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Lo que se esconde tras la nueva ley del aborto.

Educación sexual y afectiva sí, pero qué tipo de educación sexual?
La educación sexual obligatoria que nos viene.

El sexo a lo Aído

 

FRANCISCO J. CONTRERAS. Catedrático de Filosofía del Derecho

El Senado aprobó hace días la nueva ley del aborto. Lo hemos conseguido: el embrión de buitre leonado (hay multas por la destrucción de huevos) tendrá mayor protección jurídica que el feto humano. Hemos superado finalmente nuestra arrogancia «especista»: ¿quién nos había dicho que teníamos más dignidad que los demás animales? ¿Qué nos habíamos creído? Henos aquí por fin equiparados con el hermano lince y el admirable quebrantahuesos.

Querría llamar la atención sobre un aspecto de la ley Aído que ha escapado en general al análisis. Es una ley de 23 artículos. y sólo los arts. 12 a 23 regulan el aborto. ¿De qué tratan los anteriores? La Exposición de Motivos asegura que la nueva ley busca «garantizar los derechos relativos a la salud sexual y reproductiva [SSR]». Los españoles padecemos, según parece, una «salud sexual» muy deficiente, pero la ley Aído va a curarnos (para ir abriendo boca, el Ministerio de Igualdad ha invertido 26.000 euros en un «mapa de la inervación y excitación del clítoris»). Sobre todo, va a curar a nuestros hijos, que gozarán de una «salud sexual» rozagante gracias a la formación que la ley ha previsto para ellos. Los arts. 1 al 11 trasudan obsesión por la pedagogía sexual: el sistema sanitario deberá «proporcionar educación sanitaria integral y con perspectiva de género sobre SSR» (art. 5.2); «los poderes públicos desarrollarán acciones informativas y de formación sobre SSR [.] dirigidas, principalmente, a la juventud» (art. 6); «el sistema educativo contemplará la formación en SSR, incluyendo un enfoque integral que contribuya a [.] b) el reconocimiento de la diversidad sexual; c) el desarrollo armónico de la sexualidad acorde con la personalidad de los jóvenes [.]» (art. 9).

Términos como «integral», «enfoque de género», etc. esconden una densa carga ideológica. Para saber de qué se trata, se puede consultar el Borrador de Estrategia Nacional de Salud Reproductiva [ENSR] de 11/11/2009, elaborado por el Ministerio de Sanidad. Son 192 páginas, la mitad de ellas doctrinales. Su lectura es dura. pero muy reveladora: ahí está la esencia de la nueva izquierda. La ideología que será enseñada en las escuelas (art. 9). Señalemos algunas claves:

El sexo como centro de la existencia: «el derecho a tener prácticas sexuales no reproductivas» es un «derecho humano universal, basado en la libertad, dignidad e igualdad» [P. 7] (ya la ley Aído revelaba en su preámbulo que «el desarrollo de la sexualidad está directamente vinculado a la dignidad de la persona»). El derecho al disfrute no debe verse obstaculizado ni por el temor a la maternidad, ni por «tabúes» morales. La ENSR aboga por «un concepto positivo de la salud sexual que incluye el bienestar, la satisfacción y el placer, dejando de lado la concepción de la sexualidad ligada a la represión, el miedo y lo moralmente bueno o malo» [P. 14].

El placer sexual debe ser buscado como un fin en sí mismo; su condicionamiento al vínculo matrimonial (o, siquiera, a la existencia de un sentimiento) es castrante y culpabilizador: «antes se dignificaba la sexualidad mediante el matrimonio, [.] mientras que en la actualidad se exige en cambio su dignificación mediante el amor romántico. Esto indica la vivencia del deseo sexual con culpabilidad y vergüenza por parte de las mujeres [.]» [P. 25] (la ENSR constata que un porcentaje preocupante de mujeres -incluso jóvenes- sigue vinculando el sexo con el amor: este dato es interpretado como el resultado de la persistencia de «estereotipos sexistas» nocivos: cf. p. 38).

Una vida tan orgasmocéntrica tropezará antes o después con un embarazo indeseado (pues los anticonceptivos pueden fallar, o a veces uno olvida utilizarlos). El derecho al placer es, por tanto, inseparable del derecho al aborto: «uno de los derechos básicos de las mujeres en materia de salud reproductiva es el derecho a decidir libremente [la continuación o no de su embarazo]» [P. 15].

Los rasgos masculinos y femeninos (por ejemplo, la maternidad) no se basan en la naturaleza, sino en la cultura; son «roles» que es preciso deconstruir: «los estereotipos acerca de lo que es ser hombre o ser mujer en nuestra sociedad tienen graves repercusiones para la vivencia de la sexualidad de un modo placentero» [P. 24]. Especialmente nefando es el «estereotipo» de la complementariedad hombre-mujer: «a mujeres y hombres se nos educa en un rol de complementariedad [.]. [A causa de ello] los individuos están mediatizados en sus comportamientos sexuales por las normas y la moral establecida, viéndose auto-juzgados y juzgados socialmente cuando tratan de transgredir lo que se espera para unas y otros» [P. 24].

La maternidad es otro «mito» perjudicial para la mujer: «el mito del instinto maternal, supuestamente natural e intrínseco, predestina a las mujeres a ser madres para que posteriormente se dediquen al cuidado de las criaturas»; «el rol maternal tiene efectos profundos [.] en la desigualdad sexual» [P. 27]; «la maternidad no es un hecho natural» [P. 28].

Los niños tienen también derechos sexuales: «las personas tienen y viven su sexualidad desde que nacen hasta que mueren; tendrán diferentes necesidades relacionadas con la salud sexual, y necesitarán de servicios que les faciliten educación, atención, etc.» [P. 30]. Es precisa, pues, una «formación sexual integral desde la infancia»: «a través de ella, mujeres y hombres podrán decidir con autonomía sobre su vida sexual, desde la niñez hasta la vejez. La educación sobre la sexualidad permite vivirla libremente sin temores ni prejuicios» [P. 69].

Esto es lo que se nos viene encima. Quien tenga algún reparo puede manifestarse contra la ley Aído el 7 de marzo, a las 12.00, en la Plaza Nueva (convocan decenas de asociaciones).

Ver: El sexo a lo Aído. Diario ABC 4-3-2010


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