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Filosofía perenne : algunas intuiciones sobre la sabiduría universal

La noción de filosofía perenne (en latín, philosophia perennis), llamada también perennialismo o sabiduría perenne, sugiere la existencia de un conjunto universal de verdades y valores comunes a todos los pueblos y culturas. De acuerdo con los fundamentos de la filosofía perenne, los pueblos de diversas culturas y épocas han experimentado y registrado percepciones comparables sobre la naturaleza de la realidad, el ego, el mundo y el significado y propósito de la existencia. Estas similitudes apuntan a unos principios universales subyacentes, los cuales forman la base común de la mayoría de las religiones: el mundo físico o fenomenológico no es la única realidad; existe otra realidad no-física. El ser humano refleja la naturaleza de esta realidad de dos caras: mientras el cuerpo material está sujeto a las leyes físicas del nacimiento y la muerte, el otro aspecto de la existencia humana no está sometido a la decadencia o a la pérdida y es idéntico al intelecto o al espíritu, que es el núcleo del alma humana. Todos los humanos poseen una capacidad, la cual ―sin embargo― no es usada y, por tanto, está atrofiada para la percepción intuitiva de la verdad última o absoluta y la naturaleza de la realidad. Esta percepción es la meta final de los seres humanos y su ejercicio y desarrollo son el propósito de sus existencias. Las grandes religiones intentan establecer (o restablecer) la conexión entre el alma humana y esta última y más alta realidad. La Filosofía Perenne también es un concepto principal dentro de la Teoría Integral de Ken Wilber: estudioso de la conciencia humana, ha establecido distintas graduaciones o niveles por las que un individuo o sociedad transita, fácilmente identificables por sus reacciones, actitudes y comportamientos.

La filosofía perenne es la visión del mundo compartida por los principales maestros espirituales, filósofos, pensadores y hasta científicos del mundo entero. Se la denomina «perenne» o «universal» porque se halla implícita en todas las culturas y en todas las épocas y lo mismo la encontramos en la India, México, China, Japón y Mesopotamia, que en Egipto, Tibet, Alemania o Grecia.

Dondequiera que la hallemos, siempre presenta los mismos rasgos distintivos fundamentales, ya que es un acuerdo universal en lo esencial, un consenso filosófico único de amplitud universal, sostenido por muchos hombres y mujeres que, tanto hoy como hace seis mil años, comparten las mismas experiencias y han enseñado esencialmente la misma doctrina, desde Nuevo México en el Lejano Oeste hasta Japón en el Lejano Oriente».

Estas verdades de la naturaleza universal constituyen el legado de la experiencia universal del conjunto de la humanidad que, en todo tiempo y lugar, coinciden en las mismas verdades profundas con respecto a la condición humana y al modo de acceder a lo Divino…

Algunas intuiciones sobre la sabiduría universal

A lo largo de nuestra larga Historia, filósofos de todos los rincones del planeta han intuido que había una unidad subyacente en las enseñanzas de muchos de los grandes sabios. Desde Occidente, Plutarco (46-120 d. de C.) y Diógenes Laercio (300 d. de C. aprox.) pensaban que Pitágoras (582-507 a. de C.) y luego Platón (427-347 a. de C.) eran los herederos de una larga tradición de sabiduría.

Esta remota tradición de sabiduría transmitía unos principios esenciales comunes que habían empezado con Zaratustra (660-580 a. de C. aprox.). En Oriente, sabios místicos sufíes como Ibn Arabi (1165-1240) y Rumi (1207-1273) también nos hablaron de un fondo común y universal de sabiduría. Para estos místicos, llegar a este fondo era algo posible a todo ser humano, sin distinciones de religiones, razas o naciones.

En la Italia del Renacimiento, Nicolás de Cusa (1401-1464) en 1453 publicó De pace fidei. La obra daba por sentado que existen unas bases de acuerdo entre todas las religiones y que estas bases serían las que podrían llevar la paz al mundo. En el mismo contexto humanista, Marsilio Ficino (1433-1499) argumentó que, a pesar de una supuesta supremacía del cristianismo ante las otras religiones, había una serie de importantes filósofos que coincidían en sus principios fundamentales y que eran los portadores de la sabiduría universal.

