titulo de la web

LA LUCHA POR EL RECONOCIMIENTO DE LA DIGNIDAD HUMANA Y EL  DERECHO A VIVIR DE NUESTROS CONGÉNERES EN SU ESTADIO NACIENTE

Hacia la consideración social de la vida naciente.

Un gran reto para una sociedad que se precie de auténticamente avanzada.

Obviar o renunciar a los datos de la ciencia es renunciar al conocimiento, y si se renuncia al conocimiento, lo único que queda es ideología.

Lo más progresista en este s. XXI es defender la vida en cualquiera de sus estadios y luchar para erradicar las causas del aborto.

Ante el problema de los embarazos no planificados, una sociedad auténticamente avanzada debe idear e implementar alternativas al aborto lo más cultas y civilizatorias posibles.

Sería más positivo y supondría un gran progreso civilizatorio si en vez de intentar justificar y liberalizar una práctica tan inhumana y cruel, instituciones y particulares hiciésemos una apuesta decidida por CONSTRUIR ENTRE TODOS UN CLIMA SOCIAL FAVORABLE A LA VIDA NACIENTE para que ésta pudiera llegar en TODOS los casos a buen término, implementando los cambios necesarios en la estructura social, axiológica y mental del conjunto del cuerpo social a fin de hacerlo posible.

Dos grandes lógicas sociales.

Existen dos grandes lógicas sociales, dos grandes orientaciones o formas de construir una sociedad: la del progreso materialista, nihilista, individualista, utilitarista, egocéntrico, cicatero y mísero… y otra desinteresada, altruista, desprendida, generosa, solidaria… de rostro más humano. ¿En cuál de ellas está instalado actualmente un importante sector de nuestra sociedad? ¿Ese es el horizonte al que aspiramos como sociedad en nuestro inmediato futuro?

El reto de traer hijos al mundo

Traer un nuevo hijo al mundo nunca ha sido tarea fácil, menos aún hoy en día. En nuestra área geográfica la mentalidad actual y el estilo de vida dominantes lo complican mucho. Las bajas tasas de natalidad en la eurozona así lo atestiguan. Las causas son múltiples y diversas. Hemos ido construyendo un mundo con unas condiciones “insostenibles” y claro, ahora pretendemos hacerlo sostenible, pero sólo para nosotros, de forma excluyente, sin compartirlo. La primacía del bienestar material, la actitud individualista, los criterios economicistas y utilitaristas sobre los que hemos montado nuestro presente nos conducen a ello. La falta de incentivos y de apoyo a la maternidad y a la familia igualmente. La penetración de ideologías de raíz materialista, nihilista, individualista, egocéntrica y la emergencia en la escena política de fuerzas sociales propaladoras de ellas coadyuvan a ello. Para ello las primeras víctimas de este insostenible sistema, los primeros sacrificados son los nasciturus, los concebidos pero aún no nacidos, sacrificando el derecho a vivir de quienes son nuestros congéneres concebidos pero no nacidos… ¿es esa la “generosidad” y “altruismo” que debería guiar el progreso de una sociedad auténticamente civilizada?

Una grave lacra social

En medio de este desalentador panorama emerge dramáticamente entre nosotros la lacra social del aborto, originariamente práctica liberalizada en países de orientación comunistas como medio para disponer de abundante mano de obra femenina. En España las cifras de 2012 arrojan el siguiente balance: 112.000 abo/año, 308 a/dia, 13 a/hora, 1cada 4'7 minutos¿Podemos considerar eso como progreso moderno o más bien es reflejo de un  rotundo fracaso social? El abultado número de abortos practicados en nuestro país en los últimos años reclama una solución urgente al problema, desde la política pero también desde el conjunto del cuerpo social. ¿Cuáles son las causas de tan grave lacra social? Vamos a referirnos a algunas de ellas.

