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Las dos grandes actitudes ante la vida

«Tener» y «ser», dos modos de afrontar la vida, dos modos diferentes de estar en el mundo.

«Tener» o «ser», las dos grandes orientaciones, las dos grandes actitudes, que en el fondo solemos adoptar ante la vida.

La diferencia entre «tener» y «ser».

Los valores imperantes, el positivismo, el pragmatismo, la inmediatez, la eficacia y el disfrute del presente son los determinantes principales del comportamiento de la sociedad actual. Los individuos viven al día, consumen el presente, se dejan fascinar por mil futilezas. Séneca nos invitaba a reflexionar (ver aquí) sobre nuestra propia filosofía de vida, sobre la brevedad y la utilización de ese espacio de tiempo que es nuestra existencia y que se nos concede; sobre la responsabilidad de cada uno para dedicar el tiempo a la búsqueda de lo esencial, a no vivir distraidos, desechando lo banal, lo trivial y lo supérfluo... ya que una vida orientada prioritariamente hacia los bienes utilitarios, asfixia nuestra esencia, aunque existencialmente parezca floreciente y envidiable.

En el texto que aquí presentamos E. Fromm nos plantea un tema muy polémico en la sociedad contemporánea. Está relacionado con la trampa en que caemos los integrantes de esta sociedad de consumo, respecto a la necesidad (un poco interna, y otro poco creada por los medios de comunicación), de tener, acumular, atesorar, poseer todo tipo de bienes materiales e inmateriales, y por otro lado, la permanente insatisfacción en que estamos sumidos y que eso nos produce. El autor aborda la contradicción, la angustia existencial de querer tener, y una vez logrado, seguir experimentando la herida abierta de que algo, igual me sigue faltando, y que nada verdaderamente colma, de encontrarnos atrapados en ese estado de insatisfacción permanente.

«Tener» o «ser», son las dos grandes orientaciones, las dos grandes actitudes, que en el fondo solemos adoptar ante la vida.«Tener» y «ser» son dos modos fundamentales de existencia. La distinción entre estas dos actitudes, junto con la del amor a la vida y el amor a la muerte, representa el problema más crucial de la existencia. «Tener» y «ser» constituyen dos modos de afrontar la vida, dos modos de estar en el mundo, representan dos orientaciones que determinan la diferencia entre los caracteres de los individuos y los diversos tipos sociales. «Tener», acumular, poseer, es lo que caracteriza la sociedad industrial occidental, en la cual el afán de lucro, fama y poder se han convertido en la principal aspiración en la vida de los individuos. Nuestra mentalidad se ha conformado de tal manera que el Hombre moderno se ha vuelto incapaz de comprender el espíritu de otras sociedades que no están centradas en la propiedad y en la codicia.

«Tener» y «ser» constituyen dos modos de afrontar la existencia, dos actitudes ante la vida, dos tipos distintos de orientación del “yo” ante el “mundo”, dos tipos distintos de estructura del carácter cuyo predominio determina la totalidad del pensamiento, de los sentimientos y de los actos de la persona. «Consumir» es una forma de «tener». El consumismo se ha convertido quizás entre nosotros en la más importante forma de «ser» .Veamos cómo aborda el tema el insigne psicoanalista y humanista E. FROMM.

En el modo de la existencia de tener, no importa qué objetos tenemos, nuestra actitud, sino toda la actitud humana. Cualquier cosa puede convertirse en objeto de la codicia: las cosas que usamos en la vida diaria, las propiedades, los ritos, las buenas acciones, el conocimiento y los pensamientos. No son en sí "malos", pero se vuelven malos cuando nos aferramos a éstos, cuando se vuelven cadenas que afectan nuestra libertad e impiden nuestra realización.

La finalidad principal de este artículo es analizar los dos modos básicos de la existencia: tener y ser. Trata principalmente de la diferencia entre estos dos modos de ser y los aspectos individuales de estos dos modos básicos de existencia. Otros artículos se refieren a la importancia de estos modos en la formación de un Hombre Nuevo y de una Sociedad Nueva, y las posibilidades de ofrecer alternativas al individuo enfermo y débil, y al catastrófico desarrollo socio­económico del mundo.

Son muchas las personas que no aprecian la diferencia entre «tener» y «ser». La alternativa entre «tener»  que se opone a «ser», no atrae al sentido común. Parece que «tener» es una de las funciones más normales de la vida: para vivir, debemos «tener» cosas. Además debemos tenerlas para gozarlas. En una cultura cuya meta suprema es «tener» (cada vez más), y en la que se puede decir de alguien que "vale un millón de dólares", ¿cómo puede haber una alternativa entre «tener» y «ser»? Al contrario, parece que la misma esencia del «ser»  consiste en «tener»; y si el individuo no tiene nada, no es nadie. Sin embargo, los grandes Maestros de la Vida (Buda, Jesucristo, Maestro Ekchart, Marx) han considerado la alternativa entre «tener» y «ser» como el punto más importante de sus respectivos sistemas. Buda enseña que para alcanzar la etapa más elevada del desarrollo humano, no debemos anhelar posesiones. Jesucristo enseña: "Porque cualquiera que quisiere salvar su vida, la perderá; y cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, éste la salvará. Porque ¿qué aprovecha al hombre, si se granjeare todo el mundo, y se pierda él a sí mismo, o corra peligro de sí?". El Maestro Eckhart enseñó que no tener nada y permanecer abierto y "vado", no permitir al ego ser un estorbo en nuestro camino, es la condición para lograr salud y fuerza espiritual. Marx enseñó que el lujo es un defecto, tanto como la pobreza, y que nuestra meta debe consistir en ser mucho, y no en tener mucho.

