titulo de la web

Oteando el panorama

La conciencia reflexiva es lo que nos diferencia del resto de las especies y nos hace verdaderamente “humanos”, nos permite imaginar “mundos” más humanos y  nos impulsa a trabajar para hacerlos posibles... Una buena Educación ayuda a tomar conciencia sobre la realidad, promueve la reflexión sobre lo que ocurre a nuestro alrededor, potencia  la capacidad crítica, en un mundo plural y diverso se esfuerza en aflorar la pluralidad de ofertas, a distinguir las «voces »de los «ecos»... estimula a perseguir una vida más digna y plena.

El ciudadano de hoy además de sumergido en una grave crisis económica se encuentra sumido en una crisis global:

El avance científico-tecnológico nos ha encumbrado y nos ha endiosado

Las aspiraciones humanas no se colman sólo con pan y trabajo.

Se pretende implantar valores que a menudo repelen al sentido común y no siempre están bien fundamentados en la verdad del ser humano.

Uno de los grandes retos que tenemos planteado consiste en aprender a prestar atención a aquellas cosas que realmente nos puedan llenar.

El panorama actual

En esta parte del planeta estamos ahora acabando el verano. En el transcurso de estos últimos meses se han producido entre nosotros algunos acontecimientos que se prestan a comentario y consideración. Reflexionar sobre las cosas ayuda a vivirlas mejor. Veamos algunas de las perlas de nuestro devenir colectivo en los últimos meses. La situación en España y en Europa ha estado dominada principalmente por las consecuencias de una grave crisis económica que venimos arrastrando desde hace tiempo. Este ha sido el verano del paro, del ajuste económico en toda Europa, un área que en los últimos años ha pretendido vivir por encima de sus posibilidades y que ahora se ve obligada a estrecharse fuertemente el cinturón.

Dos notas que caracterizan actualmente la situación española son: una vida social marcada por una alta tasa de paro y una vida política ajetreada: casos de corrupción por doquier, memoria histórica, apatía sindical, falta de entendimiento en el diálogo social, sentencia sobre L’Estatut de Catalunya, duro ajuste económico,  agitación de la opinión pública a propósito de la actuación de determinados jueces, debate nacional y movilización social a propósito de la aprobación y puesta en marcha de la nueva ley del aborto… En estos meses, haciendo un poco de ejercicio de memoria histórica, hemos oído reiteradamente de nuestros mayores que en España a lo largo del siglo XX siempre que han gobernado las izquierdas no han sabido administrar bien. La situación presente, y no solamente en el aspecto económico, lo corrobora. Además de la criticable gestión de la crisis económica, su particular proyecto de ingeniería social, los fundamentos sobre los que se basa y su manera de entender el «progreso» dejan mucho que desear. La opinión pública está fuertemente dividida como consecuencia de su acción política en los diversos frentes abiertos. La realidad actual es un claro ejemplo de ello y  hay muchos ciudadanos que están muy descontentos con su forma de gobernar. En definitiva, un proyecto social decadente que está defraudando a muchos ciudadanos.  

En el terreno económico al gobierno socialista, tras haber dilapidado en los últimos años la saneada situación económica heredada y ante la escasa credibilidad de nuestra economía en los mercados internacionales y ante la necesidad de un severo ajuste económico, no se le ha ocurrido otra solución que aumentar los impuestos a todos los ciudadanos y a través de un decretazo inclinarse por cargar el grueso del esfuerzo fiscal sobre determinados colectivos: funcionarios, pensionistas y retirada de prestaciones sociales. Y ello en lugar de empezar él mismo ajustándose el cinturón, a través de la reducción su maquinaria administrativa y de cantidad de gastos superfluos, absolutamente prescindibles en tiempos de crisis, dando así ejemplo de austeridad al conjunto de la ciudadanía y recuperando la poca credibilidad que le queda ante la opinión pública.

En la esfera política, la ciudadanía se ha vuelto muy crítica con  la actuación de sus representantes en la vida pública. A la clase política ya no se la ve como  solución al problema sino más bien como problema para la solución. La consideración social de la clase política está bajo mínimos. Se la ve como una casta privilegiada habituada a mangonear, mercadear, a hacer y deshacer a su antojo y sin posibilidad de control por parte de la ciudadanía a lo largo de la legislatura, persiguiendo siempre un rédito electoral y no siempre velando por el interés general y el bien común. A menudo la focalización del debate político en torno a cuestiones que no responden a los verdaderos y urgentes problemas del momento produce desencanto entre la ciudadanía.

