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DESDE LA «DIGNIDAD»

La  «dignidad humana» fundamento de los demás derechos.

Deslumbrados como estamos por el fulgor de lo tangible, muchos se han vuelto insensibles y ciegos ante el resplandor de los valores.

El ser humano es digno por naturaleza, posee dignidad por sí mismo. Su «dignidad»  no le viene dada por factores o individuos externos, se tiene dignidad por el hecho mismo de ser humano, ésta se adquiere desde el mismo instante en que se es humano. El respeto a la dignidad, inherente a todo ser humano, empieza por el reconocimiento del derecho a la vida. Su dignidad empieza a respetarse cuando por parte de sus congéneres se le reconoce el más elemental de los derechos: el derecho a la vida. Reivindicamos la dignidad de esos seres humanos que van a morir, antes incluso de nacer. Reivindicamos, pues, el derecho a la vida del todavía no nacido.

Urge recomponer en la conciencia colectiva una más adecuada comprensión de lo que es el ser humano.

Sólo si profundizamos en el conocimiento de su naturaleza seremos capaces de descubrir y valorar adecuadamente la «dignidad humana»

La «dignidad humana» hace referencia al valor intrínseco de todo ser humano, y constituye la base de todos los derechos.

La dignidad humana se ha convertido en el imperativo categórico de nuestro tiempo.

En el útero hay un ser vivo, y ese ser vivo sólo puede ser un ser humano. Si hay un ser humano, no se le puede matar.

Excusas para legitimar el aborto podemos encontrar muchas, otra cosa es que constituyan verdaderas "razones".

Introducción

En el universo inconsciente de la «nueva religión» que se nos quiere imponer renace de nuevo, a pesar de la reiterada comprobación de su fracaso histórico, una gran esperanza, una «gran promesa», a saber: que la acumulación de riquezas y el bienestar material nos conducirán a la felicidad. Por otra parte, la civilización científico-técnica en la que estamos sumergidos ha llevado a muchas personas a creer en la máxima de que todo lo que es posible se puede llevar a la práctica. Nos han persuadido y  además convencido de que todo lo posible es moralmente lícito, con tal de que sea eficaz para  nuestros fines. La «salud», por su parte, es definida, como «el estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente como la ausencia de afecciones o enfermedades». El Proyecto de Ley que se está tramitando presenta el aborto provocado como un derecho que forma parte de la «salud sexual y reproductiva». Amparándose en el concepto de «salud», patrocinado por la propia ONU, se justifica el aborto. Es decir, se transmite el mensaje subliminal de que la solución práctica a un embarazo no deseado, para que no ponga en peligro  el “completo bienestar físico, mental y social” de la madre,  es el aborto. Con ello queda justificado que acabar con la vida del que se está gestando es la alternativa más adecuada. En definitiva, se asienta como principio rector de la nueva mentalidad que: «el fin justifica los medios».

Deslumbrados como estamos por las conquistas de lo tangible, muchos se han vuelto insensibles y ciegos frente a los valores. Expresiones como «dignidad humana», derechos humanos», «dignidad personal», son muy a menudo utilizadas, pero en ocasiones sin una justa valoración de lo que en sí es el ser humano. A todo ello no es agena la educación recibida. En el nivel de formación de la población en general es palpable un cierto déficit de formación humanística y antropológica, como consecuencia de la orientación preferentemente científico-técnica que se ha dado a nuestro sistema educativo durante largas décadas. Ese déficit formativo trae como consecuencia lógica una cierta dificultad en el conocimiento de lo que es el ser humano. Y en medio de ese caldo de cultivo largamente gestado, junto al predominio de los valores propios de una sociedad como la actual regida por el utilitarismo, las leyes del mercado y del consumismo, es lógico que reine entre la población un cierto confusionismo sobre la verdad del “anthropos”. Urge, pues, recomponer en la conciencia colectiva una más adecuada comprensión de lo que es el ser humano. Sólo si profundizamos en el conocimiento de su naturaleza seremos capaces de descubrir y valorar adecuadamente la «dignidad humana». La «dignidad humana»  está en la base de toda la estructuración y el entramado social.  El principio de la dignidad humana constituye el fundamento del orden moral y legal. Sin embargo,  esta convicción aunque es compartida por muchos en un plano teórico, contrasta con una constatación práctica: la gran divergencia existente en torno a sus implicaciones éticas y jurídicas.

