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HOMBRES y MUJERES: del desencuentro al entendimiento mutuo

Conocerse más para entenderse mejor

En las relaciones entre hombres y mujeres muchos de los problemas se podrían resolver bien si tuviéramos un conocimiento más profundo y realista sobre nuestras diferencias y nuestras formas de ser y de sentir.

Situación de la mujer, violencia de género y otras lacras

Violencia de géneroLa situación de la mujer continúa siendo hoy, en nuestras “avanzadas” sociedades occidentales y no digamos en otras no tan avanzadas, manifiestamente mejorable. La convivencia entre hombres y mujeres no siempre resulta fácil. Aunque en general nos llevamos bien, lo cierto es que no deja de haber mujeres asesinadas, agredidas, vejadas, acosadas, miles de  mujeres violadas, mutiladas… Las relaciones hombre-mujer a veces resulta disonante y la convivencia entre los sexos a menudo conflictiva. En ocasiones se convierte en una dura travesía sobre aguas turbulentas… y más si no nos han preparado, educado, formado para ello. Ese desencuentro a veces se traduce en la llamada violencia de género. Hoy la violencia de género está siendo más denunciada, se visibiliza más y ha saltado al primer plano de la actualidad: los medios de comunicación nos informan periódicamente sobre estadísticas de violencia de género, violaciones, malos tratos entre hombres y mujeres… Por otra parte, también resaltan la situación de inferioridad y desigualdad estructural en la que se encuentra la mujer en muchos ámbitos de nuestra vida colectiva y en el seno de una estructura social desmedidamente patriarcal.

Se denuncia la violencia de género y al tiempo la sociedad abruma y satura la mente del ciudadano con las más sutiles, explícitas y variadas formas de comportamientos agresivos y violentos.

La violencia de género, una de las grandes lacras de nuestro tiempo, socialmente repudiada, mediáticamente denunciada y judicialmente perseguida, como así debe ser, parece sin embargo inundarlo todo, ocupando las primeras páginas de la actualidad… aunque para algunos de forma harto interesada parece que, con ser ésta muy grave, a nuestro alrededor solamente exista esta lacra social, se presenta ante la opinión pública como si ésta fuera la única violencia  política y mediáticamente denunciable y no otras quizás más sórdidas y soterradas pero no por ello menos reales y perniciosas.  Algunas de ellas estructurales, producto de una mentalidad relativista, nihilista, utilitarista, líquida y acomodaticia muy propia de la hipocresía de nuestro tiempo (p.e. violencia y agresividad ambiental, mordacidad, violencia verbal y mediática, utilización exacerbada y agresiva del poderío machista y la provocación feminista en publicidad y en el cine, agresividad vial, violencia abortista…), aunque por corrección política esta última, por ejemplo, socialmente no denunciable y muy de los tiempos modernos pero en las antípodas de los más preciados valores humanistas en los que se ha sedimentado nuestra civilización y nuestra cultura occidental. Por una parte se denuncia la violencia de género y al tiempo la sociedad abruma y satura la mente del ciudadano con las más sutiles, explícitas y variadas formas de comportamientos agresivos y violentos. Como en otros muchos aspectos, curiosa y envidiable la coherencia social demostrada! Desde aquí animamos a, sobreponiéndose a la moda de los eslóganes fáciles, denunciar todo tipo de violencia y no solamente la violencia machista. Ésta y otras muchas representan hoy una serie de lacras inasumibles en sociedades avanzadas como las del s. XXI.

Algunas deficiencias de base

¿Cómo es posible que nuestras relaciones estén sometidas a tanto revuelo? ¿La naturaleza nos está jugando una mala pasada? Deberíamos asumir que hombres y mujeres no estamos hechos para vivir juntos?  ¿El problema es de los hombres? ¿de las mujeres? Dónde encontrar algunos de los defectos de base en toda esta situación?

La biología? la cultura patriarcal heredada? el ambiente social, la educación recibida? la influencia de la ideología de género? A las dificultades y problemas propios de la cada día más compleja vida en común, se unen las características propias que nos diferencian a hombres y mujeres, especialmente nuestras diferentes maneras de ser y percibir. Nadie duda hoy de que hombres y mujeres somos iguales en dignidad, y hemos de ser iguales en derechos y deberes. Sin embargo, en nuestra relación diaria con el sexo opuesto percibimos la existencia de sutiles pero innegables diferencias en la forma de sentir, amar, sufrir, trabajar; en definitiva, de vivir.  A menudo reina un gran desconocimiento mutuo sobre nuestra respectiva manera de ser y sentir.  Contra lo que parece decir la lógica, las mujeres y los hombres tenemos pocas cosas en común, nuestra sensibilidad, nuestra sexualidad, nuestras necesidades, nuestra forma de vivir la vida, de sentir el amor... son diferentes. Ni la cultura patriarcal heredada, ni el tipo de educación y formación recibidas no son por sí solas las únicas responsables de las diferentes aptitudes, actitudes e inclinaciones de hombres y mujeres.

Hombres y mujeres, pensamos un poco diferente, vemos el mundo con ojos diferentes y nos comportamos con actitudes y emociones muy diferentes.

