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Un estadio en el proceso de emancipación histórico

El proceso emancipatorio del medioevo a la Ilustración.

Emancipación: autonomía, soberanía, liberación, independencia, libertad. Proceso histórico personal o colectivo que tiende a la independencia. Liberación de una nación, pueblo o comunidad.

La historia se nos presenta en sus líneas generales como el proceso evolutivo de las sociedades humanas, en cuyo fondo se descubre, en muchos casos, relaciones de dominio, el síndrome del poder. Y es que la apetencia de poder se nos muestra como una constante histórica que se manifiesta tanto en la esfera individual -dominio de unos hombres sobre otros- como en el plano colectivo -dominio de unas sociedades sobre otras. Pero la historia también nos muestra la incansable lucha de individuos o colectivos por la emancipación, autonomía, soberanía, liberación, independencia, libertad.

Emancipación: liberación respecto de un poder, una autoridad, una tutela o cualquier otro tipo de subordinación o dependencia. La emancipación se refiere a toda aquella acción que permite a una persona o a un grupo de personas acceder a un estado de autonomía por cese de la sujeción a alguna autoridad o potestad, como por ejemplo la emancipación femenina, o la emancipación de las colonias al momento de acceder a su independencia. En el Derecho romano, la emancipación era el acto de liberación de un esclavo por voluntad de su dueño.

Existen pedagogías emancipadoras. Se conoce como pedagogías emancipadoras aquellas prácticas pedagógicas que pasan por: formar para la autonomía personal (entendida como capacidad de pensar con la cabeza propia); desplegar todos los aspectos de la personalidad (saber pensar, saber decir, saber sentir, saber hacer, saber convivir); educar para saber autogobernarnos a nosotros mismos. En un sentido amplio la emancipación supone la liberación de las cadenas que puedan suponer las dependencia internas o externas y el proceso de obtención de la mayoría de edad del propio pensamiento y de la propia acción. Es el proceso que nos lleva de la heteronomía a la autonomía personal y moral. La autonomía moral es la capacidad de un ser humano de poder tomar sus decisiones de manera voluntaria, auto-consciente, autentica, independiente y libre de influencias o intervenciones interpersonales o intrapersonales. La autonomía personal la podemos definir como la capacidad de controlar, afrontar y tomar, por propia iniciativa, decisiones personales acerca de cómo vivir de acuerdo con las normas y preferencias propias. Es la competencia para pensar y actuar por uno mismo sin necesidad de depender de la guía o tutela de otros. La heteronomía es un concepto que se aplica a un ser que vive según reglas ajenas que le son impuestas, y que se soportan contra la propia voluntad.

El tema vino a tomar fuerza especialmente en la época de la Ilustración (siglo XVIII), con aportes significativos del conocido filósofo prusiano Immanuel Kant. Sólo la razón de cada ser humano es suficiente para diferenciar lo bueno de lo malo y luego actuar responsablemente en función de esa voluntad moral. De acuerdo a la filosofía de Kant, la voluntad puede ser determinada por dos principios: la razón o la inclinación. Entonces, cuando se trata de la razón dirigiendo el modo de actuar de la voluntad, se dirá que la misma es autónoma, por el contrario, cuando es la inclinación, los apetitos sensibles del hombre, lo que fundamentalmente determina el comportamiento de la voluntad, estaremos en condiciones de hablar de una voluntad heterónoma. Kant sostiene que la razón moral no se debe definir o establecer a través de la política (dominio por excelencia de la heteronomía) sino a través de la libertad.

Se trata de un proceso de emancipación. El camino hacia la libratad. Un proceso de liberación de todo tipo de tutelas y tutelajes. El proceso emancipatorio nos lleva de la heteronomía (sumisión inevitable del individuo a la socio-política o a la socio-religión, lo que implica pérdida de la libertad moral y dependencia) a la autonomía (capacidad de conducirse uno mismo según las propias leyes o normas). Veamos, a continuación, a través de unas pinceladas cómo se produce dicho proceso emancipatorio a lo largo del período comprendido entre la Edad Media y la Ilustración en el s. VXIII y algunos de los rasgos característicos de la denominada “modernidad”.

