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CONSTRUYENDO SOBRE BASES SÓLIDAS

Todo lo relacionado con los inicios de la vida humana debería merecernos a todos un enorme respecto y llevarnos a una reflexión serena pero firme sobre el derecho o no a la vida, incluida la vida de los no nacidos.

Lo que está en juego es el tipo de sociedad que estamos construyendo.

¿Qué legado estamos transmitiendo a las actuales jóvenes y futuras generaciones?

Debemos crear las condiciones para evitar que ninguna mujer tenga que tomar la decisión de abortar.

Con la nueva ley del aborto, en España, la vida humana, queda menos protegida que cierta flora y cierta fauna.

El Gobierno el primero y la sociedad civil deberían hacer una apuesta decidida por la cultura de la vida.

Deseamos encaminarnos hacia un horizonte civilizatorio en donde no se tenga que desechar ninguna vida humana.

De nuevo la actualidad, alegre para unos sórdida y oscura para otros, nos devuelve a  la tarea nunca sobrera de tener que reflexionar sobre nuestros propios fundamentos como colectividad. Una vez más tenemos que volver sobre una lacerante realidad instalada en nuestra sociedad. La aprobación en el senado de la ampliación de la ley del aborto se presta a ello con toda propiedad. Y es que todo lo relacionado con los principios de la vida humana  y su tratamiento colectivo debería merecernos a todos un enorme respecto y llevarnos a una reflexión serena pero firme, no exenta de racionalidad y sentido común, sobre el derecho o no a la vida, incluida la vida de los no nacidos, al tratarse de una cuestión muy seria en la que se juega a diario la vida de multitud de seres humanos.

Y es que en cuestiones como ésas lo que en el fondo está en juego es  el tipo de sociedad que estamos construyendo. ¿Sobre qué bases consistentes queremos fundamentar nuestro proyecto colectivo? ¿Acaso no debe estar el respeto al derecho a la vida, incluida la vida del no nacido, entre los principios y valores esenciales que fundamenten nuestra convivencia colectividad? El primer y más elemental de los derechos humanos que fundamenta nuestra convivencia, el Derecho a la vida, fundamento y base de todos los demás derechos, acaso no debe formar parte de una mínima ética común compartida, por muy plural que una sociedad sea?  ¿Qué legado axiológico estamos transmitiendo a las actuales jóvenes y futuras generaciones?  Es de suponer que todos deseamos construir nuestros fundamentos individuales y colectivos sobre unas bases sólidas y no sobre terrenos o arenas movedizas. El respeto a la dignidad de toda vida humana, independientemente de la fase de desarrollo en la que ésta se encuentre, debería constituir un principio básico de nuestra civilización.

En primer lugar, para cada una de las mujeres que se encuentre ante tan grave situación y ante la disyuntiva de tener que decidir sobre el futuro de un embarazo no deseado toda nuestra comprensión, apoyo  y solidaridad. El objetivo final que a todos debería alentarnos debería consistir en la reducción a la mínima expresión posible del número de abortos en nuestro país. La finalidad última de la nueva ley debería ser el prevenir posibles embarazosos no deseados y remover los obstáculos que se interponen con la finalidad de evitar tener que llegar a tomar la decisión de abortar. Para eso necesitamos abordar las causas que conducen a práctica tan cruel e inhumana. No queremos que se penalice a nadie, sino crear las condiciones para evitar que ninguna mujer tenga  que tomar la decisión de abortar. En una sociedad avanzada y verdaderamente progresista eso debería hacerse compatible con el mayor respeto posible a la vida, a la vida humana en cualquiera de sus fases en la que ésta se encuentre. Y no la desprotección absoluta del nuevo ser en gestación  y la implantación del aborto libre hasta la semana 14, con el mensaje subliminal que se traslada a la ciudadanía por parte de quien tiene la obligación de protegerle, de banalización y trivialización de la vida humana en sus primeras fases de desarrollo. Con la nueva ley del aborto, en España, la vida humana, queda menos protegida que cierta flora y cierta fauna. Menuda contradicción para ciertas corrientes ecologistas, acérrimas defensoras de la liberalización del aborto.

