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Edgar MORIN: La mente bien ordenada

Aprender a vivir: enfrentar la incertidumbre

La sorpresa inesperada de las cosas que nos pasan, cuando creíamos que teníamos todo anodinamente bajo control –la salud, la familia-paraguas, el trabajo, etc.– no solo nos causan estupor sino desasosiego. No somos capaces de integrar la inseguridad que nos ha provocado la Covid, la guerra de Ucrania, el colapso de la democracia y otras nubes negras que vienen de cualquier dirección imprevista anunciando tormenta. «Todo eso remueve las estructuras psicológicas, las dudas existenciales del ser humano, y afloran las enfermedades mentales que se producen cuando uno pierde ciertos equilibrios internos. Ansiedad, depresión y trastornos en la contención de los impulsos que antes no aparecían o que estaban más contenidos». En suma, estamos rodeados de temores no confesados, que nos dejan con preguntas sin respuestas que nos agitan por dentro. Por mucha capacidad de autoengaño que tengamos, por muchos sucedáneos que encontremos ya sabemos de antemano que son insatisfactorios, con lo cual se incrementa cada vez más el vértigo. Ya no tenemos la estructura de la fe que nos daba esperanza. La esperanza se ha convertido en otro de sus sucedáneos. Llamamos esperanza a lo que son expectativas de cambio, a saber que en el próximo trabajo, en la próxima pareja, en el próximo viaje de nuestro modo turístico de vivir hallemos a la vuelta de la esquina la felicidad. Cuando una y otra vez fracasamos aprendemos a resignarnos –aunque ahora lo llamamos ser resilientes– y asumimos la verdad con resentimiento o cinismo. (ÁNGEL BARAHONA, La cultura de los sucedáneos)

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Es necesario que el cuerpo docente se dirija hacia los puestos más avanzados del peligro que constituye la incertidumbre permanente del mundo.(Martin Heidegger)

Si no esperas lo inesperado, no lo encontrarás. (Heráclito)


El mayor aporte de conocimiento del siglo XX fue el conocimiento de los límites del conocimiento. La mayor certidumbre que nos ha dado es la imposibilidad de eliminar lo incierto, no sólo en la acción, sino en el conocimiento.

Una de las mayores consecuencias de estas dos derrotas aparentes, en realidad verdaderas conquistas del espíritu humano, es ponernos en condiciones de afrontar las incertidumbres y, más globalmente, el destino incierto de cada individuo y de toda la humanidad.

La incertidumbre: FÍSICA Y BIOLÓGICA

La primera revolución científica de nuestro siglo, que se inició con la termodinámica de Boltzmann, se desencadenó con el descubrimiento de los quanta, prosiguió con la desintegración del Universo laplaciano, cambió profundamente nuestra concepción del mundo. Lo que hizo fue socavar la validez absoluta del principio determinista. Invirtió el Orden del mundo, grandioso relicario de la divina Perfección, para sustituirlo por una relación dialógica entre orden y desorden. Reveló los límites de los axiomas de identidad de la lógica clásica. Provocó una problematización de la racionalidad científica.

Aprendimos que todo lo que es, sólo pudo nacer en el caos y la turbulencia, y que debe resistir a enormes fuerzas de destrucción. El cosmos se organizó al desintegrarse. La historia del Universo es una gigantesca aventura creadora y destructora, marcada desde el comienzo por la casi aniquilación de la antimateria por la materia, jalonada por la incandescencia y, luego, la autodestrucción de incontables soles, choques de estrellas y galaxias, aventura que incluye, como uno de sus avatares marginales, la aparición de la vida en el tercer planeta de un solcito suburbano.

En cuanto a la biología, se abrió hacia lo incierto. Si la aparición de la vida se corresponde con la transformación de un remolino de macromoléculas en una organización de nuevo tipo, capaz de autoreorganizarse, autorepararse, autoreproducirse, apta para obtener organización, energía e información del medio, este origen no parece obedecer a ninguna necesidad ineluctable. Sigue siendo un misterio sobre el cual se siguen elaborando ideas. De todos modos, la vida sólo pudo nacer de una mezcla de azar y necesidad; lo único que podemos hacer es dosificarla. ¿La aparición de la vida es un acontecimiento único, que se debió a una acumulación altamente improbable de azar o, por el contrario, es el fruto de un proceso evolutivo, si no necesario, al menos altamente probable? Carecemos totalmente de certezas sobre el carácter inevitable o fortuito, necesario o milagroso, de la aparición de la vida y esta incertidumbre resuena, evidentemente, en el sentido de nuestras vidas humanas.

