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El camino hacia Europa

1. Los grupos de la eurocámara y sus grandes líneas políticas

De resultas de las Elecciones de 2009, el Parlamento Europeo quedó configurado por los siguientes grupos políticos (Grupos políticos y su composición en la VII Legislatura 2009-2014)

Eurogruposb

 

Comienza la carrera del 25-M, que llevará a 413 millones de electores a dictar un veredicto retrospectivo sobre la gestión de la crisis, y a la vez a examinar las opciones políticas llamadas a trazar el camino en el próximo lustro.

Entre los principales grupos de la eurocámara encontramos al Partido Popular europeo, Socialdemócratas, Liberales, Verdes, Izquierda Unitaria europea,… Entre las cuestiones a debate están las grandes líneas de la política económica, exterior, inmigración, etc. Junto a cuestiones más propiamente económicas (reducir el déficit, equilibrar las cuentas públicas, política monetaria, regulación del sistema financiero, salarios…) encontramos otras como la política energética, inmigración, política exterior, euroescepticismo, fractura regional Norte-Sur en el interior de la propia Europa…

En sus programas electorales los populares insisten en las reformas; los socialdemócratas enfatizan más el crecimiento que la austeridad. Sin embargo, populares y socialdemócratas, votan lo mismo el 70% de las veces en la Eurocámara; no es de extrañar que sus programas se parezcan en las grandes cuestiones. Los dos grandes eurogrupos compiten con las ofertas de otros partidos menores como liberales, verdes, izquierda y la pujanza de populismos. La apuesta de los liberales es reforzar el mercado único; los Verdes prometen estímulos con políticas energéticas y de infraestructuras. La Izquierda Unitaria es el único partido que habla abiertamente de “acabar con los programas de austeridad”. “Han salvado a los bancos y destruyen la sociedad: pura barbarie, afirman.

2. La Europa social

Esas son las grandes líneas que unos y otros suelen defender en la Eurocámara, pero más allá de esos postulados y de su importancia para el bolsillo de los ciudadanos qué planteamientos y propuestas adoptan ante otras dimensiones de la crisis global que estamos padeciendo, cuál es  su “proyecto social” para Europa,  cuáles son los grandes principios, ideas y valores  que inspiran su proyecto de sociedad, que impregnan y están en el trasfondo de su ideario y que son los que orientan su proyecto social para Europa? Conviene pues conocer un poco más estos extremos para saber quién es cada uno y de cara a las próximas elecciones obrar en consecuencia.

El Parlamento Europeo cada vez pesa más en las decisiones de la UE porque tiene competencias legislativas en materias políticas, económicas y sociales. Uno de los principales objetivos de la UE es promover los derechos humanos en su interior y en todo el mundo. Dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos son sus valores fundamentales. Pues bien, esos grandes valores y principios, como bien sabemos, pueden utilizarse como pretexto para amparar delincuentes o terroristas, imponer ideologías y «nuevos derechos» al conjunto de la población o subvencionar proyectos e iniciativas de dudosa utilidad social. O por el contrario, los ideales europeos, bien aplicados, pueden servir para proteger los derechos y la dignidad de la persona en todos los momentos de su vida (desde la concepción hasta la muerte natural), la libertad de culto, el respeto a las propias creencias, la libertad de educación, la protección de los niños y el buen gobierno.

La Europa “social” que pretende el progresismo postmoderno. En esta materia el progresismo postmoderno está intentando desarrollar tanto en España como en Europa una especie de revolución social, una mutación y trasformación social y cultural en la dirección de un rediseño mental, una ingeniería social  que ataca los fundamentos del êthos milenario de nuestra civilización, utilizando el método de la revolución legal, que es más letal que la revolución violenta marxista-leninista. Una revolución que justificándose con su humanitarismo y su pacifismo, mima los cuerpos y corrompe las almas, que narcotiza los espíritus, alterando poco a poco, insensiblemente, los contenidos de la conciencia.

Para estas elecciones el expresidente del Gobierno Zapatero ha llamado a los socialistas a construir "el momento social de Europa" en el marco de un proyecto de "eurorreformismo", reivindicado las políticas de igualdad, libertades y derechos sociales. Este asunto será una de las banderas de la campaña electoral del PSOE para los comicios de mayo. Zapatero y  la candidata socialista destacaron la relevancia de la cita con las urnas como punto de partida de un nuevo ciclo político. Hablaron de igualdad, igualdad salarial, libertades ciudadanas o bienestar, con menciones a leyes como la de la lucha contra la violencia de género, la de igualdad, la del aborto, la de dependencia o la del matrimonio homosexual. Y eso puede estar muy bien, pero es la orientación que las inspiran la que las puede convertir en perversas. Es el intento de los socialistas de extender las políticas de ingeniería social, destiladas en la factoría zapateril, a toda Europa y cuyos efectos cancerígenos de fondo conocemos bien en España.

