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LA MENTALIDAD «RELATIVISTA», expresión de una crisis global

Afecta nuestra manera de pensar, nuestros enfoques de la realidad, la nanera de afrontar y resolver los problemas. Una teoría que condiciona nuestra mentalidad individual y colectiva. No hay bien ni mal, cada cosa será buena o mala según el sentir del individuo. La convivencia social se parece cada vez más a la ley de la selva en la que como nada tiene más valor que nada solo queda la dictadura del más fuerte. Ya se encargará el establishment que nos dicta lo que es políticamente correcto de decirnos qué hacer y qué no hacer.

Los trabalenguas del relativismo

Antonio Millán-Puelles

DIÁLOGO 1
X ¿No te parece, amigo Y, que los relativistas se quedan cortos cuando dicen precisamente que todo es relativo?
Y Perdona, amigo X, pero no te entiendo.
X Vamos a ver: lo que quiero decir, y digo, es que si los relativistas piensan en serio que es relativo todo, tendrán lógicamente que pensar que también es relativo eso mismo de que todo es relativo.
Y ¡Ah, ya te entiendo! Y no tengo ningún inconveniente en admitir que eso de que todo es relativo es relativo también. Para que veas que no me quedo corto.
X Estás completamente equivocado. Sigues quedándote corto, a pesar de lo que acabas de afirmar.
Y ¿Pero qué estás diciendo?
X Lo que oyes. Porque si piensas en serio eso de que todo es relativo es relativo también, también tendrás que pensar (si quieres seguir siendo relativista) que a su vez es relativo que sea relativo eso de que todo es relativo, y así sucesivamente&
Y O sea: que por mucho que un relativista relativice el relativismo (y deberá hacerlo para ser un buen relativista), siempre tendrá que volver a relativizarlo, y, en consecuencia, nunca llegará a ser un completo relativista.
X Ni más ni menos. Ahora sí que me has entendido.

DIÁLOGO 2
Ramón de Campoamor (poeta español del siglo XIX):
En este mundo traidor
nada es verdad ni es mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira.
Yo: Si en este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, tampoco será verdad, ni será mentira, que nada es verdad, ni es mentira, en este mundo traidor. Ni siquiera será verdad, ni será mentira, que Campoamor fue el autor de estos versos. Además, ¿de qué color tendrá que ser el cristal a través del cual puede verse que nada es verdad ni es mentira en este mundo traidor? Porque algún color habrá de tener ese cristal, digo yo; y entonces ese color ¿dependerá del que tenga a su vez el cristal con que cada hombre lo mire, y así in infinitum?

DIÁLOGO 3
P Para ser tolerante hay que ser relativista.
Q ¿Y por qué hay que ser relativista para ser tolerante?
P Pues porque los que no son relativistas son unos fanáticos, y todos los fanáticos odian la tolerancia.
Q Pero tampoco los relativistas son unos angelitos. También ellos odian algo. Odian la intolerancia, y su fanatismo contra ella es tan grande como el de los no-relativistas contra la tolerancia. Ahora bien, si los relativistas discurriesen de acuerdo con el relativismo, tendrían que pensar que no es mejor el derecho de los tolerantes, sino que este derecho es tan relativo o subjetivo como el de los intolerantes, y que en realidad no existen esos derechos, sino el hecho de que unos prefieren la tolerancia, y el hecho de que otros prefieren la intolerancia.
P ¿Entonces piensa usted que el relativismo no es lógicamente compatible con ninguna clase de derechos, ni siquiera con los derechos fundamentales de la persona humana?
Q Eso pienso, aunque lo que yo descalifico es el relativismo, no los relativistas.
P Pues quizás tenga usted razón. Me lo pensaré.

DIÁLOGO 4
A Siento frío.
B Yo, en cambio, siento calor.
C ¿Ven ustedes? Eso es una prueba o un ejemplo de que todo es relativo, hasta la temperatura.
D No lo creo. Lo relativo no es la temperatura, sino la manera en que la siente A y la manera en que la siente B.
C Me da igual, porque lo que yo quiero decir es que el conocimiento que tenemos de la temperatura es relativo, en cada caso, al sujeto correspondiente.
D No es verdad. Porque aunque A sienta frío y B sienta calor, los dos pueden conocer de un modo objetivo la temperatura.
C ¿Cómo?
D Muy sencillo: mirándola en un termómetro. Y le pongo otro ejemplo. Dos viajeros van en un mismo coche; y a uno le parece que el coche corre poco y el otro asegura que el coche corre mucho, quizás demasiado. Hay un modo fácil de conocer la velocidad real del coche: mirar lo que marca el indicador de velocidad.

Fuente: www.conoZe.com


LA MENTALIDAD «RELATIVISTA»

Todo es relativo, luego todo vale. La verdad objetiva no existe.

Occidente duerme bajo las sábanas de un nuevo fantasma que lo arrulla. Es el relativismo, su nuevo señor. Le hace soñar en que no tiene por qué haber conceptos universalmente aceptados. Todo es relativo y discutible. No puede existir una verdad objetiva ni un punto de coincidencia común en el pensamiento o valoración de la realidad.

El inicio del siglo XXI seguramente está siendo el período de máxima impregnación relativista. La teoría desciende desde las cátedras y las grandes tribunas para saturar los presupuestos más elementales de la vida cotidiana. El pensamiento se hace así caricatura pero logra la inmersión de sociedades enteras— la televisión, las costumbres— al relativizar todo y cualquier valor. Esa nueva mentalidad fagocita diversos ámbitos y así podemos encontrar un relativismo cultural, ideológico, moral, ético, religioso…Una cultura antagónica, apéndice del sistema relativista, desestabiliza el afán de Occidente a la hora de defender su identidad. Es una identidad puesta en duda, corroída y finalmente negada.