El proceso de elaboración, discusión y aprobación de l’Estatut de Catalunya y la reciente sentencia del TC pone algunas cosas de manifiesto, a saber: que en Catalunya hay una voluntad histórica de ser,  expresada reiteradamente por su clase política y por una parte del pueblo catalán; que desde el nacionalismo catalán el actual marco legal vigente se percibe como insuficiente y encorsetador para sus aspiraciones; que a pesar de la aperturas mental propia de los tiempos modernos continua percibiéndose un desconocimiento entre los diferentes pueblos de España y un clima de incomprensión; que en general se desconoce la idiosincrasia propia de Catalunya y sus aspiraciones históricas de autogobierno y eso provoca en el resto de España recelo, incomprensión mutua y enfrentamiento; y que nos encontramos en una tesitura en la que se opta por la buena conllevancia con el resto de España o se va hacia la ruptura política.

La creciente desafección de la vida pública. El aprecio de la población por un sistema de organización política que tal como se practica se reduce a poco más que mera democracia formal, superficial y epidérmica, y escasamente participativa es puesto en entredicho cada vez más por un creciente número de ciudadanos, por considerarlo obsoleto e insuficiente en aras de una mayor madurez democrática, en vistas al fomento de una mayor participación de la ciudadanía y  un más auténtico control democrático de la vida pública. Todo ello produce en el ciudadano desinterés, desencanto, desafección por la vida pública.

Socialmente la grave crisis económica, las elevadas tasas de paro, el millón de familias sin ingresos conocidos según las estadísticas, la dócil actitud de las organizaciones sindicales mayoritarias, el bajo grado formativo de nuestro país, la deficiente situación dentro del ranking educativo europeo; la emergencia de unas fuerzas sociales y políticas asentadas en el nihilismo, la ideología de género y el relativismo como inmspiradores de su acción política, el año del debate en torno al aborto y la movilización social a favor del derecho a la vida; la violencia machista, el proyecto de adoctrinamiento e ingeniería social que se nos pretende imponer desde el gobierno, la emergencia de la ideología animalista, hipersensibilizada ante el sufrimiento animal pero paradójicamente incapaz de ampliar su preocupación al principal y más complejo y valioso de los animales, la protección del animal humano, especialmente en las primeras fases de su desarrollo; la falta de una auténtica “cultura de la vida” y la infravaloración y desprotección de la vida humana en sus primeras etapas de desarrollo,  la puesta en práctica de la nueva ley del aborto, en esencia injusta y formalmente pero no éticamente democrática…

El papel de los medios de comunicación. Los medios de comunicación tienen una importante función  social a desempeñar. Sin embargo, su papel no siempre está a la altura de las circunstancias. Lo estamos viendo cada vez más con ocasión de ciertos debates importantes suscitados en el seno de la sociedad española como aborto, memoria histórica, Garzón, Estatut, ideología animalista… Algunos medios se han convertido en verdaderos grupos de presión con vocación totalitaria de control ideológico de la opinión pública, más proclives a estar al servicio de la voz de su amo que ha desempeñar una verdadera función social de orientación crítica. Muchos de ellos, renunciando a ese importante papel, ofrecen una información a menudo sesgada, partidaria y tendenciosa en función de su adscripción ideológica, en vez de una información veraz, objetiva y crítica, acercándose burdamente al enmarañamiento, emponzoñamiento, manipulación y decantación interesada de la opinión pública.

Algunos además de acompañar y de entretener realizan claramente, más o menos conscientemente, una función des-orientadora y des-informativa. No siempre sitúan los focos de la atención mediática con criterios de verdad objetiva. A través de un ejercicio de focalización sesgada e interesada de las cuestiones sobre las que en cada momento colocar el  punto de mira, desorientan y desvían, a veces interesadamente, la atención hacia cuestiones a menudo colaterales y secundarias, ocultando a la opinión pública el verdadero núcleo de la cuestión, renunciando a su función orientadora y demostrando así una supina falta de competencia en la lectura objetiva y crítica de la realidad. La creciente pluralidad de fuentes informativas, con el surgimiento de grupos de comunicación alternativos, amplía la posibilidad de contraste y confrontación de pareceres por parte del ciudadano (oír, escuchar, ver, comparar, ponderar, sacar sus propias conclusiones…). Ese es el panorama con el que nos encontramos hoy en el terreno de los medios de comunicación.

