titulo de la web

La importancia fundamental de la vida del espíritu

Desde el nuevo paradigma «post-materialista» se viene a afirmar que somos «seres espirituales» encarnados en un cuerpo físico.

En nuestra cultura nos hemos olvidado prácticamente de cultivar la vida del espíritu. Sin embargo, sólo la vida del espíritu confiere plenitud al ser humano.

La gratuidad de un instante gozoso, la contemplación serena de la naturaleza y del cosmos, el éxtasis religioso, la experiencia regalada de sentido pleno de la vida, la conmoción ante la belleza, el orgasmo erótico-sexual, la armonía repentina de un momento que reclama eternidad y reconcilia con la muerte, el deseo vivo y ardiente de justicia, el temblor ante lo sublime e incontrolable… estas experiencias y otras parecen cuestionar la idea tan moderna y racionalista de conciencia y libertad, e indicarían más bien que somos conscientes de nosotros mismo en la misma medida en que nos sentimos sobrepasados, transcendidos, traspasados por un plus de realidad para el que no tenemos ni razón, ni siquiera palabra… Esas experiencias “trans” que te hacen salir de ti, aun siendo consciente de ti, ¿tendrían alguna explicación neuronal, o entramos en un campo transneuronal de conciencia que está más allá de los cerebros individuales? ¿Sería la espiritualidad esto?

La espiritualidad es un fino logro, primero, de la evolución biológica, y luego de la cultural, pues proporciona paz, nos aleja del desasosiego. En los albores de nuestra existencia, la espiritualidad debió verse favorecida por la selección natural de un tipo de caracteres frente a esos otros generadores de comportamientos dubitativos, los que asustan por la sensación que produce la soledad de sabernos seres inteligentes, sí, pero únicos en el Universo. La espiritualidad, por el contrario, permite sentir unicidad, trascender el propio yo aislado para formar parte de un todo armonioso, alcanzar la convicción de que existe un significado para el Cosmos, con nosotros incardinados en él. ¿Quién no ha experimentado con grado diverso ese particular sentimiento? La racionalidad, al igual que la espiritualidad, tiene grados, y cada uno de nosotros bien pudiera ser una mezcla de ambos en dosis diferentes. En efecto, la distribución de espiritualidad es como la de la inteligencia: tiene base genética compleja y una fuerte componente ambiental y cultural. Por lo tanto, no debe sorprendernos la recurrencia, también, de seres poco o nada espirituales así como la de espíritus con capacidad para sostener el agnosticismo o el ateísmo, aun cuando eso comporte desasosiego y amargura en grados variables” [A. Moya, Biología y Espíritu. Cf. A. Moya, Pensar desde la ciencia].

Veamos también algunas de las ideas e importancia que C. Jung (médico psiquiatra, psicólogo, 1875-1961) da a la espiritualidad:

  • Postuló que el individuo no solo tiene una dimensión personal sino también una dimensión trascendental o espiritual.
  • La espiritualidad es un impulso innato en el ser humano. La espiritualidad es un anhelo inherente al ser humano, una búsqueda de significado y trascendencia que nos impulsa a explorar dimensiones más allá de lo material y lo racional.
  • Creía que el individuo puede encontrar un mayor sentido de conexión con algo más grande que uno mismo y experimentar una mayor plenitud en su vida.
  • A través de la espiritualidad nos conectamos con una dimensión más profunda de nuestra existencia explorando preguntas sobre el propósito de la vida, la relación con lo divino y nuestra conexión con el universo.
  • La espiritualidad nos brinda un sentido de pertenencia y conexión con algo más grande que nosotros mismos, proporcionando consuelo inspiración y orientación en nuestra búsqueda de sentido y bienestar.
  • Es a través de la espiritualidad que podemos experimentar un despertar de la conciencia, una transformación interior que nos permite vivir en armonía con nosotros mismos, los demás y el mundo que nos rodea.
  • La importancia de la espiritualidad radica en su capacidad para nutrir nuestra alma y despertar nuestro potencial más elevado, brindándonos una guía y un propósito en nuestro camino hacia la plenitud y la autorrealización
  • El desarrollo espiritual implica la integración de las polaridades opuestas dentro de uno mismo como el bien y el mal, el masculino y el femenino y la luz y la sombra.
Fuente: Templo de Sabiduría (YouTube)
Leonardo BOFF, escritor y eco-teólogo

El conocido y siempre apreciado piloto y escritor Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito, en un texto póstumo escrito en 1943, Carta al General “X” antes de que su avión se precipitase en el Mediterráneo, afirma con gran énfasis: «No hay más que un problema, sólo uno: redescubrir que hay una vida del espíritu que es todavía más elevada que la vida de la inteligencia, la única que puede satisfacer al ser humano» (Macondo Libri 2015, p. 31).