Durante muchos años he estado -afirma Fromm- profundamente impresionado por esta distinción, y he buscado su base empírica estudiando concretamente individuos y grupos, mediante el método psicoanalítico. Lo que he observado me lleva a concluir que esta distinción, junto con la del amor a la vida y el amor a la muerte, representa el problema más crucial de la existencia. Los datos empíricos, antropológicos y psicoanalíticos, tienden a demostrar que «tener» y «ser» son dos modos fundamentales de la experiencia, las fuerzas que determinan la diferencia entre los caracteres de los individuos y los diversos tipos de caracteres sociales.

La diferencia entre «tener» y «ser» no es esencialmente la misma que hay entre Oriente y Occidente. La diferencia está, antes bien, entre una sociedad interesada principalmente en las personas, y otra interesada en las cosas. La orientación de «tener» es característica de la sociedad industrial occidental, en que el afán de lucro, fama y poder se han convertido en el problema dominante de la vida. Las sociedades menos enajenadas (como la sociedad medieval, los indios zuni, las sociedades tribales africanas que no se han visto afectadas por la idea del "progreso" moderno) tienen su propia forma de enfrentar la cuestión. No es que el Hombre occidental no pueda comprender plenamente los sistemas orientales, como el budismo zen, sino que el Hombre moderno no puede comprender el espíritu de una sociedad que no está centrada en la propiedad y en la codicia.

El origen de los términos.

«Tener" es una expresión engañosamente sencilla. Todo ser humano tiene algo: cuerpo, ropa, casa, y el hombre y la mujer modernos tienen un auto, una televisión, una lavadora, etc. Es virtualmente imposible vivir sin «tener» algo. ¿Por qué, pues, «tener»  constituye un problema? La historia lingüística de «tener»  indica que esta palabra es un problema. A los que creen que «tener» constituye la categoría más natural de la existencia humana puede sorprenderles enterarse de que en muchos idiomas no hay palabra que signifique «tener». Por ejemplo, en hebreo "tengo" debe expresarse en la forma indirecta “es para mí”. De hecho, predominan los idiomas que expresar la “posesión” de esta manera y no con «tener». Es interesante  de observar que en el desarrollo de muchas lenguas la construcción "es para mí", más tarde se transforma en "tengo"; pero la evolución no ocurre en la dirección inversa. Este hecho sugiere que la palabra «tener» se desarrolló con relación a la propiedad privada.

«Tener» parece un concepto relativamente sencillo, pero «ser» constituye una forma muy complicada y difícil. «Ser» se usa de diferentes maneras: 1) como cópula: como en "yo soy alto", "yo soy blanco”, "yo soy pobre", o sea una denotación gramatical de identidad. 2) como forma pasiva de un verbo: por ejemplo, "soy golpeado" significa que soy objeto de la actividad de otra persona, y no el sujeto de mi actividad, como en "golpeo". 3) Con el significado existir: «ser» cuando significa existir es un término diferente de «ser» como cópula que expresa identidad: “las dos palabras han coexistido y aún pueden coexistir, aunque son totalmente diferentes". 4) Como verbo y no como cópula. «Ser", en las lenguas indoeuropeas se expresa con la raíz es, que significa "existir, encontrarse en la realidad". Existencia y realidad se definen como "lo auténtico, consistente, verdadero". «Ser» en su raíz etimológica significa, pues, más que una afirmación de identidad entre el sujeto y el atributo. Es más que un término descriptivo de un fenómeno.

Denota la realidad de la existencia de lo que es, o quien es; afirma la autenticidad y la verdad (de él, de ella, de ello). Al afirmar que alguien o algo «es» nos referimos a la esencia de la persona o de la cosa, y no a su apariencia.