El ciudadano de a pié

ciudadanosY en medio de todo  este panorama, ¿cuál es la situación del individuo de a pié? ¿Cómo se siente cada hombre o mujer de nuestro tiempo en medio de este panorama general? El ciudadano de a pié, seguramente ajeno a las preocupaciones de fondo anteriormente apuntadas, habrá continuado su vida ocupado y preocupado con sus cuitas, sus desvelos, sus preocupaciones e inquietudes cotidianas, agravadas si cabe por los rigores de una crisis que no solamente ha resultado ser financiera, económica y laboral, sino también reflejo de una crisis aún mayor, más profunda,  por la que está atravesando nuestro tiempo. Crisis no tan fácilmente perceptible a los ojos de un observador superficial y epidérmico pero, en el fondo de mayor calado, de mayor hondura y de más largo recorrido. El ciudadano de hoy además de sumergido en esta grave crisis económica se encuentra sumido, consciente de ello o no, en una crisis más global: crisis ideológica, de referencias, de orientación, de valores, de cultura e incluso en algunos aspectos de civilización.

La crisis global que estamos padeciendo nos ofrece una magnífica ocasión para la ponderación que no deberíamos desperdiciar. La humanidad necesita hoy enfrentarse reflexivamente con ella misma y replantearse a fondo la orientación y el sentido que ha dado al mundo y a la vida que ha creado.

De-construcción y re-construcción

Veamos algún botón de muestra. En el área geográfica y civilizatoria en la que nos encontramos el bienestar y la prosperidad material alcanzados son evidentes. Sin embargo, como han puesto de manifiesto estudios sociológicos comparativos, en nuestro entorno el grado de satisfacción y felicidad declarados por los ciudadanos no se corresponden con el  alto grado de bienestar material alcanzado. Y es que, como también se ha puesto de manifiesto por  prestigiosos analistas sociales, el ideal de felicidad y de vida feliz que se ha impuesto en occidente y la orientación que se ha dado en nuestra cultura para perseguir y alcanzar ese ideal realmente dejan mucho que desear. Hay algo que es cierto y que los mandatarios políticos no deberían olvidar: las aspiraciones humanas no se colman sólo, siendo éstos muy importantes, con pan y trabajo.

Por otra parte, el avance científico-tecnológico conseguido en nuestra zona nos ha encumbrado y nos ha endiosado y, como consecuencia, algunos de los principios y valores más elementales que hasta el presente han fundamentado nuestra cultura y civilización, y que han venido sosteniendo y manteniendo la cohesión de nuestra sociedad durante siglos, como por ejemplo, el derecho mismo a la vida, a “existir”, están siendo cuestionados, minados, bombardeados entre nosotros por unas fuerzas sociales cuyos fundamentos ideológicos últimos están inspirados en concepciones antropológicas e ideologías históricamente ya fracasadas o todavía vigentes pero que en la práctica no colman las necesidades más profundan del ser humano, y cuyos alcances reales están resultando francamente insatisfactorios para las legítimas aspiraciones de muchos ciudadanos que anhelan una vida humana en libertad, en justicia y  dignidad. Más aún cuando muchas de esas grandes ideologías inspiradoras de los grandes modelos de sociedad (capitalismo, marxismo, comunismo…),  son interpretadas e implementadas por nuevas generaciones de ciudadanos, que encuadrados en los aparatados de los partidos políticos cuando llegan al poder, con sus políticas se dedican irresponsablemente a segar la hierba sobre la que se sostenían nuestros pies.

Toda crítica puede resultar beneficiosa para subrayar, agudizar e incluso superar las contradicciones y los anquilosamientos en los que podamos encontrarnos. Bienvenida sea si es para eso. Pero en ocasiones esa crítica puede resultar letal, en especial cuando aquellos principios y valores sometidos a crítica son sustituidos por otros alejados del sentido común, con escasa consistencia y de dudoso fundamento. En España, en estos últimos tiempos, entre otras cosas además de la crisis económica está sucediendo también esto. Por aquí, con la escusa de la equiparación con Europa, se están des-construyendo pilares básicos que hasta ahora han venido sosteniendo nuestra convivencia y han sido eficaces baluartes de la cohesión social y en algunas cuestiones incluso se está haciendo un seguidismo papanatista y acrítico de nuestro entorno. El ataque, por ejemplo, al más elemental y primero de todos los derechos, el derecho a la vida, es antológico. Porque… ¿por qué otros valores se pretenden sustituir esos que se de-construyen? Tan elemental y primordial derecho está siendo cuestionado entre nosotros y vilipendiado en nuestro ordenamiento jurídico, desprotegiendo la vida humana en sus primeras fases de desarrollo y otorgando a la mujer un supuesto derecho inexistente objetivamente: existe sí el derecho a vivir, no el derecho a matar.  Los mismos que se presentan ante la opinión pública como los paladines de la ampliación de derechos a los más necesitados se niegan a reconocer, cegados por su ideología de raíz antropológica nihilista, utilitarista y relativista, la condición de “humanos” a quienes por voluntad ajena no van a poder llegar a nacer.

