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Más allá de la «realidad» experimentable

Una perspectiva necesaria para poner al descubierto la falacia del pensamiento moderno.

¿La realidad física es la única realidad posible?¿Existe la posibilidad de una realidad más amplia de la que podemos experimentar con nuestros sentidos?

La conciencia reflexiva es lo que nos diferencia del resto de las especies y nos hace verdaderamente “humanos”. Una buena Educación ayuda a tomar conciencia sobre la realidad, promueve la reflexión crítica, nos estimula a perseguir una vida más digna y plena y a comprometernos en la trasformación y mejora de nuestro entorno.

El verano se presta a relajarnos. Nos ofrece la posibilidad de levantar el horizonte de nuestra mirada y con ello la oportunidad de reflexionar de forma más amplia y serena sobre, por ejemplo, el panorama del pensamiento actual y su influencia en nuestra concepción de la realidad y del mundo. Reflexión incluso necesaria para comprender las políticas seguidas por algunos gobiernos en función de esa concepción.

Para ciertas corrientes del pensamiento moderno la realidad física es la única realidad posible y toda referencia a una realidad que esté más allá de esa realidad queda fuera de esta perspectiva. De entrada una de las primeras cuestiones que podemos empezar planteándonos es si existe la posibilidad de una realidad más amplia, más allá de la que podamos experimentar con nuestros sentidos. ¿Es posible descubrir y conocer esa realidad? ¿Para conocer esa realidad y el posible misterio que en sí encierra, existe un conocimiento verdadero más allá del conocimiento científico?

Todo ello, aunque no lo parezca a primera vista, tiene una relación directa con la realidad contidiana, entre otras porque condiciona y tiñe muchas de las políticas concretas adoptadas por los gobiernos.

Todo lo científico es «real», pero no todo lo real es «científico»

Para ciertas corrientes de pensamiento moderno la realidad física es la única realidad posible y toda referencia trascendente queda fuera de esta perspectiva.

Hay grandes dimensiones muy esenciales de la realidad que  sólo pueden ser captadas y expresadas a través de símbolos.

Nacemos con un cerebro preparado para darle sentido al mundo, aunque sea a través de explicaciones que van más allá de lo racional y de lo natural.

Opinar que todo lo que no capto o no entiendo no existe responde a una inexplicable suficiencia, creyendo que disponemos de una ilimitada y omnipotente forma de comprensión de todo.

Muchos tienen la convicción de que existen realidades que nos superan.

Para muchos seres humanos el horizonte de una realidad última anida en lo más íntimo de su corazón y cae dentro de la razonabilidad general en la que se mueve el pensamiento moderno.

Cómo se concibe la «realidad» desde el pensamiento moderno? Sus argumentaciones son completamente coherentes o encierran alguna falacia?

La «realidad», experimentable o no, está ahí independientemente de la concepción o interpretación que en cada época histórica la mente humana haga de ella.

Para la ciencia sólo es «real» aquello que puede someterse a verificación científica. Todo lo científico es «real», pero no todo lo real es «científico»; es decir, no todo lo real es verificable empíricamente (no todo resulta abordable por la ciencia). Por ello, la existencia de una realidad que esté más allá de las posibilidades de conocimiento por la ciencia es razonable, no una idea descabellada.

Hoy el pensamiento moderno está dominado por la hegemonía del paradigma científico. Éste determina el lenguaje actual. Las posibilidades de expresar la realidad quedan condicionadas y contaminadas por las condiciones impuestas por dicho paradigma. Según este paradigma suele reservarse la expresión «realidad» exclusivamente a la realidad garantizada, constatada, demostrada metodológicamente. Según esto, sólo es «real» y «fáctico» lo que puede demostrarse y examinarse objetivamente.

Cualquier «objeto», «suceso» o «hecho» que no pueda ser verificado según la metodología científica, es decir todo aquello que escapa a la verificabilidad científica conforme a los parámetros establecidos por la comunidad científica, no puede reclamar para sí una «verdad real»; es decir, son considerados –cayendo en un absurdo reduccionismo- como «no reales», por escapar a la posibilidad de su verificabilidad científica.

Europa y el pensamiento moderno

Esta zona del mundo que llamamos Europa es el producto cultural de una larga historia. Nació de una «visión antropológica determinada», de una «tradición humanista», de unos valores y de una «visión transcendente» de la persona humana, que constituyen el tesoro más valioso de la herencia europea». Nos encontramos en la Europa de la ciencia y de las tecnologías, la Europa de la civilización y de la cultura.