Históricamente asistimos a un proceso de lucha social, a una pugna por el poder, entre la Iglesia y la sociedad civil. Durante gran parte de dicho período el poder religioso (representado por el poder de la Iglesia y su influencia y omnipresencia en la vida, la convivencia civil y las estructuras sociales) tenía sometido al poder terrenal. El proceso emancipatorio de la sociedad civil, en sus esfuerzos por liberarse de las ataduras del poder religioso, se produce al final del período cuando, espoleada por los nuevos aires de la Ilustración, se produce la gran colisión entre la razón y la fe (la religión), conflicto que junto al éxito de las revoluciones burguesas provoca el derrumbe de las estructuras del Antiguo Régimen y se produce el desalojo de la religión del área del poder terrenal. La institución eclesiástica va perdiendo el poder que había tenido durante siglos, terminando así con la secular preponderancia de las estructuras propias de la cristiandad.

EDAD MEDIA

La Edad Media, Medievo o Medioevo es el período histórico de la civilización occidental comprendido entre el siglo v y el xv. En lo que respecta a lo socioeconómico está regida por el sistema feudal, con una economía agraria basada en la posesión y explotación de la tierra. En lo social existen clases muy definidas: nobleza, clero, burguesía y campesinado que, si bien era el estamento mayoritario, su situación era miserable. Dependían absolutamente del señor. Los había libres y los había reducidos a la esclavitud (siervos de la gleba). Nobles y campesinos se regían por el sistema de vasallaje, orden que se consideraba impuesto por Dios. El señor adquiría el compromiso de brindar protección al vasallo mientras éste se comprometía a servirle y serle fiel tanto en tiempos de paz como en tiempos de guerra. En el aspecto cultural, los monasterios eran los depositarios del saber y de la cultura de la época. La cultura, durante gran parte de este periodo, estuvo en manos de los representantes de la iglesia. Actividades como leer y escribir se encontraban fuera del alcance de la mayoría. La Filosofía tiene gran importancia en la Edad Media. El gran sistema filosófico de este período es la Escolástica, donde se explica o se busca explicar todo lo existente, pero siempre partiendo de una concepción teocéntrica del mundo. El individuo del medioevo es un ser con una mentalidad dependiente y heterómana. Se considera que la Filosofía es el modo de someter las pasiones a la razón, que es el don otorgado por Dios a los hombres para que les sirva de guía. A comienzos del siglo XIV se perciben ya cambios en la mentalidad de las gentes: el ser humano recobra la fe en sí mismo, toma conciencia de su propia individualidad y la concepción teocéntrica de la vida comienza a ser una concepción antropocéntrica.