Contexto general en medio del cual es posible el desarrollo de una mentalidad abortista

A las insostenibles condiciones de vida implantadas por el sistema se une la actitud individualista y egocéntrica tan extendida en nuestra sociedad. El relativismo moral y la expansión del dopaje ético en importantes sectores de la sociedad. La quiebra de valores esenciales en los que se fundamenta una comunidad afecta a la imprescindible integridad de una cultura, a la validez de una manera de entender el mundo, a la firmeza de un modo de ordenar una existencia colectiva. No hay espectáculo más bochornoso que el de una sociedad que se plantea la cancelación de una vida como un acto de libertad. La desintegración social comienza cuando se minan o se deja de creer en los principios esenciales sobre los que se había constituido. Hay quienes quieren convertir lo que no es más que intemperie ética en el refugio ilusorio de una irresponsable libertad.  Resulta lamentable haber bajado a un nivel en que el espesor del compromiso con la verdad se considera menos apreciable que la delgadez del relativismo.

Otros factores que contribuyen a ese clima general que desemboca en una infravaloración de la vida humana en su estadio naciente: el factor educativo. En las últimas décadas nuestra educación ha soportado un importante déficit de humanidades, y aún más de formación en “humanismo”. El escaso grado de formación humanística existente en nuestro sistema educativo, la débil formación humanística en grandes sectores de población y la ausencia de una verdadera “cultura de la vida” son datos evidentes. Y por eso ahora así nos luce el pelo y sus consecuencias se manifiestan en cuestiones tan esenciales y vertebradoras. Con una mejor educación y con una buena formación humanística comprender todo cuanto se refiere a “lo humano” sería mucho más fácil. La incapacidad para comprender el valor y la dignidad de toda vida humana independientemente del estadio de desarrollo en que se encuentre es una incompetencia que representa también una vertiente más del fracaso educativo en que nos hallamos inmersos. La educación de hoy ha de superar un sesgo excesivamente tecnológico-científico y ensanchar su vertiente humanista. La merma de cultura humanística conlleva empobrecimiento del pensamiento, precariedad del discurso ético y ruptura en la necesaria transmisión y cohesión civilizatoria. Unas humanidades con más humanismo contribuirían sin duda a una mejora cualitativa del futuro de la humanidad.

Más factores: la falta de una auténtica formación afectivo-sexual  entre la población algo fácilmente constatable. La ausencia de una verdadera educación personalizadora, estimuladora de la responsabilización sobre nuestros actos también. La frivolización y banalización de las relaciones interpersonales y la extensión de la  promiscuidad en las relaciones sexuales un dato sociológicamente verificable. Otra, la dimensión pedagógica de toda ley: el perverso mensaje subliminal  que traslada al conjunto del cuerpo social leyes como la ley Aído y la banalización, la falta de una auténtica pedagogía social en favor de la vida naciente, la ausencia explícita de dignificación en el ambiente social, la infravaloración y menosprecio de la vida humana en sus estadios incipientes que conlleva esa ley, resulta indiscutible. Todo ello coadyuva a comprender la angosta interpretación que se hace del primero de los derechos humanos, el derecho a la vida, por parte de esas fuerzas que se autodenominan “progresistas” y de los sectores afines.

Batalla ideológico-cultural

En torno, pues, al aborto se está librando una de las grandes batallas culturales de nuestro tiempo. Una de esas grandes batallas gira en torno al debate sobre el aborto, y pugna por ampliar el reconocimiento social de la humanidad/dignidad del nasciturus. Nos encontramos inmersos, pues, en una histórica inflexión cultural en relación con el reconocimiento del derecho a la vida, con la ampliación del reconocimiento social de la dignidad humana en la fase prenatal. No es un tema de moral ni de conveniencia electoral" sino de defensa de los derechos humanos de los más débiles  e indefensos: la lucha por el reconocimiento de la dignidad y valor de TODA vida humana, también la que se encuentra en sus estadios iniciales. Y esa no es una cuestión de “creencia” como propalan algunos, sino de ciencia, de consciencia y de conciencia.

