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Despertar a la sabiduría 

El reto del ser humano es hacerse sabio, despertar a la sabiduría, para que nos dé la felicidad y nos libere de la ignorancia y el sinsentido en nuestra vida.

La sabiduría es la que libra al ser humano de la ignorancia y los vicios esclavizadores.

Com a introducció al resum que a continuació presentem serveixi aquest preciós text recollit a la tradició bíblica i poder-ho llegir i assaborir en la llengua vernacla de cadascú: La saviesa és resplendent i no s’apaga mai. Els qui l’estimen, arriben fàcilment a contemplar-la, la troben tots els qui la cerquen: ella mateixa es fa conèixer als qui la desitgen. Si algú matinejava per sortir a buscar-la, no s’hi haurà de cansar: la trobarà asseguda a les portes de casa. Pensar-hi sempre ja és tenir l’enteniment madur, i si, per trobar-la, hi ha qui passa nits en vetlla, aviat perd el desfici, perquè ella ronda sempre buscant els qui se la mereixen; generosament se’ls apareix pels camins i els surt al pas en tot el que es proposen. (Sv 6,12-16)

Como introducción al resumen que a continuación presentamos sirva este hermoso texto recogido en la tradición bíblica y poderlo leer y saborear en la lengua vernácula de cada uno: Radiante e inmarcesible es la sabiduría, la ven con facilidad los que la aman y quienes la buscan la encuentran. Se adelanta en manifestarse a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa, pues la encuentra sentada a su puerta. Meditar sobre ella es prudencia consumada y el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones. Pues ella misma va de un lado a otro buscando a los que son dignos de ella; los aborda benigna por los caminos y les sale al encuentro en cada pensamiento. (Sab 6,12-16)

Hombre, mortal, pasajero, finito y contingente; no obstante, a pesar de la sabida contingencia, inevitable, y de su paso efímero por este mundo, el ser humano sabe rebelarse y convertirse en un audaz rastreador de la felicidad; e, incluso, es capaz de volverse un ser sabio, que solo pide para sí una vida tranquila, sosegada y serena: sin exabruptos y alejada de la preocupación, el dolor y la muerte.


El ser humano necesita ser feliz. De hecho, no se resigna a tener una vida precaria, efímera y breve, llena de fracasos y sinsabores. Su historia vital no puede estar construida en función de la muerte y su desaparición inevitable. El hombre no puede vivir por vivir. El ser humano sabe que su existencia tiene una finalidad superior, que supera toda intuición. Se trata de una razón trascendente que le reta a encontrar el camino que lo conduzca a la felicidad, para, de este modo, vivir una vida plena y apasionada: una vida intensa y reconciliada. Esta búsqueda de la felicidad está en su ADN y en su constitución vital; por ello, la primera tarea que emprende el ser humano, apenas comienza a razonar, es perseguirla. De hecho, el hombre podría definirse como un perseguidor eterno y perseverante de la felicidad, aquella que está intrínsecamente relacionada con la posesión de la sabiduría.

La sabiduría lo envuelve e invade todo. Está en todos y en todas partes, pero su pasión especial es alojarse en el ser humano. La sabiduría duerme en nosotros. En ti y en mí. Nuestra tarea es despertarla. La sabiduría se ha manifestado en millones de personas. Ha aparecido en las múltiples autopistas existenciales. Ha sido el sostén de culturas y ha cambiado la vida de incontables personas.

El reto del ser humano es hacerse sabio, despertar a la sabiduría, para que nos dé la felicidad y nos libere de la ignorancia y el sinsentido en nuestra vida.

Cuando la sabiduría es descubierta y asimilada a la vida, produce una revolución trascendental. Por su propia naturaleza, es práctica y vivencial. Creada para producir cambios y dar sentido a la existencia de quien la posee. El reto del ser humano es hacerse sabio, despertar a la sabiduría, para que nos dé la felicidad y nos libere de la ignorancia y el sinsentido en nuestra vida. Bajo esta empresa, las personas de todos los tiempos se han lanzado a la búsqueda de la felicidad. Ha habido millones de iniciativas llevadas a cabo en la historia. Existen huellas de una red innumerable de caminos existenciales, urdidos por hombres y mujeres impetuosos, que se lanzaron tras de esta aventura desafiante y provocadora. En realidad, el ser humano de todos los tiempos siempre ha sido un ser indigente, mendicante entusiasta, creador de razones para explicar su existencia. Siempre ha escuchado con atención aquellas palabras que dejaban entrever sabiduría, eternidad, trascendencia, sentido y felicidad. El ser humano está persuadido de que la vida es una cuestión de sabiduría, esperanza y libertad.

