titulo de la web

Un «amor» nada superficial

Vivimos atrapados en una diversidad muy variopinta de "sucedáneos" del amor. Y así nos va.

Aprender a amar es hoy uno de los grandes retos de nuestro tiempo.

Amar es entregarse a la felicidad de la otra persona, de quien se está pendiente y por quien se es capaz de entregar hasta lo más propio y personal.

Todos queremos ser felices. Este es el fin del hombre, impreso en su naturaleza, y que no puede rehusar. Todo lo que hacemos persigue, de una manera o de otra, ser felices.

Pero ¿qué es la felicidad? ¿dónde está el secreto de la felicidad? Nos damos cuenta de que la felicidad no está en una satisfacción momentánea, sino en una vida consolidada, una vida plena. Ser feliz es la consecuencia de un modo de vivir, no de una acción concreta.  Incluso más, la felicidad se decide en el amor, en amar y ser amado. Nadie puede ser feliz sin referencia al amor. El hombre no puede vivir sin amor. El amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro.

Si nuestro espíritu no anduviera tan distraído en cosas insignificantes y en nuestro vivir no nos dominara la banalidad y la superficialidad, cada día podría ser una magnífica ocasión para experimentar en profundidad la sorprendente aventura del vivir y dentro de ella la rica densidad del «amor».

 

Decíamos en otro lugar que aprender a amar es uno de los grandes retos de nuestros días: el reto de Europa no es principalmente la competitividad en la ciencia, la cultura y la tecnología, sino la formación para la aventura del amor. ( ver aquí )

Nuestra cultura está caracterizada por una serie de elementos que influyen en nuestros modos de relación y de comportamiento. Las concepciones y modelos imperantes en un determinado momento histórico condicionan los planteamientos y horizontes vitales de los individuos de esa época. Hoy entre nosotros conocemos bien la pobre y estrecha concepción que tenemos sobre el amor. Mucha banalidad y superficialidad corren por ahí en torno a tan central experiencia humana. Vivimos atrapados en una diversidad muy variopinta de "sucedáneos" del amor. La gente suele quejarse de no ser querida, cuando el verdadero problema es que no sabe querer.

Popularmente se asocia el término con el amor romántico, una relación pasional y sexual entre dos personas que produce una influencia muy importante en sus vidas; el amor romántico intensifica las relaciones interpersonales entre ambos sujetos, quienes, partiendo de su propia insuficiencia, desean el encuentro y unión con aquel que han juzgado ser el complemento para su existencia.

Ante tal crucial experiencia nos encontramos con dos grandes actitudes: la de quienes cuando ese amor idealizado y la cruda realidad se ven las caras,  se sienten estafados y tiran la toalla. En el otro extremo están los enamorados prácticos, convencidos de que el amor es para quien se lo trabaja y de que hay que luchar para que dure toda la vida.

Pero en una época dominada por la búsqueda del goce instantáneo y la seguridad, estos amantes son una especie en peligro de extinción. De entrada, no queremos un amor que entrañe riesgo, sino estabilidad; tampoco queremos vivir en la locura, sino en el control; y no buscamos compartir un lugar en el infierno de los amantes, sino hipotecas y tareas domésticas. Lejos de fundirnos con el otro, mantenemos cierta distancia de seguridad respecto a él, “por lo que pueda pasar”.

El amor es una de las grandes experiencias específicamente humanas. El ser humano en esencia está hecho para el amor, y el amor es donación al otro. Sin embargo la moral hedonista imperante en nuestros días inhabilita al hombre de hoy para su forma de vida más alta, más íntima, que es la donación de sí. En su expresión más sublime es una invitación a superar el egocentrismo para abrirse al otro. Amar es entregarse a la felicidad de la otra persona, de quien se está pendiente y por quien se es capaz de entregar hasta lo más propio y personal. Entendido así no lo hallamos en ninguna otra especie. Es algo específicamente humano. Veamos a continuación una interesante perspectiva sobre tan vital experiencia humana.


Por Fernando Alberca

Al título de los 99 trucos para ser más feliz que publiqué hace algunos años, incluyo a continuación una serie de puntos sobre los que contiene alguna vez reflexionar. Menos de 99 poque empezar a amar es más sencillo que terminar haciéndolo cada vez mejor: ser feliz.

