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Religión, religiones, interioridad y espiritualidad

Se acercan las entrañables fiestas de Navidad. Buena ocasión para plantearnos algunas cuestiones en torno a la «religiosidad» que practicamos. Y para ello empecemos diferenciando conceptos como «Religión», «religiones», «interioridad», «espiritualidad» ... Iniciemos la reflexión de la mano de J.A. PAGOLA, animador incansable de comunidades cristianas:

Hace algunos años, el gran teólogo alemán Karl Rahner se atrevía a afirmar que el principal y más urgente problema de muchos creyentes era su «mediocridad espiritual». La sociedad moderna ha apostado por lo «exterior». Todo nos invita a vivir desde fuera. Todo nos presiona para movernos con prisa, sin apenas detenernos en nada ni en nadie. La paz ya no encuentra resquicios para penetrar hasta nuestro corazón. Vivimos casi siempre en la corteza de la vida. Se nos está olvidando qué es saborear la vida desde dentro. Para ser humana, a nuestra vida le falta hoy una dimensión esencial: la interioridad. Muchos no saben lo que es el silencio del corazón, no se enseña a vivir desde dentro. Privados de experiencia interior, sobrevivimos escuchando palabras con los oídos y pronunciando oraciones con los labios, mientras nuestro corazón está ausente.

«Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí». Este es siempre el riesgo de toda religión: dar culto a Dios con los labios, repitiendo fórmulas, recitando salmos, pronunciando palabras bellas, mientras nuestro corazón «está lejos de él». Cuando nuestro corazón está lejos de Dios, nuestro culto queda sin contenido. La religión se convierte en algo exterior que se practica por costumbre, pero en la que faltan los frutos de una vida fiel a Dios. El culto que agrada a Dios nace del corazón, de la adhesión interior, de este centro íntimo de la persona de donde nacen nuestras decisiones y proyectos.

La fe no tiene nada que ver con catecismos, fórmulas, credos, ritos, leyes morales ... Es posible encontrar a Dios dentro de nosotros en medio de una cultura secularizada. Es posible también hoy conocer una alegría interior nueva y diferente. Pero me parece muy difícil mantener por mucho tiempo la fe en Dios en medio de la agitación y frivolidad de la vida moderna sin conocer alguna experiencia interior del Misterio de Dios. (J. A. PAGOLA)

  • Nuestra vida suele transcurrir con frecuencia en la corteza de la existencia
  • Frente a la superficialidad epidérmica o la banalidad, interioridad y espiritualidad
  • Toda persona tiene en su interior la capacidad de anhelar la integración de su ser con una realidad más amplia que la suya.
  • La gran tragedia del hombre moderno: ya no sabe quién es, ni a dónde va

La gran tragedia del hombre moderno

Nuestra vida transcurre con frecuencia en la corteza de la existencia. Trabajo, contactos, problemas, encuentros, ocupaciones diversas, nos hacen ir y venir, y la vida nos va pasando llenando cada instante con algo que tenemos que hacer, decir, ver o planear. Corremos el riesgo de perder nuestra propia identidad, convertirnos simplemente en uno más de la gran masa y vivir sin saber ya en qué dirección caminar.

La gran tragedia del hombre moderno es haber perdido la dimensión de profundidad. Ya no es capaz de preguntar de dónde viene y a dónde va. No sabe interrogarse sobre lo que hace y debe hacer de sí mismo en este breve lapso de tiempo entre su nacimiento y su muerte. Estas preguntas ya no encuentran ninguna respuesta en muchos hombres y mujeres de hoy. Más aún, ni siquiera son planteadas cuando se ha perdido esta «dimensión de profundidad». Las generaciones actuales ya no tienen el coraje de plantearse estas cuestiones con la seriedad y la profundidad con que lo han hecho las generaciones pasadas. Prefieren seguir caminando a oscuras. (P. Tillich)

Esa dimensión de profundidad está relacionada con las preguntas fundamentales de nuestra existencia. Es decir, con la búsqueda del sentido de la vida: ¿quién soy yo?, ¿qué sentido tiene mi vida?, ¿qué puedo cambiar en ella?, ¿a quién pertenezco?, ¿de quién o de qué soy responsable? Preguntas como éstas pueden inundar nuestras mentes y corazones. A medida que adquirimos mayor conciencia de la vida, se percibe con más intensidad la preocupación por este tipo de cuestiones. Escuchemos al prestigioso neurólogo A. Damásio, eminente estudioso de las bases neurobiológicas de la vida humana:

La recomendación más conocida de Spinoza para conseguir una vida bien vivida vino en forma de sistema para el comportamiento ético y de receta para el Estado democrático. Pero Spinoza no creía que seguir reglas éticas y las leyes de un Estado democrático fuera suficiente para que el individuo consiguiera la forma máxima de satisfacción, la alegría continuada que él asimilaba a la salvación humana. Mi impresión es que hoy la mayoría de los seres humanos pensaría lo mismo. Muchas personas parecen necesitar algo más de la vida más allá de la moral y de la conducta observante de la ley; más allá de la satisfacción del amor, la familia, las amistades y la buena salud; más allá de la gratificación que produzca obrar bien sea cual sea el oficio que uno elija (satisfacción personal, la aprobación de los otros, honor, compensación monetaria); más allá de la búsqueda de los placeres propios y de la acumulación de posesiones, y más allá de una identificación con el país y la humanidad. Muchos seres humanos requieren algo que implica, por lo menos, alguna claridad sobre el significado de la propia vida. Ya enunciemos esta necesidad de manera clara o lo hagamos de manera confusa, equivale a un anhelo por saber de dónde venimos y adónde vamos, quizá sobre todo esto último. ¿Qué propósito podría tener la vida más allá de nuestra existencia inmediata? (A. DAMÁSIO: En busca de Spinoza: neurobiología de la emoción y los sentimientos).

Lo importante es tomar conciencia de que vivimos en la oscuridad, que hemos perdido el sentido fundamental de la vida. Quien reconoce esto no se encuentra lejos de iniciar la búsqueda del camino acertado. ¿Hay alguna luz capaz de orientar nuestra existencia? ¿Hay alguna respuesta a nuestros anhelos y aspiraciones más profundas? Ojalá en medio de nuestro vivir diario no perdamos la capacidad de estar abiertos a cualquier luz que pueda iluminar nuestra existencia, a toda llamada que pueda dar profundidad a nuestra vida.

El hombre por esencia es un ser «religioso»

Hay preguntas que las personas siempre se han planteado: ¿qué es el ser humano?, ¿qué sentido tiene y cuál es la finalidad de la vida?, ¿cuál es el camino para alcanzar la felicidad ? ... El hombre por esencia es un ser «religioso», esté o no afiliado a cualquier organización religiosa. «Religión» es la dimensión humana que comunica (religa) el hombre con lo trascendente, con el Misterio, sea consciente o no de ello. La predisposición para la creencia es la fuerza más compleja y poderosa del espíritu humano, constituye una parte inseparable de la naturaleza humana. Para algunos biólogos la «religión» es un fenómeno que responde a un registro neurobiológico, resultado de una auténtica selección natural. Y aparece como una adaptación positiva seleccionada por el proceso evolutivo. Los genes que predisponen a las actitudes espirituales tendrían la función de dotar a los humanos de un sentido de aceptación positiva de la Realidad. El que desprecia el nombre de Dios y se enorgullece de ser ateo, cuando se dirige con todo su ser al Tú de su vida, aquel que no puede ser limitado por ningún otro Tú, se dirige a Dios (M. Buber). No habría ninguna «organización religiosa» si no existiera esta dimensión religiosa como un constituyente existencial de la naturaleza humana. Se trata, en definitiva, de aceptar la dimensión trascendente de nuestra naturaleza.

Interioritat

Religión y religiones. Convendría distinguir entre «religión» en singular y «religiones» en plural. La religión en singular es la apertura al misterio de la vida. La religión surgen como respuesta al anhelo de lo absoluto: desvelar el misterio de la existencia, responder a las preguntas: “¿quién soy yo?” y “¿qué sentido tiene todo esto?”, apuntar hacia el Misterio último –la Mismidad- de lo que es… La religión, como mecanismo humano en la búsqueda de sentido, pretende encontrar un sentido global a la Realidad.

