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El mundo te habla... y tú, ¿qué respondes?

Nunca corren buenos tiempos para quien no sabe a dónde va. (Séneca)

De la «dispersión» a la «integración»

El hombre necesita aprender a ser lo que es. Aprender aquello que por esencia está llamado a ser.

El ser humano tiene que saber lo que es, porque de lo contrario puede acabar siendo, en su actuación, justamente lo que no es.
Es decir, sin ser una «bestia» podría acabar actuando como si lo fuera.

La «cultura» con la que hemos sido investidos nos ha hecho perder de vista qué somos y quiénes somos los humanos. El ofuscamiento mental que la cultura dominante y mediática suelen generar en muchas personas es grande.

Nos hemos desgajado tanto de la naturaleza que hemos perdido su vinculación más esencial con ella. La realidad toda está regida por un orden interno. Integración, unificación, armonía... y no dispersión es el estado natural de la realidad. La naturaleza humana no es una excepción. Nuestra constitución antropológica natural gira en torno a la integración holística de todo nuestro ser. La «dispersión» es un estado «artificial», no natural. Somos «im-perfectos», pero nuestra tendencia natural es hacia la «perfección». El predomino del «tener» sobre el «ser» ha exacerbado la disociación de lo más genuinamente humano. El camino de perfección hacia la «madurez humana» consiste en sobreponernos a nuestra naturaleza escindida, restaurando la unidad originaria. La orientación saludable de nuestra compleja naturaleza humana tiende hacia la integración y no a la dispersión, disgregación, división, desarticulación, descomposición o desunión de sus múltiples dimensiones. La conservación de este nuestro primigenio estado supone para cada ser humano una permanente actitud de vigilancia y esfuerzo que evite la «des-integración» de nuestro estado natural cayendo en la enajenación o la alienación, porque no siempre el artificioso mundo creado por los humanos nos invita a seguir los dictados más íntimos de nuestro ser y favorece tan sana y sabia orientación natural.

La sociedad asedia nuestras conciencias con mensajes, consignas, imágenes, comunicados y reclamos de todo tipo, sus propuestas y ofertas son suculentas, atractivas, seductoras... consiguiendo «velar» nuestras «verdaderas necesidades». Sin embargo, es tiempo de levantar la cabeza, de abrir los ojos, de despertar, de mirar con perspectiva, de espabilar y no simplemente de vegetar o sobrevivir, sino de avanzar hacia una mayor integración y plenitud de vida. El mundo te habla… pero tú, ¿qué respondes?

La cibercomunidad naciente encuentra refugio en la realidad virtual. Mientras, las ciudades tienden a convertirse en inmensos desiertos llenos de gente, donde cada cual vela por su santo y cada quien está metido en su propia burbuja. (Eduardo GALEANO, escritor.)

Hay personas que cuando se paran lo pasan mal: tienen miedo al silencio, a la soledad, a pensar… porque no saben pensar. Asocian esos momentos a confusión, pues el silencio exterior subraya su diálogo interno caótico, permite que afloren emociones no resueltas. ( M. CAVALLÉ, AFS)

Pasamos gran parte de la vida sin vivirla. Vamos de un lugar a otro, buscando experiencias intensas, buscando paisajes inolvidables, tratando de sacar todo el néctar de la vida, pero nada no termina de llenarnos. En la soledad no hay escapatoria, ni posibilidad de salir por la tangente. Por esto causa tanto miedo someterse a este tribunal, la propia consciencia, porque a pesar de ser invisible, es el más implacable de todos. (Francesc TORRALBA, Doctor en Filosofía y Teología )

¿Cómo desenvolvernos en medio de la complejidad creciente del mundo actual, sin desvincularnos de nuestro espacio interior y de sus exigencias? ¿Cómo entrar en contacto de modo habitual, con ese espacio, el único que nos permite obrar con autenticidad, simplicidad y lucidez? ¿Es posible hallar la propia voz cuando la saturación de información y de voces ajenas han falseado nuestras necesidades reales?  (M. CAVALLÉ, AFS)

Entra a fondo en tu interioridad y conoce tu verdadero ser. Reflexiona, piensa por ti mismo, ten capacidad crítica, ten ideas propias, ten una mirada crítica y profunda sobre la realidad. No te quedes en la superficie de las cosas. (M. CAVALLÉ, AFS)

 

Hacia la integración y no hacia la dispersión.