COSMOVISIÓN MEDIEVAL

La mentalidad de la época estaba dominada por la mentalidad religiosa: la iglesia se convirtió en la máxima autoridad. Su poder se extendió a todos los aspectos de la vida. Los hombres debían ajustarse a sus leyes y poner en práctica las virtudes cristianas. El sistema de pensamiento predominante era teocentrismo: Dios es el centro de todo, él es el creador y animador del Universo. Dios es el poder sobrenatural que rige los destinos del universo y da respuesta a sus enigmas. La Tierra era el centro del Universo y era la voluntad divina quien todo lo regía. Su concepción de la vida también era teocéntrica: el hombre debía sumisión a Dios. El orden social y el moral se entremezclaban. El gran juez es Dios, él imparte justicia y en base a las acciones de cada hombre decide su destino en el Más Allá: Infierno o Paraíso. Se ve el mundo como un lugar de tránsito, y la muerte, como puerta de acceso a la eternidad, como la liberación de sus penas. Por eso, la muerte se acoge con una actitud serena. La vida es concebida como un camino, la existencia humana es vista como un tránsito y una preparación para el trasmundo. En ese camino el hombre gana o pierde la posibilidad de salvar su alma y –por ende– lograr la vida eterna. A partir del pecado original el hombre no tiene asegurada la salvación, dado que desobedeció a Dios; pero en ese acto de desobediencia adquirió la posibilidad de discernir entre el bien y el mal. Posee libre albedrío y deberá ser él mismo quien decida qué senda tomar y hacerse cargo de la responsabilidad de sus actos. El temor a no salvarse produce en el hombre medieval un gran conflicto. La doctrina cristiana proclamaba que la vía para salvarse era someter los instintos, llevar una vida recatada, apartada de los placeres (especialmente los carnales) y sólo encontrar alegría en la contemplación de Dios. Al no cumplir con ello surgía para el individuo la angustia, se sentía atormentado por la idea de la condenación. El Demonio era una figura muy común en el medioevo: constituía la negación de Dios, el que tentaba y seducía a los hombres a seguir por el camino de los placeres y los instintos, llevándolos irremediablemente al Mal y a las llamas eternas del Infierno. Eran muy comunes en la Edad Media las leyendas y obras didáctico-religiosas que hablaban de la existencia de un Paraíso y un Infierno, con la finalidad, fundamentalmente, de infundir temor respecto al pecado.

En la mentalidad de aquella época lo sobrenatural estaba presente en la vida cotidiana de todos como un constante recordatorio de la brevedad de la vida y la inminencia de la muerte, cuyo radical igualitarismo se aplicaba, en contrapunto con la desigualdad de las condiciones, como un cohesionador social, al igual que la promesa de la vida eterna. La imaginación se excitaba con las imágenes más morbosas de lo que ocurriría en el juicio final, los tormentos del infierno y de los méritos que los santos habían obtenido con su vida ascética y sus martirios (que bien administrados por la Iglesia podían ahorrar las penas temporales del purgatorio). Esto no solo operaba en los amedrentados iletrados que únicamente disponían del evangelio en piedra de las iglesias, sino que la mayor parte de los lectores cultos también daban todo crédito a tales escenas truculentas. El espíritu medieval debía asumir la contradicción de impulsar manifestaciones públicas de piedad y devoción y al tiempo permitir generosas concesiones al pecado. Los carnavales y otras parodias grotescas permitían todo tipo de licencias, incluso la blasfemia y la burla a lo sagrado, haciendo triunfar todo lo que el resto del año estaba prohibido, era considerado feo, desagradable o daba miedo, como reacción saludable al terror cotidiano al más allá y garantía de que, pasados los excesos de la fiesta, se volvería dócilmente al trabajo y la obediencia.

Hay quien ha considerado el medioevo como un tiempo intermedio, sin apenas valor por sí mismo, entre la Edad Antigua identificada con el arte y la cultura de la civilización grecorromana de la Antigüedad clásica y la renovación cultural de la Edad Moderna. La popularización de este esquema ha perpetuado un cierto prejuicio erróneo: el de considerar a la Edad Media como una época oscura, sumida en el retroceso intelectual y cultural, y un aletargamiento social y económico secular (que a su vez se asocia con el feudalismo en sus rasgos más oscurantistas, tal como se definió por los revolucionarios que combatieron el Antiguo Régimen). Según esos prejuicios el medioevo sería un periodo dominado por el aislamiento, la ignorancia, la teocracia, la superstición y el miedo milenarista alimentado por la inseguridad endémica, la violencia y la brutalidad de guerras e invasiones constantes y epidemias apocalípticas.