3. Dos grandes corrientes de pensamiento en Europa: Conservadores y Progresistas

Más allá de esas cuestiones, en el panorama ideológico europeo cabe distinguir dos grandes corrientes de fondo, dos grandes maneras de entender la vida, al propio hombre y la sociedad, dos formas diferentes de entender y construir Europa. Más allá de los grandes líneas de la política económica, fiscal, financiera, exterior, la política agraria común, la inmigración, el cambio climático o el abastecimiento energético, etc. ¿Cuáles son los grandes ejes que nos ayudan a comprender uno de los debates de fondo de nuestro tiempo, el debate que diferencia y distingue a  "conservadores" y "progresistas"? Veamos, pues, algunas de las líneas maestras que diferencian las políticas de unos y otros, siguiendo en gran medida las tesis de un importante estudioso del tema expuestas a través de sus diversos artículos y publicaciones: Francisco José CONTRERAS, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla.

Según el autor en Europa se está librando una especie de batalla cultural e incruenta, una especie de guerra civil entre dos formas de entender la sociedad y de construir Europa. Y esa gran batalla cultural-ideológica se está librando como reflejo del gran debate (grosso modo, “conservadores” vs. “progresistas”) que divide a las sociedades occidentales.

Para F.J.CONTRERAS la divisoria conservadores vs. progresistas va a convertirse en el eje de referencia más significativo, la polaridad social más trascendente en las décadas que vienen. Es una nueva polaridad que desplaza a otras cada vez menos relevantes, como la clase social (“burgueses vs. proletarios”), el sexo o la raza; desplaza también a la vieja antítesis ideológica derecha-izquierda, centrada en el modo de producción (capitalismo vs. socialismo: una disyuntiva resuelta por la historia del siglo XX, que entregó la victoria indiscutible al sistema de mercado; casi nadie defiende hoy ya la abolición del capitalismo).

Pero esa divisoria es más que pura cuestión socio-económica. En el fondo de esas dos grandes corrientes de pensamiento subyace una concepción antropológica, social y cultural distinta que diferencia a unos y otros. El autor sostiene que la raíz de la crisis económica es, al final, una crisis de carácter espiritual y moral y está muy relacionada con las creencias metafísicas y la concepción del hombre; con la concepción antropológica y el modelo de sociedad en que se inspiran uno y otro bando. Algunos de los campos de batalla, de fricción, entre unos y otros vienen dados por polémicas concretas en torno a cuestiones que tienen que ver, por ejemplo, con la bioética (aborto, eutanasia, ingeniería genética, células madre, etc.), con cuestiones antropológicas como la ética sexual y el modelo de familia (permisividad sexual, divorcio exprés, matrimonio gay, “vientres de alquiler”, etc.); de libertades públicas como el lugar de la religión en la vida pública…

4. La transformación del progresismo: del fracaso socio-económico al proyecto cultural de ingeniería social.

Como se explica en la contraportada de uno de sus libros “Nueva izquierda y cristianismo” (Ediciones Encuentro) 2011, su tesis central es que “la izquierda, habiendo fracasado durante el siglo XX en su programa clásico (el socialismo), ha sustituido en el XXI la revolución socioeconómica por la moral-cultural. Ideas y políticas como la liberalización del aborto, la redefinición del matrimonio, la promoción de nuevos modelos de familia, la implantación de la Educación para la Ciudadanía, el feminismo radical, etc., no son cortinas de humo para distraer la atención, sino la esencia de la nueva izquierda possocialista. La izquierda ya no tiene un proyecto económico sino un proyecto cultural de ingeniería social, ante el cual la Iglesia es percibida como el último baluarte de resistencia organizada frente a ese proyecto.  “Leer estas páginas,  llenas de verdad -escribe Jaime Mayor Oreja en el Prólogo-, es no sólo un recomendable ejercicio de reflexión y aprendizaje, sino también una necesidad si se desea comprender cuál es la auténtica realidad del tiempo que vivimos y los retos que tenemos planteados como individuos y como sociedad“.

