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Premios Príncipe Asturias 2010

La sociología, una disciplina cuyo único, noble y magnífico propósito es el de posibilitar y facilitar el conocimiento humano y el diálogo constante entre humanos.

Cervantes envió a Don Quijote a hacer pedazos los velos que ocultan el mundo que habitamos y que intentamos comprender. Pero estamos destinados a luchar en vano mientras el velo no se alce o se desgarre.

Cervantes demostró que «la única cosa que nos queda frente a esa ineludible derrota que se llama vida es intentar comprenderla».

Un mundo donde la única certeza es la incertidumbre, en el que estamos destinados a intentar comprendernos a nosotros mismos y comprender a los demás, destinados a vivir el uno con y para el otro.

Lo que importa no es saber si podremos vivir juntos; lo que importa es saber cómo vivir juntos, cómo convertir nuestra diversidad en provecho y no en calamidad.

Existe un patrimonio común —instituciones, valores, tradiciones, una forma de vivir— que todos y cada uno profesamos; pero debemos sentirnos libres de aportarle nuestra contribución a tenor de nuestros propios talentos y sensibilidades.

Si nos descuidamos, este siglo de progresos científicos y tecnológicos será también un siglo de retroceso ético.

Lo que nos honra a todos es el intento de entender las complejidades de nuestra época y de imaginar soluciones para que sea posible seguir viviendo en nuestro mundo.

Discurso de Zygmunt Bauman                    
Premio Príncipe de Comunicación y Humanidades junto a Alain Touraine

Hay muchas razones para estar inmensamente agradecido por la distinción que me han concedido, pero tal vez la más importante de ellas es que hayan considerado mi obra dentro de las humanidades y como una aportación relevante para la comunicación humana. Lo que me enseñaron mis profesores fue a tratar la sociología como una disciplina de las humanidades, cuyo único, noble y magnífico propósito es el de posibilitar y facilitar el conocimiento humano y el diálogo constante entre humanos.

Y esto me lleva a otra de las razones cruciales de mi alegría y mi gratitud: el reconocimiento que han otorgado a mi trabajo proviene de España, la tierra de Miguel de Cervantes Saavedra, autor de la novela más grande jamás escrita, pero también, a través de esa novela, padre fundador de las humanidades. Cervantes fue el primero en conseguir lo que todos los que trabajamos en las humanidades intentamos con desigual acierto y dentro de nuestras limitadas posibilidades. Tal como lo expresó otro novelista, Milan Kundera, Cervantes envió a Don Quijote a hacer pedazos los velos hechos con remiendos de mitos, máscaras, estereotipos, prejuicios e interpretaciones previas; velos que ocultan el mundo que habitamos y que intentamos comprender. Pero estamos destinados a luchar en vano mientras el velo no se alce o se desgarre. Don Quijote no fue conquistador, fue conquistado. Pero en su derrota, tal como nos enseñó Cervantes, demostró que «la única cosa que nos queda frente a esa ineludible derrota que se llama vida es intentar comprenderla». Eso fue el gran descubrimiento sin parangón de Miguel de Cervantes; una vez hecho, jamás se puede olvidar. Todos los que trabajamos en las humanidades seguimos el camino abierto por ese descubrimiento. Estamos aquí gracias a Cervantes.

Hacer pedazos el velo, comprender la vida… ¿Qué significa esto? Nosotros, humanos, preferiríamos habitar un mundo ordenado, limpio y transparente donde el bien y el mal, la belleza y la fealdad, la verdad y la mentira estén nítidamente separados entre sí y donde jamás se entremezclen, para poder estar seguros de cómo son las cosas, hacia dónde ir y cómo proceder. Soñamos con un mundo donde las valoraciones puedan hacerse y las decisiones puedan tomarse sin la ardua tarea de intentar comprender. De este sueño nuestro nacen las ideologías, esos densos velos que hacen que miremos sin llegar a ver. Es a esta inclinación incapacitadora nuestra a la que Étienne de la Boétie denominó «servidumbre voluntaria». Y fue el camino de salida que nos aleja de esa servidumbre el que Cervantes abrió para que pudiésemos seguirlo, presentando el mundo en toda su desnuda, incómoda, pero liberadora realidad: la realidad de una multitud de significados y una irremediable escasez de verdades absolutas. Es en dicho mundo, en un mundo donde la única certeza es la certeza de la incertidumbre, en el que estamos destinados a intentar, una y otra vez y siempre de forma inconclusa, comprendernos a nosotros mismos y comprender a los demás, destinados a comunicar y de ese modo, a vivir el uno con y para el otro.