Y desde aquí cómo se concibe hoy la «realidad»? La ciencia y la religión han constituido históricamente, sin lugar a dudas, las 2 grandes visiones sobre el mundo. En la actualidad, la ciencia ha reemplazado a la teología y a la filosofía como método de acercamiento a la realidad. Constituyen formas de aproximación a la realidad, es decir, formas de conocimiento. Visiones que comportan una serie de consecuencias para la vida misma del hombre. Superada la cosmovisión propia de otras épocas, en la cultura occidental hoy la autonomía humana se ha convertido en el valor más decisivo, el progreso ha sustituido a la providencia, y el papel de Dios en gran parte ha desaparecido.

El panorama del pensamiento moderno hoy está dominado por el predominio de un modo concreto de acercarse e interpretar la realidad: el paradigma científico. Sus conclusiones impregnan y condicionan nuestras actuales interpretaciones y concepciones del mundo y la realidad.

Y una de las primeras cuestiones que podemos plantearnos, por las que podemos empezar preguntándonos, es si existe la posibilidad de una realidad más amplia, más allá de la que podamos experimentar con nuestros sentidos. ¿Es posible descubrir y conocer esa realidad, la verdad encerrada en el interior de esa realidad? ¿Para conocer esa realidad y su posible misterio, existe un conocimiento verdadero más allá del conocimiento científico?

Posibilidades y limitaciones de nuestra mente para el conocimiento de la realidad

Para comprender las posibilidades de conocimiento que nuestra mente tiene de la realidad podemos seguir el siguiente razonamiento: todos los animales vivimos en el mismo mundo real. Cada especie animal ha evolucionado desarrollando receptores que captan ciertos rasgos del mundo real, precisamente aquellos rasgos cuya captación es relevante para la supervivencia y reproducción de esos animales. Cada especie animal capta ciertos rasgos del mundo real y los percibe de cierta manera. Esos rasgos, así percibidos, constituyen el mundo perceptual de esa especie. El animal no puede percibir más que aquello que su aparato nervioso-sensorial le permite. En este sentido el aparato nervioso-sensorial determina a priori la forma de todas las percepciones posibles del animal. Es imposible que el animal experimente o perciba el mundo de otro modo que el determinado por su propio aparato nervioso--sensorial. Nuestro cerebro, así como todo nuestro aparato nervioso sensorial, ha evolucionado para captar aquellos rasgos del mundo que más conviene conocer para asegurar nuestra supervivencia. Percibimos el mundo real, pero deformado utilitaristamente en función de las necesidades de nuestra especie.

Dos grandes dimensiones del conocimiento humano: el conocimiento experimental y el experiencial

Pero nuestras posibilidades de conocimiento van más allá de lo que nos permite captar nuestro particular sistema perceptivo. La especie humana no se satisface solamente con las acciones, con los hechos, con la vida; trabaja además con la reconstrucción racional de la realidad; intentando comprender a ésta a base de sistematizarla mediante conceptos o con mitos (racionalización de la realidad). Gracias a los sistemas interpretativos utilizados, podemos luego mirar nuevamente la realidad desde ellos con otros ojos.

Nacemos con un cerebro preparado para darle sentido al mundo, aunque sea a través de explicaciones que van más allá de lo racional y de lo natural. Existen dos grandes dimensiones del conocimiento humano que podemos llamar respectivamente experimental y experiencial, cada una abierta a diferentes posibilidades. Llamo experimental a aquella capacidad cognoscitiva que está ligada sobre todo a la observación y a la mensurabilidad de la realidad con la intención de determinar, hasta donde nos sea posible "cómo son las cosas". Para esta experimentación recurrimos al concurso de lo que llamamos ciencia, observación rigurosa de la realidad con la voluntad de identificar las irregularidades que esta realidad manifiesta y la correspondiente formulación de leyes. Además cuenta con el concurso de la crítica y la filosofía analítica para supervisar las formas de realizar las observaciones. Estas dos modalidades de conocimiento (ciencia y crítica) han constituido una vía rigurosa y eficaz con un éxito incontestable.

