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La buena vida: modelos ideales de vida humana.

Una forma abierta y positiva de afrontar la vida.

Ideales para una vida más plena. Modelos de vida ideal esbozados por algunos de los grandes teóricos de la personalidad.

La vida está llena de tantas incertidumbres que uno a menudo se pregunta qué curso, qué orientación debe dar a su vida. La naturaleza humana es tan plástica, que puede adoptar muchas formas diversas en las vidas individuales.

El deseo de vivir más perfectamente es una de las más grandes motivaciones del hombre. Las prescripciones o recetas para una buena vida han provenido de muchos lados. Al ser humano se le presentan numerosas formas de vida deseables. La cuestión está en que dada la naturaleza tan compleja del hombre, no es probable que pueda haber un modelo ideal único de vida.

Una introducción a los modelos de vida ideal esbozados por algunos de los grandes nombres de la psicología moderna y teóricos de la personalidad: Allport, Rogers, Maslow, Fromm, Jung.

 

Una de las preguntas más intrigantes que pueden formularse acerca de la naturaleza humana se refiere a lo que podría designarse como "la buena vida". Las mentes inquietas de los grandes hombres no pudieron dejar de plantearse esta cuestión. Para la mayoría de la gente, en efecto, por no decir para todo el mundo la vida parece ser muy imperfecta, y el deseo de vivir más perfectamente es una de las más grandes motivaciones del hombre. Recordamos el pasado, en efecto, y vemos con sentimiento que no se puede volver a vivir y que sus errores no pueden deshacerse. Tanto el niño en curso de desarrollo como el adolescente e inclusive el adulto, faltos de la experiencia de una diversidad de situaciones y de una apreciación cabal de sus posibilidades y talentos, se enfrentan a menudo a la desilusión y al fracaso. Uno se pregunta a menudo cuál curso deba seguir. ¿Debería ser acaso más audaz y categórico o, por el contrario, orientarse socialmente y ser más condescendiente? ¿Debería esforzarse por adquirir riqueza y poder sobre los demás o debería tratar de seguir sus deseos más profundos, cualesquiera que sean? ¿Cuáles son las cosas que aprecia realmente, además y por encima de las necesidades de la vida? La vida está llena de tantas incertidumbres. Se espera que el individuo ocupe su lugar en la sociedad, pero no está claro, en absoluto, cuál sea o cuál debería ser este lugar. Podrá volverse hacia la religión para encontrar respuestas y, como tantos otros, encontrar direcciones y unidad en su dogma. Se le presentan numerosas formas de vida deseables; el medio rural ofrece elecciones brillantes que prometen fama, fortuna, popularidad y, ante todo, la felicidad. La religión presenta un cuadro distinto, que puede diferir mucho de aquellos presentados por el medio cultural. En efecto, preocupándose mayormente por la vida en el más allá, suele subordinar la vida real a algo ulterior a la muerte.

Las prescripciones o recetas para una buena vida han provenido de muchos lados, desde las revelaciones personales de los profetas hasta la sabiduría del "pueblo común". También los preceptos han variado desde simples advertencias contra determinadas prácticas hasta códigos ceremoniales sumamente complejos. Carl Rogers formula algunas observaciones apropiadas acerca de estas visiones diversas de la buena vida:

La "buena vida" ha revestido muchos significados distintos para grupos diversos y en edades diversas. Para algunos ha significado una vida entregada a la meditación, esto es: el santo en lo alto de la montaña. En contraste violento, para otros ha significado una vida de realizaciones: ganar dinero, posición, conocimientos o poder.

Para muchos ha significado adhesión estricta a un credo, a un conjunto de normas o principios, ya sea encontrados en la Biblia o el Corán o provenientes de un líder religioso. Para otros ha significado entrega desinteresada a una causa externa a ellos mismos: labor misionaria cristiana, comunismo, o la Alemania de Hitler para la juventud. Para algunos ha consistido en la satisfacción de todo apetito placentero, con la consigna de: come, bebe y alégrate, porque mañana moriremos".

Estos ejemplos indican que la "buena vida” no es en modo alguno un objetivo conocido, fijo, intemporal y el mismo para todo el mundo, sino que es más bien una cuestión de elección. (Texto de Carl R. Rogers: The good Life: what is it?

Cada uno de los cinco capítulos que siguen ilustra el pensamiento de algún personólogo eminente acerca del modelo de la buena vida. El lector se asombrará acaso, ante la diversidad de modelos de la vida ideal. Podrá comendar acaso que, si comprendimos verdaderamente la naturaleza del hombre o de la humanidad, ¿no podríamos definir exactamente aquello que dicha naturaleza debería ser cuando se realiza por completo? Si este punto de vista es correcto, no debería haber más que un solo modelo de vida ideal. Este argumento es perfectamente válido y merece cierta consideración.

La naturaleza humana es tan plástica, que puede adoptar muchas formas diversas en las vidas individuales. Cuanto más complejo es una clase de objetos, tanto mayor es el número de sus variaciones posibles. Consideremos el número de variables que integran al ser humano. Si consideramos al individuo humano desde el punto de vista de la vida ideal, el medio cultural ha de tenerse en cuenta. Ahora bien, las civilizaciones varían mucho, y vivir en una de ellas requiere el aprendizaje de numerosas habilidades, actitudes y prácticas. En efecto, para realizarse el individuo a sí mismo ha de ser productivo o plenamente eficiente, o maduro, o independiente, o ha de ser algo muy distinto en Norteamérica de lo que sería en Samoa. La cuestión está en que dada la naturaleza tan compleja del hombre, no es probable que pueda haber un modelo ideal único de vida. Sin duda, todos los modelos deberán presentar similitudes, porque hay una naturaleza humana básica que es común a todos los seres humanos. Todo el mundo necesita tener percepciones correctas de su mundo, ya que en otro caso, la supervivencia sería imposible. La buena vida no sería posible a menos que las necesidades biológicas básicas se satisfagan fácil y eficientemente. Además, nadie podría esperar alcanzar la plenitud de desarrollo y funcionamiento sin estar en condiciones de controlar su medio ambiente en alguna forma.

