titulo de la web

EL FRACASO DE UNA GRAN PROMESA (1)

LA GRAN PROMESA: SU FRACASO Y NUEVAS OPCIONES.

La GRAN PROMESA de un Progreso ilimitado, de felicidad para el mayor número de personas, y de libertad personal sin amenazas ha sostenido la esperanza y la fe mucha la gente.

"Producción ilimitada, libertad absoluta y felicidad sin restricciones" formaba el núcleo de una nueva religión.

Con el advenimiento de la Edad Contemporánea, creíamos que estábamos en  camino de volvernos dioses, seres supremos, capaces de realizar una nueva creación.

El individuo creyó que vivir sólo para uno mismo significaba ser más y no menos.

Se pensaba que satisfacer el egoísmo individual produciría armonía y paz.

El placer ¿puede ser una respuesta satisfactoria al problema de la existencia humana? 

La época industrial no ha podido cumplir su Gran Promesa y cada vez hay más personas que se dan cuenta de ello.

Dos “mundos” en tensión

Vivimos tiempos difíciles, tiempos de cambios, época de revisión crítica. Graves crisis nos acechan, a nivel colectivo pero también a nivel individual: ecológica, climática, alimentaria, energética, económica, crisis de valores, de cultura e incluso podríamos considerar que en cierto sentido hasta de civilización. Empezamos a sentirnos como sumidos en una grave crisis total, global, planetaria, en la que muchos de los planteamientos tradicionales están siendo puestos a revisión, a crítica, poniéndolos en entredicho. Ya nada se mantiene en pie sin antes haber revisado sus fundamentos, su sentido, su razón de ser: desde la valoración de la vida misma, hasta la “dignidad”  de toros y demás especímenes animales, pasando por la revisión de la misma identidad nacional o la insuficiencia de una democracia formal necesitada de aire nuevo para que los ciudadanos no terminen desapegándose definitivamente de ella; también para que la clase política sea más auténticamente representativa y en cuya catividad los ciudadanos no sean meros espectadores y puedan tener una mayor participación y control sobre el destino colectivo.

El sistema de valores y creencias que han estado sustentando el “mundo” conocido hasta el presente se desmorona, salta en pedazos; y otros “universos mentales” aparecen en el horizonte, empujando con fuerza para abrirse  paso entre los destrozos y las cenizas del desecho resultante. Estamos asistiendo a un nuevo parto histórico, al alumbramiento de una nueva mentalidad, pero éste no puede ser único, ha de ser múltiple, ha de ser plural. Y en medio del otear de nuevos horizontes, una mueva mentalidad, una nueva ideología, una nueva cosmovisión, está intentando imponerse, cuasi como una “nueva religión” de alcance universal, nueva religión que, apoyándose en los resortes del poder, pretende  imponer al resto del cuerpo social las tesis de un modernismo germinado  en ciertos estratos sociales, muy de moda en los tiempos modernos pero de dudoso, escaso y poco consistente fundamento antropológico, moral y ético. Un mundo que pugna con fuerza por abrirse paso entre nosotros, entrando a saco, arrasando cuanto encuentra ante sí, interfiere o se interpone a su paso. Un nuevo pensamiento, una nueva mentalidad, una nueva cosmovisión del mundo, de la sociedad, de la cultura, que intenta establecer hasta los mismos fundamentos antropológicos, éticos y morales por los que han de regirse las relaciones humanas.

En un artículo aparecido en El Periódico de Catalunya el 13/12/2009  titulado  “Apoteosis de un nuevo clericalismo”  escribía  JUAN-JOSÉ López Burniol: En Europa llevamos XXI siglos de cultura judeo-cristianiana. Cuando se hizo del cristianismo la religión oficial del Imperio, la utilización de la ley civil  por la Iglesia ha sido constante mientras ha podido para mantener su hegemonía sobre la sociedad, básicamente mediante el control de la educación y del derecho de familia (matrimonio y divorcio). Pero una tradición tan larga de aprovechamiento de los resortes del poder civil para imponer una determinada concepción de la vida –un sistema de ideas y creencias– no se diluye como si nada. Su influjo perdura no solo en los fieles que perseveran en la fe, sino también en aquellos que, habiendo roto con ella, siguen considerando a la ley –respaldada por la fuerza coactiva del Estado– como el medio adecuado para hacer prevalecer su concepción del mundo y su escala de valores. De lo que resulta que, siendo distintos y contrapuestos los idearios de ambos grupos, idénticas son sus actitudes a la hora de imponer sus ideas usando, cuando pueden, la fuerza de la ley.

