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UN NUEVO «ESCENARIO» PARA LA HUMANIDAD

Hacia la «creación» de un mundo más humano

A lo largo de la historia ha habido épocas  en las que la humanidad ha sabido enfrentarse con ella misma, con su propia «obra creadora», haciendo una serena y sincera reflexión sobre sí misma y la orientación que ha dado a su aventura.

En este hermoso planeta que habitamos el ser humano siempre ha soñado con construir un mundo más humano en el que poder desarrollar su vida en convivencia, paz y libertad. Un  mundo «civilizado», cada día con un rostro más humano. Un  nuevo «escenario» en el que poder desarrollar dignamente su vida.

La conciencia reflexiva es lo que nos diferencia del resto de las especies y nos hace verdaderamente «humanos», nos permite imaginar y recrearnos en “mundos” más civilizados y  nos impulsa a trabajar para hacerlos posibles.

Una buena Educación ayuda a tomar conciencia sobre la realidad, sobre nuestro entorno, promueve la reflexión sobre lo que nos ocurre, estimula la capacidad crítica, induce a perseguir una vida más digna y plena y en un mundo plural y diverso se esfuerza para ayudar a sus coetáneos a tomar conciencia sobre la pluralidad de «ofertas» y entre ellas a distinguir las «voces» de los «ecos»...

 

«El futuro no lo modelan leyes que fabrican gobiernos perecederos, sino el testimonio abnegado y luminoso, imperecedero, de quienes se rebelan contra la indiferencia y siembran entre sus contemporáneos semillas de un verdadero cambio social».
La clave del «progreso» está en descubrir, comprender y  potenciar «la verdad del ser humano».

 

Hay unas exigencias morales objetivas, de naturaleza pre-política, anteriores a la sociedad y el Estado que han de ser reconocidas, respetadas y garantizadas.

Hay principios y valores que deberían ser irrenunciables en la construcción de una auténtica «polis».

Hay fuerzas políticas que en determinadas cuestiones parecen incapaces de hacer una apuesta decidida por opciones de futuro, auténticamente humanizantes y civilizatorias.

La «creación» de un mundo más «humano»

A lo largo de la historia ha habido épocas en las que la humanidad ha sido capaz de enfrentarse consigo misma y hacer una reflexión serena y lúcida sobre su obra y el destino de su existencia. La humanidad en general y cada sociedad en particular necesitan hoy enfrentarse reflexivamente con ellas mismas y replantearse a fondo la orientación y el sentido que están dando al mundo y a la vida que están creado.

El ser humano sobreponiéndose a su naturaleza puramente animal siempre ha pretendido crear para sí un mundo más «humano», un  nuevo «escenario» en el que poder ejercer y desarrollar más plenamente su vida. La inteligencia humana tiene una función primordialmente creadora: inventar un mundo cada vez más «civilizado»,   en el que convivir dignamente. Es nuestra inteligencia y la capacidad reflexiva las que nos permiten imaginar y recrearnos en  esos nuevos «mundos», las que nos impulsan a construir ese mundo más plenamente humano y digno.

Hoy nos encontramos ante un mundo que necesita una profunda renovación y  el redescubrimiento de valores de fondo. La crisis que estamos atravesando nos impulsa a revisar nuestro camino, a discernir y proyectar un nuevo modo de existir.  Lo que hoy está en juego son algunas de nuestras señas de identidad como sociedad y como «civilización». El hombre no puede desarrollarse y desplegarse de forma completa si no es a través del conocimiento de sí mismo y del mundo que le rodea. Frente al peligro de deterioro de lo «humano» y la degradación de la vida social, es preciso resaltar la convicción que «el primer capital a preservar y valorar es el ser humano, la persona entera en su integridad».

El ser humano como cuestión principal

El ser humano, la persona humana y su dignidad, deben ser el fin principal de todo sistema «social» y «político». La actividad política debería entenderse como servicio a la comunidad y orientada al bien común, y no tanto como la estrategia indigna y “líquida” para perpetuarse en el poder. Su finalidad: construir una verdadera sociedad, vertebrada, articulada y fundamentada en el bien común. Tras el bien común está siempre el bien del hombre, de cada hombre.