Sin embargo, en este largo período de mil años hubo todo tipo de hechos y procesos muy diferentes entre sí, diferenciados temporal y geográficamente, respondiendo tanto a influencias mutuas con otras civilizaciones y espacios como a dinámicas internas. Muchos de ellos tuvieron una gran proyección hacia el futuro, entre otros los que sentaron las bases del desarrollo de la posterior expansión europea, y el desarrollo de los agentes sociales que desarrollaron una sociedad estamental de base predominantemente rural pero que presenció el nacimiento de una incipiente vida urbana y una burguesía que con el tiempo desarrollarán el capitalismo. Lejos de ser una época inmovilista, la Edad Media, que había comenzado con migraciones de pueblos enteros, y continuado con grandes procesos repobladores vio cómo en sus últimos siglos los antiguos caminos (muchos de ellos vías romanas decaídas) se reparaban y modernizaban con airosos puentes, y se llenaban de toda clase de viajeros (guerreros, peregrinos, mercaderes, estudiantes, goliardos, etc.) encarnando la metáfora espiritual de la vida como un viaje (homo viator). El descrédito de la Edad Media fue una constante durante la Edad Moderna, en la que Humanismo, Renacimiento, Racionalismo, Clasicismo e Ilustración se afirman como reacciones contra ella, o más bien contra lo que entienden que significaba, o contra los rasgos de su propio presente que intentan descalificar como pervivencias medievales. De hecho, muchos de los conceptos asociados a lo que se ha venido en llamar "modernidad" aparecen ya en la Edad Media.

LA EDAD MODERNA

Humanismo renacentista

La Edad Moderna estaría situada entre la Edad Media y la Contemporánea. La Edad Moderna comienza con el Renacimiento y el Humanismo. Ya en pleno medievo, sobre todo a partir del siglo XI, el hombre exige una autonomía de la razón cada vez mayor, es decir, de su iniciativa inteligente, con respecto a las instituciones típicas del mundo medieval (la iglesia, el imperio, el feudalismo) que propendían a manifestar como derivados de lo alto 'todos los bienes de que ellas podían disponer. En el s. XII las corrientes humanistas tienen un primer renacimiento; establecen las bases de una brillante y certera concepción humanística del mundo. Al llegar a la época Moderna esta autonomía se reconoce de modo más radical. ¿Cuál es exactamente su posición frente a la Edad Media?; y también: ¿cuál fue su actitud respecto a la fe cristiana? Los hombres de la época humanista y renacentista contrapusieron de manera programática su propia cultura a la del Medievo.

El Humanismo y del Renacimiento suelen relacionarse con la aparición y el desarrollo de las grandes urbes. Las nuevas relaciones que se establecen en esas ciudades y el acceso al poder de nuevos estamentos sociales, crean nuevos problemas, favorecen la consolidación de una mentalidad diversa de la de la época precedente, y hacen sentir la necesidad de una educación que coloque al ciudadano en condiciones de participar activamente en la vida de su propia ciudad. La visión fuertemente jerarquizada de la vida social, que había sido propia del feudalismo medieval, tiende a desaparecer; la educación, hasta ahora llevada fundamentalmente por clérigos y con una orientación marcadamente monástica, tiende a ser asumida por el poder ciudadano y a recibir una orientación cívica. Frente al "hombre de la Edad Media" orientado hacia Dios y olvidado de la realidad del mundo, el humanismo dibuja la imagen del "hombre del Renacimiento", consciente de su fuerza mundana, ajeno a todo presupuesto ético o religioso, creador del "Estado como obra de arte" y volcado hacia la conquista del poder y de la gloria terrenos. El humanismo renacentista forja las bases del hombre moderno, insiste en la dignidad y en los valores del hombre educado liberalmente. La superstición, las formas de religiosidad tradicionales y basadas en la revelación fueron combatidas desde posiciones deístas o ateas. La relativización de los principios condujo al rechazo de la trascendencia y al materialismo. La interpretación individualista de la naturaleza humana es uno de sus principios básicos, otorgando al hombre un derecho primario a una libertad ilimitada. Esta reclamación de una mayor libertad parte desde el Renacimiento y se va ampliando durante toda la Edad moderna. Se piensa que todo conocimiento brota desde la razón, rompe con toda autoridad sobrehumana en el orden moral y se produce un largo proceso en que el hombre va emancipándose a sí mismo de las funciones de la trascendencia. Lo transcendental, como concepto vital, que hasta entonces había sido dominante, ahora estaba en conflicto con una visión mundana, humana, y naturalista, que se centraba en la naturaleza y el hombre. La razón humana "explica todo" y la voluntad humana establece los principios del orden moral individual y social. Hay una creencia algo ingenua en la bondad y pureza absoluta del hombre, en el progreso ilimitado, y en la autonomía del hombre y de su acción.

