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Cosmologías y antropologías de fondo

Cosmologías y antropologías que informan el fondo del debate ideológico, cultural y a menudo también la acción política.

Interrogándonos sobre el sentido o sinsentido del mundo y de nosotros mismos.

El ser humano necesita entender, comprender, encontrar sentido a lo que vive y experimenta. Eh aquí uno de los interrogantes que ha preocupado al ser humano a lo largo de toda la historia. ¿Tendrá sentido todo lo que nos rodea o bien somos un sinsentido? Pensadores, filósofos, literatos, teólogos, científicos, el hombre común se interrogan incesantemente sobre ello. Las respuestas han sido muchas a lo largo de la historia.

Las diversas y variadas aproximaciones a tan persistente inquietud las podemos reducir a tres grandes categorías… Por su sencillez y claridad expositiva las presentamos de forma sintética y en un lenguaje asequible, siguiendo la exposición fácilmente comprensible del siguiente artículo (1).

A lo largo de la historia ha habido muchas interpretaciones sobre el  mundo y la vida, pero no todas gozan de la misma razonabilidad y coherencia. Hay quienes proponen que todo lo que existe se ha producido por puro azar, por pura necesidad, pero entre el ciego azar y una creación diseñada por un ser inteligente y poderoso, con qué nos quedamos?¿Qué sentido pueden tener dimensiones del ser humano como el Amor, la Justicia, la Libertad, la Belleza según nos instalemos en una u otra cosmovisión? Tanto el creyente como el ateo han de mostrar la razonabilidad y coherencia de sus respectivas creencias.

Frente al «azar y la necesidad» o la visión «panteísta» nos encontramos con la «cosmovisión cristiana», la cual apoyándose en los más excelsos valores de la cultura griega y romana ha informado y fecundado la milenaria civilización occidental. La hipótesis «teísta» es razonable y quizá más sencilla que sus alternativas materialistas. El mundo se entiende mucho mejor si operamos con la posibilidad de la existencia de un Dios creador: así todo tiene sentido, es razonable y coherente. Desde esta perspectiva Dios no estaría totalmente oculto, ya que el universo parece diseñado para permitir el acceso del hombre a Él, dejando abierta la posibilidad de la duda y del rechazo. Parece como si Dios quisiera renunciar a imponer su presencia para dejar sitio a la libertad de sus criaturas inteligentes. Pero el hombre moderno ha creído que deshaciéndonos de Dios, sin creador y sin amo, seríamos libres y felices, abocándonos de esta manera a la responsabilidad de inventarnos, de crearnos a nosotros mismos, intentando cada uno dar sentido a su ser y al mundo.

¿Tiene sentido este mundo? ¿Qué hay en el origen? ¿Azar y necesidad?, ¿un mundo sin sentido?, ¿una Razón creadora que lo realiza todo y deja que se desarrolle, o la Irracionalidad que, sin pensar y sin darse cuenta, produce un cosmos ordenado matemáticamente, y genera un ser que piensa, razona y reflexiona?

Las respuestas han sido muchas a lo largo de la historia. Las diversas y variadas aproximaciones a tan persistente inquietud humana las podemos reducir a unas pocas categorías… Tres grandes posibles cosmovisiones o modelos interpretativos del mundo y de nuestra propia existencia, modelos interpretativos que están en la base de nuestra concepción del Universo, de la vida y del propio ser humano y que informan, más o menos conscientemente, nuestros planteamientos no sólo religiosos, sino antropológicos, educativos, políticos, ideológicos, culturales…   

«Weltanschauung»

Una Weltanschauung, cosmovisión o "visión del mundo" es la concepción, interpretación o imagen que una persona, sociedad o cultura se forma sobre la realidad, el mundo o la existencia, a partir de determinadas percepciones, conceptualizaciones y valoraciones sobre dicho entorno.