El lector encontrará probablemente que un modelo determinado de personalidad le es más aplicable a él que los otros. Uno de los modelos podrá parecer más atractivo y apropiado al estilo de vida de un individuo determinado. Aunque todos los modelos ofrecen un modo de vida altamente eficaz, el acento cambia en ellos de lugar. Al hombre de Rogers le gustan las experiencias ricas en enseñanzas. Es muy introspectivo y emocional. El hombre de Allport, en cambio, es más controlado y sobrio y, tal vez, un poco menos feliz. Fromm destaca una orientación activa con respecto a la vida, con el trabajo y el amor como elementos altamente significativos. Jung buscaba el desarrollo y la integración más plenos de todos los aspectos de la personalidad. A Maslow le interesaba vivir experiencias fecundas, pero no concedió a la especulación acerca de la vida tanta importancia como lo hace Rogers.

Al leer a los teóricos de la personalidad, el autor ha observado un área principal de problemas que cada uno de aquellos considera como más significativa para el hombre y al mismo tiempo como más difícil de resolver. Para cada teórico el modelo ideal de vida depende tanto del problema principal del individuo como de la manera en que lo resuelve. Resulta ilustrativo considerarlos aquí brevemente.

Para Allport, el problema principal de la vida parece ser la vida oportunista, esto es, vivir sin objetivos o valores. La solución que propone consiste en tener objetivos de dos clases, a breve plazo o a largo plazo.

Para Fromm, el problema principal de la vida está en la soledad y los sentimientos de aislamiento. La solución está en el trabajo y en el amor productivos.

Para Maslow, el problema más importante parece ser la satisfacción de las necesidades; su solución consiste en buscar más bien la satisfacción de las necesidades superiores que aquella de las necesidades inferiores.

Para Rogers, el problema principal de la vida parece ser la falta de autenticidad. Para superar el sentimiento de ser artificial y pretencioso, cada individuo debería esforzarse por ser su yo más completo, esto es, ser aquello que Rogers designa como congruente.

Yung vio el principal problema como una falta de diferenciación y desarrollo completos de la personalidad. La solución está en prestar atención a todos los aspectos y las tendencias inherentes a la personalidad y proporcionar a cada una de ellas plenos de desarrollo y expresión.

Algunos de los teóricos de la personalidad, nos dicen qué es lo que falla con el hombre y, a su vez, por qué, y qué debería hacerse al respecto. Rogers nos dice que lo que falla con muchos de nosotros es que no somos auténticos, no somos nuestro verdadero yo. Una de las explicaciones más destacadas es que tratamos de satisfacer condiciones impuestas por otros, con objeto de ser aceptados por ellos. Y lo que deberíamos hacer es descubrir al hombre detrás de la máscara, esto es, poner al descubierto el yo real. Fromm sostiene que la mayoría de nosotros experimentamos contradicciones en nuestras vidas, con lo que estamos indecisos y confusos la mayor parte del tiempo. La explicación está en que nuestra propia naturaleza crea problemas para nosotros: podemos conocer el mundo y conocernos a nosotros mismos a través de nuestra inteligencia o podemos ver asimismo cuán imperfectos somos aquél y nosotros; tenemos una capacidad notable para proyectar el futuro, pero la misma capacidad nos informa de nuestro propio fin. Podemos apreciar y desear lo perfecto, sabiendo que nuestras vidas serán muy imperfectas. ¿Qué es lo que podemos hacer al respecto? La solución, aunque sólo parcial en el mejor de los casos, consiste en trabajar fecundamente y en relacionarnos armoniosamente con los demás, con amor fraterno y otras clases de amor. Jung creía que la dificultad principal reside para la mayoría de nosotros en que nuestras vidas son unilaterales y nuestras personalidades permanecen sin desarrollarse ni realizarse.

La razón está en que tendemos a limitar nuestro interés al aspecto consciente de la personalidad, al desarrollo del ego y de la personalidad social, para satisfacer las exigencias de la vida en sociedad.

Podríamos leer a cada uno de los teóricos con el objetivo de extraer ideas acerca del problema particular que es considerado como más significativo por cada uno de ellos y de la solución que propone. Además, deberemos estar en condiciones de enfrentarnos mejor a nuestras dificultades particulares en la vida tratando de descubrir nuevas formas de superarlas. La consulta de las ideas del teórico particular en cada caso habría ciertamente de resultar muy útil.

La mayoría de nosotros no experimentamos dificultad en apreciar la gran diversidad de estilos posibles de vida. Allport llamaba continuamente la atención sobre los caracteres complejo y único de cada individuo. Consideremos no más cuán distinto es el estilo de vida de un granjero del Tibet de aquel de un neurocirujano en un hospital urbano moderno. Compárese el trabajo del minero, en una mina de carbón, con aquel de un físico investigador en una gran universidad. Compárese la vida del ejecutivo de una empresa cualquiera con aquella de la anciana de 80 años que sobrevivió gracias a un cheque de la asistencia social. Cuán distinto es el estilo de vida de la joven madre que se pasa la mayor parte del día atendiendo a su bebé de aquel de su esposo que es un piloto profesional de aerolínea.

Son literalmente millares las ocupaciones y los estilos de vida. ¿Es siquiera concebible pues, que el mismo modelo de vida real fuera apropiado para todo el mundo?

DICAPRIO: Teorías de la personalidad. Pág: 266-268. Ed. INTERAMERICANA


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