En el Renacimiento se produjo una fuerte acentuación de la preocupación del hombre por su misión mundana y terrena, una búsqueda del progreso civil y de la prosperidad terrena. Se presta una atención especial a los problemas morales y específicamente humanos.

"Yo me pregunto -escribe Petrarca- de qué sirve conocer la naturaleza de las fieras y de los pájaros, de los peces y de las serpientes, e ignorar o no preocuparse de conocer la naturaleza del hombre, por qué hemos nacido, de dónde venimos, a dónde vamos".

De ahí la importancia que los programas de reforma educativa de los humanistas atribuyen a la ética, a la poesía, a la elocuencia, a las artes, en suma, a lo que, enseñando a bien pensar y a bien actuar, contribuye a la perfección del vivir humano.

Por humanismo se entiende aquella corriente de pensamiento que intenta aclarar la significación del hombre dentro del mundo, sus valores, y formular un ideal en función de estos valores.

El humanismo "tiende esencialmente a hacer al hombre más verdaderamente humano y a manifestar su grandeza original haciéndole participar en todo cuanto puede enriquecerle en la naturaleza y en la historia...; requiere, a un tiempo que el hombre desarrolle las virtualidades en él contenidas, sus fuerzas creadoras y la vida de la razón, y trabaje para convertir las fuerzas del mundo físico en instrumentos de su libertad".

Habría que añadir también, como rasgo distintivo de la época, la insistencia en la dignidad del hombre considerado como centro y eje del acontecer histórico. Esto llevará a veces a retomar el tema del hombre como microcosmos; a exaltar la belleza humana como objeto del arte; a poner de relieve la capacidad del hombre de dominar la naturaleza. Y otros muchos temas como el sentido de la individualidad, el acrecentamiento de la curiosidad intelectual, la apertura de nuevos horizontes culturales y geográficos, el crecimiento de las ciencias naturales y la formulación de las reglas metodológicas que las constituyen, etc.

LA ILUSTRACIÓN

(Del lat. illustratio, acción de sacar a luz.) La Ilustración es un movimiento de ideas del S. XVIII que se sitúa entre el Barroco y el Romanticismo, que influye poderosamente en su época (también llamado «siglo de las luces») y que tuvo importantes consecuencias sociales y políticas. Un período histórico que, como resultante de un determinado estado de espíritu, afecta a todos los aspectos de la actividad humana y de la reflexión filosófica. Geográficamente afecta fundamentalmente a Francia, Inglaterra y Alemania: en Francia es representada por los enciclopedistas; en Inglaterra, por los sucesores del sensualismo de Locke, los antiinnatistas y los deístas; en Alemania, por la llamada "filosofía popular". Se trata de un movimiento intelectual que, influido por el racionalismo del siglo XVII, se caracteriza, ante todo, por un optimismo en el poder de la razón y en la posibilidad de superar la estructura del Antiguo régimen y reorganizar a fondo la sociedad a base de principios racionales. Algunos de los rasgos que caracterizan este movimiento intelectual europeo son: racionalismo, veneración por la ciencia, fe en el progreso social, voluntarismo regeneracionista en lo político, menosprecio del componente afectivo del ser humano, etc.