Cada «cosmovisión» contamina, influye y condiciona la mentalidad individual y colectiva de una época e incide en las prácticas individuales y sociales, impregnándolas e imbuyéndolas de su espíritu.

A partir de ese conjunto de opiniones y creencias los individuos, las sociedades o las diversas culturas interpretan su propia naturaleza y la de todo lo existente, dando como resultado esas cosmovisiones o concepciones que condicionan la mentalidad de una época de la cual nos alimentamos y que en el fondo informan los diversos ámbitos de la vida, desde la política, la economía o la ciencia hasta la religión, la moral o la filosofía.

Su presencia e influencia en los diversos ámbitos de la vida no es menor, veamos: algunos de los planteamientos de fondo que se hacen en el debate público y en la acción política son fruto de ideologías impregnadas e instaladas, por ejemplo, en una cosmovisión materialista, relativista, nihilista, hedonista, economicista de la realidad, las cuales consecuentes con los postulados de tal cosmovisión a menudo suelen informar sus proyectos sociales y políticos reinventando, por ejemplo, el concepto mismo de «ser humano» alejándolo de su condición natural y de su dignidad intrínseca, borrando los lazos que nos unen a la naturaleza, o concibiendo el «Estado» como el hacedor y otorgador de «derechos» según las modas o coyunturas parlamentarias de cada época, el «poder» otorgando la categoría o no de «persona» según los intereses partidistas de cada momento o el estadio de desarrollo en que uno se encentre, la «verdad legal» sustituyendo a la «verdad natural» y convirtiendo la «ley adoptada por la mayoría» en la verdad absoluta al margen de cualquier otra verdad natural y objetiva, operando con una concepción de «libertad» basada exclusivamente en la voluntad de cada cual y ajena a cualquier referente externo a uno mismo, etc.…O fruto de una concepción antropológica y existencial reduccionistas se pueden derivar incluso actitudes como el laicismo beligerante o la negativa al desarrollo educativo integral de los educandos a través de la oposición a la denominada "clase de religión" para los que voluntariamente la solicitan y por qué no, de paso, nos oponemos también a la educación musical, plástica o estética...

Desde mediados del siglo pasado la «cosmovisión progresista», heredera de muchos postulados de base materialista, está ejerciendo una evidente hegemonía entre nosotros y en las últimas décadas se ha convertido en la ortodoxia del momento presente, en el pensamiento dominante, en el estándar de lo políticamente correcto: abortismo, neo-derechos, ideología de género, ingeniería social, laicismo beligerante, antropología reduccionista, concepciones paniaguadas de «progreso», «libertad», «democracia», «modernidad»son algunas de las expresiones actuales del nuevo «paradigma» postmoderno, fruto de este tipo de cosmovisiones, muy presentes en general en las antropologías vacuas de muchas de las formaciones de izquierdas, cuyos «proyectos sociales», rayando en ocasiones peligrosamente nuestra esencia antropológica de fondo (ingeniería social, ideologías de género, proliferación de modelos «alternativos» de relaciones interpersonales, la hipersexualización de la sociedad, el esnobismo homosexual, etc.), puedieran resultar a medio plazo antropológicamente letales. ¿Cómo se puede sostener una convivencia pacífica, por ejemplo, entre ciudadanos o entre culturas cuando convertimos la «libertad» en un absoluto, al margen de cualquieren consideración al «otro» o referencia a principio ético? Repasemos sucintamente algunas de esas cosmovisiones y veamos algunas de sus implicaciones.

Tres explicaciones globales (1)

Tres modelos de explicación del universo. Las explicaciones posibles sobre el Universo, es decir, la manera global de entender el mundo o de representarse cómo es, las podemos reducir a tres. Son los grandes modelos explicativos a que podemos reducir la diversidad de teorías sobre el origen y naturaleza de todo el Universo. Caben tres posibilidades:

A. El mundo viene “de abajo”: no hay Dios y el mundo se ha hecho solo y a sí mismo, por casualidades y por el surgimiento casual de leyes internas que han dirigido el crecimiento. No responde a ninguna lógica, por tanto no puede tener ninguna lógica en sí mismo. De aquí se deduce que, en el fondo, efectivamente, el mundo no tiene sentido, es absurdo. Es la llamada tesis «materialista», defendida por mucha gente, incluido expertos científicos.