El progresismo, bebiendo en las fuentes del materialismo, suele adoptar una actitud cortoplacista. El cortoplacismo es coherente con el materialismo: si no somos más que una carambola de la química del carbono y la muerte es el final absoluto de la conciencia, resulta lógica la actitud de “comamos y bebamos, que mañana moriremos”. Contreras añade: “Al europeo post-religioso no le importa que el sistema sea inviable a 50 años vista: le basta que aguante aún los 20 o 30 que a él le puedan quedar de vida.”

Es por todo ello que el autor continúa afirmando  que “los conservadores (los que creemos en el derecho a la vida de los no nacidos, en el matrimonio, en el papel positivo de la religión en la sociedad, etc.) hemos pasado a ser “la resistencia”, la oposición cultural, la “cultura disidente”.

5. Diferencias de fondo entre conservadores y progresistas en España, entre PP y PSOE.

En España, siguiendo al autor,  mientras la izquierda fracasa casi invariablemente en los hechos - prevalece sin embargo cada vez más en las ideas, conformando el imaginario colectivo. La derecha en cambio, triunfa en los hechos, pero fracasa en la “venta” mediático-ideológica de su exitosa gestión.

En un artículo titulado Ideas y hechos [marzo 2004] el autor sostenía que desde hace décadas nos encontramos ante una  aplastante hegemonía cultural de la izquierda, que monopoliza casi totalmente el cine, la literatura, el pensamiento, la Universidad, la enseñanza media, etc. Desde todas esas instancias se va destilando en las mentes – mediante mensajes explícitos o implícitos- una Vulgata neomarxistoide, demagógica pero efectiva: la derecha está al servicio de los ricos; EEUU es el mal; el capitalismo se basa en la explotación de los trabajadores; el libre mercado es la jungla; la izquierda representa el progreso y la igualdad; la derecha destruyó la democracia en 1936, y ahora la ha aceptado sólo a regañadientes...

Todas estas tesis son, en mi opinión, falsas, -continúa el autor- pero son pocos los que tienen la capacidad crítica suficiente para revisarlas, rompiendo con la mentalidad “progresista” dominante y desafiando a todo un clima cultural.

La derecha democrática triunfa en los hechos, pero fracasa en la “venta” mediático-ideológica de su exitosa gestión. Por abdicar del combate de las ideas y cederle sin rechistar el imaginario a la izquierda. Si el centro-derecha aspira a permanecer en el poder en España, debe sacudirse su ancestral apoquinamiento cultural y plantarle cara a la izquierda en el terreno ideológico. Porque, además de los mejores resultados, la derecha democrática tiene también las mejores ideas. Pero hay que atreverse a explicarlas y defenderlas.

6. El pragmatismo y la eficacia de la derecha frente a la hegemonía cultural tradicional de la izquierda.

En el prólogo a la obra de Carlos López Díaz (Contra la izquierda. Escritos liberal-conservadores. Unión Editorial, 2012) F. J. Contreras sostiene que la derecha española necesita rearmarse intelectual y moralmente. Una mayoría de españoles siguen asociando “izquierda” con conceptos como “honradez, derechos humanos, libertad individual, progreso, solidaridad, idealismo y tolerancia”; la derecha, en cambio, sólo es vinculada con las nociones de “tradición, orden y eficacia”. Topamos aquí con la consabida “superioridad moral de la izquierda” (correlativa a su evidente hegemonía cultural: los medios de comunicación, las universidades, el cine y la TV, etc. son dominados por la tropa “progresista”). Aunque la gente vote ocasionalmente –haciendo de tripas corazón- a la derecha (sobre todo en situaciones de emergencia económica), quizás siga creyendo que la izquierda representa el progreso, la justicia, la libertad y los derechos humanos. La derecha es el fontanero gris y antipático al que no hay más remedio que llamar de vez en cuando para que tapone las vías de agua. Pero el aura dorada del ideal, el prestigio mágico de la utopía, pertenecen para siempre a la izquierda.

