener» sólo es una de las posibles orientaciones de la experiencia humana. La otra consiste en «ser». Veamos, siguiendo a Fromm, algunos ejemplos concretos de estas dos grandes actitudes, dos grandes maneras de afrontar la vida en la experiencia cotidiana.

Como la Sociedad en que vivimos se dedica a  adquirir propiedades y a obtener ganancias, rara vez vemos una prueba del modo de existencia de ser, y la mayoría considera el modo de tener como el modo más natural de existir, y hasta como el único modo aceptable de vida. Esto hace especialmente difícil comprender la naturaleza del modo de ser, y hasta entender que tener sólo es una de las posibles orientaciones. Sin embargo, esos dos conceptos están enraizados en la experiencia humana. Ninguno debe ni puede examinarse de manera puramente abstracta o intelectual; ambos se reflejan en nuestra vida cotidiana y deben tratarse concretamente. Los siguientes ejemplos, bastante sencillos de cómo tener y ser aparecen en la vida cotidiana,  puede ayudar a los lectores a comprender estos dos modos de existir.

El aprendizaje

En el modo de existencia de tener los estudiantes asisten a clases, escuchan las palabras del maestro y comprenden su estructura lógica y su significado. De la mejor manera posible, escriben en sus cuadernos de apuntes todas las palabras que escuchan; así más tarde podrán aprender de memoria sus notas y ser aprobados en el examen; pero el contenido no pasa a ser parte de su sistema individual de pensamiento, ni lo enriquece ni lo amplia. En vez de ello, los alumnos transforman las palabras que oyen en conjuntos fijos de pensamientos o teorías, y las almacenan. Los estudiantes y el contenido de las clases continúan siendo extraños entre sí, pero cada estudiante pasa a ser propietario de un conjunto de afirmaciones hechas por alguien (que las creó o las tomó de otra fuente). En el modo de tener, los estudiantes sólo tienen una meta: retener lo "aprendido". Con este fin lo depositan firmemente en su memoria, lo guardan cuidadosamente en su mente. No deben producir ni crear algo nuevo.

En el modo de ser, el proceso de aprender es de una calidad enteramente distinta para los estudiantes en su relación con el mundo. En el modo de ser los estudiantes no asisten a clase, ni aún a la primera clase, con la mente en blanco. De antemano han pensado en los problemas que se tratan en las clases, y tienen en mente ciertas cuestiones y problemas propios. Se han ocupado del tema, y les interesa. En vez de ser recipientes pasivos de las palabras y de las ideas, escuchan, oyen, y lo que es más importante, captan y responden de manera productiva y activa. Lo que escuchan estimula la actividad de su pensamiento. En su mente surgen nuevas preguntas, nuevas ideas y perspectivas. Para ellos oír es un proceso vital. Escuchan con interés lo que dice el maestro, y espontáneamente le dan vida a lo que oyen. No sólo adquieren conocimientos que puedan llevar a casa y recordar. El estudiante se siente afectado y cambia: es distinto después de la clase.

La memoria

La memoria puede ejercerse en el modo de tener y en el modo de ser. Lo más importante para la diferencia entre las dos formas de recordar es el tipo de relación que se hace. En el modo de tener, recordar es una relación enteramente mecánica. En el modo de ser, se recuerdan activamente las palabras, las ideas, las escenas, las pinturas, la música; o sea, se relaciona un dato sencillo que se recuerda con muchos otros datos con los que éste tiene relación. En el caso de ser, las relaciones no son mecánicas ni puramente lógicas, sino vitales. Un concepto se relaciona con otro mediante un acto productivo de pensar (o sentir) que se realiza cuando se busca la palabra exacta, relaciono el dato con sus posibles consecuencias, y obtengo este conocimiento estudiando el fenómeno. Este tipo de memoria constituye en sí un acto de pensamiento productivo.