Estos filósofos eran Zaratustra, Hermes Trismegisto, Orfeo, Pitágoras y Platón. Ficino afirmó que: «todos aquellos que desean probar las aguas más dulces de la sabiduría deberán beber de la fuente perenne». También Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494), otro de los principales impulsores de la filosofía humanista del Renacimiento, intuyó una unidad doctrinal en sus «900 Tesis» donde combinaba varias filosofías (platonismo, neoplatonismo, aristotelismo, hermética, cristianismo y cábala). En una de sus ideas más revolucionarias para la época, Pico señalaba que todas las tradiciones podían contribuir de alguna manera a descubrir la “verdad” universal.

Una sabiduría universal y una “filosofía perenne.”

Agostino Steuco (1497-1548), monje y obispo de Creta, fue el primero en acuñar un término para “etiquetar” la idea de que existía una sabiduría universal. En una obra que tituló De perenni philosophia (La filosofía perenne) comentaba que: «hay un principio para todas las cosas: siempre ha habido el mismo conocimiento entre los distintos pueblos». En esta obra, Steuco expone la teoría de la “Unidad Doctrinal de la Humanidad”. Según esta teoría, hay una verdad común que sobrepasa cualquier período histórico y, a pesar de que en algunos momentos no es tan evidente, siempre puede ser encontrada por aquel que la busca. Steuco también explicó que, desde los pueblos primitivos hebreos, esta sabiduría había pasado a otros pueblos más jóvenes, como los griegos. La puerta de entrada a Grecia había sido el mito de Orfeo. Después de Orfeo había pasado por Hermes Trismegisto, Pitágoras, Sócrates y Platón.

El célebre filósofo alemán Gottfried Leibniz (1646-1716) retomó el término “filosofía perenne.” y lo popularizó. Leibniz, al igual que Steuco, también creía en una unidad en
el fondo de las filosofías de todos los pueblos.
Durante el siglo XX y de la mano de Aldous Huxley (1894-1963), la “filosofía perenne” empezó a llegar al gran público. El filósofo y escritor inglés publicó La Filosofía Perenne y contribuyó decisivamente a la democratización del término. Según Huxley, se podían encontrar destellos de filosofía perenne en las tradiciones populares de los pueblos primitivos y en la esencia de las grandes religiones.

La Filosofía Perenne en el pensamiento contemporáneo

Una corriente de místicos hindúes como Ramakrishna (1836-1886), Sarvepalli Radhakrishna (1888-1975) o Swani Vivekananda (1863-1902) también se erigieron a modo de defensores de la filosofía perenne. Otros estudiosos, más racionales durante el pasado siglo han sido René Guenon (1886-1951), Frithjof Schuon (1907-1998) y Titus Burckhardt (1908-1984). Estos autores publicaron ampliamente sobre la unidad doctrinal de las religiones. Psicólogos transpersonales como Ken Wilber o Stanislav Grof también han defendido la misma unidad.

Otros eruditos y sabios contemporáneos como Raimon Panikkar, Marià Corbí y Javier Melloni llevan muchos años investigando profundamente las diferentes tradiciones religiosas del planeta. El enfoque de Panikkar, desde la mística individual, apunta a que el individuo alcance una “nueva inocencia.Corbí, desde un punto de vista más sistémico y societario, apela a la “calidad humana.” Melloni, experto en religiones comparadas, apuesta por apreciar la unicidad de las religiones dentro de sus multiplicidades y divergencias. Aunque con matices y nombres diferentes, los tres comulgan con la idea “perenne”, de que a pesar de que las formas difieran, existe un fondo de sabiduría común en la Humanidad.

El fondo de sabiduría universal, que desde tiempos remotos pasó de generación en generación a través de Noé, Zaratustra, los pueblos hebreos, Hermes, Moisés, Orfeo, Siddharta Gautama, Jesús de Nazaret, Mahoma, Lao Tse y un largo etcétera, contiene las claves para dar un sentido real a nuestra existencia. Como Leibniz decía: «Si se pusieran de relieve las huellas de la verdad en los filósofos anteriores a nosotros, se extraería el oro del barro, el diamante de su mina, y la luz de las tinieblas, y esto sería algo así como una “filosofía perenne.”». Y esta filosofía perenne, que no ha caducado con el paso del tiempo y que nos ha sido legada por nuestros antepasados, es la esencia de la sabiduría universal.

Fuente: V. GAY ZARAGOZA: En Filosofía rebelde, un viaje a la fuente de la sabiduría


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Sección: INTERIORITAT, ESPIRITUALITATS, SAVIESA


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