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La manipulación

Un fenómeno de plena actualidad, especialmente intenso en períodos electorales.

El ciudadano atento sabrá reconocer estas técnicas, identificar perfectamente a los demagogos que las utilizan y obrar en consecuencia.

Por A. LÓPEZ QUINTÁS,
Catedrático-emérito de Filosofía en la Universidad Complutense (Madrid)
Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas

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Para defender nuestra libertad, prestamos atención a los medios de comunicación social a fin de informarnos debidamente y situar a los poderes públicos bajo los focos de una vigilancia constante. Pero ¿nos damos cuenta de que tales medios tienen recursos sobrados para manipularnos y reducir al máximo nuestra capacidad de pensar, sentir, querer y decidir por nuestra cuenta? Aunque vivamos en un régimen democrático, podemos vivir sin libertad interior si no sabemos con precisión: qué significa manipular, quién manipula, para qué lo hace, qué medios moviliza para ello?

Impresionado por la devastación que produjo en Europa, durante los terribles "doce años" (1933-1945), la voluntad nacionalsocialista de someter a los pueblos, el gran escritor George Bernanos afirmó en las célebres Conversaciones de Ginebra (1946) que "el mundo no podrá salvarse más que por los hombres libres". Esa libertad interior es la que es destruida por la manipulación. De ahí que delatar la estrategia manipuladora es una tarea que todos debemos realizar con decisión si queremos salvar nuestra condición de personas libres.

Qué significa manipular

Manipular equivale a manejar. De por sí, únicamente son susceptibles de manejo los objetos. Un bolígrafo puedo utilizarlo para mis fines, desecharlo, situarlo aquí o allí... Estoy en mi derecho, pues se trata de un objeto. Es una realidad que carece de personalidad propia por no tener inteligencia, voluntad, capacidad creativa... Puedo, por tanto, poseerla, dominarla, disponer de ella, suplir su falta de iniciativa con mi capacidad de elaborar proyectos y realizarlos. Digamos, para entendernos en lo sucesivo, que pertenece al nivel 1.

Los seres humanos nos movemos en un nivel superior -el nivel 2- por estar dotados de inteligencia y de voluntad, y poder orientar la vida conforme a nuestra propia vocación, al ideal que nos hemos propuesto realizar. Si, al tratar a una persona, no respeto su capacidad de iniciativa y la tomo como un ser posible, dominable y manejable a mi arbitrio, conforme a mis intereses, la bajo del nivel 2 al nivel 1, lo cual supone un envilecimiento injusto.

Cuando, en los días aciagos de la última guerra mundial, se introducía a cien prisioneros en un vagón de tren, como si fueran paquetes, y se los hacía recorrer así trayectos interminables, no se intentaba tanto hacerles sufrir cuanto reducirlos a estado de envilecimiento. Al ser tratados como objetos, acababan considerándose unos a otros como seres abyectos.

Si una persona acaricia a otra, no para expresarle el grado de afecto que siente hacia ella -nivel 2-, sino sólo para acumular sensaciones placenteras, reduce su cuerpo a mera fuente de gratificaciones -nivel 1-. Esta conducta puede parecer tierna, pero es violenta pues quien la adopta considera el cuerpo ajeno como un mero medio para sus fines y lo despoja de su condición básica: ser expresión viva de la persona en la que está integrado.

Los escritores españoles del Siglo de Oro solían poner en labios del galán que había seducido a una dama esta expresión: "¡La poseí!" Seducir es poseer, dominar, arrastrar la voluntad de alguien como si fuera un objeto. En cambio, el que enamora a una persona no la arrastra; la atrae mediante la presentación de algo valioso. El seductor halaga con engaños para provocar una adhesión irresistible. Cuando una mujer se le entrega, no crea con ella una relación amorosa estable; la abandona pronto incompasivamente y la somete a la frustración de verse burlada.  En realidad, no se da ahí nunca ternura auténtica, sino reducción implacable de una persona a objeto. La violencia de tal rebajamiento no queda aminorada con afirmar que se trata de un objeto adorable, encantador, maravilloso, fascinante... Tales adjetivos no redimen al sustantivo "objeto" de lo que tiene de injusto, de no ajustado a la realidad, de envilecedor.

Hay variadas formas de rebajamiento de los seres humanos a niveles de realidad inferiores al suyo propio; por ejemplo, su reducción a meros clientes, meros consumidores, meros pacientes... Situar a las personas en planos inferiores al que les corresponde por su rango natural es una forma de manipulación agresiva que colabora a generar los modos de violencia registrados en la sociedad actual.