Existen características propias que nos diferencian a hombres y mujeres.  Los cerebros femenino y masculino, desde incluso antes de nacer, son iguales en inteligencia, pero algo diferentes, en estructura y funcionamiento. La diferencia sexual cerebral humana es biológicamente incuestionable. Venimos al mundo con cerebros programados de manera algo diferente, lo que conllevará desarrollar estrategias diferentes a la hora de vivir y de enfocar la vida. Los cromosomas de cada célula indican indudablemente a qué sexo pertenece; el régimen hormonal presenta una clara distinción entre hombre y mujer; los aspectos funcionales (desde la capacidad lingüística hasta los estímulos emocionales) se manifiestan claramente diferentes; también en aspectos anatómicos y en el ejercicio diferencial de competencias mentales se expresan modalidades propias de cada sexo. Sin embargo, a propósito de ninguna de estas diferencias no puede hablarse de superioridad de uno u otro sexo, sino simplemente de diferencia. Hombres y mujeres, pensamos un poco diferente, vemos el mundo con ojos diferentes y nos comportamos con actitudes y emociones muy diferentes.

Así mismo, cada cultura ofrece formas distintas de organización de la conducta de relación entre los sexos, diferentes patrones de relación. Estas directrices sociales moduladoras de las conductas de hombres y mujeres solemos considerarlas como las expresiones de género. Esta plasticidad, sin embargo, nunca anula las diferencias que, tanto en el sexo como en el trabajo, la política o las artes, constituyen la sabrosa variabilidad que enriquece la relación.

A ello viene a añadirse hoy otro aspecto: el desvanecimiento de la función antropológica de los roles, empezando por la corrupción o degradación de la función referencial del lenguaje de la mano de la corrosiva ideología de género. Sometidos al revisionismo cultural que supone la ideología de género y a su imperante presión sobre la mentalidad colectiva, expresiones como hombre, mujer, padre, madre, marido, esposa, matrimonio, familia… están trasmutando su sentido y están perdiendo su más primigenio y sedimentado contenido antropológico, se van difuminando y vaciando sus contenidos y la función antropológica de sus roles, desvanecidos por una idea de identidad relativa e intercambiabilidad entre los sexos que lo inunda todo, desde la educación en las escuelas, hasta el contenido de las leyes y su influencia mimética en los comportamientos individuales en la esfera familiar y social. Los ideólogos del género presuponen, por ejemplo, que la feminidad y masculinidad son construcciones sociales, productos de la educación y la cultura, que es preciso eliminar para garantizar una verdadera igualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de la vida, incluido el reproductivo y biológico. Con tal fin, se desprecia la maternidad, se difumina la paternidad y, en consecuencia, la familia se va desestabilizando y desestructurando como institución social básica.

Una más adecuada educación y formación como terapia de fondo

A fin de mejorar las relaciones nuestras relaciones es preciso una mayor comprensión de nuestras diferencias para entendernos mejor y podernos complementar más adecuadamente.

Por muy increíble que parezca, no nos han enseñado cómo podríamos entendernos mejor las mujeres y los hombres. Nuestro conocimiento mutuo continúa siendo epidérmico, superficial, superfluo. No nos conocemos adecuadamente, no sabemos cómo somos, cómo sentimos, en qué nos parecemos, en qué nos diferenciamos. La realidad es que nunca nos han enseñado a relacionarnos, a comunicarnos de forma eficaz. Por muy increíble que nos parezca, no nos mostraron ni de pequeños, ni de adolescentes, ni de adultos, cómo podríamos entendernos mejor las mujeres y los hombres. A fin de mejorar las relaciones entre hombres y mujeres es preciso llegar a una mayor comprensión de nuestras diferencias para entendernos mejor y podernos complementar más adecuadamente.

Igualdad sí, pero reconociendo y respetando la diversidad. Los diversos movimientos reivindicativos de las mujeres han sido, y están, totalmente justificados y bien legitimados por el hecho de que la historia ha construido unas sociedades configuradas sobre principios de desigualdad, desequilibrio y jerarquía. La desigualdad entre los géneros era uno de los pilares. Esto hacía y hace de la igualdad un objetivo claro a alcanzar. No debe haber jerarquías ni de tipo cultural ni social. Ahora bien, la igualdad nunca debemos confundirla con la uniformidad o la identidad. Al contrario, una igualdad conseguida debe querer decir, ni más ni menos, una diversidad reconocida, respetada y enriquecedora. Igualdad pero no uniformidad, y reconociendo la diversidad.

En una cuestión tan importante como ésta, en que está en juego nuestra felicidad, el conocimiento de la psicología del hombre y la mujer puede ayudarnos a entendernos, a encontrar explicaciones a nuestras conductas tan dispares, a conseguir que actuemos desde la lógica del razonamiento, desde la no exigencia de imposibles, desde la comprensión y la flexibilidad mediante el conocimiento mutuo. Las personas somos tan complejas que merece la pena conocer los secretos que nos ayudarán a entendernos y aceptarnos. Muchos de los problemas se podrían resolver bien si hombres y mujeres tuviéramos un conocimiento más profundo y realista sobre nuestras diferencias y nuestras formas de sentir. Conocerse mejor para valorarse, apreciarse, quererse… en definitiva para entenderse mejor.

Elaboración propia a partir de materiales y recursos diversos

Veure la secció: LA CONDICIÓ FEMENINA


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