Una sociedad bien articulada, no deslavazada, si no quiere disgregarse, desintegrarse, necesita partir de una base antropológica adecuada. El Estado de derecho debe fundamentarse en una recta concepción de la persona humana. Para afrontar el futuro una sociedad vertebrada y bien armada necesita asentarse y fundamentarse en unos valores fundamentales insoslayables. Y dentro de ella el Estado debe estar al servicio del hombre, de cada ser humano, de su dignidad y de su defensa. Debe promover el bien de la persona y el ejercicio de sus derechos. Su norte: el bien de cada persona, empezando por el reconocimiento de su dignidad y la protección de sus derechos fundamentales e inalienables. Para ello la «política » debe crear las condiciones adecuadas para que los ciudadanos puedan desarrollar una vida lo más digna y plena posible.

Los «derechos» fundamentales se poseen por naturaleza,  no los crea el Estado

En primer lugar, debemos tener presente que los «derechos humanos» no los crea el Estado, ni son fruto de un consenso democrático, no son concesión de ninguna ley positiva, ni otorgamiento de un determinado ordenamiento social. Estos derechos son anteriores e incluso superiores al mismo Estado o a cualquier ordenamiento jurídico regulador de las relaciones sociales; el Estado y los ordenamientos jurídicos han de reconocer, respetar y tutelar esos derechos que corresponden a cada ser humano, corresponden a su naturaleza y verdad más profunda.

El ser humano, el ciudadano, su desarrollo, su perfección, su felicidad, su bienestar, son el objetivo de toda sociedad bien articulada y vertebrada, y todo su ordenamiento jurídico debe estar al servicio de tal fin. Cualquier desviación de este fin por parte de los ordenamientos jurídicos, de los sistemas políticos y económicos o de los Estados nos colocaría en un grave riesgo de totalitarismo y peligro de deshumanización.

Por eso, una sociedad que pretenda constituirse de forma bien armada y articulada no puede basarse en el relativismo, necesita orientarse por una ética, ética que se fundamente en la verdad del hombre y el reconocimiento y protección de sus derechos fundamentales, anteriores al Estado y a su ordenamiento jurídico. La clave del «progreso» está en descubrir, comprender y  potenciar esa «verdad del ser humano», empezando por el reconocimiento de la dignidad y valor fundamental de cada vida humana, independientemente del estadio de desarrollo en que se encuentre.  

Un mero consenso social que desconozca la verdad objetiva fundamental acerca del hombre es insuficiente como base para un orden social honrado y justo. Un mero «consensualismo» entre intereses diversos haría tambalear el mismo ordenamiento social y democrático en sus fundamentos, reduciéndolo a un puro mecanismo de regulación empírica de intereses coyunturales diversos. Hay unas pautas o exigencias morales objetivas, de naturaleza pre-política, anteriores a la sociedad y el Estado que han de ser reconocidas, respetadas y garantizadas. Sin esto, tarde o temprano la sociedad se desarticula, se desmorona y se desintegra.

«Los derechos humanos no los crea el Estado, no son fruto de un consenso democrático, no son concesión de ninguna ley positiva, ni otorgamiento de un determinado ordenamiento social. Estos derechos son anteriores e incluso superiores al mismo Estado o a cualquier ordenamiento jurídico; el Estado y los ordenamientos jurídicos sociales han de reconocer, respetar y tutelar esos derechos que corresponden al ser humano, corresponden a su verdad más profunda en la que radica la base de su realización en libertad».

«El futuro no lo modelan leyes que fabrican gobiernos perecederos

La clase dirigente es la principal responsable de orientar nuestro futuro. Hoy en la acción política está muy de moda entre nosotros hablar de «libertad» y de «progresismo». Sin embargo, podemos preguntarnos qué clase de «libertad» y qué tipo de «progreso» es el que nos propone? Chesterton identificaba el «progresismo» con la gran herejía moderna, consistente en «alterar el alma humana para que se adapte a sus condiciones, en lugar de alterar las condiciones para que se adapten al alma humana». Hoy el «progresismo de izquierdas» parece empeñado en que las almas continúen adaptándose a las condiciones por él establecidas, cuya misión no es otra que conducirlas hasta el barranco. Por su parte, el «progresismo de derechas» parece reconocer que hemos extraviado el camino, pero sin atreverse, para recuperar el Norte, a buscar el mapa que también hemos perdido. Desde luego, las posibilidades de volver a encontrar el camino que nos aparte del barranco cuando nos falta la guía de un mapa adecuado son más bien escasas, porque el mapa erróneo que nos han dado conduce invariablemente allí, al barranco. (J.M. de Prada).

El ideal de «vida feliz » que se ha impuesto en occidente y la orientación que se ha dado al «progreso» en nuestro entorno, la cultura occidental, realmente dejan mucho que desear. Hay algo que es cierto y que los mandatarios políticos no deberían olvidar: por suerte las aspiraciones humanas de muchos no se colman sólo, siendo éstos muy importantes con pan y trabajo. Hay principios y valores que deberían ser irrenunciables en la construcción de una auténtica «polis».

