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Crisis y quiebra moral

Es necesario recordar, una vez más, que los sistemas económicos han de situar la dignidad de la persona humana y la norma moral como criterio inspirador de sus programas. El respeto, la defensa y la promoción de las personas y de su dignidad inviolable es y debería ser, en efecto, el pilar fundamental para la estructuración y progreso de la sociedad. La dignidad personal constituye el fundamento de la igualdad, participación y solidaridad de los hombres entre sí y el apoyo más firme para un desarrollo económico y social auténticamente humano.

Pero esta dignidad se ve fuertemente amenazada por la quiebra moral y la aguda desmoralización que azota a nuestra sociedad, como denuncian todos los diagnósticos que se hacen sobre ella. Hechos como la profunda crisis económica y social que atravesamos, la injusta distribución de la riqueza, el aumento de las desigualdades, el paro que afecta ya a varios millones de ciudadanos en España, la insuficiente atención de los más débiles y de los sectores más empobrecidos, el derroche provocador de hombres y grupos bien acomodados y saciados que, en medio de esta situación, viven en la abundancia sujetos al consumismo y al disfrute a toda costa, etc., están delatando claramente una sociedad moralmente enferma. No se trata de fenómenos coyunturales. Reflejan, por el contrario, una crisis espiritual honda que afecta a los fundamentos del comportamiento moral de los hombres de hoy.

Sólo una carencia de estos fundamentos éticos, en los que se asientan la sociedad y la convivencia humana justa, y sólo la desmoralización que supone tal carencia explica, por ejemplo, una concepción economicista que durante tiempo se ha asentado en numerosas conciencias y que resulta inhumana al situar el lucro como objetivo prioritario y único criterio inspirador de la actividad económica. O la insensibilidad que se ha dado en sectores de abundancia ante el desastre moral y la injusticia flagrante que supone el hambre de dos terceras partes de la humanidad en un mundo con recursos suficientes para todos.

Esta quiebra moral afecta a todas las zonas de la vida y al ser moral del hombre. Faltan convicciones sobre el ser profundo del hombre. El hombre de hoy no sabe frecuentemente lo que debe hacer para que el mundo sea más justo y alcance su felicidad, porque ha olvidado qué es. Sobre la base de la verdad del hombre se fundan los derechos humanos fundamentales y universales, propios de la persona humana desde su concepción hasta el último segundo de la vida terrena; sobre esa base se funda la dignidad de la persona humana; aquí radica también la igualdad fundamental de los seres humanos; ahí se asienta el bien común, base de todo ordenamiento social y económico.

(...)

Antonio CAÑIZARES
Diario La Razón


Dicen "progresía", pero es decadencia moral

Leía ayer en la Tercera de ABC una columna escrita en 1986, poco después de la aprobación de la primera Ley del aborto en España, por Miguel Delibes, que en paz descanse.

Recordaba cómo desde siempre el progresista era aquel que defendía al débil frente al fuerte. Así, se ponía del lado del negro, frente al blanco, del niño frente al adulto, del obrero frente al patrón. Sin embargo, apareció el aborto, y los amantes del progresismo, contra pronóstico, defendieron a la madre frente al niño no nacido.

He de reconocer que me hierve la sangre cada vez que los autodenominados progresistas defienden el aborto como un avance social, como un síntoma de progreso de una sociedad, como una ampliación de derechos sociales. Lo mismo ocurre con la eutanasia, el divorcio Express, con Educación para la Ciudadanía o con el “matrimonio” homosexual. Bajo la bandera del progreso, introducen e imponen a la sociedad supuestos “nuevos derechos” que atentan directamente contra los valores que la sociedad cristiana occidental siempre ha defendido y vivido: el matrimonio, la familia, el derecho a la vida y la libertad de educación.

Si se analizan los últimos veinticinco años en España, supuestamente plagados de modernidad, progresía, liberación de la mujer y un sinfín de geniales avances, lo que nos encontramos es un paisaje demoledor: divorcio, aborto, promiscuidad, depresión, fracaso escolar, sexo sin responsabilidad y desvinculado del amor, pérdida del respeto a padres y profesores...y, como no, alejamiento cuando no ataque a todo aquello que huela a católico o religioso.

¿Es esa la España moderna y progresista de la que vanagloriarse? Hay algo que me descuadra totalmente: ante la constatación del tremendo fracaso del “progresismo” y del relativismo moral en el nivel de bienestar social y familiar en España, no sólo no se reconduce esta situación, sino que en los últimos años –muy especialmente desde la llegada de este Gobierno al poder- se incide en esa decadencia moral revestida de modernidad.

Así, ante el aborto, más aborto (ahora totalmente libre). Ante el fracaso matrimonial, más divorcio (ley del divorcio Express); ante el descontrol sexual, más anticonceptivos  y píldoras del día después sin límite de edad; ante el abandono de los mayores, promoción de la eutanasia; ante la confusión sexual, “matrimonio” homosexual. (...)

Fuente: http://www.hazteoir.org/blog/2369


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