Los que no se siente inclinados a almacenar datos reconocen que su memoria, para funcionar bien, necesita un interés poderoso e inmediato. En el modo de ser, recordar implica dar vida a algo que vimos un oímos antes. Podemos ejercitar esta memoria productiva tratando de imaginar la cara de una persona o un panorama que vimos en el pasado. No somos capaces de recordar instantáneamente en ambos casos; debemos recrear el sujeto, darle vida en nuestros pensamientos. Este tipo de memoria no siempre es fácil; para recordarlos plenamente debemos haberlos observado con suficiente atención. Cuando se logra plenamente esta manera de recordar, la persona cuya cara se recuerda es tan viva, el panorama recordado tan vívido, como si la persona o el panorama realmente se encontraran físicamente presentes.

En el modo de tener, cómo se recuerda una cara o un panorama se caracteriza por la manera como la mayoría de la gente reacciona ante una fotografía. Ésta sólo sirve para ayudar a la memoria a identificar a una persona o un panorama, y la reacción usual es afirmar: "Sí, este es, o "Sí, yo he estado allí". La fotografía se convierte, para la mayoría de la gente, en una memoria enajenada.

El recuerdo que se confía al papel es otra forma de memoria enajenada. Cuando escribo lo que deseo recordar, estoy seguro de tener esa información, y no trato de grabármela en la memoria. Estoy seguro de mi posesión; pero cuando pierdo mis notas, también olvido la información. Pierdo mi capacidad de recordar, porque mi banco de memoria (mis notas) se ha convertido en una parte externalizada de mi.

Se puede observar fácilmente que cuando apuntamos las cosas disminuye nuestra capacidad de recordar; un ejemplo cotidiano se advierte en la escuela. Los maestros pueden observar que los estudiantes que escriben cuidadosamente todas las palabras de una clase, muy probablemente comprenden y recuerdan menos que los alumnos que confían en su capacidad de comprender y, por consiguiente, de recordar al menos lo esencial. Los analfabetos o los que saben escribir muy pocos tienen mejor memoria que los habitantes cultos de los países industrializados. Entre otros hechos, esto sugiere que saber leer no es una bendición, como se asegura, especialmente cuando se usa este conocimiento sólo para leer materiales que disminuyen la capacidad de experimentar y de imaginar.

La conversación

La diferencia entre los modos de tener y ser pueden observarse fácilmente en dos ejemplos de comunicación verbal. Imaginemos una discusión típica entre dos hombres, en la que A tiene una opinión X y B tiene una opinión Y. Cada uno se identifica con su propia opinión, y desea encontrar argumentos mejores, o sea argumentos más razonables para defender su opinión. Ninguno espera cambiar su propia opinión, ni la de su oponente. Cada uno teme modificar su opinión, porque es una de sus posesiones y perderla significaría empobrecerse.

La situación es distinta en una conversación que no pretende ser un debate. ¿Quién no ha sido presentado a una persona distinguida o famosa o hasta con cualidades reales, o a una persona de la que desea obtener algo: un buen empleo, ser amado o admirado? En esas circunstancias, muchos individuos suelen sentirse angustiados, y a menudo “se preparan” para el importante encuentro. Piensan en los temas que podrían interesar al otro: plantean de antemano cómo podrán iniciar la conversación; algunos hasta determinan toda la parte que les corresponde de la charla. O pueden animarse recordando lo que tienen: sus éxitos pasados, su personalidad encantadora o agresiva, su posición social, sus relaciones, su apariencia y su traje. En una palabra, mentalmente hacen un balance de su valor, y basándose en esta evaluación, exhiben sus mercancías en la conversación. El que es muy hábil en esto impresiona a muchas personas, pero la impresión causada se debe sólo en parte al desempeño individual, y más bien a la pobreza de juicio de la mayoría de la gente. Si el actor no es tan bueno, su actuación parecerá rígida, artificial, aburrida, y no despertará mucho interés.