Quién manipula

Manipula el que desea vencer a otras personas sin preocuparse de convencerlas. Si me convences de algo con razones, no me dominas, no te elevas sobre mí y me humillas; ambos quedamos unidos bajo la luz de la verdad. Aceptar una razón porque la veo como válida no me empequeñece y rebaja; al contrario, me dignifica, ya que perfecciono mi conocimiento de la realidad. En cambio, si me adhiero a lo que dices sin tener razones para ello, me veo reducido a una condición gregaria, entro en el grupo de quienes no piensan ni deciden por su cuenta sino actúan al dictado de otros.

El manipulador intenta modelar la mente, la voluntad y el sentimiento de personas y grupos para convertirlos en medios al servicio de sus fines.

El comerciante que nos orienta en nuestras compras no es un manipulador sino un guía. La reducción de las personas a meros clientes se da también en el mundo de las ideas. Si tengo una forma de pensar e intento arrastrarte con astucias para que te adhieras a ella y la tomes como propia, me comporto como un manipulador -un demagogo-, no como un guía -un maestro-. He aquí la temible manipulación ideológica. Por ideología , en sentido restrictivo, se entiende hoy un conjunto de ideas -políticas, económicas, religiosas...- que ciertos grupos sostienen, no tanto por la convicción rigurosa de que tales ideas reflejan fielmente la realidad, sino por motivos sentimentales e intereses de diverso orden.

Nos interesa sobremanera distinguir cuidadosamente lo que es manipulación y lo que es magisterio. Ciertas personas rehuyen orientar a sus hijos o discípulos hacia los valores por temor a que ello constituya una manipulación. No necesitan preocuparse. Acercar a un niño o a un joven al campo de irradiación de los valores no es una acción seductora que obnubile la mente y embriague la voluntad. Los valores actúan con discreción. Se hacen valer y atraen, pero no arrastran. Por eso el verdadero maestro, fiel al modo de ser de los valores, no fuerza a sus discípulos a asumirlos y realizarlos; los lleva a su presencia, los sitúa en su área de influencia para que capten su atractivo y su eficacia.

Para incrementar sus ventas, el mercader manipulador moviliza con frecuencia las astucias del ideólogo demagogo a fin de crear un clima social de consumismo, de presuntuosidad, de afán de embriagarse con la posesión de bienes y con el disfrute de toda clase de sensaciones halagadoras.

Para qué se manipula

El mercader que manipula se mueve por afán de incrementar sus ganancias, triunfar en su profesión y elevar su posición social. El manipulador "ideológico" tiende a dominar al pueblo de forma rápida, contundente, masiva y fácil. Quiere someter espiritualmente a pueblos enteros de forma inapelable, con la facilidad que otorgan los recursos estratégicos de la manipulación.

Para dominar a un pueblo de esta forma, sólo se necesita privarlo de su carácter comunitario y reducirlo a masa. La masa se compone de seres que están cerca pero no se complementan. La comunidad es formada por personas que entreveran sus ámbitos de vida para dar lugar a nuevos ámbitos y enriquecerse. La masa se compone de seres que actúan de forma individualista y no se aúnan entre sí. Una familia, por ejemplo, forma una masa cuando sus miembros son un mero montón de individuos que viven cerca pero no se comunican. Su falta de cohesión los hace fácilmente vulnerables. Esto explica que el medio más rápido y eficaz para dominar a un conjunto de personas no sea atacarlas desde el exterior sino amenguar en cada una la capacidad de crear relaciones con las realidades del entorno.

Con sólo conocer tales recursos y manejarlos hábilmente, una persona poco preparada, pero astuta, puede dominar fácilmente a personas y pueblos enteros si éstos no están sobre aviso. El manejo estratégico del lenguaje opera de modo automático sobre la mente, la voluntad y el sentimiento de las personas antes de que entre en juego su poder de reflexión crítica.

Cómo se manipula

El tirano -el que quiere vencer sin convencer-no lo tiene fácil en los regímenes democráticos. Quiere dominar al pueblo, y ha de hacerlo de forma dolosa para que las gentes no lo adviertan, pues lo que prometen los gobernantes en una democracia es, ante todo, libertad. En las dictaduras se promete eficacia, a costa de las libertades. En las democracias se garantizan cotas nunca alcanzadas de libertad aun a riesgo de amenguar la eficacia. ¿Qué medios tiene en su mano el tirano para someter al pueblo mientras lo convence de que es más libre que nunca?

