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El Regulador de las Conciencias + El totalitarismo que viene

Cuando el Estado pretende convertirse en regulador de las conciencias.

El Estado no es dueño de la conciencia de los ciudadanos, su obligación no es la de regular conciencias, sino velar porque se respeten el derecho fundamental a la vida y a la libertad de conciencia. Quizás lo que se pretende es imponer una especie de pensamiento único. No podemos dejarnos atropellar por un nuevo totalitarismo que pretende imponerse coercitivamente.

Uno de los ejes vertebradores de la política gubernamental en los últimos años llevada a cabo por la administración socialista ha sido la agenda de reingeniería social, desarrollada a través de una legislación que persigue el cambio de “modelo de sociedad”, encaminada a cambiar la mentalidad de la sociedad española hacia el laicismo y el relativismo ético, apostando por la ideología de género y la infravaloración de la vida humana en gestación e introduciendo esta ideología en el sistema educativo -reeducando, desorientando, manipulando, controlando, corrompiendo a los niños y a los jóvenes-. En estas leyes, además de pretender enmascarar la realidad, hay vulneración de derechos fundamentales y libertades, y un debilitamiento de instituciones socialmente valiosas (matrimonio y familia) que conlleva una desestructuración de la sociedad.

La alternancia política, que dé fin a esta etapa, ha de mirar al conjunto de la realidad española y tener presente tanto los problemas socioeconómicos como los derivados de la crisis social y moral, definiendo a través del debate público los problemas en su verdadera dimensión, superando el disfraz de la realidad que se hace desde el poder político, y señalando líneas de futuro que signifiquen una auténtica reconstrucción ética, social, económica y política de nuestro país. De momento detengámonos en “des-velar“ y desenmascarar algunos intentos del pseudoprogresismo reinante. Veamos algunos ejemplos.

“Algunos políticos se creen en la obligación de regular las conciencias de los ciudadanos. Deben pensar que la conciencia no es algo íntimo de la persona sino que de alguna manera es patrimonio de la casta política que dirige el Estado. Especialmente cuando la conciencia pueda suponer un freno a sus pretensiones de ingeniería social“. Así se expresa el Doctor Esteban Rodríguez, ginecólogo y objetor de conciencia al aborto, en el artículo titulado “El Regulador de las Conciencias”, en el que denuncia los últimos intentos, desde diferentes instancias, para restringir la libertad de conciencia del personal sanitario ante lo que constituyen actos contrarios a la deontología profesional.

Quizás lo que se está pretendiendo es imponer un pensamiento único, incluso por la fuerza, elevado a la categoría de verdad oficial o dogma, atentando contra una de las libertades más fundamentales del ser humano: su conciencia. Como se afirma en uno de los artículos que a continuación presentamos no podemos dejarnos atropellar por un nuevo totalitarismo que pretende imponerse a nivel global de forma despiadada. De nosotros depende.

EL REGULADOR DE LAS CONCIENCIAS

Por Esteban Rodríguez, Ginecólogo. (Blog ‘Sostenibilidad y Medicina’, de Diario Médico.)

Algunos políticos se creen en la obligación de regular las conciencias de los ciudadanos. Deben pensar que la conciencia no es algo íntimo de la persona sino que de alguna manera es patrimonio de la casta política que dirige el Estado. Especialmente cuando la conciencia pueda suponer un freno a sus pretensiones de ingeniería social: Obstruccionismo; así lo llamaba José Martínez Olmos, Secretario General de Sanidad, en un reportaje de El País publicado el 15 de agosto.

Así lo han puesto de manifiesto también la coalición de extrema izquierda ERC, IU e ICV cuando presentaron en el Congreso una proposición no de ley. En ella solicitaban que se desarrollase una normativa que regulase la objeción de conciencia médica.

La pregunta es ¿por qué es tan importante que el Estado se meta en la conciencia de los médicos, farmacéuticos, trabajadores sociales…? La respuesta es fácil, se debe a que la clase política es consciente de que está dictando leyes contrarias a la deontología médica que atentan contra la conciencia profesional de los médicos, de los farmacéuticos, enfermeros… y de los funcionarios, y trabajadores sociales.

A esta coalición  de Cataluña no le basta con la restricción de la libertad que sus socios parlamentarios del PSOE han acometido con la ley de aborto cuyo reconocimiento, en contra del art. 16 de la CE y la jurisprudencia del TC, sólo será efectivo para lo que ellos consideran que es un “profesional directamente implicado” negando un derecho constitucional a otros profesionales que también están directamente implicados en las distintas fases del proceso que conduce a la muerte voluntaria de un ser humano. Así lo afirmaba en el citado reportaje de El País el Secretario General de Sanidad.

Por si no fuera poca la restricción de la libertad de conciencia, estos políticos deben creerse que el celador que conduce a una mujer a quirófano para que su hijo le sea arrancado de sus entrañas, o la enfermera que hace el preoperatorio, el administrativo que hace los trámites, el ginecólogo que hace la ecografía, la orden de ingreso y el informe, el alta, etc., son ejecutores autómatas sin ciencia ni conciencia. Además, en contra de lo establecido en el artículo 16.2 de la CE que impide que nadie pueda ser obligado a declarar sobre sus convicciones personales, se les exige que lo manifiesten “anticipadamente y por escrito” como requisito previo para ejercer lo que es un derecho fundamental: el de objetar.