La capacidad experiencial está basada en la percepción subjetiva de la realidad por parte de cada uno y afecta a la experiencia que tenemos de nosotros mismos y del mundo. Determina el tono, el ritmo y las formas de vivir de cada uno. Dentro del conocimiento experiencial podemos distinguir tres apartados principales: el conocimiento iluminador o estético, el simbolizador o abierto a la trascendencia, y el que se caracteriza por la creatividad transformadora expresada en la ética y la técnica.

El conocimiento simbolizador se basa en la convicción que hay grandes dimensiones muy esenciales de la realidad que  sólo pueden ser captadas y expresadas a través de símbolos. El “símbolo” hace referencia a una realidad profunda, a menudo inexpresable, que se manifiesta a través de un elemento que mantiene algún tipo de conexión real con la realidad que quiere simbolizar.

Ludwig Wittgensteing, filósofo austriaco y uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, sabe y reconoce que hay otras realidades, como las que hacen referencia a la ética, la estética y la experiencia religiosa, que existen a pesar de que no se pueden someter a ningún tipo de verificación. Son realidades más elevadas de lo que lo son los hechos del mundo. El lenguaje no tiene acceso a ellas. Dicho de otra manera el discurso racional no es apto para justificar la ética o la estética... la ética y la estética que forman parte de la realidad son inexpresables. Ante ella sólo podemos callar... por eso su Tractatus acaba con una invitación al silencio. De aquello de lo que no se puede hablar, es necesario guardar silencio... que haya cosas que no se pueden expresar no significa que estas cosas no existan, que no sean fundamentales.

Se comprende que esta visión rica y amplia del conocimiento humano ponga en evidencia el reduccionismo cognoscitivo que supone intentar reducir el conocimiento de la realidad de manera exclusiva a las ciencias experimentales y a la razón como únicas formas de hacer nuestra intelectivamente esa realidad.

Más allá de la «realidad» experimentable: lo trascendente

La realidad total, observable o no, si existe estará ahí, al margen de cualquier observador y de los paradigmas epistemológicos y hermenéuticos empleados para su conocimiento e interpretación. Suele considerarse que la realidad física es la única realidad posible y que toda referencia a una realidad trascendente, a una realidad última más allá de la realidad observable y experimentable queda fuera de lugar.

Pero muchos tienen la convicción de que existen realidades que nos superan -convicción obvia y razonable si se está convencido del origen darwiniano limitado de nuestro cerebro- hace que la posibilidad de apertura a dimensiones trascendentes solamente expresadas mediante símbolos- forme parte de una presunción totalmente normal; lo que sería más sorprendente sería negar esta posibilidad, ya que opinar que todo lo que no capto o no entiendo no existe responde a una inexplicable suficiencia que negaría nuestro origen evolutivo creyendo que disponemos de una ilimitada y omnipotente forma de comprensión de todo.

Para muchos seres humanos el horizonte de una realidad última anida en lo más íntimo de su corazón y cae dentro de la razonabilidad general en la que se mueve el pensamiento moderno, abierto a la búsqueda del sentido y orientación de cuanto existe y es, por tanto, algo compatible, y perfectamente asumible, con la mentalidad ilustrada del ciudadano del s. XXI. Esa actitud de apertura mental  implica un ejerci­cio consciente de la razón precisamente en su capacidad de formular preguntas sobre la amplitud y el sentido de la realidad. Frente al escepticismo de los que privan a la razón de su capacidad no ya de responder, sino incluso de preguntar, resalta el testimonio de quienes caminan esperanzados, puesta su mirada en el horizonte del encuentro con esa realidad última a quien en algunas culturas llamamos Dios.

Creer en lo sobrenatural es una característica común a todos los seres humanos. La fe en lo sobrenatural es extremadamente común, y no puede ser eliminada con una educación científica.

Siete de cada diez personas del mundo profesan una religión y la mayoría de los habitantes de nuestro planeta ve la religión como algo importante en su vida. La religión trata de lo que transciende el mundo material y pone al hombre en contacto con lo que está más allá, lo numinoso, lo misterioso, en una palabra con el misterio de Dios y su relación con el hombre y el universo.

Una u otra concepción de la realidad condiciona, sin duda, la mentalidad global imperante en el seno de una sociedad y empapa las políticas concretas adoptadas por los distintos gobiernos. Un buen ejemplo de ello lo hemos tenido en España en los últimos años con el proyecto ideológico y de ingeniería social del socialismo español liderado por Zapatero.

Elaboración propia a partir de materiales diversos

Ver también: Possibilitats i limits de la ment humana


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