De ninguno de ambos grupos puede decirse que sea laico. Porque la laicidad significa –escribe Claudio Magris– «tolerancia, duda también respecto de las propias certezas, autoironía, desmitificación de todos los ídolos», por lo que «no solo el clericalismo injerente e intolerante es lo contrario de esta laicidad, sino también la cultura o pseudocultura  radicaloiode y secularizada dominante, en la medida que está caracterizada por un narcisismo petulante, ansioso por revestirse de una aureola ideológica y por declamar nobles batallas. El respeto laico de la razón no está garantizado de antemano ni por la fe ni por su rechazo.

Perspectiva histórica

El fenómeno apuntado anteriormente tiene sus propias raíces históricas. Contemplándolo con una cierta perspectiva histórica, nos podemos retrotraer  a sus orígenes históricos y preguntarnos cuáles son las motivaciones de fondo de la “nueva religión”, cuyas primeras raíces pueden remontarse a los inicios del industrialismo, el racionalismo e iluminismo y que han movido y en el fondo continúan moviendo e impregnando todavía una cierta mentalidad dominante en la sociedad actual.

El debilitamiento del mundo feudal, la creciente emergencia en su seno de una nueva clase social: la burguesía, la fe renacentista en el papel esencial a desempeñar por el ser humano en el devenir histórico, el debilitamiento del estada absoluto, las revoluciones burguesas,  la pérdida de influencia de la iglesia, la confianza depositada en la razón humana, en el progreso de la ciencia y la técnica, etc. desembocaron en el alumbramiento de un nuevo período histórico con una nueva mentalidad: la superación definitiva del estático y teológico orden  medieval y el acceso a una nueva época, la edad contemporánea. La Gran Promesa (siguiendo a E. Fromm) hace referencia a las grandes motivaciones de fondo que  han sustentado la mentalidad dominante y  que han movido la vida individual y colectiva de la mayoría de los ciudadanos en las últimas centurias como consecuencia del creciente optimismo antropológico generado en las sociedades occidentales a partir de los siglos s. XVII y XVIII, fruto de las grandes revoluciones burguesas, el racionalismo, la Ilustración y la revolución industrial. La razón se impuso en un mundo hasta entonces tutelado por la fe. A partir de entonces, liberados ya de las antiguas ataduras seculares, el poderío otorgado a la razón y el creciente optimismo antropológico reinante gracias al progresivo dominio del mundo natural como consecuencia de los avances científicos y tecnológicos, constituyeron grandes acicates para un progresivo crecimiento económico. Las grandes posibilidades que se les abrían a los seres humanos les hicieron creer que era posible, ahora sí, un crecimiento ilimitado que nos traería el bienestar material y la felicidad tan largamente soñados.

El ascenso de la burguesía al poder vino aparejado con el surgimiento de una nueva mentalidad, la mentalidad burguesa, que supuso un importante cambio de valores y de cuyas raíces vivimos todavía en las sociedades occidentales. El hedonismo radical y el egotismo ilimitado no habrían surgido como principios orientadores de la conducta económica, de no haber ocurrido un cambio radical en el siglo XVIII

La Gran Promesa

La GRAN PROMESA de un Progreso ilimitado (la promesa de dominar la naturaleza, de abundancia material, de la mayor felicidad para el mayor número de personas, y de libertad personal sin amenazas) ha sostenido la esperanza y la fe de la gente desde el inicio de la época industrial.