Esa es la tarea en la cual las humanidades intentan ayudar a nuestros conciudadanos; al menos, es lo que deberían estar intentando, si desean permanecer fieles al legado de Miguel de Cervantes Saavedra. Y por eso estoy tan inmensamente agradecido, Alteza y Sr. Presidente, por distinguir mi trabajo como una contribución a las humanidades y a la comunicación humana.

Discurso de Amin Maalouf. Premio Príncipe de las Letras 2010

(…)
La diversidad del mundo. De esta diversidad del mundo, de esta extraordinaria diversidad que es hoy en día característica de todas las sociedades humanas, todos cantamos a veces las alabanzas; pero también nos hace padecer a todos a veces. Porque es manantial de riqueza para nuestros países, pero lo es también de tensiones. Las naciones que se asientan en los cimientos de la diversidad étnica y la inmigración se hallan entre las más dinámicas del planeta, y basta con mirar la otra orilla del Atlántico para convencerse de ello. Pero a este dinamismo lo acompañan con frecuencia trastornos, discriminaciones, odio y violencia.

La diversidad en sí misma no es ni una bendición ni una maldición. Es sencillamente una realidad, algo de lo que se puede dejar constancia. El mundo es un mosaico de incontables matices y nuestros países, nuestras provincias, nuestras ciudades irán siendo cada vez más a imagen y semejanza del mundo. Lo que importa no es saber si podremos vivir juntos pese a las diferencias de color, de lengua o de creencias; lo que importa es saber cómo vivir juntos, cómo convertir nuestra diversidad en provecho y no en calamidad.

Vivir juntos no es algo que les salga de dentro a los hombres; la reacción espontánea suele ser la de rechazar al otro. Para superar ese rechazo es precisa una labor prolongada de educación cívica. Hay que repetirles incansablemente a éstos y a aquéllos que la identidad de un país no es una página en blanco, en la que se pueda escribir lo que sea, ni una página ya escrita e impresa. Es una página que estamos escribiendo; existe un patrimonio común —instituciones, valores, tradiciones, una forma de vivir— que todos y cada uno profesamos; pero también debemos todos sentirnos libres de aportarle nuestra contribución a tenor de nuestros propios talentos y de nuestras propias sensibilidades. Asentar este mensaje en las mentes es hoy, desde mi punto de vista, tarea prioritaria de quienes pertenecen al ámbito de la cultura.

La cultura no es un lujo que podamos permitirnos sólo en las épocas faustas. Su misión es formular las preguntas esenciales. ¿Quiénes somos? ¿Dónde vamos? ¿Qué pretendemos construir? ¿Qué sociedad? ¿Qué civilización? ¿Y basadas en qué valores? ¿Cómo usar los recursos gigantescos que nos brinda la ciencia? ¿Cómo convertirlos en herramientas de libertad y no de servidumbre?

Este papel de la cultura es aún más crucial en épocas descarriadas. Y la nuestra es una época descarriada. Si nos descuidamos, este siglo recién empezado será un siglo de retroceso ético; lo digo con pena, pero no lo digo a la ligera. Será un siglo de progresos científicos y tecnológicos, no cabe duda. Pero será también un siglo de retroceso ético. Se recrudecen las afirmaciones identitarias, violentas en muchísimas ocasiones y, en muchísimas ocasiones, retrógradas; se debilita la solidaridad entre naciones y dentro de las naciones; pierde fuelle el sueño europeo; se erosionan los valores democráticos; se recurre con excesiva frecuencia a las operaciones militares y a los estados de excepción... Abundan los síntomas.

Ante este retroceso incipiente, no tenemos derecho a resignarnos ni a cederle el paso a la desesperación. Hoy en día lo que honra a la literatura y lo que nos honra a todos es el intento de entender las complejidades de nuestra época y de imaginar soluciones para que sea posible seguir viviendo en nuestro mundo. No tenemos un planeta de recambio, sólo tenemos esta veterana Tierra, y es deber nuestro protegerla y hacerla armoniosa y humana. Gracias a todos por la acogida que se me brinda en esta inolvidable ceremonia.