Hacia la integración y no hacia la dispersión.

Contemplemos el fluir de la vida de gran parte de nuestros coetáneos en algunas de sus facetas. Da la impresión de que en nuestro tiempo vivimos como deambulando, sin rumbo claro, como caminando entre brumas, entre tinieblas. Andamos entretenidos y distraídos, perdidos y dispersos, algunos quizás adormecidos o somnolientos, tal vez anestesiados o abducidos por el deslumbre del consumismo o de la industria del ocio y el entretenimiento, sin conciencia clara de lo esencial. Prestamos atención a nuestro exterior y rehuimos nuestro interior. Atrapados por un compulsivo activismo, nunca antes quizás tantos se habían sentido tan aislados y carentes de un verdadero sentido en la vida.

Para saber a qué atenernos tenemos que acostumbrarnos a tomar distancia, tomar distancia con respecto a nosotros mismos y tomar distancia con respecto a la realidad. Las personas no actuamos nunca de manera absolutamente libres de tota influencia. Estamos condicionados por multitud de factores internos unos, externos otros. Nuestra mente, sin embargo, es selectiva. Gran parte de nuestra actividad mental, por "deformación" educativa, está focalizada hacia nuestro exterior. Solemos eludir nuestro mundo interior. Las posibilidades que nos ofrece el entorno son infinitas y atractivas. Nos invita a salir de nosotros mismos y a refugiarnos en sus señuelos. Continuamente estamos recibiendo estímulos, mensajes y reclamos por doquier. Se calcula que cada persona recibe entre 3000 y 5000 impactos publicitarios cada día. Estos penetran en nosotros y pululan por nuestra mente. Una gran parte de aquello en lo que se fija nuestra mente depende de nuestras preferencias, de nuestros intereses, de nuestras aficiones o querencias, de nuestros afectos, de las cuestiones por las que nuestro psiquismo se siente estimulado y atraído y en las que focaliza su atención. ¿A cuántas cosas llegamos a prestar atención y no siempre provechosas y valiosas?

¿Cuál es nuestra preparación y mentalización para distinguir, de entre la rica y variada oferta existente, lo fundamental y nutricio de lo anecdótico y accesorio, sabiendo elegir en cada momento lo esencial? Rehenes de una trepidante alienación a la que nos somete esta sociedad por nosotros mismos creada, resulta poco edificante contemplar tanta «distracción» y «dispersión» entre nuestros contemporáneos, y humanamente vergonzante tanta atracción por lo banal e infecundo frente a lo estimable y provechoso, tan alto grado de disociación entre el ámbito de lo beneficioso y lo estéril. ¿Estamos capacitados para afrontar tan ingente reto y no sucumbir en el intento? ¿Qué intereses, aspiraciones, deseos, anhelos, inquietudes, “pre-ocupan” y “ocupan” nuestra mente? ¿Qué parte de la realidad circundante nos atrae? ¿Cuáles son los aspectos por los que nos interesamos?

De las sociedades estáticas a la vorágine de la vida moderna

Nos quedan lejos, pero algunas reliquias aisladas permanecen aún. Nos cuentan que, en las sociedades rurales, tradicionales, estáticas, el tiempo, el fluir de los días, la vida cotidiana, transcurre de manera lenta, pausada, monótona, sin sobresaltos… en donde la parsimonia aparece como uno de sus valores más preciados. No ocurre igual en las sociedades modernas, más veloces y dinámicas, donde ajetreo, ruido, prisas, agitación, bullicio y el fluir vertiginoso de la vida confluyen en una vorágine característica de nuestro tiempo... Sociedades al mismo tiempo expuestas a un bombardeo e hiperestimulación multifactorial constantes, dónde el ciudadano está sometido a un persistente reclamo y seducción, respondiendo a intereses comerciales, publicitarios, políticos, ideológicos diversos…