La dignidad humana  

¿Qué significa «dignidad»?  La «dignidad» expresa la circunstancia o cualidad de lo que es “digno". “Digno” deriva del adjetivo latino dignus, que se traduce por "valioso". “Digno” es lo que tiene valor por sí mismo. La “dignidad” expresa el enorme valor, la grandeza, la excelencia de esa cosa o de ese ser. La “dignidad” expresa la calidad o valor superior por la que algo o alguien goza de especial valor, aprecio o estima. La dignidad es, pues, una “cualidad” valiosa que poseen determinados seres y por la cual éstos son merecedores, por tanto, de respeto y consideración. La «dignidad»  es una cualidad propia de los seres humanos. La «dignidad humana» se basa en el reconocimiento del valor de ese “quien” al ser merecedor de valoración y respeto. Es decir, todos los seres humanos, simplemente por el hecho de ser humanos, (aunque todavía estén en formación),  todos son merecedores de respeto, sin importar cómo seamos o en qué fase de desarrollo nos encontremos.

La  «dignidad humana». El ser humano posee dignidad por sí mismo, su «dignidad»  no viene dada por factores o individuos externos, se tiene desde el mismo instante  en que se es humano, le es inherente por el simple hecho de ser «humano» y por tanto es inalienable, nadie le puede despojar de ella. La «dignidad humana» hace referencia al valor intrínseco de todo ser humano, y constituye la base de todos los derechos. Es el valor supremo que posee cada ser humano, independientemente de su situación económica, social y cultural, así como de sus creencias o formas de pensar y deberíamos añadir: independientemente de la fase de la vida en la que se encuentre.

Cuanto más fijamos la mirada en la singular dignidad del ser humano, más descubrimos el carácter  único, irrepetible, singular y concreto de cada ser humano. «Dignidad» , en general y en el caso del ser humano, como ya hemos apuntado, es una palabra que expresa su valor intrínseco, no dependiente de factores externos. Algo es “digno” cuando es valioso de por sí, y no sólo ni principalmente por su utilidad para esto o para lo otro. En todo caso, esa utilidad es algo que se le añade a lo que ya es. Lo digno, porque tiene valor, debe ser siempre respetado y bien tratado. En el caso del ser humano: su dignidad reside en el hecho de que es, no un qué, sino un quién, un ser único, irrepetible,  insustituible. Cada ser humano es un absoluto, en el sentido de algo único, irreductible a cualquier otra cosa. Si la dignidad de cada ser humano nace del ser peculiarísimo e irrepetible que somos cada uno, el fundamento de la dignidad de la persona está dentro de ella misma, y no fuera. Por eso tiene valor intrínseco y es independiente de la fase de desarrollo en que se encuentre ese ser humano.

La apreciación o reconocimiento de esa dignidad

La dignidad del ser humano, un valor fácilmente reconocible. El ser humano posee una dignidad superior a todas las demás especies que habitan en el planeta Tierra. La dignidad propia del ser humano es un valor singular que fácilmente puede reconocerse. Lo podemos descubrir en nosotros o podemos verlo en los demás. Pero ni podemos otorgarlo ni está en nuestra mano retirárselo a alguien. Es algo que nos viene dado. Es anterior a nuestra voluntad y reclama de nosotros una actitud adecuada ante ella.  