La fuerza de la razón

Característico de la Ilustración es su fe en la racionalidad humana. La Ilustración considera la razón como la nueva fuerza necesaria para transformar lo real. Se considera la razón como el ordenador absoluto de la vida humana y de todas sus manifestaciones sociales y políticas. Un optimismo basado en la creencia de que la sociedad puede emanciparse de viejas tutelas y en las posibilidades que la humanidad puede tener en sí misma a través de sus propios aciertos y torpezas. Actitud que deriva en el convencimiento de que la sociedad puede reformarse y reorganizarse a fondo en base a principios racionales. Este Movimiento intelectual, centrado en el período comprendido entre la segunda revolución inglesa del 1688 y la revolución francesa de 1789, está caracterizado por el racionalismo utilitarista propio de la clase burguesa en su lucha por la consecución de la hegemonía, como ideología dominante, en el seno del incipiente modo de producción capitalista y por la toma del poder político. Contribuyendo así a acelerar los cambios necesarios en la estructura social del Antiguo régimen: aunque el predominio de unas clases sociales dirigentes privilegiadas, la ocupación por la nobleza de los principales puestos y el peso del poder eclesiástico continúa, y sigue dándose una sumisión de campesinos y trabajadores, el ascenso de una burguesía no privilegiada en los diferentes países europeos es ya imparable. En la transformación del pensamiento se pretende también crear una nueva mentalidad, la mentalidad “ilustrada”: se trata de construir y difundir una especie de cultura popular, en la que lo central es su fe en las posibilidades que ofrece el seguimiento de la razón humana, sustentadas en la convicción de que la razón puede y debe construir una nueva mentalidad y un mundo nuevo; se está contra la monarquía absoluta y se intenta la crítica de la Religión o de la Teología entendida como un saber absoluto; hay -se dice- que dejar a la razón que desarrolle lo que está potencialmente contenido en la Naturaleza; ese desarrollo es el «progreso».

La Ilustración es al mismo tiempo un estilo, una actitud y una especie de temperamento crítico, escéptico, empírico y práctico. La razón ilustrada era un "camino" que podían recorrer en principio todos los hombres y que era, por supuesto, deseable que todos recorriesen. La fe ilustrada en la razón humana tiene muchas facetas distintas. 1) Los seres humanos son libres en la medida en que sus acciones se llevan a cabo por una determinada razón. Las acciones que son causadas por una autoridad tradicional, ya sea religiosa o política, no son, por esa misma razón, acciones libres. La liberación exige la debilitación, si no la superación, de esa autoridad. 2) La racionalidad humana es universal exige tan sólo la educación para su desarrollo. En virtud de esta racionalidad común, todos los seres humanos tienen ciertos derechos, entre ellos el derecho a elegir y dar forma a su destino como personas. 3) Un aspecto final de la creencia en la razón humana es que las verdaderas formas de todas las cosas pueden ser descubiertas, ya se trate del universo (las leyes de Newton), de la mente (la psicología asociacionista), la forma de gobierno justo, los principios de la felicidad o de la arquitectura. Todo ello contribuye a adoptar un punto de vista crítico respectos a los diversos aspectos de la vida.

Este optimismo en el poder de la razón está presente en actitudes concretas ante el hombre, la historia y la ciencia. La tendencia antropológica se deriva del interés superior despertado por el hombre y sus problemas frente a las grandes cuestiones de orden cosmológico. La tendencia utilitaria de la Ilustración resalta la filosofía como medio para llegar al dominio efectivo de la Naturaleza y como propedéutica indispensable para la reorganización de la sociedad. Fundada en esta idea capital, la filosofía de la Ilustración persigue la posibilidad de realizar semejante desiderátum en la esfera social y política, por el "despotismo ilustrado"; en la esfera científica, por el conocimiento de la Naturaleza como medio para llegar a su dominio. La época de la Ilustración ve en el conocimiento de la Naturaleza y en su dominio efectivo la tarea fundamental del hombre. En la esfera moral y religiosa, por la "aclaración" o "ilustración" de los orígenes de los dogmas y de las leyes, único medio de llegar a una "religión natural" igual en todos los hombres, a un deísmo que no niega a Dios, pero que lo relega a la función de creador o primer motor de la existencia.