En el fondo se trata de una batalla ideológico-cultural por un nuevo modelo de sociedad: lo que está en juego es el concepto mismo de ser humano, el derecho o no a la vida de nuestros congéneres concebidos pero aún no nacidos, el reconocimiento de su valor y dignidad, independientemente del estadio de desarrollo en que se encuentren. En su posicionamiento ante ella veremos quién tiene verdadera altura de miras, sentido del auténtico progreso histórico, y quién permanece anclado en el cortoplacismo, el interés partidista, el consensualismo interesado, el progresismo falaz, la rentabilidad partidista. Esa puede ser una buena referencia para que a partir de ahí el elector decida sobre quiénes prefiere que le representen. El bolsillo siendo importante no lo es todo. También hay principios y valores...

Aunque en esta batalla hay sectores sociales interesados en desenfocar el debate, algunas de las cuestiones de fondo giran en torno al concepto mismo de ser humano, al reconocimiento de la existencia o no de un congénere nuestro en gestación de acuerdo con las evidencias científicas, reconocimiento de la humanidad de quienes son nuestros congéneres en estado naciente, reconocimiento social subsiguiente de la dignidad humana independientemente del estadio de desarrollo en el que se encuentre, la liberalización o no de tan inhumana, cruel y anticivilizatoria práctica, la asunción de responsabilidad sobre las consecuencias de los propios actos, la dignificación social de la vida naciente y la maternidad, una actitud de apoyo y solidaridad con los más débiles …

La evidencia científica: existencia de un congénere nuestro, de uno de los nuestros en gestación / derecho a vivir y dignidad humana

Partamos de las evidencias científicas: hay una vida humana desde el mismo momento de la concepción. Empecemos reconociendo la existencia de un congénere nuestro, de uno de los nuestros, en su fase de gestación. Reconozcamos pues su humanidad y la subsiguiente dignidad humana. El ser humano posee dignidad por sí mismo, ésta nadie se la da, nadie se la puede quitar bajo ningún subterfugio. La dignidad humana es inherente a TODO congénere nuestro, independientemente del estadio de desarrollo en que se encuentre. Otorgar la condición de ser humano según estadios de desarrollo, como hace el sistema de plazos, es igual de arbitrario e injusto que hacerlo, por ejemplo, según el color de la piel. El respeto a la dignidad de todo ser humano impide discriminación ninguna, ni prenatal ni posnatal.  ¿Por qué no se puede matar a un no-nacido? ¡Porque es sustancialmente idéntico al recién nacido!  El derecho a nacer debería ser un derecho primordial y garantizado. Nadie debería decidir sobre la vida de otra persona. El respeto a TODA vida humana debería constituir el bien más preciado y valioso de cualquier sensibilidad humana mínimamente bien constituida. No hay nada más progresista que defender la vida de quienes, vulnerables e indefensos,  no se pueden defender por sí mismos. En pleno S.XXI mientras unos reivindican licencia para matar en el seno materno, otros  reivindicamos el derecho a la vida  para TODOS y además que ésta sea lo más plena y “digna” posible.

Un poco de historia

En estos últimos años en España, con la escusa de la equiparación con Europa, se ha producido una de-construcción del más elemental y primero de todos los derechos, el derecho a la vida. La ley Aído, en contra de las reiteradas sentencias del Tribunal Constitucional, desprotegió la vida humana en sus 3 primeros meses y medio y se otorgó a la mujer un supuesto derecho al aborto.

Sin embargo,  ¿una sociedad que se precie de avanzada, madura, culta y civilizada puede ponerse de espaldas a la verdad científica, no reconocer la existencia de un ser humano con independencia del estadio de desarrollo en que se encuentre y admitir como “derecho” el segar la vida de un congénere nuestro en el vientre materno, así sin más?

Resulta grotesco que en pleno s. XXI, en el momento cumbre del reconocimiento y extensión de los Derechos humanos a todos los humanos sin distinción ninguna, no se reconozca, a pesar de las evidencias científicas, a los no nacidos como miembros de la familia humana, independientemente de la fase de desarrollo en la que se encuentren y por tanto  con la misma dignidad y merecedores del mismo respeto que cualquier otro ser humano, y que una práctica cruel e inhumana como la del aborto se la eleve a la categoría de derecho. El aborto es una lacra indigna de una sociedad civilizada, como en su día lo fueron la esclavitud, el holocausto o el apartheid.