El ser humano es un buscador esencial

Hombre, mortal, pasajero, finito y contingente; no obstante, a pesar de la sabida contingencia, inevitable, y de su paso efímero por este mundo, el ser humano sabe rebelarse y convertirse en un audaz rastreador de la felicidad; e, incluso, es capaz de volverse un ser sabio, que solo pide para sí una vida tranquila, sosegada y serena: sin exabruptos y alejada de la preocupación, el dolor y la muerte. De hecho, él sabe que su premeditada y sutil huida de la muerte es una empresa derrotada, casi inútil, condenada siempre a la resignación y abierta a la esperanza; sin embargo, el hecho de promover una disimulada rebeldía en busca de otras verdades representa ya en sí misma una victoria tácita y revitalizadora que da sentido al regalo innato de vivir y morir.Así, el ser humano, zambullido en su propia existencia, busca un asidero eterno, una clave reconfortadora de sabiduría, propia, incorruptible y eterna, que se permute con el sufrimiento, el dolor y la angustia, para, de este modo, alejar, aunque sea por unos instantes, la amenaza de muerte y la inevitable presencia del no ser.

Esta búsqueda intensa del hombre es inacabable. Y siempre en espiral vital, de creciente utopía. Así lo han planteado y entendido los filósofos, sabios, intelectuales y místicos de todos los tiempos. Ellos hicieron sus propias búsquedas y libraron sus propias batallas para degustar la dulzura del conocimiento redentor que da sabiduría. En la actualidad se siguen dando esas batallas apasionadas y épicas, búsquedas perseverantes, arriesgadas y concienzudas, protagonizadas por el hombre de la posmodernidad. El misterio sigue atrayendo a la mente humana con la misma violencia y pasión seductora de siempre. La mente está persuadida de poder encontrar el camino que le hará llegar a poseer para siempre la sabiduría vivificante y revitalizadora.

Alcanzar la sabiduría

Para abrazar esta empresa hay que entender el sentido de la existencia del ser humano. Esta no es otra cosa que la vida feliz. Por eso, para asomarnos a esta ventana sapiencial, es necesario decisión, esfuerzo y talento. También necesitamos llevar con nosotros una actitud audaz y visionaria, que nos mantenga en los cauces, siempre ricos, de la reflexión intelectual y el pensamiento ágil y fecundo. Así lo reza el libro de la Sabiduría hebrea (Sab 6,12), que no disimula el gran tesoro que representa poseerla: La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven sin dificultad los que la aman, y los que van buscándola, la encuentran; ella misma se da a conocer a los que la desean. Solo de este modo podremos llegar al conocimiento práctico y vivencial que se revela en la sabiduría de las cosas sencillas. Un tesoro que nos permitirá encarnar una historia única, legítima y original, que empieza, primero, dentro de cada uno, para relacionarse, después, con la historia de los otros, que comparten nuestra misma circunstancia.

Camina lento, no te apresures, que el único lugar a donde tienes que llegar es a ti mismo. (Ortega y Gasset)

La sabiduría tiene que estar cimentada en la interioridad personal y silenciosa: subterránea y profunda. Porque solo de ese modo podrá ser capaz de ofrecernos un sentido duradero, enraizado en el mismo ser del hombre, para poder proporcionarle una felicidad efectiva. Para llegar a esto, el filósofo español Ortega y Gasset (s.XX) recomendaba calma y sosiego: Camina lento, no te apresures, que el único lugar a donde tienes que llegar es a ti mismo.

¿Se puede alcanzar la sabiduría? Claro que sí. Basta mirar a ese enorme conjunto de hombres y mujeres de todos los tiempos, buscadores de respuestas, inquietos, curiosos y arriesgados, que supieron vivir con ella. Aquellas mentes sencillas y decididas, capaces de husmear en el mismo sentido del Misterio. A ellos se les llamó filósofos, hombres perseguidores de la felicidad, convencidos de que el mayor tesoro que hay que poseer no es material, sino una vida con sentido y una felicidad que traspasa toda materialidad.