La apreciación o reconocimiento de esa cualidad objetiva.  La dignidad humana posee una existencia objetiva, es decir, es real, independientemente de que otros la reconozcan o no. Por su misma naturaleza, por la misma fuerza de pertenecer a la especie humana, por su particular potencial genético todo ser humano es en sí mismo digno y merecedor de respeto. Ante esa cualidad o valor superior de la vida humana  podemos adoptar dos grandes actitudes: reconocerlo y aceptarlo como el valor supremo (actitud de respeto) o bien ignorarlo o rechazarlo. Este valor singular que es la dignidad humana lleva implícito una llamada al respeto incondicionado y absoluto. Un respeto que debe extenderse a todos los que lo poseen: a todos los seres humanos, independientemente de la fase de desarrollo en que éstos se encuentren.

La preocupación por la dignidad del ser humano es hoy universal: las declaraciones de los Derechos Humanos la reconocen, y tratan de protegerla y estimular el respeto que merece a lo largo y ancho del mundo. La dignidad humana se ha convertido en el imperativo categórico de nuestro tiempo. Los errores que pueda haber en la formulación de esos derechos no invalidan la aspiración fundamental que contienen: el reconocimiento de una verdad palmaria, la de que todo ser humano es digno por sí mismo, y debe ser reconocido como tal. El ordenamiento jurídico y la organización económica, política y social deben garantizar ese reconocimiento.

La referencias a la «dignidad humana»  en la base del derecho internacional.

La referencia a la dignidad humana está presente en todos los instrumentos fundacionales del derecho internacional. En tal sentido, en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, en su Préambulo se invoca la “dignidad intrínseca (...) de todos los miembros de la familia humana”, para luego afirmar que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos” (artículo 1°). Con posterioridad, el concepto de dignidad humana fue retomado por los dos Pactos internacionales de derechos humanos de 1966 y por la mayoría de los instrumentos condenatorios de una serie de prácticas directamente contrarias al valor inherente de la persona, tales como la tortura, la esclavitud, las penas degradantes, las condiciones inhumanas de trabajo, las discriminaciones de todo tipo, etc.

Asimismo, un gran número de Constituciones nacionales, sobre todo las adoptadas en la segunda mitad del siglo XX, hacen referencia explícita al respeto de la dignidad humana como fundamento último de los derechos enumerados y como la finalidad esencial del Estado de Derecho. En tal sentido, se destaca la Constitución alemana de 1949, que como reacción a las atrocidades cometidas durante el régimen nazi, establece en su artículo 1° que: “La dignidad humana es intangible. Los poderes públicos tienen el deber de respetarla y protegerla”.

El realitivismo moral al acecho

Relativismo moral?  Qué valor dar a esa vida  humana incipiente, en gestación?  Para unos ese valor depende de nuestra capacidad de reconocer el valor que en sí misma contiene, para otros depende del valor que cada uno le quiera otorgar. Pero hay muchos para los cuales la dignidad humana posee una existencia objetiva, es decir, es real, independientemente de que otros la reconozcan o no.  Si la dignidad humana es objetiva (existe realmente), entonces se sigue necesariamente que la moral es objetiva, no relativa, que los principios morales son objetivos, no relativos. Es por ello que una "moral" relativista es una contradicción en términos y una "moral" utilitarista es una aberración ética. En ambos casos terminan los fuertes --los que tienen poder, voz y voto-- oprimiendo a los débiles: los pobres, los marginados, los inmigrantes, los ancianos, los enfermos, los niños no nacidos. Y ello ocurre no sólo en sociedades totalitarias, sino también en sociedades "democráticas”.

Aún en el supuesto de que toda la sociedad decidiera por consenso dejar de respetar la dignidad humana, ésta seguiría siendo una realidad presente en cada ciudadano. Aún cuando algunos fueran relegados a un trato indigno, perseguidos, encerrados en campos de concentración o eliminados, este desprecio no cambiaria en nada su valor inconmensurable en tanto que seres humanos.

Al igual que a lo largo de los siglos se fue avanzando en el concepto de la dignidad de la persona humana, incompatible con la esclavitud, hoy se ha avanzado mucho en el conocimiento del ser humano desde su concepción. La ciencia es clara al respecto: en el útero hay un ser vivo, y ese ser vivo sólo puede ser un ser humano, cuya custodia (no propiedad) es de la madre.