¿Y cuál está siendo la actitud del  llamado progresismo abortista?

En este campo el falaz progresismo da pábulo al prejuicio ideológico en el que desde hace décadas se halla instalado, en vez de entrar en razón y aceptar la evidencia científica. Le será necesario, pues, transitar de los prejuicios ideológicos al reconocimiento de las evidencias científicas. En vez de aceptar la naturaleza humana de nuestros congéneres concebidos pero aún no nacidos y recocer la dignidad que a cada ser humano le es inherente, independientemente del estadio de desarrollo en que se encuentre, los mismos que se presentan ante la opinión pública como defensores de los más débiles y los paladines de la ampliación de derechos, se niegan a reconocer ahora, cegados por su ideología de raíz antropológica materialista, nihilista, utilitarista y relativista, en contra de la ciencia, la condición de “humanos” a nuestros congéneres en su estadio naciente  y a quienes por voluntad ajena se les cercena su natural impulso a la vida y por tanto se les niega su natural e intrínseco derecho a vivir. Todo ello bajo la coartada de no haberlo planificado. En España con la ley Aído el derecho elemental, primordial y básico a la vida no queda garantizado en los tres primeros meses de vida. Lo racional es que existe sí el derecho a vivir, no el derecho a matar. Como si tan primordial derecho y conquista civilizatoria, tan excelsa conquista humana, dependiera en cada momento de la voluntad de mayorías históricas coyunturales.

Progresismo pero abortista. Antaño, el progresismo respondía a un esquema simple: apoyar al débil, pacifismo y no violencia, defensa de la Naturaleza. Para el progresista, el débil eran los desheredados e indefensos… Había que tomar partido por ellos. La vida era lo primero, lo que procedía era procurar mejorar su calidad para los débiles. No se pensó que vida del feto estaba más desprotegida que la del obrero, quizá porque el embrión carecía de voz y voto y políticamente era irrelevante. Entonces se empezó a ceder en unos principios que parecían inmutables: la protección del débil y la no violencia…

El foco de interés de la izquierda postmoderna se ha desplazado de las cuestiones socioeconómicas a las de tipo moral-culturales. Ser de izquierda tiene hoy más que ver con propugnar el aborto libre, la ideología de género, los “nuevos modelos de familia”, el ecologismo o la eutanasia que con la nacionalización de la industria, los planes quinquenales y la jornada de ocho horas.

¿Hacia qué tipo de "libertad" y hacia qué tipo de "progreso" nos encamina el izquierdismo postmoderno? Ese tipo de "libertad" y de "progreso" postmodernos nos puede conducir al borde del precipicio.

La vida y la dignidad humana han de ser defendidas siempre, en cualquier parte, en todo momento, sin excusas, también desde la política.  “Nadie tiene derecho a arrebatar la vida a otro ser humano, absolutamente nadie. Trabajemos por esta causa”, afirmaba hace unos años J.L. RODRIGUEZ ZAPATERO, en un congreso mundial contra la pena muerte.

El “progresismo abortista” está intentando ganar en los medios y en la calle el apoyo que ni verdad científica, ni racionalidad, ni urnas le concedieron. El nivel argumentativo que utilizan dista mucho de ser el adecuado y propio de una sociedad avanzada y madura. Por el momento denuestran una indigencia argumentativa al respecto pasmosa.  La sociedad española no se merece una tan indigente oposición.

El aborto libre se ha convertido en la nueva lucha de clases de la izquierda. Arruinada la economía proponen la libertad como valor supremo. ¿Cuánto le costará al progresismo abortista aceptar aquello que siempre pretenden obviar, la evidencia científica? Obviar o renunciar a los datos de la ciencia es renunciar al conocimiento, y si se renuncia al conocimiento, lo único que queda es ideología

Para el progresismo abortista el gran problema en esta cuestión es, en un sistema de plazos o de supuestos, QUIÉN es el que decide en última instancia. Sitúan el foco de atención de forma absoluta en la mujer y obvian la existencia del “otro”, a quien no reconocen su existencia, ni su condición humana, ni su dignidad, y por consiguiente ni el más elemental y básico de los derechos, el derecho a vivir. Ante tal actitud reaccionaria hay que gritar bien alto: en el aborto lo realmente grave no es quién decide, sino QUÉ se decide y especialmente sobre QUIÉN se decide. La acción política sin ética y sin conciencia conduce a la degradación del hombre y a la depravación de la vida social y humana.