Si las creaciones de ramificaciones y de especies corresponden a reorganizaciones y mutaciones genéticas, implican un componente aleatorio. La aventura de la vida es en sí misma una historia fallida, con catástrofes que provocan aniquilaciones masivas de las especies y el surgimiento de especies nuevas. Dentro de esta aventura, la rama de una rama de una rama de los antropoides se proyectó, por buena o mala suerte, hacia la nueva aventura de la hominización...

El Sol brilla a la temperatura de su explosión. La vida se organiza a la temperatura de su destrucción. El hombre quizás no se habría desarrollado si no hubiese tenido que responder a tantos desafíos mortales, desde el avance de la sabana sobre la selva tropical, hasta la glaciación de regiones templadas. La aventura de la hominización se hizo a través de la carencia y el dolor. Todo lo que vive debe regenerarse sin cesar: el Sol, el ser vivo, la biosfera, la sociedad, la cultura, el amor. Todo lo que es precioso en la tierra es frágil, raro y tiene un destino incierto. Lo mismo sucede con nuestra conciencia. De esta manera, aunque conservemos y descubramos nuevos archipiélagos de certeza, debemos saber que navegamos en un océano de incertidumbre.

La incertidumbre humana

La condición humana está marcada por dos grandes incertidumbres: la incertidumbre cognitiva y la incertidumbre histórica. En el conocimiento existen tres tipos de incertidumbre:

  1. Cerebral: el conocimiento no es nunca un reflejo de lo real, sino siempre traducción y reconstrucción, es decir que conlleva el riesgo del error.
  2. Psíquica: el conocimiento de los hechos es siempre tributario de la interpretación.
  3. Epistemológica: se deduce de la crisis de los fundamentos en filosofía y, luego, en ciencia.

Conocer y pensar no es llegar a una verdad totalmente cierta, es dialogar con la incertidumbre.

La incertidumbre histórica está vinculada con el carácter intrínsecamente caótico de la historia humana. La aventura histórica comenzó hace más de 10.000 años. Estuvo marcada por creaciones fabulosas y destrucciones irremediables. No queda nada de los imperios egipcio, asirio, babilonio, persa, ni del imperio romano que había parecido eterno. Formidables regresiones de las civilizaciones y de las economías sucedieron a progresos temporarios. La historia está sometida a los accidentes, perturbaciones y, a veces, terribles destrucciones masivas de poblaciones y civilizaciones.

La historia humana sufrió determinaciones sociales y económicas muy fuertes, pero existen acontecimientos o accidentes que pueden desviarla o hacer que tome otro rumbo. No hay leyes históricas. Por el contrario, todos los esfuerzos por congelar la historia humana, eliminar sus acontecimientos y accidentes, hacer que soporte el yugo de un determinismo económico-social y/o hacer que obedezca a un ascenso teledirigido han fracasado. Y llegamos a la gran revelación del siglo xx: nuestro futuro no está teledirigido por el progreso histórico. Las fallas de la predicción futurológica, los innumerables fracasos de la predicción económica, el hundimiento del progreso garantizado, la crisis del futuro, la crisis presente, introdujeron en todos los dominios el gusanillo de la incertidumbre. Estamos entregados a la incertidumbre por el futuro.

Desde el alba de la humanidad, desde el alba de los tiempos históricos, ya estábamos en la aventura desconocida; ahora estamos así más que nunca y debemos estarlo de manera consciente. El curso que toma la historia de la era planetaria se evadió de la órbita del tiempo reiterativo de las civilizaciones tradicionales para entrar, no en la vía segura del Progreso sino en una incertidumbre insondable. Todos los grandes acontecimientos del siglo, el desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial, la Revolución soviética en el imperio zarista, el golpe teatral del pacto germano-soviético de 1939, la caída de Francia, las resistencias de Moscú en Stalingrado, todo esto fue inesperado y llegó hasta lo inesperado de 1989, la caída del Muro de Berlín, el colapso del imperio soviético, la guerra de Yugoslavia. Hoy estamos en la Noche y la Bruma y nadie puede predecir el mañana. De manera que el conocimiento de la historia tiene que servirnos no sólo para reconocer las características al mismo tiempo determinadas y aleatorias del destino humano, sino para abrirnos hacia la incertidumbre del futuro. Por lo tanto, hay que prepararse para nuestro mundo incierto y esperar lo inesperado.