B. El mundo viene “de arriba”: lo ha hecho un ser inteligente (Dios). Por tanto, no viene “de abajo”, sino “de arriba”. La explicación de su orden interno, del surgimiento de estructuras y de sus mismas leyes, es que ha sido pensado por un ser inteligente. Ese orden maravilloso merece una explicación. Fue ya Galileo quien afirmó que la naturaleza tiene “entraña matemática”. Y un importante intelectual y teólogo como Benedicto XVI se lo explicaba de la siguiente manera “Me parece casi increíble que coincidan una invención del intelecto humano y la estructura del universo: la matemática inventada por nosotros nos da realmente acceso a la naturaleza del universo y nos permite utilizarlo. Por tanto, coinciden la estructura intelectual del sujeto humano y la estructura objetiva de la realidad: la razón subjetiva y la razón objetivada en la naturaleza son idénticas. Creo que esta coincidencia entre lo que nosotros hemos pensado y el modo como se realiza y se comporta la naturaleza son un enigma y un gran desafío, porque vemos que, en definitiva, es ‘una razón’ la razón que las une a ambas: nuestra razón no podría descubrir la otra si no hubiera una idéntica razón en la raíz de ambas”

El mundo es razonable pues no es fruto del azar,  sino de alguien muy razonable e inteligente: Dios creador,que piensa al mundo y al hombre y los hace conforme a ese pensamiento; razón por la que tanto el mundo como el hombre son inteligibles, tienen naturaleza, consisten en algo; y conocer en qué consiste lo que existe es algo asequible para un ser racional como es el hombre. Los hombres tenemos una naturaleza, somos algo; no nos autocreamos a nosotros mismos.

C. El mundo mismo es Dios o, por lo menos divino. Es la tercera posibilidad. Postura bastante extendida y defendida por algunos panteísmos antiguos o los panteísmos orientales y también por algunos importantes científicos modernos, por ejemplo. Lo característico de esta postura es transmitir a todo el universo una de las característica más importante que se puede hallar en él, la conciencia humana. De tal manera que, aunque no sea una persona, dan al todo una cierta conciencia o, por lo menos, lo consideran con una cierta “lógica global”, como el fundamento de todas las conciencias. Al todo, se le puede llamar “Dios”, aunque, generalmente, no piensan en un ser personal. Es más algo que alguien.

Estas son las tres grandes posibilidades. Los materialistas reducen la maravilla a la casualidad. Los “panteístas” piensan que el mundo es un todo maravilloso con todas las propiedades. Los creyentes pensamos en un mundo maravilloso creado por un ser inteligente, que no se confunde con el mundo. Estas son las posturas posibles. “Algunos filósofos han dicho que todo es Dios, que el mundo es Dios o que el devenir del mundo es el devenir de Dios (panteísmo). (...) Otros finalmente no aceptan ningún origen trascendente del mundo, sino que ven en él el puro juego de una materia que ha existido siempre (materialismo)”.

Tres modelos distintos de hombre

Las tres explicaciones globales dan lugar a tres modelos de ser humano:

- Si el mundo es una casualidad sin sentido, el ser humano es también una casualidad sin sentido. Y no vale más que el resto. Esto tiene consecuencias prácticas insostenibles. Nuestra cultura occidental y nuestras instituciones democráticas están basadas en la idea de que todo hombre tiene una especial dignidad que debe ser respetada. Pero si el ser humano es un poco de materia acumulada por casualidad, no se ve por qué hay que respetarla especialmente. Este materialismo científico o “cientifista” que está en la base de algunas concepciones antropológicas y de algunas decisiones políticas está erosionando las bases de nuestra cultura humanista, porque hace perder dignidad a las personas cuando se encuentran en condiciones límite (aborto, eutanasia, quizá pronto eugenesia…).

