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La pugna por la interpretación de la «realidad»

LA REALIDAD, LA NECESIDAD DE CONOCERLA Y SUS PARADIGMAS INTERPRETATIVOS

Nuestro mundo parece estar en guerra consigo mismo. Nos encontramos en una sociedad en transición, donde todo se relativiza y donde las concepciones no “políticamente correctas” pretenden ser desterradas de la plaza pública. Parece que en occidente estemos inmersos en una escisión «cultural» interna. En esa confrontación los “progresistas” van imponiendo a la sociedad una concepción cada vez más relativista y materialista del mundo y de la vida, y se adhieren más bien a la Weltanschauung (relativista, hedonista, liberacionista, post-religiosa) característica del  “pensamiento postmoderno”. Esa cosmovisión progresista ejerce una evidente hegemonía en la sociedad actual, hasta  el  punto  de  merecer  la calificación de “cultura dominante”.

El dominio del «paradigma progresista» tiene lugar, no sólo en el terreno de los hechos, sino también en el del imaginario social y las ideas públicamente aceptables, y en el momento actual determina lo políticamente correcto, llegando a condicionar nuestras concepciones de la realidad, las políticas de los gobiernos e incluso, envueltos en esa mentalidad, las conductas de los individuos. Sin embargo. cada vez más esa cultura devenida en oficial se ve contestada por una creciente “cultura disidente”. La pugna o confrontación entre las diversas visiones se produce en muchos campos y también en el terreno de las ideas, del conocimiento y de la interpretación o hermenéutica de la «realidad».

En el seno de nuestra cultura existe una pugna entre diversas concepciones de la realidad.

La «realidad» está ahí, independientemente de la concepción o interpretación que en cada época hagamos de ella.

Nacemos con un cerebro preparado para darle sentido al mundo.

En nuestro interior late la necesidad de expandir nuestra conciencia y comprender cuanto existe.

La mitología, la religión, la racionalidad, la lógica, el pensamiento científico.. son algunos de los lenguajes empleados para expresar la realidad.

El conocimiento científico no es el único modo de conocer. Hay realidades que se escapan al conocimiento experimental. La ciencia no lo explica todo.

En cada cosmovisión hay toda una forma de entender al ser humano en su existencia real: en todas sus dimensiones, en sus opciones concretas de valores y fines, en su responsabilidad por la historia y en su relación con la trascendencia.

En esa confrontación los “progresistas” van imponiendo una concepción cada vez más relativista y materialista del mundo y de la vida, característica del “pensamiento postmoderno”.

El contexto

Nuestras concepciones del mundo y de las cosas están condicionadas por las «transmisiones culturales» que hemos heredado de las generaciones pasadas y de alguna manera siguen perviviendo en nosotros y continuamos alimentándonos de ellas. Hoy sin embargo nos encontramos a menudo sin ser demasiado conscientes de ello, en una encrucijada «cultural», quizás en un «cambio de época » que somete a revisión crítica cuanto encuentra a su paso, incluso nuestras tradicionales concepciones del mundo y de las cosas.

La «realidad» está ahí, independientemente de la concepción o interpretación que en cada época hagamos de ella. Y formando parte de ella el hombre, un ser en busca de sentido a todo cuento existe. En el ser humano existe un fuerte impulso que le lleva a preguntarse por el sentido de las cosas, de esa «realidad», y le impele a descubrir la «verdad» que en ella se encierra. Los avatares de la historia del conocimiento humano reflejan los esfuerzos de la humanidad por escrutar esa realidad. Grandes han sido los desvelos de la mente humana por penetrar en su interior, descubrir sus secretos y así desvelar el sentido último de las cosas. 

Nacemos con un cerebro preparado para darle sentido al mundo, aunque a veces sea a través de explicaciones que van más allá de lo racional y de lo natural. La conciencia reflexiva es algo específico de nuestra especie. Es lo que nos hace verdaderamente “humanos” y nos lleva a plantearnos cuestiones como: Qué entendemos por «realidad»  y cómo podemos llegar a conocerla? Cuál es el principio o la causa de esa realidad, qué es el ser humano, cómo  fue creado, cómo se obtuvo el fuego, qué hay después de la muerte, de dónde proviene el mal en el mundo,… son algunas de las preguntas nucleares a responder.