Lo peor es que la derecha española parece resignada a este reparto de papeles. El PP acepta implícitamente la superioridad moral y la hegemonía cultural de la izquierda. Por eso rehúye siempre los debates de fondo: el debate sobre principios, valores, ideas. Da por supuesto que cualquier ideologización de las campañas le perjudicará inevitablemente; se encomienda, pues, a un discurso tecnocrático de “resultados” y “gestión eficaz”. Lo estamos viendo, por ejemplo, en la actitud mantenida por el PP ante la opinión pública con ocasión de la defensa del anteproyecto de reforma de la ley aborto, donde demuestra un talante deplorable y manifiestamente mejorable ante las críticas internas y las presiones externas, una actitud timorata, dubitativa, frágil, a remolque, internamente deslavazada, falta de liderazgo, de firmeza, de determinación…Por ahora no han demostrado ser capaces de "venderlo" con verdad y honestidad al conjunto del cuerpo social.

Los asesores del PP parecen a veces los últimos epígonos del materialismo histórico: creen en la primacía absoluta de lo económico, en la determinación de la superestructura (las ideas, los valores) por la estructura (las relaciones de producción). Esto se traduce en la imagen de un homo oeconomicus que vota con el bolsillo y al que sólo inquieta el precio de los garbanzos. Sin embargo, los ideales son muy importantes, y el hombre a menudo es capaz de anteponer las consideraciones morales a su interés material. Ceder al rival el monopolio de los valores, contentándose con el rol de gestor eficaz, es una estrategia suicida a medio plazo. Implica infravalorar el hambre y sed de justicia y sobrevalorar la de pan; subestimar la dimensión moral del hombre (y también su dimensión teórica: su necesidad de explicaciones globales, de interpretaciones de los hechos).

La derecha española actual parece pretender que el elector se contente con el hecho bruto del saneamiento económico, sin explicarle siquiera que dicha mejora es el resultado lógico de la aplicación de medidas liberales. Quizás los electores desdeñarán los hechos brutos, y comprarán las ideas de una izquierda que sí teoriza, aunque sea indigentemente (por ejemplo: “la crisis actual se debe a la excesiva desregulación de los mercados”; hace falta, por tanto, “más Estado”) e invoca valores, aunque sea hipócritamente (promoción de los “desfavorecidos”, igualdad, defensa de lo público…). Sólo esto puede explicar que, en una situación catastrófica como la actual, el PSOE conserve aún un buen suelo electoral (entre ellos, muchos parados que han sido víctimas de las políticas socialistas).

La perspectiva en el actual ciclo político está siguiendo semejantes constantes: una derecha tecnocrática que intenta “hablar con sus resultados” y una izquierda hiperideologizada que se arroga el monopolio de la inquietud moral y que continúa difundiendo sus interpretaciones (pues la derecha se abstiene de contraponerle las suyas).

Sostiene también el autor que una “visión liberal-conservadora de la sociedad” incluye elementos políticos y económicos pero también cultural-morales (defensa de la vida humana desde la concepción a la muerte natural; valoración positiva de la familia “tradicional” y del papel que juegan las religiones- especialmente el cristianismo- en la sociedad; rechazo del relativismo cultural; crítica de las mil y una metamorfosis –ideología de género, pacifismo buenista, ecologismo- de la izquierda postsocialista, etc.).

7. La necesidad de la derecha de liderar la batalla por la recuperación ética y la regeneración moral.

La necesidad de que la derecha se lance de lleno a la batalla cultural, derribando mitos y prejuicios, es tanto más acuciante cuanto que el bando liberal-conservador parte siempre con una desventaja dialéctica que podríamos llamar "estructural". La izquierda, antes de emitir un solo argumento, se beneficia de una presunción “natural” de bondad, una presunción que la derecha, precisamente, sólo podrá desactivar mediante razonamientos convincentes.

A continuación algunos de los argumentos, siguiendo al autor, que la derecha debería emplear para contrarrestar  esa “ventaja natural” de la izquierda.

- Las explicaciones de la izquierda a los males del mundo son más “vívidas” (más plausibles a primera vista, más intuitivas): la pobreza se debe a la injusta distribución de la riqueza; el mercado tiende de suyo a la agudización de las desigualdades, y necesita, por tanto, una fuerte corrección estatal; el gobierno debe proteger a los débiles mediante prestaciones gratuitas y reglamentaciones exigentes Son inmensamente populares, a pesar de ser falsas. Deben su éxito a su “vividez”, su plausibilidad intuitiva: apelan a mecanismos de suma cero (si alguien gana, es porque otro pierde), manos visibles, conspiraciones, escenarios maniqueos con buenos y malos claramente identificables; tienen connotaciones emocionales primarias que resultan atractivas (“estar con los débiles”, “rechazar la codicia”), etc.