Pues bien, si hay un ser humano, no se le puede matar. Esto, que es tan claro hoy en día, no lo era hace siglos, ni incluso hace años. Las legislaciones abortistas son «sin excepción, lo más grave que ha acontecido» en el siglo XX, afirmaba Julián Marías; a saber: la aceptación social del aborto. Pero este hecho, igual que ha tenido un comienzo, también puede y debe tener un fin. Al final, no hay otra solución que la ‘abolición’ del aborto, compatible con resolver los problemas que llevan a la madre a abortar.

La dignidad humana en la base de la Biopolítica

La dignidad humana, el imperativo categórico de nuestro tiempo. La dignidad humana representa desde la perspectiva social, jurídica y política, el imperativo categórico de nuestro tiempo, tal y como versa en el artículo nº 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (ONU, 1948): «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos». 

«Todos los seres humanos nacen…. ».  Como es obvio la condición de seres humanos no se adquiere a partir del hecho de nacer, los seres humanos desde su concepción son congéneres nuestros y como tales reclaman para sí el reconocimiento de su dignidad intrínseca. El ser humano, nacido o todavía por nacer, siempre es un ser "digno". Esa dignidad, por tanto, no se la “concedemos” nosotros a posteriori, por el hecho de nacer, sino que es inherente a ellos mismos y nosotros debemos reconocérsela desde el mismo instante en que son seres humanos.  

La dignidad humana constituye un auténtico hilo conductor primario entre los ámbitos éticos, jurídicos y políticos. Se erige como el principio de los principios, el eje modulador de los criterios de justicia y legalidad. Es constante en la historia de la humanidad negar la dignidad humana para justificar y justificarse en los atentados contra ella.  A lo largo de la historia ha habido personas que han intentado justificar el robo, el asesinato, la esclavitud, como ahora se pretende justificar el aborto. Para justificar la esclavitud se decía que el esclavo no era persona humana, sino un objeto, al igual que judíos, gitanos y homosexuales durante el nazismo. En la época del colonialismo, se decía lo mismo del indio, que no tenía alma y por lo tanto no poseía dignidad humana. A la misma mujer, a pesar de los logros obtenidos en sus derechos, todavía en muchos lugares se le sigue considerando de rango inferior con respecto al hombre y por lo tanto con menor dignidad.

El tema de la Protección Jurídica de la Vida Prenatal actualmente tropieza con grandes atentados, uno de ellos lo constituye la pérdida de valor que se le da a la Vida humana en los primeros estadios. Dicha protección actualmente  tropieza con dos posturas; la primera, la más extendida, encarna la idea de una protección de la vida de forma “gradual”, una protección que progresa y se intensifica a medida de ciertos cambios cualitativos produciéndose así una desvalorización de la vida humana en sus primeros estadios; y por otro lado la posición de la Continuidad Lógica de la vida, que considera que la vida debe ser protegida y debe de gozar de las mismas garantías desde el momento de la concepción hasta la muerte.

Excusas para legitimar el aborto podemos encontrar muchas, otra cosa es que constituyan verdaderas "razones".A pesar de las evidencias científicas al respecto ciertos sectores de nuestra sociedad muestran ciertos reparos en admitir que aquella realidad, aunque incipiente, es una vida humana. Quizás en esta postura hay un error de percepción, de falta de lucidez o de “conveniencia”. Quizás solamente estemos dispuestos, por conveniencia, a reconocérsela gradualmente, progresivamente. Para otra postura, la progresividad en el reconocimiento de la dignidad en los primeros estadios de desarrollo de un ser humano, no deja de ser un convencionalismo humano más entre otros muchos, que no recoge adecuada y objetivamente la dignidad intrínseca allí contenida. Los argumentos que se difunden para justificar el aborto se fundan en la falacia de negar al ser humano en gestación, en sus primeras fases de formación, la dignidad de ser humano.

Elaboración propia, a partir de materiales y recursos diversos


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