Los filósofos y los sabios

¿Quiénes son los filósofos? Hombres que, desde el asombro terapéutico y la curiosidad innata y firme, son capaces de saborear la tan deseada sabiduría. Aquella luz vislumbrada por estos sabios ha motivado la vida de muchas personas, quienes, siguiendo su ejemplo, han decidido transitar por esos senderos provocadores y siempre retadores de la sabiduría. Esta ha sido capaz de proporcionar felicidad, juicio y armonía al espíritu del ser humano. Así lo confesaba el filósofo estoico romano, Marco Aurelio (s.II a.C.), quien, en sus Meditaciones, sostiene: En ninguna parte puede hallar el hombre un retiro tan apacible y tranquilo como en la intimidad de su alma.

La clave es interior. Algunos filósofos buscaron por mucho tiempo el principio de la sabiduría en el universo y en la naturaleza; y, luego, terminaron dándose cuenta de que ella, en realidad, estaba dentro del ser humano. Igualmente, en el interior del hombre estaba el conocimiento y la fuente de la grandeza, la paz y el equilibrio personal y universal. Allí habitaba el Misterio. Por ello, para atrevernos a aspirar a la búsqueda de la sabiduría, primero es necesario hacer un viaje interior para conocer nuestro propio ser. Nadie nos conoce mejor que nosotros mismos. Ninguno es feliz si no ama lo que es. Y, nadie ama a los demás si, antes, no se ha amado a sí mismo. La gran revolución de cambio se tiene que dar dentro de nosotros mismos.

Dos filosofías y un camino de sabiduría

Por ello, en este libro vamos a fijarnos en las conquistas de aquellos hombres, filósofos griegos y sabios hebreos, que empezaron a reflexionar desde lo sencillo y cotidiano: en las cosas de todos los días. Y, como producto de su trabajo indagador, construyeron el pensamiento filosófico y la sabiduría recreadora que ha fundamentado la historia de la humanidad y ha dado sentido y frescura a la vida de millones de personas y culturas de todos los tiempos.

Sin duda, los griegos fueron los abanderados de la razón, del pensamiento lógico, racional y metódico, capaz de avivar la teorización de la realidad y el cosmos. Por su parte, los sabios hebreos supieron unir el corazón a la mente, por eso su sabiduría deja espacio profundo a la fe sobrenatural y a las cosas espontáneas de todos los días. El sabio hebreo está convencido de que ella no es otra cosa que un instrumento del que Dios se sirve para estar con los hombres: La sabiduría instruye a sus hijos, estimula a los que la comprenden. Los que la aman, aman la vida; los que la buscan, alcanzan el favor del Señor, los que la retienen consiguen la gloria del Señor, acamparán con la bendición de Dios: los que la sirven, sirven al santo, Dios ama a los que la aman.

El sabio bíblico entiende que todo es manifestación de Dios. Un Dios personal y cercano que está en las cosas pequeñas y grandes; para ellos, la vida y la ética (ethos) del ser humano son la manera como este responde a Dios. El hombre no es dueño de su vida ni puede encarcelar su aliento; no es dueño del día de la muerte ni puede librarse de la guerra. Es decir, la fe del ser humano debe comprometer toda su vida. Y es, en su hacer práctico, de todos los días, en la vida del sabio hebreo, no tienen espacio el sinsentido ni la ofuscación paralizante. Dios sabe hacerlo todo y es capaz de darle una vida feliz, completa y por etapas.

Las dos filosofías, la griega y la hebrea, coinciden en la ética, es decir, en el arte del bien vivir para obtener la felicidad. Este ejercicio se concreta en la praxis cotidiana y en la búsqueda prudente y metódica de la felicidad. Para ambas culturas, la sabiduría es la que libra al ser humano de la ignorancia y los vicios esclavizadores, origen de todos los males y campo de cultivo de la infelicidad, que nos afecta a nosotros mismos y a los demás.

Fuente: J. Nicolás VIGO: La sabiduría que duerme en ti. Introducción resumida

Ver también:

Proverbis (I)

Secció: INTERIORITAT, ESPIRITUALITATS, SAVIESA


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