LOS TRES CAMINOS

Prepararse para nuestro mundo incierto es lo contrario de resignarse en un escepticismo generalizado.

Esforzarse por pensar bien

Es esforzarse por pensar bien, es volvernos capaces de elaborar y practicar estrategias, es, finalmente, llevar a cabo nuestras apuestas de manera absolutamente consciente. Esforzarse por pensar bien es practicar un pensamiento que se desvele sin cesar por contextualizar y totalizar las informaciones y los conocimientos, que se aplique sin cesar a luchar contra el error y la mentira, lo que nos lleva, al mismo tiempo, al problema de la “cabeza bien ordenada”.

Es, también, ser consciente de la ecología de la acción.

  • El primer principio de la ecología de la acción es que toda acción, una vez ejecutada, entra en un juego de interacciones y retroacciones dentro del medio en el que se lleva a cabo, que puede hacer que se desvíe de sus fines e, inclusive, que llegue a un resultado contrario al esperado; esto es lo que sucedió con la acción aristocrática a fines del siglo XVIII, que desencadenó una revolución democrática en Francia; una acción revolucionaria, en 1935-1936 en España provocó un golpe reaccionario.
  • El segundo principio de la ecología de la acción nos dice que las consecuencias últimas de la acción son impredecibles; de manera que nadie podía predecir, en 1789, el Terror, Termidor, el Imperio, la Restauración, y la Revolución soviética del siglo XX fue una consecuencia indirecta de la Revolución Francesa que todavía no agotó todas sus consecuencias. Lo que nos lleva al segundo camino: la estrategia.

La estrategia

La estrategia se opone al programa, aunque pueda tener elementos programados. El programa es la determinación a priori de una secuencia de acciones tendientes a lograr un objetivo. El programa es eficaz en condiciones externas estables, que se pueden determinar con certeza. Pero la menor perturbación de estas condiciones desajustan la ejecución del programa y hacen que esté condenado a detenerse. La estrategia se establece para la obtención de un objetivo, como el programa. Esta establece guiones para la acción y escoge uno, en función de lo que conoce de un entorno incierto. La estrategia busca sin cesar juntar informaciones y verificarlas, y modifica sus acciones en función de las informaciones recogidas y de las casualidades con las que se encuentra en el camino. Toda nuestra enseñanza tiende al programa, en tanto que la vida nos solicita la estrategia. Es, por supuesto, una inversión de concepción que habría que producir para prepararse para los tiempos de incertidumbre.

La apuesta

El tercer camino es la apuesta. Una estrategia lleva en sí misma la conciencia de la incertidumbre que va a enfrentar y, por eso mismo, implica una apuesta. Debe ser totalmente consciente de la apuesta para no caer en una falsa incertidumbre. La falsa incertidumbre fue lo que siempre encegueció a los generales, políticos, emprendedores, y los llevó al desastre.

La apuesta significa integrarla incertidumbre en la fe o en la esperanza. La apuesta no se limita a los juegos de azar o a las empresas peligrosas. Está implicada en los compromisos fundamentales de nuestra vida. Así, Pascal, consciente de que era imposible dar una prueba absolutamente segura de su Dios, reconoció lo inevitable de la apuesta. Es lo mismo que hizo el marxista Lucien Goldmann respecto de la existencia de una sociedad sin clases. La fe incierta, como en Pascal, Dostoievsky, Unamuno, Adorno, Goldmann, es uno de los caminos más preciados que haya producido la cultura europea. El otro es la racionalidad autocrítica, nuestra mejor inmunidad contra el error.

Cada individuo debe ser plenamente consciente de que su propia vida es una aventura, incluso cuando cree que está encerrada en una seguridad; todo destino humano implica incertidumbre irreductible, inclusive la certeza absoluta, la de la muerte, ya que ignoramos su fecha. Cada uno debe ser plenamente consciente de su participación en la aventura de la humanidad que ahora tiene una rapidez acelerada, lanzada hacia lo desconocido.

Fuente: Edgar MORIN: La mente bien ordenada. (resumen Cap. 5: Aprender a vivir II)

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