Discurso de S.A.R. el Príncipe Felipe Discurso de don Felipe de Borbón durante la XXX gala de los Premios Príncipe de Asturias

Para todos los que vivimos esta Fundación y sus Premios como algo propio regresar a esta querida tierra de Asturias nos llena de orgullo. Oviedo se convierte estos días en centro de la atención cultural de España en el mundo. Y en tiempos de intenso cambio e incertidumbre, esta ceremonia nos proporciona la serenidad y el referente de unos valores que nos dan fuerza y convicción para continuar nuestra labor.

premisNuestros Premios cumplen 30 años. Un camino, ya largo, que hemos hecho convencidos de que la cultura es el alma de la vida. Nos mantenemos fieles al compromiso de buscar y ensalzar la excelencia. Y con el ejemplo de nuestros premiados, alentamos la idea de que es posible una Humanidad más libre y sin Y porque proclamamos que es preciso alcanzar un mundo mejor y que nuestra voluntad es luchar con fe por él, hemos defendido desde el primer momento la generosidad, la concordia, la tolerancia. Ante la obra hecha, podemos humildemente levantar la frente y comprometernos a ir cada día más lejos, pues como dijo el poeta «Jamás pienso que haya llegado, aunque me halle al final del viaje». (…)

Fijemos ahora la atención en los galardonados de esta edición. Desde sus distintas actividades, nos muestran cómo viven y trabajan movidos por una pasión irrenunciable: la de amar la vida y conformar una realidad, más serena, más digna, más completa y más feliz para todos. (…)

Alain Touraine y Zygmunt Bauman han recibido el Premio de Comunicación y Humanidades. Agradecemos con admiración el rigor y la profundidad de estos pensadores de gran altura. Dos sabios para tiempos vacilantes que han dedicado toda su larga trayectoria científica a la noble causa de explorar el mundo y hacer de él un lugar mejor para la vida humana.

Representantes ¬−como afirma el acta del Jurado− de la tradición intelectual europea más brillante, sus investigaciones y trabajos abarcan campos muy diversos. Analizan y explican la extraordinaria complejidad de la sociedad contemporánea, sus grandes transformaciones, sus errores, así como las posibilidades y modos de elevar y dignificar sus estructuras sociales, económicas y culturales. Nos alertan, al tiempo, de que muchas de las viejas palabras ya no sirven para entender el presente.

El francés Alain Touraine ha trabajado sobre la sociedad postindustrial y ha reflexionado sobre los movimientos y conflictos sociales y económicos más importantes del siglo XX. Se ha interesado asimismo por Iberoamérica. Ha denunciado las dictaduras con la fuerza de las ideas. Y también ha dirigido su análisis hacia los procesos de transformación generados por la economía y la globalización, para defender los derechos humanos, la dignidad y la democracia en el mundo. Ha abordado estos temas a menudo en soledad y con una gran independencia -aunque nunca aislado- y por encima de las corrientes dominantes, lo que engrandece aún más su obra.

El polaco Zygmunt Bauman, superviviente y perseguido por el nazismo primero y el comunismo soviético más tarde, ha acuñado la expresión «modernidad líquida» -uno de los ejes de su vida intelectual- para descubrirnos un escenario totalmente desconocido, el paso de una sociedad previsible y fiable a otra indescifrable, donde el poder se diluye en el espacio global. Un tiempo que nos obliga a caminar −como ha escrito− sobre hielo fino. El hábitat natural de la vida humana −nos dice con esperanza−, es la incertidumbre, pero es el deseo de huir de ella lo que constituye el auténtico motor de nuestros empeños.

Son Touraine y Bauman conciencias críticas que nos ayudan a interpretar el complejo mundo que vivimos. Y nos proponen caminos a seguir, como abordar problemas que por ser comunes a toda la Humanidad, sólo tienen soluciones globales.

Europa es también uno de los ejes de sus reflexiones, y ambos lamentan su caminar, a veces lento y titubeante, pues están convencidos del papel tan importante que tiene que desempeñar en el mundo. En él Europa debe realizar, tal vez su aventura más grande: la de proteger y transmitir los valores que ha alumbrado con tanto sacrificio y que ha conseguido preservar a lo largo de siglos de historia. Los valores del humanismo, la libertad, la fraternidad y la tolerancia. (…)

Damos las gracias por su obra al escritor libanés Amin Maalouf, Premio de las Letras. En sus ensayos aboga por la tolerancia y denuncia la exclusión que nace del uso de la propia identidad como arma. Subraya también cómo todos nosotros formamos parte de la aventura humana. Y que la herencia de nuestros antepasados, debe mezclar sus aguas con las vivencias contemporáneas. Para Maalouf la diferencia debe enriquecer, sumar, y nunca aislar o excluir.