Por otra parte, el avance científico-tecnológico conseguido en nuestra zona nos ha endiosado y, como consecuencia, algunos de los principios y valores más elementales que hasta el presente han fundamentado nuestra cultura y civilización, y  la han vertebrado como por ejemplo, el “derecho a la vida” están siendo cuestionados hoy por determinadas fuerzas sociales que se resisten a reconocer la dignidad y el valor intrínsecos de TODA vida humana independientemente del estadio de desarrollo en que se encuentre. Tan elemental y primordial derecho ha sido cuestionado entre nosotros y vilipendiado en nuestro ordenamiento jurídico (Ley AIdo), desprotegiendo la vida humana en sus primeros estadios de desarrollo y otorgando a la mujer un supuesto derecho inexistente objetivamente: existe sí el derecho a vivir, no el derecho a decidir sobre la existencia del "otro", no el derecho a matar. Los mismos que se presentan ante la opinión pública como los paladines de la libertad y la ampliación de derechos con su actitud se niegan a reconocer, cegados por su ideología de raíz antropológica materialista, nihilista, utilitarista y relativista, la condición de "humanos" a muchos de nuestros congéneres aun no nacidos, y en vez de protegerles y apoyarles para que puedan realizar su vocación intrínseca a existir, sin considerar para nada al "otro", amparan que la voluntad exclusiva de una de las partes pueda privar a la otra del más elemental, básico y fundamental derecho, el derecho a vivir, del derecho intrínseco a existir.

Ejemplo de de-construcción de pilares fundamentales que han formado parte de nuestro más digno  acervo cultural y civilizatorio y que ahora se ponen en cuestión por parte de determinados sectores sociales, de manera particular por parte de un falso y nefasto «progresismo de izquierdas». Como si derecho tan primordial y conquista civilizatoria tan excelsa, como el derecho a la vida, estuviera en cada momento al albur de consensos, a voluntad de mayorías históricas coyunturales. Se pretenden obviar y sustituir por otros que a menudo repelen al sentido común y no siempre están bien justificados y suficientemente fundamentados en la verdad del hombre, verdad impresa, inscrita, en la propia naturaleza humana. Verdad que nuestro tiempo tiene que redescubrir, conocer, comprender y orientarse de acuerdo con ella. La acción política o social sin ética y sin conciencia conduce a la degradación del hombre y a la desintegración de la vida humana.

No parece que actualmente algunos sectores sociales tengan propuestas que vayan mucho más allá del cortoplacismo, utilitarismo, la adaptabilidad “liquida” al contexto social, el interés partidista a remolque de las inercias del momento histórico….  Y en determinadas cuestiones parecen incapaces de hacer una apuesta decidida por opciones de futuro, auténticamente humanizantes y civilizatorias.  

La clave del «progreso» está en descubrir, comprender y  potenciar «la verdad del ser humano». No se puede ir hacia donde no está la meta. No se puede continuar por la senda que nos puede llevar al precipicio. Rectificar es de sabios. La sola «ciencia» sin  «conciencia» no conduce sino a la destrucción de lo humano, nos aboca al precipicio, acarrea la ruina del «hombre». La cuestión central es: ¿Qué destino queremos para nuestra especie, para la humanidad? ¿Cuál es el Norte, la meta a perseguir? ¿Qué clase de «libertad» y qué tipo de «progreso» es el que nos proponen?¿Qué podemos hacer individual y colectivamente para crear entre nosotros las condiciones de una  vida verdaderamente más «humana»? La inteligencia humana tiene pues un reto primordialmente creador: idear y construir un mundo más «humana», un nuevo «escenario» en el que poder desarrollar más dignamente nuestra vida. No parece que podamos construir sólidamente en contra de la auténtica naturaleza y verdad del hombre. La senda está trazada: edificar con perspectiva humanizante y humanizadora. Ahora es cuestión de entre todos contribuir a seguirla. 

«El futuro no lo modelan leyes que fabrican gobiernos perecederos, sino el testimonio abnegado y luminoso, imperecedero, de quienes se rebelan contra la indiferencia y siembran entre sus contemporáneos semillas de un verdadero y auténtico cambio social» J.M. de PRADA.

Elaboración propia a partir de recursos y materiales diversos

Ver también la presentación flash: UN NUEVO «ESCENARIO» PARA LA HUMANIDAD


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