Según Sócrates una vida sin examen, sin reflexión, no merece ser vivida por un hombre. En nuestro interior late la necesidad de expandir nuestra conciencia y comprender cuanto existe: ampliar nuestra comprensión del mundo, de esa realidad última que en nuestra cultura llamamos Dios, de la vida, de nosotros mismos, de nuestras acciones: quién soy, de dónde vengo, dónde me encuentro, a dónde me encamino, el sentido del dolor, el sufrimiento del inocente, naturaleza y límites de la libertad, visión y alcance del amor, la discriminación entre lo bueno y lo malo, entre lo que se ha de hacer, lo que es lícito...

Cuáles son las interpretaciones de la realidad existente que se han sucedido a lo largo de la historia? Cómo se la ha concebido y cómo se la ha expresado? Algunos de los «lenguajes» empleados por el ser humano para expresar y explicar esa realidad han sido la mitología, la religión, la racionalidad, la lógica, el pensamiento científico, el arte, el lenguaje literario… Los modelos o paradigmas interpretativos de esa realidad han ido sucediéndose a lo largo de la historia. Bajo cada uno de ellos subyace el predominio de la razón clásica o la razón moderna, toda una forma de entender al ser humano en su existencia real: en todas sus dimensiones, en sus opciones concretas de valores y fines, en su responsabilidad por la historia y en su relación con la trascendencia.

Hoy, en un mundo dominado por el positivismo y el cientifismo, no es fácil aceptar las limitaciones del propio conocimiento científico. Sin embargo, el conocimiento científico o experimental no es el único modo de conocer. Hay realidades que se escapan al conocimiento experimental. La ciencia no lo explica todo.

Definición de «Realidad»

Se denomina realidad al conjunto de las cosas existentes, como así también a las relaciones que estas mantienen entre sí. Si bien esta definición pueda sonar propia del sentido común, lo cierto es que fue un concepto ampliamente debatido en el campo de la filosofía por mucho tiempo. Básicamente la dificultad siempre estribó en el grado de importancia que se le daba al papel de los sentidos en la comprensión del mundo.

Los primeros planteos filosóficos en lo que respecta a la noción de realidad pueden encontrarse en la Grecia clásica, como por ejemplo, en la obra de Platón. Según este filósofo, lo observable por los sentidos no es nada más que el reflejo de la verdadera realidad, que consiste en el universo de las ideas. Así, el mundo presente debe interpretarse como una representación que carece de sustento propio.

Distinta a la postura precedente, se encuentra la visión de Aristóteles. A él se le puede considerar un filósofo plenamente realista, en la medida en que valora como fidedignos los datos que nos entregan los sentidos. Para él, un objeto de la realidad se comprendía por las nociones de sustancia y accidente, siendo la primera la forma que lo hacía pertenecer a una clase determinada, y la segunda, lo cambiante entre cada miembro de la especie. Estos elementos de análisis tuvieron gran repercusión, llegando hasta el medioevo con la teología que desarrollo Santo Tomás.

Opuestos a estas concepciones se muestran los planteamientos posteriores de George Berkeley. Este filósofo irlandés llevó el empirismo hasta las últimas consecuencias, llegando a expresar que solo existen las percepciones del mundo; en otras palabras podemos es decir que existen percepciones del mundo, más no que exista el mundo. David Hume se inspiró en estos planteos al criticar la noción de “yo” y de causa y efecto; así, estas interpretaciones serían ajenas a lo percibido.

Kant, por su parte, intentó unir estas dos posturas frente a lo real y valoró tanto los datos percibidos por los sentidos como las categorías mentales que a éstos se aplican (como por ejemplo, causa y efecto). En este sentido, constituye una síntesis de ambas posturas.

En la actualidad el problema de lo real es menos discutido, aunque aún quedan temas por tratar. El tratamiento de estos se relacionaría con nuestra capacidad de conocimiento de lo existente.

Los paradigmas interpretativos y la cuestión de fondo

«Paradigma» etimológicamente significa «modelo» o «ejemplo». El concepto está asociado a las tentativas para comprender cómo funciona el conocimiento científico. Podemos considerarlo como sinónimo de marco teórico o conjunto de teorías. Es un marco conceptual, ampliamente aceptado por la  comunidad científica en un determinado momento, que permite la generalización de ciertos resultados de la ciencia y ofrece una explicación coherente de los mismos, dando lugar a la formulación de una "teoría científica" capaz de orientar a la investigación y de conservar un tranquilo desarrollo de la ciencia. Son las creencias, valores y técnicas compartidos por los miembros de una comunidad científica determinada.