- Actores sociales muy poderosos (sindicatos, sectores económicos subvencionados, empleados públicos, etc.) están corporativamente interesados en el mantenimiento del “Estado grande”, las subvenciones y el intervencionismo: es decir, necesitan que la izquierda conserve su hegemonía cultural, y cooperarán a ella cuanto puedan.

- Las tesis de la izquierda son avaladas por la mayoría de los “intelectuales” (en el sentido amplio de la expresión, que incluye a docentes, periodistas, etc.), lo cual refuerza extraordinariamente su credibilidad y difusión en el seno de la sociedad.

- Con todo, el éxito de la izquierda tiende a decrecer porque la izquierda se vuelve cada vez más emotivista y con mayor indigente teórica. Se comprueba en la creciente superficialidad de los eslóganes, la indigencia de los argumentos, la omnipresencia de los prejuicios y dogmas. Ser de izquierdas parece consistir hoy día, sobre todo, en comulgar con una serie de emociones. El credo izquierdista actual, por otra parte, consiste más en negaciones que en afirmaciones. El progre es anticapitalista, antiliberal, anticristiano, antiamericano, anti-israelí, anti-PP… pero no tiene muy claro si es pro-algo (pues sus tradicionales modelos positivos de referencia –el comunismo, o incluso el socialismo a la sueca- han sido abandonados en el vertedero de la historia).

- La izquierda piensa que lo que cuenta moralmente no son los resultados, sino las intenciones. Esta es otra de las claves de su éxito: tener nobles propósitos es, desde luego, más fácil que rastrear los efectos reales de las políticas. La “buena intención” (cuyo monopolio se arroga, pues presupone siempre motivaciones bastardas en la derecha) exime al izquierdista del esfuerzo de documentarse sobre la realidad, y le garantiza la impunidad respecto a las catástrofes que puedan derivarse de sus angélicas ocurrencias (“es que la intención era buena” se dice todavía de los desmanes del comunismo).

- La izquierda socialdemócrata viene a ser una hija espuria de la derecha liberal. La socialdemocracia acusa al liberalismo de preocuparse sólo por las formas políticas de opresión (coacción estatal), permaneciendo insensible frente a la “opresión económica y cultural” (explotación laboral, pobreza, ignorancia…).

Para la garantía de la “libertad” bastan los derechos de primera generación, derecho a la vida, libertad de pensamiento, expresión, asociación, etc.; derecho de propiedad... Pero esa libertad, desde el punto de vista socialdemócrata, es incompleta y engañosa. La “verdadera libertad”  implicaría, no sólo que el Estado se abstenga de matarme, torturarme, imponerme ciertas creencias, etc., sino también que me garantice atención sanitaria, educación, un puesto de trabajo o una pensión de jubilación (derechos “de segunda generación”, también llamados “derechos sociales”).  En la mentalidad socialdemócrata, la idea “necesito X” es sinónima de “alguien debe proporcionarme X gratis”. La “verdadera libertad” termina traduciéndose, pues, en la dependencia universal respecto al Estado provisor

-El éxito de la izquierda, pues, está relacionado con la desresponsabilización. Nada más reconfortante que la idea “como ciudadano, tengo derecho a exigir que el Estado me resuelva las necesidades básicas”. A un nivel más general, la izquierda es atractiva porque exculpa al individuo e imputa a la sociedad la responsabilidad de los fracasos o carencias que éste pueda sufrir. El principio meritocrático del liberalismo presume que las diferencias de resultados se corresponden con diferencias de esfuerzo y capacidad (siempre que esté garantizada una cierta igualdad de oportunidades); el principio victimocrático de la izquierda presupone que, si uno tiene menos que los demás, ello se debe a la injusticia social, a las desiguales oportunidades, o a la discriminación que pesa sobre tal o cual colectivo.

- La necesidad de exculpación general es cubierta de una forma nueva por la izquierda sesentayochista, la cual, a diferencia de la izquierda socialdemócrata clásica, no pone ya tanto el acento en la cobertura estatal de las necesidades materiales como en la cobertura cultural de la necesidad psicológica de absolución moral. La “verdadera libertad” requiere ahora una exención completa de los “tabúes” de la moral cristiana tradicional, especialmente en materia de ética sexual y modelo de familia. El Estado sesentayochista cubre ese frente ofreciendo al ciudadano aborto legal gratis (“red de seguridad” contraceptiva imprescindible en una sociedad libertina) y un adoctrinamiento (a través de los medios de comunicación y el sistema educativo) que sacraliza la libertad sexual ilimitada, declara la absoluta equivalencia moral de todos los estilos de vida privada, decreta que el progresivo derrumbamiento de la familia no es preocupante (llamando “nuevos modelos de familia” a sus escombros), etc.