La mentalidad ilustrada aspira a conseguir, a través de la educación, liberar al hombre de todo obstáculo que le impide ser individuo autónomo, constructor de su propio destino y del destino de la humanidad. Propiciar un conocimiento racional y científico de la realidad es objetivo fundamental en la ilustración. Criticismo en la interpretación de la historia. Ansia de conocimiento para dominar a través de éste a la naturaleza, así como para interpretar la religión. La Ilustración supuso también una crítica feroz al cristianismo, considerado culpable de la decadencia de Roma y de la supuesta oscuridad de los siglos que siguieron. El Renacimiento, en la interpretación ilustrada, viene a ser así la liberación de la razón humana de las trabas de la fe y de las dependencias terrenas así como de las exaltaciones místicas. La religión deriva hacia una religión natural contra el predominio anterior de la religión revelada. En esa visión ilustrada la época renacentista es contemplada como aquella edad en la que "los hombres se reconocieron libres, proclamaron su propia libertad, y tuvieron la fuerza de operar por sus propios intereses y sus propios fines", en la que "el espíritu adquirió confianza en sí mismo y en su propia existencia... reconciliándose con el mundo real, y no ya con el mundo aniquilado".

Lo que este movimiento consigue es suministrar la fuente de las revoluciones que sacudieron Europa y América al final del siglo XVIII, sentando las bases de una cosmovisión científica del mundo y de la sociedad liberal democrática. La Ilustración, entendida en un sentido muy general, como concepción del mundo más bien que como filosofía o doctrina social o política, puede ser concebida como una constante histórica, como una fuerza espiritual que se manifiesta, asimismo, con más o menos diferencias, en otros períodos de la historia. Como concepción del mundo encontramos que pueden calificarse de «ilustradas» todas las épocas en las que la actitud cultural dominante es racionalista, en el sentido que la razón intenta ponerse a sí misma, abandonada a su propio juicio, como única constructora del hombre y de su mundo.

UNA NUEVA ATMÓSFERA MENTAL REINANTE: LA MODERNIDAD

La Modernidad es una categoría que hace referencia a los procesos sociales e históricos que tienen sus orígenes en Europa Occidental a partir de la emergencia ocasionada desde el Renacimiento. Término con el que se designa el conjunto de ideas y actitudes opuestas a las de la antigüedad, la edad media o el período clásico. Por Modernidad entendemos, por tanto, una serie de rasgos, de características, que definen a dicho periodo, y que suponen una cierta ruptura con la etapa anterior y la aparición de un nuevo clima intelectual. La Modernidad es un periodo que principalmente antepone la razón por encima de la autoridad que emana de la religión. El movimiento propone que cada ciudadano tenga sus metas según su propia voluntad. Esta se alcanza de una manera lógica y racional, es decir, sistemáticamente dándole sentido a la vida. Se trata de imponer la lógica y la razón, negándose a la práctica los valores tradicionales o impuestos por la autoridad.