Este medio es el lenguaje. Para comprender el poder fascinante del lenguaje manipulador debemos analizar cuatro puntos: los términos, los esquemas, los planteamientos y los procedimientos.

Los términos "talismán"

El lenguaje crea palabras, términos, y en cada época de la historia algunos de ellos se cargan de un prestigio especial de forma que nadie osa ponerlos en tela de juicio. Son términos "talismán", que parecen condensar en sí todas las excelencias de la vida humana. La palabra talismán de nuestra época es libertad. Todo término talismán tiene el poder de prestigiar las palabras que se le avecinan y desprestigiar a las que se le oponen o parecen oponérsele. Hoy se da por supuesto -el manipulador nunca demuestra nada, da por supuesto lo que le conviene- que toda forma de censura se opone a todo tipo de libertad. En consecuencia, la palabra censura está actualmente desprestigiada. En cambio, las palabras independencia, autonomía, democracia, cogestión... van unidas con la palabra libertad y quedan convertidas, por ello, en una especie de términos talismán por adherencia.

El manipulador saca amplio partido de este poder de los términos talismán. Sabe que, al introducirlos en un discurso, el pueblo queda intimidado, no ejerce su poder crítico, acepta ingenuamente lo que se le proponga. Un ejemplo. Cuando, en cierto país europeo, se llevó a cabo una campaña a favor de la introducción de la ley abortista, el ministro responsable de tal ley intentó justificarla con este razonamiento: "La mujer tiene un cuerpo y hay que darle libertad para disponer de ese cuerpo y de cuanto en él acontezca". La afirmación de que "la mujer tiene un cuerpo" está pulverizada por la mejor filosofía desde hace casi un siglo. Ni la mujer ni el varón tenemos cuerpo; somos corpóreos. Hay un abismo entre ambas expresiones. El verbo tener es adecuado cuando se refiere a realidades poseibles, es decir, a objetos. Pero el cuerpo humano, el de la mujer y el del varón, no es algo poseible, algo de lo que podamos disponer; es una vertiente de nuestro ser personal, como lo es el espíritu.

Una palabra talismán de nuestra época es "libertad".Tiene el poder de prestigiar las palabras que se le avecinan y desprestigiar a las que se le oponen o parecen oponérsele.

Uno comienza a ser auténticamente libre cuando, pudiendo elegir entre diversas posibilidades, no opta sencillamente por la que más le apetece en cada momento, sino por la que le permite desarrollar su personalidad de modo pleno.

Pues bien, el ministro intuyó sin duda que la frase "la mujer tiene un cuerpo" es muy endeble, no se sostiene en el estado actual de la investigación filosófica, y para dar fuerza a su argumento introdujo inmediatamente el término talismán libertad: "Hay que conceder libertad a la mujer para disponer de su cuerpo..." Sabía que, con la mera utilización de esa palabra supervalorada en el momento actual, millones de personas iban a replegarse tímidamente y a decirse: "No te opongas a esa proposición porque está la libertad en juego y van a tacharte de antidemócrata, de fascista, de ultra". Y así sucedió, efectivamente.

El ministro no indicó a qué tipo de libertad se refería. De hecho aludía a la "libertad de maniobra", la libertad -en este caso- de maniobrar cada uno a su antojo respecto a la vida naciente: respetarla o eliminarla. La "libertad de maniobra" no es propiamente una forma de libertad humana auténtica; sólo es una condición para ser libre. Uno comienza a ser libre como persona cuando, pudiendo elegir entre diversas posibilidades, no opta sencillamente por la que más le apetece en cada momento sino por la que le permite desarrollar su personalidad de modo pleno. Y ahora preguntémonos: Una persona que se arrogue una libertad de maniobra absoluta y la utilice en contra del germen de vida que marcha aceleradamente hacia la plena constitución de un ser humano ¿se orienta hacia la plenitud de su ser personal?

Todo esto se ve claramente cuando se reflexiona. Pero el demagogo, el tirano, el que desea conquistar el poder por la vía rápida de la manipulación, opera con extrema celeridad para no dar tiempo a las gentes a pensar, a reflexionar sobre cada uno de los temas. Por eso no se detiene nunca a matizar los conceptos y justificar lo que afirma; lo da todo por consabido y lo expone con términos ambiguos, faltos de precisión. Ello le permite destacar en cada momento el aspecto de los conceptos que le interesa para su fines.