Son ejemplos de de-construcción de algunos pilares fundamentales que han formado parte de nuestro más digno  acervo cultural y civilizatorio y que ahora se ponen en cuestión por parte de mayorías coyunturales políticas o sociales. Como si derecho tan primordial y conquista civilizatoria tan excelsa, como el derecho a la vida, estuviera en cada momento al albur de la voluntad de las mayorías históricas.

Se pretenden sustituir por otros que a menudo repelen al sentido común y no siempre están bien justificados y suficientemente fundamentados en la verdad del hombre, verdad impresa, inscrita, en la propia naturaleza humana. Verdad que nuestro tiempo tiene que redescubrir, conocer, comprender y orientarse de acuerdo con ella. La acción política o social sin ética y sin conciencia conduce a la degradación del hombre y a la desintegración de la vida humana.

El progresismo reinante nos ha instalado definitivamente en el más puro relativismo. Existe la verdad? ¿Es posible encontrarla, conocerla y guiarse de acuerdo con ella? Algunos miembros de esa progresía afirman que la verdad es algo relativo, que más allá de la verdad intersubjetiva no hay más verdad. Para algunos, pues, la verdad objetiva no existe. Otros, sin embargo, sostienen que la verdad existe más allá de las meras opibiones de cada cual. La cuestión es cómo encontrarla, reconocerla y seguirla. El sentido común nos indica que hay una verdad objetiva, otra cuestión diferente es qué parte de esa verdad es percibida por cada uno y la mayor o menor porción de ella que estamos dispuestos a admitir. Para muchos, pues, la verdad no es solo cuestión subjetiva o intersubjetiva…

Una tabla de salvación en tiempos de crisis

Son cosas que ocurren a nuestro alrededor y a las que nos llevan los nuevos sofistas ( Ver ) y determinada clase dirigente. Sin embargo el ciudadano tiene la última palabra y es responsabilidad suya no dejarse embaucar. Cada vez más, gracias a la información, y a la pluralidad de enfoques, el ciudadano medio puede percibir más claramente esos encantos y falacias y llegar a tomar mayor conciencia de los mismos y, más allá del ajetreo ambiental cotidiano, posicionarse ante lo que está pasando y en una próxima oportunidad electoral obrar con mayor conciencia cívica.

En una  época de profundos  cambios en diversos órdenes de la vida  personal, familiar, social, científica, tecnológica, etc. la Educación ha de contribuir a desarrollar una capacitad crítica ante la cultura dominante. Desde el mundo educativo debemos contribuir a tomar conciencia de la multidimensionalidad de la vida humana y a superar el plano de la banalidad y la  indiferencia. En medio de una sociedad diversa y plural, aprender a percibir, diferenciar, ponderar, aprender a escoger, resulta esencial.

Uno de los grandes retos que cada uno de nosotros tenemos planteado, subratado últimamente  por las neurociencias, consiste en la necesidad de aprender a prestar atención a aquellas cosas que realmente nos puedan llenar, a aquellas cuestiones que realmente nos hacen felices, porque corremos el riesgo de que nuestro cerebro se distraiga con cuestiones banales y secundarias.  Más allá de la presión consumista dominante en el ambiente nos es necesario superar la mediocridad, la banalidad y monotonía de la vida cotidiana y centrarnos  en aquellas cuestiones de las que realmente depende y en las que podemos encontrar nuestra felicidad.

La conciencia reflexiva es lo que nos diferencia y nos hace verdaderamente “humanos”, nos permite imaginar nuevos “mundos” más humanos y  trabajar para hacerlos posibles... Desde aquí apostamos por un conocimiento objetivo, verdadero, moderno, verdaderamente progresista, no miope ni estrecho de miras, amplio en la concepción de la realidad y lato en la contemplación de los horizontes a perseguir….

Elaboración propia


Per a «construir» junts...
Són temps per a «construir» junts...
Tu també tens la teva tasca...
Les teves mans també són necessàries...

Si comparteixes els valors que aquí defenem...
Difon aquest lloc !!!
Contribuiràs a divulgar-los...
Para «construir» juntos...
Son tiempos para «construir» juntos...
Tú también tienes tu tarea...
Tus manos también son necesarias...

Si compartes los valores que aquí defendemos...
Difunde este sitio !!!
Contribuirás a divulgarlos...