En contraste, existen individuos que se enfrentan a una situación sin prepararse, y no se valen de ningún recurso. En vez de esto, responden espontánea y productivamente; se olvidan de sí mismos, de sus conocimientos y de su posición social. Su ego no les estorba, y precisamente por ello pueden responder plenamente a la otra persona y a sus ideas. Inventan ideas, porque no se aferran a nada, y así pueden producir y dar. Mientras que en el modo de tener las personas se apoyan en lo que tienen, en el modo de ser los individuos se basan en el hecho de que son, de que están vivos y que algo nuevo surgirá si tienen el valor de entregarse y responder. Se entregan plenamente a la conversación, y no se inhiben, porque no les preocupa lo que tienen. Su vitalidad es contagiosa, y a menudo ayudan al otro a trascender su egocentrismo. Así, la conversación deja de ser un intercambio de mercancías (información, conocimientos, estatus) y se convierte en un diálogo en que ya no importa quién tiene la razón. Los duelistas comienzan a danzar juntos, y no se separan con un sentimiento de triunfo o de tristeza, sino de alegría. El factor esencial en la terapia psicoanalítica es esta cualidad vivificante del terapeuta. Ninguna interpretación psicoanalítica servirá si el ambiente psicoanalítico es pesado, aburrido y poco vital.

La lectura

Lo que se aplica a la conversación igualmente puede decirse de la lectura, que es, o debería ser, una conversación entre autor y  lector. En la lectura, como en una conversación, es importante a quien leo o con quién hablo. Leer una novela mediocre, burda, es una forma de soñar despierto. No permite una reacción productiva; el texto se devora como un programa de televisión o como las papas fritas que se comen mientras se ve televisión; pero una buena novela, por ejemplo de Balzac, puede leerse con una participación interior, productivamente. Sin embargo, probablemente la mayor parte del tiempo ésta también se lea según el modo de consumir, o de tener. Cuando los lectores conocen el final, poseen en toda la historia, casi con tanta realidad como si surgiera de su imaginación; pero no han aumentado su cultura; no han comprendido a los personajes de la novela, no han ampliado su conocimiento de la naturaleza humana, ni han logrado conocerse a sí mismos.

Los modos de leer se aplican igualmente a un libro de filosofía o de historia. La manera de leer un libro de filosofía o de historia. La manera de leer un libro se forma (o mejor se deforma) por la educación. La escuela intenta darles a los estudiantes cierta cantidad de "propiedad cultural", y al final de los cursos certifica que los estudiantes tienen por lo menos una cantidad mínima. A los alumnos les enseñan a leer un libro para que puedan repetir los principales pensamientos del autor. Así es como los estudiantes "conocen" a Platón, Aristóteles, Descartes, Espinosa, Leibniz, Kan, Heidegger o Sartre. La diferencia entre los diversos niveles de educación, desde la preparatoria hasta la universidad, consiste principalmente en la cantidad de propiedad cultural que se adquiere, que corresponde aproximadamente a la cantidad de propiedad material que los alumnos esperan recibir en su vida posterior.

Los llamados estudiantes excelentes pueden repetir con mayor exactitud lo que ha dicho cada uno de los filósofos. Son como un catálogo de museo bien documentado; pero no aprenden lo que se encuentra más allá de este tipo de propiedad cultural. No aprenden a cuestionar a los filósofos, a hablarles; no aprenden a advertir las contradicciones de los filósofos, si eluden ciertos problemas o si evaden determinados temas; no aprenden a distinguir lo que era nuevo y lo que los autores no pudieron dejar de pensar porque era considerado de "sentido común" en su época; no aprenden a oir para distinguir cuando los autores sólo hablan con su cerebro, y cuando hablan con su cerebro y su corazón; no aprenden a descubrir si los autores son auténticos o falsos; y muchas cosas más.

En el modo de ser, los lectores a menudo advierten que hasta un libro muy admirado carece enteramente de valor o tiene un valor muy limitado; o logran comprender plenamente un libro, a veces mejor que el autor, quien pudo haber considerado que todo lo que escribió era igualmente importante.

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E. FROMM: ¿ Tener o ser ? FCE

Ver también: VIDA Y OBRA DE ERICH FROMM


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