  1. El amor verdadero exige armar con cabeza, lógica, presencia, astucia y como el otro necesita. No satisfaciéndole en algo que luego le hará sentirse mal y acabará separando a los amantes.
  2. Nadie ama de verdad si no gobierna y somete la propia tiranía de su corazón y su cabeza. Para amar es preciso liberarse de la mayor esclavitud: nuestro yo por encima del otro.
  3. No ama de verdad quien no desaparece al ponerse al lado de la grandeza de lo que ama.
  4. No se siente amado quien no ama mucho.
  5. Se siente amado quien cree que le aman más de lo que merece.
  6. Para amar hay que tomar en serio sólo las cosas serias. Enterrar la susceptibilidad.
  7. No sabe amar quien no perdona de verdad y para siempre.
  8. Quien ama a una persona real, no puede asombrarse de que tenga defectos. Quien no soporta los defectos de otro, no soporta los suyos propios.
  9. Quien ama mucho sabe que le soportan mucho, perdonan mucho, quieren mucho y aman más.
  10. Todos somos más armados de lo que nos damos cuenta en el día a día. Y por más personas de las que percibimos.
  11. Los amantes tienen vocación de infinito. El amor empieza pero nunca acaba si se ama sin límites y de verdad. Nunca acaba. Ni con la muerte.
  12. Nadie puede amar por otro, ni de la misma forma.
  13. El amor no sólo gobierna el sentimiento, el deseo o el espíritu. Sino que quien ama de verdad lo hace con hechos. El ser humano rezuma por la boca, los ojos y las manos, cuanto llena su corazón. En la vida -en los hechos- se unen con evidencia el corazón y la cabeza.
  14. El amor duradero no se encuentra por azar. Como no se encuentra la felicidad. Ambas se reconstruyen. Con esfuerzo, buenos materiales, empeño, ilusión, ciencia, emoción y tiempo.
  15. No son importantes los detalles que pueden tenerse con alguien. Ni los favores que se hagan. Lo verdaderamente valioso es por qué y para qué se hacen.
  16. Sólo las personas son dignas de ocupar el centro de otra persona.
  17. Las personas que se enamoran sobre todo de sí mismas tienen baja autoestima, un escaso concepto de sí; tanto que no pueden compartirse temiendo que se dividan y mengüen.
  18. Todos los seres humanos -hasta los pervertidos y asesinos- tenemos un tesoro que se nos concede al nacer: nuestra capacidad para ceder nuestro centro de atención y dedicarnos a otro. Por eso, el mayor desamor no es el conflicto, sino la indiferencia. Echar a alguien lo más lejos de nuestro centro.
  19. Amar sin perder la cabeza nos lleva a elegir bien a quien es merecedor de nuestro centro y acertar:
  • porque coincide con nuestros principios, los principios que creemos que nos harán felices, aunque en lo que no son principios seamos radicalmente distintos;
  • porque nos respeta sin engaños:
  • porque nos demuestra que somos parte nuclear de su propio centro;
  • porque su educación, su forma de ser, su predisposición, actitud y su fuerza de voluntad, es la suficiente para no traicionar nuestra entrega.
  1. Amar es lo máximo. Lo que más nos puede llenar. Lo que más nos puede engrandecer, mejorar, hacer feliz. Y más llena, engrandece, mejora y hace feliz, quien es mejor.
  2. Acertar es poner la cabeza. Y amar, dejándose amar.

Fuente: Fernando Alberca de Castro: Todo lo que sucede importa.

Ver también: La aventura del amor


Per a «construir» junts...
Són temps per a «construir» junts...
Tu també tens la teva tasca...
Les teves mans també són necessàries...

Si comparteixes els valors que aquí defenem...
Difon aquest lloc !!!
Contribuiràs a divulgar-los...
Para «construir» juntos...
Son tiempos para «construir» juntos...
Tú también tienes tu tarea...
Tus manos también son necesarias...

Si compartes los valores que aquí defendemos...
Difunde este sitio !!!
Contribuirás a divulgarlos...