Este examen preliminar del significado de «tener» y «ser» nos lleva a estas conclusiones:

  1. Con «ser» o «tener» no me refiero a ciertas cualidades o propiedades de un sujeto en afirmaciones como éstas: "tengo un auto" o "soy blanco" o "soy feliz". Me refiero a dos modos fundamentales de existencia, a dos tipos distintos de orientación entre el yo y ante el mundo, a dos tipos distintos de estructura del carácter cuyo predominio respectivo determina la totalidad del pensamiento, de los sentimientos y de los actos de la persona.
  2. En el modo de existencia de «tener», mi relación con el mundo es de posesión y propiedad, deseo convertir en mi propiedad todo el mundo y todas las cosas, incluso a mí mismo.
  3. En el modo de existencia de «ser», debemos identificar dos formas de ser. Una se opone a «tener», y significa una relación viva y auténtica con al mundo. La otra forma de  «ser» se opone a la apariencia y se refiere a la verdadera naturaleza, a la verdadera realidad de una persona o cosa que se opone a las apariencias engañosas, como se ilustra en la etimología de «ser».

Los conceptos filosóficos de «ser»

La discusión filosófica del concepto de «ser» resulta más complicada, porque «ser» ha sido tema de miles de libros filosóficos y "¿qué es «ser»?" ha sido una de las preguntas críticas de la filosofía occidental. El concepto de «ser» se tratará aquí desde el punto de vista antropológico y psicológico, pero la discusión filosófica, desde luego también se relaciona con el problema antropológico. Sobre el desarrollo del concepto de «ser» en la historia de la filosofía sólo mencionaré un punto crítico: el concepto de proceso, actividad y movimiento como elemento de «ser». La idea de «ser» implica un cambio, significa devenir, y tiene sus dos representantes más grandes y más firmes en el inicio y en el cenit de la filosofía occidental: en Heráclito y en  Hegel. Las estructuras vivas sólo pueden existir si se transforman y cambian. El cambio y el desarrollo son cualidades inherentes al proceso vital.

«Tener» y consumir

Antes de examinar algunos ejemplos sencillos de los modos existenciales de «tener» y de «ser, debo mencionar otra manifestación de «tener»: incorporar. “Incorporar” una cosa, por ejemplo, comiendo o debiendo, es una forma arcaica de poseerla. En cierto momento de su desarrollo, el niño tiende a meterse en la boca las cosas que desea. Así el niño toma profesión, cuando su desarrollo corporal aún no le ofrece otras formas de dominar sus posesiones. Descubrimos la misma relación entre “incorporación” y “posesión” en muchas formas de canibalismo. Por ejemplo, al comerme a otro ser humano, adquiero sus poderes (el canibalismo puede ser el equivalente mágico de adquirir esclavos); al comerme un animal totémico, adquiero la sustancia divina que el animal totémico simboliza.

Desde luego, la mayoría de los objetos no pueden ser “incorporados” físicamente (aunque fuera así, se perderían de nuevo en el proceso de eliminación); pero también hay una incorporación simbólica y mágica. Si creo que he “incorporado” la imagen de Dios, de un padre o de un animal, ésta no me puede ser arrancada ni eliminada. Devoro el objeto simbólicamente, y creo en su presencia simbólica dentro de mí. Por ejemplo, Freud explicó el superego afirmando que era la suma total introyectada de las prohibiciones y las órdenes del padre. Una autoridad, una institución, una idea, una imagen pueden introyectarse de la misma manera: las tengo eternamente protegidas en mis entrañas, por decirlo así ( “introyección” e “identificación” a menudo se usan como sinónimos, pero es difícil determinar si realmente constituyen el mismo proceso. De cualquier manera, la palabra "identificación”, no debe usarse descuidadamente cuando se quiere hablar de imitación o subordinación). Hay muchas otras formas de “incorporación” que no se relacionan con las necesidades fisiológicas y que, por ello, no son limitadas.

La actitud inherente al consumismo es devorar todo el mundo. El consumidor es el eterno niño de pecho que llora reclamando su biberón. Esto es obvio en los fenómenos patológicos, como el alcoholismo y la adicción a las drogas. Evidentemente, destacamos estas adicciones porque sus efectos afectan las obligaciones sociales de la persona adicta. Fumar compulsivamente no se critica, porque, aun cuando también es una adicción, no modifica las funciones sociales del fumador, sino posiblemente "solo" la duración de su vida.

Tenemos otras formas de consumismo cotidiano. Aquí sólo señalaré que, en lo que al ocio se refiere, los automóviles, la televisión, los viajes y el sexo son los principales objetos del consumismo actual, y aunque los denominamos actividades de los momentos de ocio, sería mejor llamarlos pasividades de los momentos de ocio.

En resumen, “consumir” es una forma de «tener», y quizá la más importante en las actuales sociedades industriales ricas. “Consumir” tiene cualidades ambiguas: aliviar la angustia, porque lo que tiene el individuo no se la puede quitar; pero también requiere consumir más, porque el consumo previo pronto pierde su carácter satisfactorio.

Los consumidores modernos pueden identificarse con la fórmula siguiente: yo soy = lo que tengo + lo que consumo.

Síntesis y adaptación a partir de:
E. FROMM: ¿Tener o ser? Cap. I: La diferencia entre «tener» y «ser»

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Ver también:

UN NOU ESCENARI SEGONS E. FROMM

VIDA Y OBRA DE ERICH FROMM


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