- Si el mundo lo ha hecho Dios, el hombre puede ser, como sostiene el mensaje bíblico, “imagen de Dios”.  Se es “persona” a imagen de Dios. Un ser inteligente y libre, capaz de bien y de amor, y que se realiza amando, a imagen de  Dios. Desde esta perspectiva la conciencia humana vendría de Dios. Si no, sólo puede venir de la materia.

El cristianismo ha aportado la razón de que exista algo bueno en nosotros y en todo: hemos sido creados por amor; en nosotros está la huella del acto amoroso de Dios al crearnos; en nosotros, en cada uno de nosotros, hay algo no sólo bueno sino excelso pues fuimos amados al ser creados. En el origen no está el caos de la ciega evolución bioquímica del carbono, sino el pensamiento amoroso de todo un Dios.

- Si el mundo mismo es Dios o una especie del todo divino, todo es divino o emanación unida a lo divino. Desde este punto de vista, el ser humano sólo puede ser un chispazo transitorio del todo. Una parte que se ha separado temporalmente y que manifiesta temporalmente una conciencia personal, pero que está llamada a unirse y fundirse en el Todo, como defienden los panteísmos orientales (se aprecia en la tradición budista o hinduista).  Por eso, es frecuente encontrarse en estas posturas con la creencia en la reencarnación o trasmigración de las “almas”.

Dimensiones “superiores” del ser humano

Estamos acostumbrados a hablar de grandes dimensiones humanas, como el amor, la justicia, la libertad y la belleza. Nos parecen tan importantes que las podemos escribir con mayúsculas: Amor, Justicia, Libertad, Belleza.

Si el mundo es azar y necesidad, estas dimensiones humanas no pueden tener mucho fondo ni tener mucho sentido. ¿Qué sentido puede tener el amor o la justicia en un mundo surgido de partículas elementales por casualidad? En la física, existe la masa o la carga, pero no existe el amor o la justicia. Si no son dimensiones de la materia, y no hay más que materia, sólo pueden ser ilusiones del espíritu. Algo ficticio. Desde esta perspectiva, el amor no es nada más que instinto y, en el fondo, física. Y la justicia sólo puede ser una ilusión humana que no tiene ningún fundamento ni en la física, que sólo sabe de atracciones y repulsiones, ni en la biología, donde prima la ley de la selva. Ni en la física ni en la biología, hay justicia.

Sólo si el mundo lo ha hecho Dios, estas dimensiones tan humanas pueden ser reflejo de un Dios personal. Dios las tiene en plenitud. El hombre las puede tener como imagen. Puede existir en su vida algo que realmente sea amor y justicia y libertad y belleza. Para la religión cristiana, el ser humano es considerado “persona”  creada a imagen y semejanza de Dios y por consiguiente puede tener esas dimensiones personales. Eso es propio de personas que se saben distintas de la materia y de los animales y que reconocen una “dignidad” en cada persona.

Es fácil hacer afirmaciones materialistas, pero es muy difícil vivir como un materialista consecuente, porque contradice las aspiraciones y los usos más elementales de la condición humana. Todo materialista debería cuestionarse seriamente si tiene sentido que quiera a sus hijos, a su cónyuge, a sus padres o a sus amigos. ¿Tiene sentido ese amor? ¿Es lógico querer más a un hijo que a un mueble, si son lo mismo? Y otro tanto en relación con sus aspiraciones o sus reclamaciones de justicia: ¿Tienen sentido en un universo que es azar y necesidad? ¿Por qué hay que aspirar al amor o defender la justicia en lugar de aceptar el azar y la necesidad? Pero, ¿cómo ser materialista y defender la justicia?