Ante esa actitud hay que lanzar un mensaje claro al conjunto del cuerpo social: que con cuestiones primordiales que están en la base de la convivencia pacífica no se juega. Que cada vida gestante es un patrimonio majestuoso digno de protección legal, pero sobretodo social. Que el derecho a la vida debe estar por encima de cualquier otro derecho. Y que para afrontar la superación de tal lacra hay que reclamar de los poderes públicos políticas en apoyo integral a la maternidad, el fomento de alternativas al aborto, una verdadera educación humana, formación afectivo-sexual auténtica y en la responsabilidad…

La defensa de la vida humana en sus estadios iniciales no es una lucha retrógrada. Al contrario, se trata de un auténtico progreso en humanidad, expresión del alto progreso civilizatorio alcanzado, en el grado de expansión de la conciencia en humanidad.

Buscar una solución lo más culta y civilizada posible

Hay que valorar si las políticas que se nos proponen como salida a tan grave lacra social (anticoncepción de urgencia, píldora del día después, aborto, tipo de educación afectiva-sexual propuesta, etc.), son las más adecuadas como solución al problema de los embarazos no planificados y si son las más humanas, progresistas, cultas  y civilizadas. Quizás la verdadera solución no esté tanto en los “parches” a los que nos tiene acostumbrados una izquierda que falsamente se autodenomina progresista, sino en el reconocimiento de la realidad atestiguada por la ciencia, es decir la existencia de uno de los nuestros en gestación, el reconocimiento de la dignidad humana y el derecho a vivir de nuestros congéneres concebidos pero aun no nacidos.

A ello habrá que añadir políticas proactivas en favor de la vida humana en su estadio incipiente, una acción educativa de fondo en el seno del cuerpo social, más lenta y continuada pero quizás  verdaderamente revolucionaria al respecto, implementar alternativas a tan inhumana y cruel práctica del aborto, apoyo integral a la maternidad, revertir radicalmente las prioridades en la distribución de los escasos recursos en favor de políticas sociales, etc. Ello implica un cambio de mentalidad, una profundización en la “cultura de la vida”, el apoyo a la familia, a la maternidad, una orientación distinta a la educación afectiva-sexual... La libertad real de la mujer se garantiza mejor ofreciéndole todas las alternativas posibles al aborto, no abandonándola ni  abocándole a él. Junto a la reforma de la ley aborto deben revertirse radicalmente las políticas sociales orientadas al fomento y apoyo integral a la maternidad.

Un gran reto para una sociedad que se precie de auténticamente avanzada

¿Podemos considerar verdaderamente avanzada, madura y civilizada una sociedad que no protege a los débiles y abandona a su suerte a madres que se ven abocadas al aborto y a sus inocentes e indefensos hijos, congéneres nuestros, concebidos pero aún no nacidos?

Es preciso construir un clima social generalizado favorable a la vida naciente. Si estamos de acuerdo en que abortar no gusta a nadie... ¿por qué no centrar el debate en las medidas para reducirlo?  Debemos profundizar en  el debate sobre medidas y políticas que "ayuden a ser madre" o a encontrar soluciones más humanas y civilizadas que el de segar una vida humana en su estadio naciente.

Nuestra lucha no es contra la mujer que aborta ni sus derechos, sino contra el sistema perverso que la llevó a pensar que esa era su única opción. No concebimos la reforma de la ley del aborto sin una ley integral de apoyo a la maternidad con dotación presupuestaria. Junto a la reforma de la ley aborto debemos exigir también revertir radicalmente las políticas sociales orientadas al apoyo integral y dignificación social de la maternidad.