Y proclama la primacía de los valores de la cultura y de la enseñanza como objetivo crucial para este siglo al que −asegura− hemos entrado sin brújula con la que orientarnos. La cultura, para proporcionarnos las herramientas intelectuales y morales que nos permitan saber más y desarrollar una vida interior más sugestiva y floreciente. Y la enseñanza, para comprender y valorar positivamente la riqueza de la diversidad humana de modo que se traduzca en una convivencia armoniosa y no en tensiones que generen violencia. Porque, como él dice, en este siglo no hay ya forasteros sino compañeros de viaje. (…)

Entregar el Premio de la Concordia a una organización como Manos Unidas, supone engrandecer nuestros galardones y lograr su significación más profunda. Manos Unidas es una institución muy querida por los españoles que nació hace 50 años cuando un grupo de mujeres de Acción Católica respondió a la campaña contra el hambre que había emprendido la FAO.

Con el paso del tiempo, 40.000 voluntarios, 71 delegaciones, programas de acción en países de África, América y Asia, apoyo a centenares de proyectos,… son algunos de los datos que avalan las actuaciones de Manos Unidas. En sus fines es donde se pone de relieve el necesario y útil humanismo de esta institución: la lucha sin cuartel contra el hambre y la pobreza, la labor paciente en favor de la educación de los más desposeídos, la promoción social de las personas, la especial atención a la mujer, el desarrollo agrícola y la atención sanitaria. (…)

Siempre en esta ceremonia nos encontramos con esa hermosa y significativa palabra, concordia, que lo resume todo de manera ideal, que atrae el progreso y facilita la convivencia, que hace, en definitiva, mejor a la Humanidad. Gracias, pues, al inmenso equipo de Manos Unidas. Manos que se unen para ayudar. Manos que se unen para sanar, alimentar y educar. Manos que se unen, simplemente, para salvar. Que nunca nos falten vuestras manos unidas.

Señoras y señores, nuestros premiados nos hablan de belleza, de dignidad y sacrificio, de esfuerzo y generosidad. Nos permiten el ensalzar el valor del mérito. Destaquemos de su trabajo, de sus experiencias tan ricas y variadas, aquello que nos sea más valioso como ejemplo y guía, para mantener así la ilusión y la esperanza tan necesarias en la difícil encrucijada que vive la humanidad.

España se ha demostrado a sí misma en muchas ocasiones a lo largo de la Historia, con la admiración de todos, que sabe superar los momentos más críticos. Ahora ha de volver a hacerlo, afrontando las causas y las consecuencias de un proceso que está afectando gravemente a su economía y bienestar, cuando, a la vez, se están produciendo cambios de enorme trascendencia de orden geopolítico, económico y estratégico en el mundo entero. Y ha de volver a hacerlo confiando en su talento y en su fortaleza, con fe en nuestra capacidad de superación.

Lograremos construir así, con ilusión, una economía más competitiva y eficiente, que no rehúya el riesgo de emprender e innovar, ágil para adaptarse a los acelerados cambios que vivimos y que sea capaz de generar empleo. Una sociedad solidaria e inclusiva, en la que tantas personas sin trabajo sepan que su situación es tan sólo transitoria, nunca una desesperanza sin final.

Los tiempos de crisis nos obligan también a redefinir proyectos y modos de vida. Es en los momentos difíciles cuando los pueblos deben expresar más claramente la altura de sus ideales, su lucidez y su grandeza de ánimo. Demos un mayor vigor e impulso a nuestra vida pública. Renovemos comportamientos y cambiemos actitudes. Generemos otra vez ilusión y confianza en proyectos que nos integren y cohesionen cada día más.

Y el camino es fortalecer nuestras instituciones, porque a través de ellas se pueden y deben articular las soluciones que esperan los ciudadanos. Pero también debemos buscar la moderación donde haya habido excesos; ética donde haya habido abusos. Y actuar así con realismo, coraje y rigor a partir de la integridad, el esfuerzo y la cultura del trabajo bien hecho.

Unámonos para fortalecer esas convicciones y aprovechemos esta hora para encauzar más eficazmente todas nuestras capacidades. Lo mucho que hemos avanzado en los últimos decenios gracias a la contribución de toda la sociedad española y, especialmente, de las generaciones pasadas, debe servirnos de acicate para el futuro.

Porque esas generaciones nos enseñaron a los más jóvenes –y al mundo entero- cómo lograron hacerlo. Decía Ortega y Gasset que sólo es posible avanzar cuando se mira lejos y sólo cabe progresar cuando se piensa en grande. Está en nuestras manos demostrar que los españoles de hoy no sólo aprendimos aquella gran lección de responsabilidad nacional, sino que podemos volver a ser ejemplo de capacidad, superación y grandeza. Ellos lo consiguieron. Estoy convencido de que nosotros, que creemos en la gran realidad de España, podemos volver a conseguirlo. No tengáis ninguna duda. Yo no la tengo.

Muchas gracias.


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