Sin embargo, a pesar de tanto trajín, la vida que transcurre a nuestro alrededor en el fondo continúa pareciéndonos como aburrida y tediosa. Como algo de lo que hay que escapar. Todo nos invita a comprar, a consumir, a ir aquí, a ir allá, o de aquí para allá, la cuestión es no estar quietos y no estar solos, no estar parados, siempre en actividad… Todo nos invita a salir de nosotros mismos, a desconectar de la que ante nuestros ojos aparece como pesada, soporífera, cruda realidad, a evadirnos, y a crear nuestro propio mundo, a montar nuestra propia burbuja enajenante… buscando y refugiándonos compulsivamente en lo atractivo, lo singular, lo novedoso… Sin embargo, eso a la larga tampoco nos llena y satisface y recurrimos nuevamente a otras fuentes, a otros caladeros, que nos proporcionen nuevos, novedosos y gratificantes estímulos. Todo nos invita, pues, a prestar atención a eso que se nos ofrece y a escapar de nosotros mismos, a no tomar distancia y, atrapados en los invisibles tentáculos de sus señuelos, a sumergirnos en la corriente.

Entre la «dispersión» y la «integración»

La sociedad nos impele a distraernos, a entretenernos, a salir de nosotros mismos, a pasar el tiempo, a «des-centrarnos». Nos invita a la dispersión y no a la centración en nosotros mismos, al cultivo de nuestro mundo interior, a rehuir una mirada más profunda de la vida. Combatimos el aburrimiento buscando nuevos y más excitantes estímulos, diversiones, distracciones seductoras... Tales señuelos producen una ensoñación momentánea y circunstancial pero más allá de la repentina sensación placentera, del fugaz pasatiempo, esos reclamos de verdad nos satisfacen, nos llenan de verdad?

El «paradigma tecnocrático», una visión del mundo que reduce la realidad a términos cuantitativos y tecnológicos, es discordante con el cultivo del alma, con el cultivo del espíritu, de la propia interioridad humana. Vivimos superacelerados. Sólo con eso se nos tiene ya “ocupados”. No nos queda tiempo para más. Se trata de la vorágine de nuestro tiempo. En realidad, ¿no vivimos en un mundo tan acelerado que ni siquiera nos queda tiempo para pensar? A menudo nos encontramos atrapados por lo urgente, mientras lo esencial se desatiende y lo importante se disipa. Una parte de la ciudadanía parece estar bajo el síndrome de una cierta pulsión compulsiva a la evasión y al escape y manifiesta una cierta incapacidad para identificar, reconocer y seleccionar adecuadamente, de entre la diversidad de estímulos y reclamos que nos invaden, aquello que pueda resultarnos esencial y que nos puede ser beneficioso y nutricio para nuestra vida. Es nuestra cultura, nuestra época, nuestra mentalidad, nuestro estilo de vida actual. Un paradigma que nos ha enajenado de nuestras «verdaderas necesidades».

Necesitamos, pues, no vivir distraídos y no perder de vista, en cada momento, lo que nos resulte auténticamente esencial.

Y nuestra mente ¿por dónde anda? ¿En qué ocupamos, a qué dedicamos nuestro tiempo, a qué decidamos nuestra actividad psíquica, qué pulula por nuestra mente ¿Qué es lo que pre-ocupa y ocupa nuestra mente?

Lo propio del ser humano es vivir «entrevalores» y no simplemente vegetando, anestesiados. Necesitamos, pues, no vivir distraídos y no perder de vista, en cada momento, lo que nos resulte auténticamente esencial. Necesitamos liberarnos de los espejismos que nos encandilan y deslumbran y reencontrar el vínculo que nos conduzca a una vida más plena, más intensa, más rica, a dar un sentido más profundo a nuestra existencia. Es un deber ineludible el superar la mediocridad y banalidad de la vida y centrarnos en aquellas cuestiones de las que depende y en las que nos jugamos nuestra felicidad. No hay que temer, el único pecado es la ignorancia. Atiende, despierta, no te distraigas. Descubre quién eres… El único error es la ignorancia, la ignorancia de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser…

Algunas opiniones cualificadas

Veamos algunas opiniones cualificadas respecto a la situación del individuo en el momento presente y al mundo actual:

En una entrevista la filósofa Mónica CAVALLÉ, dedicada profesionalmente al AFS (Asesoramiento Filosófico Sapiencial), ante la pregunta ¿no vivimos en un mundo acelerado en el que ni siquiera hay tiempo de pensar? ésta respondía:

  • Un gran inconveniente de esta época es ese: no hay detenimiento, no hay silencio, ni exterior ni interior. Estamos atrapados por lo urgente y lo importante se eclipsa, lo esencial se desatiende. Y tarde o temprano esa situación, sobre todo en las personas más sensibles, termina trayendo consigo una sensación de insatisfacción, de desorden, de vacío. Hay personas que cuando se paran lo pasan mal: tienen miedo al silencio, a la soledad, a pensar... porque no saben pensar. Asocian esos momentos a confusión, pues el silencio exterior subraya su diálogo interno caótico, permite que afloren emociones no resueltas. La consulta es un espacio de reflexión, de silencio, donde se pone luz sobre lo que habitualmente no se examina y se hace con un método apropiado. Es un aprendizaje en el arte de detenerse, de pensar, de mirar; luego el consultante va a hacer eso por sí mismo.
  • Nos estamos olvidando lo que era el lema de la filosofía antigua, ‘Conócete a ti mismo’ Entra a fondo en tu interioridad y conoce tu verdadero ser. Reflexiona, piensa por ti mismo, ten capacidad crítica, ten ideas propias, ten una mirada crítica y profunda sobre la realidad. No te quedes en la superficie de las cosas.

Y otra opinión del filósofo barcelonés Jordi PIGEM, galardonado con el XXV Premio Joan Maragall por la obra “Ángeles y robots. La interioridad humana en la sociedad hipertecnológica”, en la que explora el paradigma tecnocrático, analiza espejismos del mundo moderno como el consumismo, el culto a la aceleración y las utopías tecnológicas, e intenta esbozar el horizonte del mundo contemporáneo.

  • ¿Hacia dónde va el mundo contemporáneo? Nos encontramos en una situación sin precedentes. Crecen las desigualdades sociales y la insostenibilidad del mundo contemporáneo, pero todo esto queda cubierto por un velo de autoengaño y de distracciones materialistas. Nunca los seres humanos se habían sentido tan aislados y con una vida tan carente de sentido.
  • ¿Qué necesitamos para lograr un cambio de conciencia? Un replanteamiento del horizonte de la existencia humana, que nos ayude a redescubrir la dignidad de la persona y de la naturaleza. No basta con añadir un barniz de valores y espiritualidad a la visión materialista que impregna el mundo contemporáneo. Necesitamos un cambio de conciencia que nos permita disipar los espejismos que nos deslumbran y reencontrar el vínculo con un sentido más profundo de la existencia.
M. CAVALLÉ: «Perfectus» significa “acabado, concluido, total, completo”. Lo “perfecto” es lo total. Debemos prestar atención a todo lo que acontece tanto dentro como fuera de nosotros. “Integrar” es reconocer que todo forma parte de nosotros, que nada humano nos es ajeno. Así poco a poco nos integramos, crecemos, nos ampliamos, nos unificamos, nos volvemos “perfectos”, es decir, “totales”.

Al igual que el término “perfección” es sinónimo de “integración” y de "totalidad", lo que aparta de la perfección es la división: la escisión y la exclusión. La ampliación de nuestra conciencia y la ecuanimidad de nuestra atención son el camino por excelencia hacia la plenitud, hacia la perfección.

El saber más profundo no es el que versa sobre la realidad, sino el que consiste en la experiencia de comulgar con ella; y el que evidencia que esta experiencia es sólo posible a través del conocimiento de uno mismo, ahondando en las raíces de nuestra identidad.
W. JÄGER: El despertar a nuestra verdadera esencia, a nuestra verdadera identidad, es un proceso de desvelamiento y de liberación. Es tiempo de descubrirnos nuevamente a nosotros mismos como seres humanos y de entender nuestra importancia como co-creadores. Sólo si realizamos en nosotros mismos una reorientación fundamental se podrá modificar algo. El camino de salida del caos pasa por el cambio de los individuos.

Ante nosotros, pues, una disyuntiva: continuar «des-integrándonos», escindiéndonos, enajenándonos... o tomar la senda de la plenitud, de la liberación interior, de la restauración de la unidad originaria. ¿Es esa la dirección en la que camina el mundo y en la que también caminamos nosotros? El mundo te habla sí, e intenta sutilmente «seducirte», pero tú ¿qué respondes?

VMC

Ver también: Cómo actúa nuestra mente o lo que de verdad importa

Ver también presentación flash: El mundo te habla... y tú, ¿qué respondes? APRENDER A ESCOGER.swf


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