Así no pueden existir verdades definitivas porque la verdad es algo imposible al depender, al ser relativa a su contexto. Una proposición moral no se refiere a verdades universales sino a circunstancias sociales o antropológicas. Al relativismo ético le corresponde una responsabilidad fundamental sobre la crisis moral de nuestras sociedades occidentales. Si se niega la existencia de criterios objetivos o universales para distinguir entre el bien y el mal, la frontera entre ambos resulta porosa, y queda abierta la vía que conduce a la abolición del bien. El relativismo ético goza de una inmerecida buena reputación. Es cierto que, aparentemente, resulta convincente, y que es innegable la discrepancia de opiniones morales y la influencia sobre ellas de factores sociales y culturales, y que suele ir vinculado, erróneamente, a posiciones tolerantes y liberales, no dogmáticas.

Relativistas pero de pacotilla: el relativista convertido en abolutista

De pronto llama a la puerta de la alcoba un fenómeno paradójico: el hombre relativista reclama un respeto a su sistema de valores. No acepta injerencias ni de otras personas ni de los poderes públicos, lo que podría llegar incluso a una negación del Derecho. Pero, al mismo tiempo, los hechos demuestran que hacen falta reglas que ordenen la convivencia de tan dispares sujetos. Por eso se reclama la intervención de un tercero que ponga el orden necesario. Este sujeto se identifica con el Estado, que está llamado a actuar a través de las normas jurídicas para conseguir ese fin. Ahora bien, no se puede legislar de cualquier modo.

En realidad, no se puede decir que proliferen los verdaderos relativistas, los consecuentes. La especie dominante es más bien la de los falsos relativistas de pacotilla, que esgrimen su posición sólo como arma arrojadiza frente al adversario, pero que, cuando se trata de defender sus propias posiciones, se muestran como intransigentes dogmáticos. En realidad, el relativista suele ser un absolutista de lo relativo. Así, invirtiendo lo que es correcto, absolutiza el Derecho, es decir, lo relativo, mientras que relativiza lo absoluto, es decir, la moral.

El relativismo es una postura de la mente que aparece cuando alguien tiene pensamiento débil. Y, por pensamiento débil entenderemos el de quien admite cualquier postura con tal de evitar confrontaciones o acepta todo tipo de afirmaciones aunque se contradigan pues la persona carece de principios sólidos, bien asimilados y tampoco confía en alguien a quien pueda reconocer como una legítima autoridad. En este caso el problema es doble, por un lado aparece un afán desmedido de inclusión social, y por otro, una miseria intelectual que impide razonar con un mínimo de congruencia. El pensamiento es débil porque es incapaz de asumir y mucho menos de defender alguna postura.

El relativismo se ha convertido así en un problema central disfrazado de apertura a todo tipo de posturas, incluyente pues todas las afirmaciones se colocan en el mismo plano y sin cortapisas pues no existe el compromiso de defender ningún planteamiento. No se admite una verdad válida para todos sino múltiples verdades subjetivas donde las afirmaciones de unas y otras no tienen nada que ver entre sí y generalmente se contradicen. Pero como se evita la polémica, el relativismo se alaba como una postura positiva vinculada a conceptos muy bien vistos en la actualidad como son la tolerancia, la construcción del conocimiento en el intercambio de opiniones y la defensa de la libertad absoluta, sin ningún tipo de restricción.

Negar la verdad objetiva

En medio de este caldo de cultivo bueno será examinar la actitud con que la conciencia contemporánea  se enfrenta con la verdad. No es lo mismo errar con respecto a la verdad que negar la posibilidad de su existencia o de su conocimiento.

Para el relativismo la verdad objetiva no existe. Todo es relatico. Todo depende del color del cristal con que se mira. Algo sospechábamos. Pero ahora, con esta profusión de debates y enfrentamientos de ideas nos ponen en la certeza de esta larga sospecha: la verdad no existe.

La verdad es un antiguo invento de filósofos reaccionarios y de pensadores casi situados en la Escolástica medieval. Su existencia es etérea y fantasmal y puede llegar, en caso de querer implantarse en la sociedad, a producir efectos letales. Habla un candidato, habla otro. ¿Quién tiene razón? Depende en absoluto de quien opine, de la tendencia del periódico, del periodista, del opinador. Además, lo mejor es que la tendencia de los opinadores es perfectamente previsible. Antes de que hablen, usted ya sabe lo que dirán. La palabra pierde así su sentido primario de representar el mundo y explicarlo.

En fin, el relativismo ético se apoya en motivos prácticos: quiere permitir algo a quien lo desee, pensando así que amplía el campo de su libertad. Predomina así la función técnica de la inteligencia sobre la sapiencial, que es la que mira a entender el significado del mundo y de la vida humana. El segundo problema es que la falta de sensibilidad por la verdad lleva a la corrupción de la libertad, que se invoca en formas destructoras: libertad de abortar, de ser soez, de construir el matrimonio de espaldas a la naturaleza, libertad de molestar y no dar razón de las propias posiciones y, sobre todo, libertad de imponer una filosofía relativista, que será en realidad dictadura del relativismo.

Adaptación y síntesis a partir de materiales diversos

Ver también: Los resultados del relativismo


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