A menudo en el uso común «paradigma», implica el concepto de "cosmovisión". Por ejemplo, en ciencias sociales, el término se usa para describir el conjunto de experiencias, creencias y valores que afectan la forma en que un individuo percibe la realidad y la forma en que responde a esa percepción. Así, un «paradigma» es una visión de la realidad que conforma una determinada manera de ver e interpretar la realidad. Pero la cuestión de fondo es la cosmovisión subyacente a cada “pardigma”. Detrás de los “paradigmas modernos” se encuentra –si así lo queremos decir– el “paradigma de la razón moderna” que es toda una forma de entender al ser humano en su existencia real: en todas sus dimensiones, en sus opciones concretas de valores y fines, en su responsabilidad por la historia y en su relación con la trascendencia.

Hoy el panorama general del pensamiento moderno está dominado por el triunfo unilateral de la ciencia sobre cualquier otra forma de conocimiento o de saber. El modelo de la razón moderna occidental terminó siendo el de la razón técnico-instrumental. El resultado de esa unión es la crisis del conocimiento o el olvido de la sabiduría y el del sentido para el sujeto como existente.

El fondo de la cuestión

Estamos asistiendo en este momento histórico a un verdadero cambio de época. Algo mucho más profundo que un simple cambio de paradigmas. Hoy estamos experimentando una mutación comparable, bajo ciertos aspectos, a lo que, a partir de K. Jaspers, se denominó cambio del “tiempo-eje”. Tiempo que abarca aproximadamente unos 500 años, entre el 800 y el 200 antes de Cristo, y que introduce en la conciencia humana una ruptura radical, a partir de la cual se operó una profunda inflexión en el curso de la historia y de la civilización tales como las conocemos hasta hoy.

Simplificando un poco las cosas, esta mutación se podría resumir en los siguientes dos aspectos: una nueva autocomprensión de la existencia humana la cual estaba inseparablemente unida a una nueva manera de relacionarse con la trascendencia. El tránsito de una conciencia arcaica, cósmica y mítica hacia el de una conciencia abstracta y reflexiva hizo posible el surgimiento de la conciencia individual y, junto con ella, la afirmación de la persona frente a la colectividad y sus condicionamientos. Las repercusiones de esta mutación se han hecho sentir tanto en el ámbito socio-cultural cuanto en el religioso. De algún modo, por lo menos en la cultura occidental, todavía vivimos de los resultados de esa conquista y de las consecuencias que representó ese cambio para el orden social y político.

Existen muchos indicios que conducen a interpretar los síntomas de malestar y de crisis de nuestro tiempo como el resultado de un cambio del tiempo-eje. Es el conjunto de la cosmovisión hasta ahora dominante en Occidente la que está en juego: viejos problemas humanos (como la cuestión de la verdad, la ética, la religión) se revisan, al mismo tiempo la toma de conciencia de la dimensión planetaria de la historia suscita nuevos problemas. Es innegable que la cultura occidental está pasando por una de esas mutaciones que afectan todos los aspectos de la vida social y cultural. Existe una semejanza sorprendente entre los rasgos característicos de aquel fantástico cambio de época y la rigidez con la que parece presentarse la crisis actual. Entre otras estamos asistiendo a una “crisis de sentido”, la cual afecta no sólo al individuo sino también a la sociedad entera. Lo que también hoy está en juego es la forma de entender la existencia humana (personal y social). El hombre moderno no sabe ya cómo entenderse en relación al cosmos y con relación a la trascendencia.

La razón moderna cada vez más se revela como una razón fragmentada, incapaz de encontrar la unidad que existía en el universo racional de la sabiduría griega y, menos aún, en el teocentrismo del mundo cristiano-medieval. Al transformar el sujeto en el fundamento y el punto de referencia absoluto, tanto del conocimiento de la verdad cuanto de la experiencia ética del bien, la filosofía moderna fundamentó los presupuestos de una ruptura entre ser humano, mundo y Dios que se transformó en mortal para el mismo ser humano. La exaltación de la utopía individualista, la depredación de la naturaleza en nombre de un desarrollo sin límites y el regreso sorprendente hacia una forma de religiosidad bajo muchos aspectos salvaje, son algunas de las manifestaciones de lo que puede ser esa absoluta afirmación del ser humano.