Clima social favorable a la vida: la extensión de la cultura de la vida

Somos partidarios de que en nuestro entorno se genere una corriente positiva y se generalice un clima social favorable a la vida. Más allá de verborreicas soflamas procedentes de personas e ideologías en quienes muchos dudaríamos en dejar el timón del barco en el que nos hallamos, optamos por situarnos en la senda del verdadero progreso, un progreso no exento de verdadero rostro humano, respetuosos con la vida de todo ser humano, haya o no nacido, compatible con solventar de forma creativa y humana (no cruel e inhumana) los problemas derivados de un embarazo no planificado. Nos situamos, pues,  en la senda del verdadero progresismo, de un progresismo con verdadero rostro humano. Coincidimos, por tanto, con quienes desde la creencia o increencia, desde el anonimato o el compromiso social, desde la más y elemental sensibilidad y sentido común están por la defensa de la vida, por poner en valor la vida humana en cualquiera de los estadios en que ésta se encuentre, compatible con un horizonte de civilización en el que ninguna vida humana se deseche y al mismo tiempo conjugable con la dignidad de la vida personal a la que cada uno tiene derecho.

El Gobierno el primero y la sociedad civil deberían hacer una apuesta decidida por la cultura de la vida, frente lo que supone el aborto como expresión de la cultura de la muerte. No desechar ninguna vida, proteger y cuidar la vida humana en cualquiera de las fases de desarrollo en la que ésta se encuentre, hacer posible su desarrollo,  crear las condiciones para hacerla digna, para que ninguna se desperdicie, esa es la senda del verdadero progreso humano,  en eso consiste el verdadero progresismo. Justo lo contrario del mensaje que se traslada al conjunto de la sociedad a través de la ley aprobada. La contradicción en la que se incurre es evidente: el mismo día que el presidente del gobierno  español se presentaba como el gran defensor del derecho a la vida en el Congreso  Mundial que se celebraba en Ginebra contra la pena de muerte apostando por la erradicación planetaria de la misma, con las palabras que figuran a continuación, en el senado español  él mismo a través de su partido creaba las condiciones “interesadas” para todo lo contrario, aprobando una ley que deja desprotegida  de forma absoluta la vida humana  hasta la semana 14, en contra de la doctrina del Tribunal constitucional:

Nadie tiene derecho a arrebatar la vida a otro ser humano, absolutamente nadie. Trabajemos por esta causa. Me tienen a su disposición (JL RODRIGUEZ ZAPATERO).

Hacia un horizonte civilizatorio en donde no se tenga que desechar ninguna vida humana

Apliquemos esta misma premisa a la vida de los seres humanos no nacidos. La causa bien se lo merece. En España nos encontramos ante una dura realidad y es el considerable aumento del número de abortos en los últimos años. Ello es un drama y supone un fracaso individual pero también colectivo. El problema presenta aspectos científicos, médicos, sociales, éticos y jurídicos.

En un documento de una de las corrientes internas del socialismo actual, censurado por el aparato del partido y publicado por La Vanguardia se sostenía que la vida en gestación es una realidad distinta de la mujer gestante. No es ni un órgano propio ni una extremidad de ella. La decisión de la mujer, a la que la ley otorga unos derechos de prestación en determinadas condiciones, no puede negar que en el nasciturus estamos hablando en todo caso más de un "alguien" que de un "algo". Por ello, por cuanto se trata de un ser humano en formación, no puede haber un derecho al aborto.