Un gran reto para una sociedad que se precie de auténticamente avanzada: el conjunto del cuerpo social, encabezado por sus dirigentes, debe progresar en el reconocimiento del derecho a vivir y dignidad humana inherentes a TODO congénere nuestro, independientemente del estadio de desarrollo en que se encuentre, superando la inhumana y cruel lacra del aborto y la mentalidad abortista que la acompaña… esa es la senda y no otra del auténtico progreso humano, eso es lo verdaderamente “culto” y “civilizado”.

Sería más positivo y supondría un gran progreso civilizatorio si por parte de algunos en lugar de intentar justificar y liberalizar una práctica cruel e inhumana como es el segar una vida humana en el seno materno… instituciones y particulares hiciésemos una apuesta decidida por construir entre todos un clima social favorable a la vida naciente para que ésta pudiera llegar en TODOS los casos a buen término, implementando los cambios necesarios en la estructura social, axiológica y mental del conjunto del cuerpo social a fin de hacerlo posible. Esa sería la senda del verdadero progreso y no el falaz discurso abortista que algunos pretenden imponer como hegemónico en el seno de la sociedad.

El aborto acabará desapareciendo como en su día se consiguió con lacras como la esclavitud

El aborto acabará desapareciendo ¿Cuándo? Dependerá del esfuerzo y la capacidad de convicción de nuestros argumentos pro-vida ante la opinión pública.

Una vida humana -aunque se halle en estado naciente- implica un valor que merece un inmenso respeto.   El respeto incondicional a cada vida humana en toda situación, gran logro que debiera ser definitivo en historia de la Humanidad.   Lo verdaderamente culto y progresista es respetar incondicionalmente toda vida humana. A este alto grado de civilización hemos llegado. El DH primordial es el derecho a vivir y no a matar. Lo contrario es un discurso arcaico, caduco, impropio de una sociedad verdaderamente "civilizada”...por todo ello el aborto no es solución…es una inhumana y cruel civilizatoria “regresión”.  Si reconocemos la humanidad y dignidad de nuestros congéneres no nacidos habremos avanzado en humanidad y  esto tendrá un impacto positivo y beneficioso para toda la sociedad.

Esa conciencia cívica en defensa de la vida humana que ha despertado con fuerza en los últimos tiempos no tiene que decaer. Su ímpetu tiene que continuar. El tiempo no ha de acallar nuestra voz.

Sabemos que las batallas no se ganan si no se libran, que la tenacidad es arma de victoria, que la historia nos ha demostrado que situaciones sociales que en su tiempo parecían imposible modificar son reversibles y su superación han supuesto hitos históricos (esclavitud, racismo, voto feminismo, abolición de la pena de muerte, apartheid…), que otros lucharon por lo que hoy disfrutamos; que la ciencia y el sentido común están de nuestra parte y que sobre todo la vida misma se abrirá paso frente a las tendencias necrófilas de esas fuerzas sociales que en nombre de una falaz y perversa libertad se declaran pro-abortistas.

Debemos continuar manteniendo viva la llama de la «cultura de la vida». Sabemos que la lucha por la defensa, protección y respeto de la vida humana en cualquiera de las fases de desarrollo en que se encuentre es una batalla digna, como en su día lo fue la lucha contra la esclavitud, la pena de muerte o el apartheid… causas defendidas por las aspiraciones e  ideales de una  izquierda que hoy con respecto a la vida es presa de sus propios prejuicios ideológicos y rehén de un concepto de progreso cortoplacista y miope y de una ideología de base nihilista. La posibilidad del cambio está en nuestras manos. Nuestro éxito dependerá de la actitud que tomemos, de la actitud con que las afrontemos…

Elaboración propia


Per a «construir» junts...
Són temps per a «construir» junts...
Tu també tens la teva tasca...
Les teves mans també són necessàries...

Si comparteixes els valors que aquí defenem...
Difon aquest lloc !!!
Contribuiràs a divulgar-los...
Para «construir» juntos...
Son tiempos para «construir» juntos...
Tú también tienes tu tarea...
Tus manos también son necesarias...

Si compartes los valores que aquí defendemos...
Difunde este sitio !!!
Contribuirás a divulgarlos...