Nuestra civilización empezó cuando la especie humana comenzó a dominar la naturaleza; pero ese dominio fue limitado hasta el advenimiento de la época industrial. Con el advenimiento de la Edad Contemporánea, el progreso industrial  nos hizo creer que nos encontrábamos a punto de lograr una producción ilimitada y, por consiguiente, un consumo ilimitado; que la técnica nos haría omnipotentes; que la ciencia nos volvería omniscientes. Estábamos en  camino de volvernos dioses, seres supremos que podríamos crear un segundo mundo,  capaces de realizar una nueva creación.
Los hombres y, cada vez más, las mujeres tenían un nuevo sentimiento de libertad; se convertían en amos de sus vidas: las cadenas feudales habían sido rotas y el individuo podría hacer lo que deseara, libre de toda traba, o así lo creía la gente. Aunque esto sólo era verdadero en relación con la clase alta y la media, sus logros podían hacer que los demás tuvieron fe en que posteriormente la nueva libertad podría extenderse a todo los miembros de la sociedad. El socialismo y el comunismo rápidamente cambiaron, de ser movimientos cuya meta era una nueva sociedad y un nuevo hombre, en movimientos cuyo ideal era ofrecer a todos una vida burguesa. Se suponía que lograr riquezas y comodidades para todos se traduciría en una felicidad sin límites para todos. "Producción ilimitada, libertad absoluta y felicidad sin restricciones" formaba el núcleo de una nueva religión. No es extraño que esta nueva religión infundiera energías, vitalidad y esperanzas a sus creyentes.

El fin de una ilusión.

Sin embargo, la época industrial no ha podido cumplir su Gran Promesa y cada vez hay más personas que se dan cuenta de que:

La satisfacción ilimitada de los deseos no produce bienestar, no es el camino de la felicidad ni aún el placer máximo.

El sueño de ser los amos independientes de nuestras vidas terminó cuando empezamos a comprender que todos éramos engranes de una máquina burocrática, y que nuestros pensamientos, sentimientos y gustos los manipulaban el gobierno, los industriales y los medios de comunicación.

El progreso económico ha seguido limitado a las naciones ricas, y el abismo entre los países ricos y los pobres se agranda.

El progreso técnico ha creado peligros ecológicos y de guerra nuclear; ambos pueden terminar con la civilización, quizás con toda la vida.

Albert Schweitzer , Premio Nobel de La Paz, afirmaba en (1952): “el hombre se ha convertido en un superhombre... en la medida en que su poder aumente se convertirá cada vez más en un pobre hombre...  todos nos volvemos más inhumanos a medida que nos convertimos en superhombres".

¿Por qué fracasó la Gran Promesa?

El fracaso de la Gran Promesa surgió junto con el sistema industrial debido a sus dos principales premisas psicológicas:

La meta de la vida es la felicidad; esto es, el máximo de placer, que se define como la satisfacción de todo deseo o necesidad objetiva que una persona puede tener (hedonismo radical);

El egotismo*, el egoísmo y la avaricia, que el sistema necesita fomentar para funcionar, producen armonía y paz.

1.El hedonismo radical. Es bien sabido que los ricos a través de la historia han practicado el hedonismo radical. Los que contaban con recursos ilimitados trataron de encontrar sentido a la vida en el placer ilimitado; pero aunque el máximo placer (el hedonismo radical) fue el objetivo de ciertos grupos en determinadas épocas, con una sola excepción anterior al siglo XVII, la teoría del bienestar no fue sustentada por los grandes maestros de la vida en China, en la India, el Cercano Oriente y Europa.

Esa única excepción es el filósofo griego Aristipo, discípulo de Sócrates (primera mitad del siglo IV a. C.) quien enseñó que sentir el máximo placer corporal constituye la meta de la vida, y que la felicidad es la suma total de los placeres gozados. Para él la existencia de un deseo era la base del derecho para satisfacerlo, y así conseguir la meta de la vida: el placer. Para el filósofo griego Epicuro (s. III a.C.) el placer "puro" era la meta más elevada, este placer significaba "ausencia de dolor" (aponía) y tranquilidad del alma (ataraxia). Según Epicuro el placer no puede constituir la meta de la vida porque este placer necesariamente es seguido por algo no placentero, y esto aparta a la humanidad de su meta real: la ausencia de dolor.

