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Comprensivos y empáticos

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11,—¿Qué SIGNIFICA SER COMPRENSIVOS O EMPATICOS?

Ser comprensivos o empáticos significa: entender los problemas del otro, captar sus sentimientos, ponerse en su lugar, confiar en su capacidad para salir adelante, respetar su libertad, respetar su intimidad, no juzgarle, aceptarlo como es, aceptarlo tal y como quiere llegar a ser, ver al otro y no nuestros problemas.

Todo esto significa ser comprensivo, y se da cuando somos capaces de comprender a los demás o cuando alguien nos ha comprendido a nosotros. En Psicología hay otra palabra para decir comprensivo: «empático».

12.—LA EMPATIA: UN INGREDIENTE IMPRESCINDIBLE

Un ingrediente imprescindible en toda comunicación es la empatia. La empatia es algo connatural al dialogador nato. Es también una característica que puede adquirirse; de hecho, todo el que aspire a ser un buen dialogador, debe cultivar su capacidad de empatia.

Un proverbio indio escrito en un póster que decoraba la secretaría del centro escolar donde trabajé hace unos años decía: «Oh, gran espíritu, no permitas que opine del caminar ajeno hasta que haya caminado muchas leguas con sus mocasines»: La petición de este sencillo piel roja expresa gráficamente lo que es la empatia. Consiste en tratar de ver la realidad como si yo fuera la otra persona. Como si yo estuviera en su pellejo viviendo esa misma situación que está intentando comunicarme. La empatia es la capacidad de ponerse en el lugar del otro.

Hay tres condiciones para que este «ponerse en el lugar del otro» pueda darse:

La congruencia: consiste en estar en contacto con nosotros mismos, con lo que sentimos y pensamos. Es muy importante que yo sepa lo que realmente pienso y siento, y que sea capaz de actuar y hablar en consecuencia con toda honradez.

La congruencia me sitúa en un plano de libertad y de individualidad frente al otro: al ser yo consciente de mí mismo, no seré arrastrado por la situación o por el otro a hacer o decir cosas que realmente no siento o no pienso. La congruencia quiere decir ser sincero conmigo mismo, ser coherente, ser genuino, ser auténtico. La congruencia no quiere decir tener que decir todo lo que se me pasa por la cabeza; es ser sensible a mí mismo, y a la situación tal y como la estoy viviendo.

Aceptación incondicional del otro: Esto quiere decir que lo acepto como es, trato de aceptarle como es aquí y ahora; no más adelante, cuando sea mayor o cuando cambie, o cuando tenga más prestigio.

Aceptar las críticas. Sabemos que hay aspectos de nuestra manera de ser que no conocemos, pero que los demás sí conocen. Cuando los demás nos lo comunican nos ayudan a conocernos mejor.

Cuando hacemos o decimos algo, lo hacemos con determinada intención, como en el ejemplo; pero puede no ser recibido así, sino al revés. Cuando los demás nos lo comunican podemos corregir nuestras palabras y nuestros actos para conseguir expresar lo que queremos.

Finalmente, lo que yo hablo puede ser entendido mal, porque yo tenga dificultad al expresarlo o por otras razones. Cuando los otros me preguntan si yo he dicho esto o aquello tengo oportunidad para aclararlo y corregir si ha habido malentendidos.

13.— LA REALIMENTACIÓN O «FEED-BACK»

Hay distintos tipos de realimentación. Cuando hablamos a alguien sobre él mismo lo podemos hacer de varias maneras:

Realimentación informativa. Repetimos lo que se nos ha dicho para asegurarnos de que hemos entendido bien. Por ejemplo: «Si no te he entendido mal, me decías que os conocisteis en primavera». Así la otra persona comprueba si la información está siendo recibida correctamente, y en otro caso tiene oportunidad de corregirla.

Realimentación sobre la reacción personal. Cuando le decimos al otro los sentimientos y reacciones que nos producen sus palabras o su comportamiento. Por ejemplo: «Cuando llegas tarde y no me avisas del retraso, siento que no piensas en mí, en que te estoy esperando y en que a lo mejor estoy preocupada por tu tardanza». Esta forma de realimentación es muy importante y la que más nos ayuda a conocernos, a conocer al otro y a comunicarnos profundamente. Por desgracia, debido a la educación y a las fórmulas de cortesía, no se utiliza mucho.

La realimentación sobre la reacción personal no prejuzga al otro, ni le atribuye sentimientos o intenciones determinadas, pues uno habla de sus propios sentimientos con respecto al otro.

Realimentación de juicio. Cuando le decimos al otro la opinión o el juicio que tenemos sobre su persona o su comportamiento. Por ejemplo: «Creo que eres demasiado exigente con tus hijos», o bien: «Creo que sería mejor que escucharas más a tus hijos».

La realimentación de juicio debe darse en un clima de mucha confianza en el otro y de mutuo apoyo; de otra forma, puede ser rechazada. Hay veces que nos piden nuestra opinión, pero muchas de ellas buscan nada más que tengamos una opinión determinada, semejante a la suya y no nuestro propio juicio, sea el que sea.

Realimentación forzada. Cuando al hablar con otra persona «llamamos la atención» sobre su comportamiento; cuando le decimos aspectos de sí mismo que él no conoce y nosotros sí vemos, sin que él nos lo haya pedido. Por ejemplo: «¿No te das cuenta de que con lo que estás diciendo atacas a todas las mujeres que quieren tener una independencia económica?».

Este tipo de realimentación puede colocar al otro a la defensiva, aunque depende de las relaciones que haya establecidas: si hay confianza y cariño suficientes como para que la realimentación forzada no se viva como un ataque. Pero es que hay otras maneras de facilitar al otro el conocimiento de sí mismo.

En definitiva para que la realimentación sea eficaz y para que nos sirva para comunicarnos mejor es importante que sea:

a) Más descriptiva que valorativa: describir la conducta o las palabras del otro en lugar de juzgarlas reduce las actitudes defensivas, y el otro tiene libertad para corregir su conducta o no según crea conveniente.

b) Concreta y no general. Es más útil para el otro si yo le digo: «Tengo la sensación de que en este momento no te interesa lo que te cuento», que si le digo: «Siempre que te hablo me parece que estás pensando en otras cosas».

c) Que tenga en cuenta las necesidades del otro y las mías. Si sólo tengo en cuenta las mías puedo herir o ser inoportuno, con lo cual lo que se conseguiría con la realimentación sería negativo.

d) Que se refiera a comportamientos que pueden ser cambiados; por ejemplo: «Cuando te diriges a mí hablándome tan fuerte creo que vas a regañarme». Pero si en la realimentación hago hincapié en limitaciones del otro, lo único que consigo es aumentar la frustración. Por ejemplo: «Creo que tardas demasiado en entender las cosas».

e) Que la realimentación sea solicitada en vez de ser forzada, porque el otro está en una disposición más abierta.

f) Que sea contrastada por el que la recibe, pues el contenido de la realimentación que yo doy al otro puede ser malentendido y conducir a más confusión.

g) Que se dé en el momento oportuno y lo antes posible.

Maite MELENDO, COMUNICACIÓN E INTEGRACIÓN PERSONAL-Introducción. Editorial Sal Terrae. (Pequeño extracto en formato E-Book.)


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