El Estado no es dueño de la conciencia de los ciudadanos, su obligación no es la de regular conciencias, sino velar porque se respeten el derecho fundamental a la vida y a la libertad de conciencia.

No es necesario regular la conciencia del médico, lo que necesitamos, sino cada vez más, sensibilizar la conciencia de los políticos para que no puedan dictar leyes contrarias a la deontología profesional y a la Constitución. Políticos con ciencia y conciencia es lo que necesitamos los españoles.

La conciencia profesional del médico ya está autoregulada por los profesionales en un código deontológico de obligado cumplimiento. Cuando se divide a la profesión en dos bandos es que se pretenda obligar a los médicos a cooperar en cuestiones ideológicas contrarias a la deontología.

Son los políticos los que deberían actuar conforme a una ética y una deontología política que al igual que la médica se asentase en un criterio científico, no en una creencia o ideología. Si un Estado democrático renuncia a defender los derechos fundamentales y, más aún, si los partidos en el gobierno utilizan el poder del Estado para violar los derechos fundamentales, los ciudadanos ya no necesitamos el Estado sino que debemos defendernos de su tiránica opresión acudiendo a los jueces en primer lugar. Y aplicando nuestro derecho a objetar en último.

El problema se solventaría asumiendo que no son los médicos los que deben ejecutar al ser humano acusado de perjudicar los intereses de sus progenitores. La solución, por tanto, no pasa por poner un interruptor a la conciencia y decirles a los médicos en qué pueden atentar contra su conciencia y en qué no, en un paternalismo político intolerable.

Si el Estado persevera en la intención de ejecutar abortos, debe crear un cuerpo de técnicos abortistas, al margen de la medicina y dependientes del ministerio de la igualdad y con intervención de la Justicia. Unos profesionales encargados de satisfacer la demanda de un sector social que quiere tener el poder para decidir matar a los hijos antes de nacer cuando son indeseables, indeseados, por no haber sido planificados o por presentar algún tipo de anomalía, discapacidad o enfermedad.

Si algunos colectivos de mujeres presumen de ser “maduras para abortar” los sanitarios tenemos también la certeza de ser “maduros para objetar”  y estar capacitados para hacerlo dentro del planteamiento científico. Las lecciones de moral y de ética que proceden de los políticos estamos en nuestro deber de ponerlas en duda y de afirmar que sirven para corromper la esencia de la profesión médica.

Por ello exponemos nuestro criterio científico en cualquier foro de ciencia, no ideológico, teológico ni mitológico. Somos hombres y mujeres de Ciencia ¿qué tenemos que temer?

http://medicablogs.diariomedico.com/httpoctubloges/2010/08/16/el-regulador-de-las-conciencias/


¿El totalitarismo que viene?

Por Max Silva Abbott, Doctor en Derecho. Profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Católica de la Ssma. Concepción (Chile)

La Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, con sede en Estrasburgo, rechazó recientemente –si bien por un estrecho margen– el llamado “Informe McCafferty” (en alusión a la diputada laborista autora del mismo), una propuesta que al más puro estilo orwelliano, pretendía negar el derecho a la objeción de conciencia por razones religiosas, morales o filosóficas, para el personal médico y sanitario, además de las instituciones de salud, en caso de ser requeridos para realizar abortos provocados o colaborar con los mismos. Por supuesto, dicha iniciativa contaba con la bendición de varios organismos internacionales ‘pro derechos humanos’.

No sólo eso: de acuerdo a esta iniciativa, se pretendía también que los objetores fueran prácticamente linchados, integrándolos a ‘listas negras’ públicas y excluyéndolos de sus trabajos; en suma, provocar una persecución y muerte profesional por defender sus convicciones, consideradas por el referido informe como ‘caprichosas’.

Afortunadamente, primó la cordura –al menos por ahora–, y el aludido organismo aprobó la Resolución 1763, titulada “Derecho a la objeción de conciencia en la atención médica”, que defiende “el derecho a la objeción de consciencia en el ámbito de los cuidados médicos legítimos”, agregando también que “Ninguna persona, hospital o institución será coaccionada, considerada civilmente responsable o discriminada debido a su rechazo a realizar, autorizar, participar o asistir en la práctica de un aborto, eutanasia o cualquier otro acto que cause la muerte de un feto humano o un embrión, por cualquier razón”.

En suma, lo que se pretendía era imponer un pensamiento único, incluso por la fuerza, elevado a la categoría de verdad oficial o dogma, atentando contra una de las libertades más fundamentales del ser humano: su conciencia. Y eso que la libertad de conciencia ha sido precisamente una de las banderas de lucha que tradicionalmente han invocado los sectores autodenominados ‘progresistas’, a fin de hacerse un espacio en una sociedad que estimaban ‘opresora’.

Sin embargo, parece que una vez alcanzado cierto nivel de influencia, estos sectores pretenden imponer por cualquier medio su forma de pensar y actuar, olvidando esa misma tolerancia que reclamaban en su momento. Con lo que pareciera que la tolerancia y la objeción de conciencia eran aceptables sólo para lo ‘políticamente correcto’ y la excusa para imponer un pensamiento único.

Por eso, y parafraseando nuevamente a Orwell, parece que quienes antes se autoconsideraban víctimas, apenas llegados al poder, no dudan en emplear mecanismos de opresión peores que sus supuestos verdugos.

Es por eso que no podemos dejarnos atropellar por un nuevo totalitarismo que pretende imponerse a nivel global de forma despiadada. De nosotros depende.

Fuente: Analisis Digital


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