Ninguno de los otros grandes maestros enseñó que la existencia real de un deseo constituyera una norma ética, sino que se interesaban por el bienestar óptimo de la humanidad (vivere bene). El elemento esencial de su pensamiento era la distinción entre aquellas necesidades que sólo se sienten subjetivamente y cuya satisfacción produce un placer momentáneo, y las necesidades que están enraizadas en la naturaleza humana y cuya satisfacción fomenta el desarrollo humano y produce eudaimonia, o sea, "bienestar". En otras palabras, se ocupaban por distinguir entre las necesidades puramente subjetivas y las necesidades objetivamente válidas: una parte de las primeras es dañosa para el desarrollo humano, y las segundas están en armonía con los requerimientos de la naturaleza humana.

La teoría de que la meta de la vida es satisfacer todos los deseos humanos fue francamente proclamada, por primera vez desde Aristipo, por los filósofos de los siglos XVII i XVIII. Este concepto pudo surgir fácilmente cuando "ganancia" dejó de significar "ganancia del alma" y llegó a significar ganancia material, económica, en el período en que la clase media se libró no sólo de sus grilletes políticos, sino de todos los vínculos con el amor y con la solidaridad, y creyó que vivir sólo para uno mismo significaba ser más y no menos. Hobbes consideraba que la felicidad es el progreso continuo de una codicia a otra. Éstos pensadores vivieron en la época de la victoria final de la clase burguesa. La que había sido práctica no filosófica de los aristócratas se convirtió en práctica y teoría de la burguesía.

Desde el siglo XVIII se han desarrollado muchas teorías éticas: algunas fueron formas respetables del hedomismo, como el utilitarismo, otras fueron sistemas estrictamente antihedonistas. Sin embargo en la época actual, en general desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, se ha regresado a la práctica y a la teoría del hedonismo radical. Las consideraciones teóricas demuestran que el hedonismo radical no puede conducir a la felicidad, y explican por qué no puede hacerlo, dada la naturaleza humana, pero aún sin un análisis teórico, los datos disponibles muestran muy claramente que nuestra "busca de la felicidad" no produce bienestar. En nuestra sociedad somos claramente infelices: solitarios, angustiados, deprimidos, destructivos y dependientes.

En las últimas centurias hemos realizado el experimento social más grande para contestar la pregunta: el placer ¿puede ser una respuesta satisfactoria al problema de la existencia humana?  Por primera vez en la historia la satisfacción del placer no sólo es privilegio de una minoría, sino que es factible para más de la mitad de la población. El experimento ya ha contestado la pregunta en forma negativa.

2. ¿El egotismo, el egoísmo y la avaricia, producen armonía y paz? La segunda premisa psicológica de la época industrial (satisfacer el egoísmo  individual produce armonía y paz, y se traduce en bienestar para todos) es igualmente errónea en el terreno teórico, y su falacia se demuestra con datos observables. El  egoísmo significa que lo deseo todo para mí; que poseer y no compartir me da placer; que debo ser avaro, porque mi meta es tener, y que más soy cuanto más tengo; que debo sentir antagonismo a todos mis semejantes. Nunca puedo quedar satisfecho, porque mis deseos no tienen límite; debo envidiar a los que tienen más, y temer a los que tienen menos. La pasión de tener debe producir una guerra de clases sin terminar. Mientras todo el mundo desee tener más, se formarán clases, habrá guerra de clases, habrá una guerra internacional. La avaricia y la paz se excluyen mutuamente.

* EGOTISMO: excesiva importancia concedida a uno mismo y a las propias experiencias vitales.

Adaptación a partir de Erick FROMM: Tener o ser

Siguiente





Per a «construir» junts...
Són temps per a «construir» junts...
Tu també tens la teva tasca...
Les teves mans també són necessàries...

Si comparteixes els valors que aquí defenem...
Difon aquest lloc !!!
Contribuiràs a divulgar-los...
Para «construir» juntos...
Son tiempos para «construir» juntos...
Tú también tienes tu tarea...
Tus manos también son necesarias...

Si compartes los valores que aquí defendemos...
Difunde este sitio !!!
Contribuirás a divulgarlos...