De esa forma evita que las gentes a las que se dirige tengan suficientes elementos de juicio para clarificar las cuestiones por sí mismas y hacerse una idea serena y bien aquilatada de las cuestiones tratadas. Al no poder profundizar en una cuestión, el hombre está predispuesto a dejarse arrastrar.  Para facilitar su labor de arrastre y seducción, el manipulador halaga las tendencias innatas de las gentes y ciega en lo posible su sentido crítico.

Los procedimientos estratégicos

El manipulador moviliza diversos medios para dominar al pueblo sin que éste se dé cuenta.

El MANIPULADOR desea conquistar el poder por la vía rápida de la manipulación, opera con extrema celeridad para no dar tiempo a las gentes a pensar, a reflexionar. no se detiene nunca a matizar los conceptos y justificar lo que afirma.

Otra forma oblicua, sesgada, subrepticia, de vencer al pueblo sin preocuparse de convencerlo es la de repetir una vez y otra, a través de los medios de comunicación, ideas o imágenes cargadas de intención ideológica. No se entra en cuestión, no se demuestra nada, no se va al fondo de los problemas. Sencillamente se lanzan proclamas, se hacen afirmaciones contundentes, se propagan eslóganes a modo de sentencias cargadas de sabiduría. Este bombardeo diario configura la opinión pública, porque la gente acaba tomando lo que se afirma como lo que todos piensan, como aquello de que todos hablan, como lo que se lleva, lo actual, lo normal, lo que hace norma y se impone. Una de las metas del demagogo es anular, de una forma u otra, a quienes puedan descubrir sus trampas, sus trucos de ilusionista.

La redundancia desinformativa tiene un poder insospechado de crear opinión, de fundar un clima propicio a toda clase de errores. Basta establecer un clima de superficialidad en el tratamiento de los temas básicos de la vida para hacer posible la difusión de todo género de falsedades. Una media verdad repetida por un medio poderoso de comunicación se convierte en una verdad de hecho, incontrovertida; viene a constituir una "creencia", en el sentido orteguiano de algo intocable, de suelo en que se asienta la vida intelectual del hombre y que no cabe discutir sin exponerse al riesgo de quedar descalificado. A formar este tipo de "creencias" tiende la propaganda manipuladora con vistas a obtener un control soterrado de la mente, la voluntad y el sentimiento de la mayoría.

Antídoto contra la manipulación

Evita que las gentes a las que se dirige tengan suficientes elementos de juicio para clarificar las cuestiones por sí mismas y hacerse una idea serena y bien aquilatada de las cuestiones tratadas.

Para facilitar su labor de arrastre y seducción, el manipulador halaga las tendencias innatas de las gentes y ciega en lo posible su sentido crítico.

La práctica del ilusionismo mental a través del lenguaje -y de las imágenes, que son de por sí expresivas, por tanto elocuentes-desorienta espiritualmente a las gentes, les quita capacidad de pensar por propia cuenta y de modo riguroso, amengua su sensibilidad para los grandes valores, las incapacita en buena medida para actuar en virtud de criterios internos bien sopesados y sentimientos nobles, las deja inermes ante la vida, entregadas a un estado de gregarismo e infantilismo.

La práctica de la manipulación altera la salud espiritual de personas y grupos. ¿Poseen éstos defensas naturales contra ese virus invasor? ¿Cabe poner en juego un antídoto contra la manipulación demagógica?

Actualmente, no podemos reducir el alcance de los medios de comunicación o someterlos a un control eficaz de calidad. La única defensa frente al uso manipulador de los mismos consiste en adquirir una formación adecuada. Tal formación abarca tres puntos básicos:


1.Estar alerta, conocer los recursos arteros del manipulador;
2.Aprender a pensar con rigor y tener agilidad de mente para exigirlo a los demás;
3.Ejercitar la creatividad en todos los órdenes.

El que conoce los "trucos" del ilusionista-manipulador amengua el peligro de caer en la red de sus juegos de conceptos. Si, además, sabe pensar con rigor y utilizar debidamente el lenguaje, está bien dispuesto para descubrir los fallos tácticos que comete el manipulador para tergiversarlo todo a su arbitrio.

El conocimiento de los ardides del manipulador es el medio más eficaz para defenderse de sus insidias.

 

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Fuente: Curso "La manipulación del hombre a través del lenguaje"


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