En otro texto, escrito en 1936, cuando era corresponsal de “Paris Soir” durante la guerra civil española, que lleva como título “Es preciso dar un sentido a la vida” retoma el tema de la vida del espíritu. Afirma: «el ser humano no se realiza sino junto con otros seres humanos en el amor y en la amistad; los seres humanos no se unen solo aproximándose unos a otros, sino fundiéndose en la misma divinidad. En un mundo hecho desierto, tenemos sed de encontrar compañeros con los cuales compartir el pan» (Macondo Libri p.20). Al final de la “Carta al General “X” concluye: “Cuánta necesidad tenemos de un Dios” (op.cit. p.36).

Efectivamente, sólo la vida del espíritu confiere plenitud al ser humano. Ella representa un bello sinónimo para espiritualidad, no pocas veces identificada o confundida con religiosidad. La vida del espíritu es un hecho originario de nuestra dimensión profunda, un dato antropológico como la inteligencia y la voluntad, la libido, algo que forma parte de nuestra esencia. Ella está en la base del nacimiento de todas las religiones y caminos espirituales.

Sabemos cuidar de la vida del cuerpo. Hoy existe una verdadera cultura con tantos gimnasios por todas partes. Los psicoanalistas de varias tendencias nos ayudan a cuidar de la vida de la psique, de nuestros ángeles y demonios interiores, para llevar una vida con relativo equilibrio, sin neurosis ni depresiones.

Pero en nuestra cultura nos hemos olvidado prácticamente de cultivar la vida del espíritu. Las religiones, que por su naturaleza deberían cumplir con esta misión, en su mayoría predican sus doctrinas, dogmas y ritos ya endurecidos más que ofrecer una iniciación a la vida del espíritu. Esta es nuestra dimensión radical, donde se albergan las grandes preguntas, se acarician los sueños audaces y se elaboran las utopías más generosas.

La vida del espíritu se nutre de bienes intangibles como el amor, la amistad, la convivencia amistosa con los demás, la compasión, el cuidado y la apertura al infinito. Sin la vida del espíritu divagamos por ahí, sin un sentido que nos guíe y que haga la vida apetecida y agradecida.

Una ética de la Tierra, de reconocimiento de su dignidad, de respeto por su compleja y riquísima diversidad, no se puede sostenerse por mucho tiempo sin ese supplément d’âme que es la vida del espíritu. Fácilmente la ética decae en moralismo o en llamamientos espirituales, sin hablar al corazón de las personas.

La vida del espíritu, es decir, la espiritualidad hace que nos sintamos parte de la Madre Tierra a quien debemos amar y cuidar, pues esa es la misión que el universo y Dios nos han confiado.

Pero no estamos cumpliendo con la misión que nos fue dada en el acto de la creación del ser humano de “guardar y cuidar del Jardín del Edén” (Gn 2,15) y por ello hemos llegado hoy al límite extremo en que, por guerras nucleares y terminales, por el cambio drástico del régimen climático y otros factores que desequilibran el planeta, podemos ir al encuentro de grandes catástrofes ecológico-sociales. No es imposible que lleguemos a autodestruirnos, frustrando el designio del Creador.

Confiamos y esperamos en la racionalidad mínima que nos queda, imbuida de la inteligencia emocional y cordial, que nos forzarán a cambiar el rumbo e inaugurar una biocivilización en la cual la amistad entre todos y los lazos amorosos podrán salvarnos. Al final, la vida del espíritu habrá realizado su misión salvadora.

*Leonardo BOFF ha escrito con Jürgen Moltmann, ¿Hay esperanza para la creación amenazada?, Vozes 2014.

Ver también la sección: INTERIORITAT, ESPIRITUALITATS, SAVIESA


Per a «construir» junts...
Són temps per a «construir» junts...
Tu també tens la teva tasca...
Les teves mans també són necessàries...

Si comparteixes els valors que aquí defenem...
Difon aquest lloc !!!
Contribuiràs a divulgar-los...
Para «construir» juntos...
Son tiempos para «construir» juntos...
Tú también tienes tu tarea...
Tus manos también son necesarias...

Si compartes los valores que aquí defendemos...
Difunde este sitio !!!
Contribuirás a divulgarlos...