Las religiones son construcciones humanas que buscan “canalizar” ese Anhelo. Cada una de las religiones no es más que una encarnación cultural, condicionada, concreta, de esta apertura existencial. Las religiones son impresionantes construcciones culturales que coordinan las creencias, las prácticas rituales y las normas de conducta de los grandes grupos humanos que sintonizan con una determinada visión compartida de la trascendencia. Muchas de ellas están centradas explícitamente en Dios, y otros están más bien orientadas hacia el trabajo de la interioridad. El núcleo central de las religiones son sus instituciones, que abarcan textos de referencia para fijar posiciones doctrinales, estructuras organizativas, sistemas de normas de conducta, códigos de expresión ritual, creencias, rituales, etc.

Una cosa es ser cualitativa y responsablemente «religioso» y otra muy distinta la «religiosidad». Ser «religioso» es, antes que nada, preguntarse apasionadamente por el sentido de nuestra vida y estar abiertos a una respuesta, aunque no la veamos de manera clara y precisa. Las religiones tienen tendencia a caer en una doble trampa: buscar el poder y confundir su creencia con la verdad. Eso hace que aparezcan ante la gente con un aire de superioridad, que provoca cada vez más recelos, cuando no rechazo abierto.

Interioridad y espiritualidad

La interioridad es un espacio interno de naturalidad, silencio interior, aceptación de la vida y compasión desbordante por todo cuanto existe. Es la capacidad de vivir la vida, la realidad entera, a todos los niveles, "desde ese centro", que es donde tocamos el fundamento de la vida; de todo lo que existe.  La interioridad es algo de dentro; podríamos decir que es vivir desde dentro y, desde ahí, proyectar toda nuestra vida al mundo (en las relaciones, en el trabajo, en el compromiso...). La interioridad es condición sin la cual no es posible la espiritualidad.

Definimos espiritualidad como la dimensión profunda del ser humano, que transciende las dimensiones más superficiales y constituye el corazón de una vida humana con sentido, con pasión, con veneración de la realidad y de la Realidad.

"Todo ser humano, más allá de sus características externas o internas, posee esta dimensión, a pesar de que puede hallarse en grados muy distintos de desarrollo. Toda persona tiene en su interior la capacidad de anhelar la integración de su ser con una realidad más amplia que la suya y, a la par, dispone de la capacidad para hallar un camino para tal integración". (Francesc Torralba)

La espiritualidad, entendida como dimensión constitutiva de la persona, no es patrimonio exclusivo de las religiones y menos aún de una tradición religiosa en concreto. Es decir, no existe una única vía para acceder a este ámbito íntimo del ser humano. Sin embargo, existe una espiritualidad que nace, crece y se desarrolla en el seno de las tradiciones religiosas, que se alimenta de unas palabras, un cuerpo de símbolos y unos rituales que emergen en una tradición religiosa concreta.

¿«Religión» y «espiritualidad» son identificables?

No. Podemos considerar la religión como el “mapa, y la espiritualidad como el “territorio”; o en otra imagen clásica, la religión es el recipiente, la “copa”, mientras la espiritualidad es la sustancia, el “vino”. Religión y espiritualidad no están identificadas, pero tampoco tienen por qué estar reñidas. Tanto la «religión» como la «espiritualidad», si se viven responsablemente, son una invitación a superar el propio egocentrismo para abrirse a la alteridad, al otro. El problema llega cuando las religiones se olvidan de que son solo una construcción humana que busca “canalizar” el Anhelo, un medio al servicio de lo que somos. Cuando eso ocurre, la religión, en lugar de unir, separa y excluye. La espiritualidad, por el contrario, es siempre inclusiva, porque constituye el territorio común de la esencia de la que estamos hechos, de nuestra “identidad compartida”. Espiritualidad, es sinónimo de profundidad; equivale a “calidad humana profunda”. En definitiva, “espiritualidad” no es otra cosa que “humanidad en plenitud” sin ninguna distancia ni separación. Esto explica que pueda existir legítimamente una “espiritualidad religiosa”, al lado de una “espiritualidad laica” (Marià Corbí) o una “espiritualidad atea” (André Comte-Sponville).

Elaboración a partir de materiales diversos

Ver también la sección: LA DIMENSIÓ TRASCENDENT


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