Estas son las razones de la hegemonía cultural de la izquierda, la cual, pese a haber sido derrotada en los hechos (la Guerra Fría la ganó el Occidente capitalista; y la disputa de los modelos económicos la ganó Friedman, no Keynes), mantiene intacta su supremacía en el imaginario colectivo. Este libro -comenta el autor en el prólogo a la obra de Carlos López- las disecciona con enorme lucidez, sugiriendo al mismo tiempo a la derecha liberal las líneas maestras de un posible contraataque cultural: por ejemplo, desenmascarar el sinsentido de que la izquierda pase por “liberal” y la derecha por “autoritaria”; mostrar cómo la nueva agenda emancipatoria de la izquierda (“nuevos derechos”, matrimonio gay, aborto libre, malquerencia hacia la familia “tradicional”, etc.) en realidad es coherente con su clásica inspiración estatista (con la demolición de los “caducos tabúes morales” “se consigue crear una sociedad de adolescentes que, creyendo no aceptar consejos de nadie, se dejan llevar por quien sabe halagarlos mejor, esto es, una sociedad más dependiente del Estado”); la necesidad de afrontar sin complejos la demagogia izquierdista sobre la globalización, la “brecha creciente entre ricos y pobres”, etc.; la explicación de las metaformosis ecologista (una vez más, reforzar el poder del Estado, esta vez con el pretexto “verde”), feminista (actualización del marxismo: sustitución de la lucha de clases por la de sexos) y multiculturalista (sustitución de la lucha de clases por la de razas y culturas) de la izquierda; la conveniencia de reconocer las raíces cristianas del liberalismo y la importancia de la institución familiar (desmarcándose así de cierto libertarianismo que intenta conciliar, de manera miope, la defensa de la libertad económica con el desdén izquierdista hacia la religión, la familia y la tradición)…

8. Uno de los ejes de la campaña: la Europa social

Europa social sí, pero qué tipo de Europa social? Los neoderechos: la ampliación de derechos suena muy bien, es algo históricamente muy loable y está en la senda del progreso social… pero de qué “derechos” se trata y sobre todo qué orientación le está dando la izquierda postmoderna europea a esa ampliación de derechos? Y para esa izquierda dónde queda, por ejemplo, el derecho fundamental a la vida, el “derecho a vivir” intrínseco a todo ser humano? Qué posiciones mantiene esa izquierda al respecto?  Cómo entienden el “progreso” social y en qué consiste el “progreso” según ellos? Una Europa social sí, pero no en la línea de la destilada por la factoría zapateril.

Los NEODERECHOS… ¿De qué “derechos” se trata y cómo entiende la izquierda postmoderna europea esos neoderechos? Con el neoderecho de que la mujer disponga de su propio cuerpo se conculca el derecho fundamental a la vida de niños a quienes no se les permitirá nacer. Con el neoderecho a los nuevos modelos de familia y su equiparación al matrimonio, se diluye y degrada la familia, célula básica de la sociedad, una estrategia biológica para la supervivencia y el bienestar de la prole. Con el neoderecho a adoptar niños por parte de parejas homosexuales se olvida el derecho fundamental de los menores a un padre y una madre y a un entorno lo más natural y beneficioso para su desarrollo equilibrado. Con el neoderecho estatal a imponer una visión ética y moral controvertida, se olvida el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones. Con los neoderechos de algunos colectivos a imponernos a todos su visión de la vida sin posibilidad de crítica, se nos limita nuestra libertad de crítica y expresión (Informe Lunaceck).

Porque creemos que la democracia debe permitir la libertad de expresión y de creencias, porque queremos seguir siendo libres, porque queremos seguir educando a nuestros hijos según nuestras convicciones, porque creemos en el matrimonio como base natural de una sociedad, porque queremos que los niños tengan derecho a una familia que les permita su desarrollo en las condiciones más idóneas. Porque creemos firmemente que la ideología de género, con su progresiva implantación social desde las edades más tempranas, no nos lleva a una sociedad mejor, sino todo lo contrario, profesionales de diferentes ámbitos nos sumamos a la movilización europea en favor de la Europa social, pero en la línea del auténtico progreso.

Todo eso y más es lo que nos jugamos en Europa. Cada uno, pues, que obre en consecuencia.


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