El problema de la libertad

La Libertad es una gran dimensión humana, muy enaltecida en la historia de nuestro mundo moderno. Pero, si el mundo es sólo materia evolucionada por azar y necesidad, no puede haber realmente libertad. Azar quiere decir pura casualidad; y necesidad quiere decir determinación, ausencia de libertad. Si la materia no es libre y el hombre es sólo materia, en el hombre no hay libertad.

Claro es que también aquí es imposible ser consecuentes. Si pensamos que la libertad no existe y que todo lo que hacemos está dominado por el azar y la necesidad, habría que pensar que lo pensamos por puro azar y necesidad, no porque sea lógico. La materia no es ni lógica ni no lógica. Es sólo azar y necesidad. En consecuencia, el pensamiento y todo lo que pensemos, sólo puede ser azar y necesidad, tanto si pensamos una cosa como si pensamos la contraria.

Al final, se presenta esta alternativa: ¿Qué hay en el origen? O la Razón creadora, el Espíritu creador que lo realiza todo y deja que se desarrolle, o la Irracionalidad que, sin pensar y sin darse cuenta, produce un cosmos ordenado matemáticamente, y también el hombre con su capacidad para pensar y razonar, fruto de un azar de la Evolución y, en el fondo, algo “racional” surgido de lo “irracional”.

Si el ser humano es sólo materia, dominada por el azar y la necesidad, no puede ser realmente libre. La única salida materialista de este argumento (intentada por muchos) es refugiarse en la mecánica cuántica. Resulta que toda la física es determinista, menos la física de las partículas subatómicas, la física cuántica, donde no podemos determinar exactamente la posición y velocidad de las partículas elementales (electrones, fotones) ni tampoco su comportamiento (como onda o como corpúsculo). Esto es, en definitiva, el principio de indeterminación de Heisenberg. Según la visión científica actual de las cosas, la materia está totalmente determinada, menos en esa esfera. La solución sería, entonces, intentar relacionar la libertad humana con esa esfera de indeterminación.

Indeterminación significa que no sabemos determinar dónde está algo ni cómo se va a comportar. Pero “libertad” es más que no poder prever lo que va a pasar. Es, precisamente, decidir lo que va a pasar. Ciertamente no podemos saber de qué manera se va a comportar una persona, porque es libre. En eso el comportamiento de las personas se parece al de las partículas subatómicas: es imprevisible. Pero las personas libres piensan lo que van a hacer y son capaces de hacer libremente construcciones que son fruto de su espíritu, como la catedral de Toledo, por ejemplo. Se puede decir que la catedral de Toledo estaba indeterminada porque, antes de hacerla, nada hacía suponer que en ese terreno habría una catedral. Pero la catedral de Toledo no es el fruto de la indeterminación, sino de la libertad humana, que está llena de pensamiento, de proyecto, de imaginación, de decisiones creativas. Cosa que no tienen las partículas elementales ni ninguna otra esfera de la materia.

La libertad humana está relacionada fundamentalmente con la inteligencia. Somos libres porque somos inteligentes. Y la inteligencia es un misterio casi tan grande como la libertad. Es la prueba más evidente de que en el universo hay algo más que materia. Que hay pensamiento, que hay libertad, que hay bondad, que hay justicia, que hay amor.

Y todas estas dimensiones de la persona humana son las que los cristianos defendemos como parte de la imagen de Dios. Como imagen de un Dios bueno, libre y creador, tiene sentido un hombre libre y creativo, que quiere ser bueno y justo. Y que considera un gran bien amar y ser amado. Estas dimensiones son la prueba más clara de cómo hay que contemplar el universo. Si sólo lo queremos explicar desde la materia, desde la biología o desde las realidades personales, la explicación no es tal.

Elaboración propia, a partir de materiales diversos

(1) J.L.LORDA, Las tres explicaciones sobre el origen y la evolución del universo. http://www.unav.es/cryf/tresexplicaciones.html


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