Es evidente que la solución no se deberá encontrar en un imposible retorno a la premodernidad. Las conquistas de la ciencia son irreversibles. Pero resulta innegable que la razón moderna pide con vehemencia encontrar una unidad de sentido para la experiencia humana entendida como un todo. Unidad que requiere una forma inédita de relaciones del ser humano con el mundo (un equilibrio entre dominio del mundo y alianza con la naturaleza), con los seres humanos entre sí (o sea la integración del individuo en la conciencia mayor de un “nosotros”) y de la humanidad con Dios (referencia a la trascendencia como horizonte último del sentido del proprio antropocentrismo).

El hecho es que un simple cambio del paradigma resulta insuficiente para explicar la crisis de la modernidad en sus raíces más profundas. El denominador común de esta situación es la conciencia de lo que hay de radicalmente nuevo en el actual momento histórico con respecto a otras épocas. No existen, modelos o soluciones prefabricados capaces de responder a los desafíos del presente. Precisamente aquí se introduce el concepto de “paradigma”.

Los paradigmas interpretativos en la Cultura Occidental

La epistemología es la rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es el conocimiento científico. En Grecia, el tipo de conocimiento llamado «episteme» se oponía al conocimiento denominado «doxa». La «doxa» era el conocimiento vulgar u ordinario del hombre, no sometido a una rigurosa reflexión crítica. La «episteme»era el conocimiento reflexivo elaborado con rigor. De ahí que el término "epistemología" se haya utilizado con frecuencia como equivalente a "ciencia o teoría del conocimiento científico".

Un «paradigma» es una visión de la realidad que conforma una forma de ver y entender el mundo. El término se usa para describir el conjunto de experiencias, creencias y valores que afectan la forma en que un individuo percibe la realidad y la forma en que responde a esa percepción.  Los investigadores sociales han adoptado la frase de Kuhn ("cambio de paradigma" para remarcar un cambio en la forma en que una determinada sociedad organiza e interpreta la realidad. Un "paradigma dominante" se refiere a los valores o sistemas de pensamiento en una sociedad estable, en un momento determinado. Los paradigmas dominantes son compartidos por el trasfondo cultural de la comunidad y por el contexto histórico del momento. Cuatro son, básicamente, las orientaciones epistémicas, en la secuencia histórica del pensamiento de la cultura occidental, que se podrían calificar como “paradigmas epistémicos”: el paradigma teológico, el filosófico, el científico-positivista y el postpositivista.

En la actualidad, la ciencia ha reemplazado a la teología y a la filosofía como principio directivo del conocimiento humano, el cual   se cree que es lineal. Pero visto desde una perspectiva histórica la historia de la ciencia no puede ser lineal, ya que a pesar de los progresos tecnológicos, estas disciplinas científicas, no han podido dar respuesta a la totalidad de la realidad, porque no puede observar todas las variantes que intervienen en un fenómeno determinado y por más que quiera no puede evitar ciertas creencias. La ciencia se seculariza porque Descartes creía que el mundo existía objetiva e independientemente del observador humano. La ciencia ha estado sustentada por el paradigma newtoniano-cartesiano, auxiliándose en las matemáticas y en la solución de problemas.

La crisis de los paradigmas

La crisis de los paradigmas científicos, que empieza a plantearse abiertamente a mediados de este siglo, en nuestros días ha estallado de manera incontenible e inocultable. No solamente estamos ante una crisis de los fundamentos del conocimiento científico, sino también del filosófico, y, en general, ante una crisis de los fundamentos del pensamiento. Una crisis que genera incertidumbre en las cosas fundamentales que afectan al ser humano.

Y esto, precisa y paradójicamente, en un momento en que la explosión y el volumen de los conocimientos parecieran no tener límites. Hoy, ningún pensador, medianamente responsable, puede seguir transitando, con la tranquila seguridad de otros tiempos.

Una actividad recurrente del investigador prudente debe ser el revisar y analizar la firmeza del terreno que pisa y la fuerza y dirección de las corrientes de las aguas en que se mueve, es decir, la solidez de los supuestos que acepta y el nivel de credibilidad de sus postulados y axiomas básicos. Sólo así podrá evitar el fatal peligro de construir sobre arena.

Conocimiento científico. La historia de la ciencia no es simplemente una acumulación gradual de datos inmutables, sino que es cambiante. Hoy asistimos al triunfo unilateral y dominador de la ciencia sobre cualquier otra forma de conocimiento o de saber. El conocimiento científico o experimental, sin embargo, no es el único modo de conocer. Hay realidades que se escapan al conocimiento experimental. La ciencia no lo explica todo. Hay cosas realidades que se le escapan.

Elaoración propia a partir de documentos diversos.


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