En la Modernidad se abandona la creencia de que todo puede ser explicado mediante la religión, y se procede a elaborar explicaciones científicas de los fenómenos, es decir, se renuncia al mito y se da paso a la razón. La Modernidad es entendida como un proceso de cambios que buscan homogeneizar a la sociedad. Se crean instituciones estatales que buscan que el control social esté limitado por una constitución y a la vez se garantizan y protegen las libertades y derechos de todos como ciudadanos. Surgen nuevas clases sociales que permiten la prosperidad de cierto grupo social y de la marginalidad de otro (superación de la estructura estamental y la división en clases sociales, con la burguesía como nueva clase hegemónica). Se industrializa la producción para aumentar la productividad y su economía. La modernidad es también el conjunto de condiciones históricas materiales que posibilitan la emancipación de las tradiciones, las doctrinas o las ideologías heredadas, y no problematizadas por la cultura tradicional. La Modernidad supone una etapa de actualización y cambio permanente. En términos sociales e históricos, no se llega a la Modernidad con el final de la Edad Media en el siglo XV, sino que esta se llega a alcanzar tras la transformación de la sociedad preindustrial, rural, tradicional, en la sociedad industrial y urbana moderna que se produce con la Revolución industrial y el triunfo del capitalismo. La Modernidad es un período que comienza aproximadamente en el siglo XVII cuando la filosofía trata de explicar el hombre desde sí mismo, intentando que las respuestas sean fruto de la Razón (universal y necesaria) y no de la fe. Se suele considerar que la modernidad se inicia cuando Descartes al "Discurso del Método" proclama "Yo pienso, luego soy yo soy", poniendo el pensamiento por encima de la creencia como fundamento de la identidad humana. En el Siglo de las Luces, la Enciclopedia desarrollará este programa. Muy en resumen la modernidad aporta también dos ideas básicas en nuestro concepto de hombre:

1.- La idea de progreso vinculada a la técnica, la Modernidad cree que los humanos progresamos y tenemos derecho a un progreso infinito no sólo desde el punto de vista material sino también en dignidad moral ( el progreso moral se expresa en los derechos humanos). La herramienta de progreso es la ciencia y la técnica basadas en un método cuantitativo que ofrece resultados exactos, concretos y medibles. Esta idea de progreso infinito y sin límites comenzó a entrar en crisis tras la 2ª Guerra Mundial como consecuencia de la bomba atómica y del crecimiento del pensamiento ecologista que reivindica la "sostenibilidad".

2.- La autonomía moral: para la modernidad el progreso significa que debe ser cada humano en particular quien sea libre y responsable de sí mismo, sin poder subordinar su libertad a ninguna religión, tradición, etc. La autonomía moral es el fundamento de los derechos humanos universales.

El siglo XVIII, el siglo de la Ilustración, conserva intacta la confianza en la razón y se caracteriza por la decisión de servirse de ella libremente. La Modernidad va asociada al concepto kantiano de Ilustración (la «mayoría de edad» del individuo, que ejerce su razón de forma autónoma al grito de Sapere aude = atrévete a pensar por ti mismo). La modernidad representa la liberación de la capacidad reflexiva (la capacidad de pensar por uno mismo sin la necesidad de seguir los dictados de posibles guías o tutores, de tutelas ajenas) con el fin de cambiar las reglas del juego de la vida social. “La Ilustración, escribió Kant, es la salida de los hombres de una minoría de edad debida a ellos mismos. Minoría de edad es la incapacidad de servirse del propio entendimiento sin guía ajena. Esta minoría de edades debida a ellos mismos si la causa de ella no es un defecto del entendimiento, sino la falta de decisión y de valor para servirse de él sin guía. Sapere aude! iTen el valor de servirte de tu propio entendimiento!, es el grito del iluminismo.” El ejercicio autónomo y despreocupado de la razón es ciertamente la bandera del iluminismo.

La crisis de la modernidad comenzó hacia el final de la Primera Guerra Mundial cambiando la mentalidad y las conciencias así como otros profundos cambios sociales que derivaron en cambios políticos. La superación de la sociedad industrial por la sociedad postindustrial se ha dado en llamar "posmodernidad".

Fuente: producción propia a partir de recursos y materiales diversos

Ver tambien:

EL LARGO CAMINO HACIA LA MODERNIDAD

La razón moderna

En pos de la mayoría de edad y la plena emancipación de uno mismo

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