Podemos plantear el tema desde la vertiente de los derechos de la mujer y la protección que merece el no nacido, aunque no sea aún titular jurídico de derechos. En efecto, no hay duda que al tomar una decisión sobre la interrupción de la gestación, entran en conflicto dos valores: el de la autonomía reproductiva de la mujer y el de la vida del feto.  Se trata, por tanto, de un dilema de difícil resolución, donde pueden confluir circunstancias muy variadas, que ha de ponderar la gestante desde sus propios valores, que le permitirán tomar una decisión en conciencia.

Ninguna mujer es libre de decidir, si no se le facilitan alternativas, si no puede escoger entre diversas alternativas. La protección de la vida humana requiere asumir un firme compromiso social y político, ofreciendo ayuda y recursos a todas aquellas personas que se planteen interrumpir una gestación, dando opciones alternativas al aborto que permitan preservar esta vida como se hace en otras legislaciones europeas. En la alemana, por ejemplo, el título de la ley es Ley para la protección de la vida prenatal gestante, para el fomento de una sociedad favorable a los niños, para la ayuda a los conflictos del embarazo y la regulación de la interrupción del embarazo (Ley de ayuda a la embarazada y a la familia).

Como se afirmó en el parlamento español por parte de la representante de Unió Democrática de Cataluña ¿Dónde se encuentra en el proyecto el objetivo de alentar en la madre la decisión libre y responsable de continuar su embarazo? ¿Dónde está la estimulación de esta decisión? ¿Dónde queda la explicación a la gestante que tiene intención de abortar de las razones que asisten al Estado para tutelar la vida? ¿Le es indiferente que la decisión libre y responsable de la mujer sea continuar el embarazo o interrumpirlo? ¿Acaso se pretende que la única decisión realmente libre ante un embarazo no planificado es su interrupción?

La autonomía de la mujer, el derecho  a decidir

La autonomía de la mujer en la toma de decisiones se ha de respetar y como no puede ser de otra forma será ésta quien tenga que  tomar la última decisión. El hijo no se puede salvar en contra de la voluntad de la madre.  Nadie puede ser obligado a tener un hijo que no desea. Nadie puede ser obligada a ser madre en contra de su voluntad. Pero tampoco seamos ilusos, no nos engañemos ante posibles inconvenientes, para que una mujer pueda decidirse a llevar adelante su embarazo y ésta pueda ser realmente libre ( pueda escoger libremente), se le han de ofrecer todas las posibles alternativas al aborto y no solamente de una forma impersonal y fría, en un sobre cerrado y con un mínimo de tiempo para decidir, dejándole como única alternativa real la posibilidad del aborto. Según el Tribunal Constitucional español: "los derechos de la mujer no pueden tener primacía absoluta sobre la vida del nasciturus…".  Efectivamente, nadie es propietario de la vida de otra vida humana, nadie tiene derecho a disponer  de la vida de  otro, aunque éste aún no haya nacido.

El slogan que a veces se escucha de  “nosotras parimos, nostras decidimos”  o del “derecho a decidir” no dejan de ser slogans simplistas de una realidad ciertamente compleja y a veces, según como se utilicen, de escasa consistencia argumentativa. Tratándose de una nueva vida la voluntad de la madre es decisiva, pero  no puede ser el único elemento a tener en consideración: están los derechos de la madre sí, que es depositaria (¿propietaria absoluta?) de la nueva vida,  está  el derecho a la vida  del nuevo ser en gestación, el padre, el Estado que por mandato constitucional y en nombre de la sociedad tiene la obligación de proteger  la nueva vida, los imperativos de la propia ley natural... Además desde un punto de vista práctico no nos podemos limitar a defender el derecho a la autodeterminación de la madre en términos absolutos porque bajo este principio  teórico pueden esconderse y proliferar las peores sumisiones y servidumbres.

En caso de conflicto grave, estamos a favor de la decisión responsable, justificada y tomada en conciencia por parte de los afectados, promoviendo la formación de esta conciencia y acompañándola en sus decisiones concretas... se sostenía en el documento elaborado por el Instituto Borja de Bioética.

Por otra parte, cuál es el papel del Estado? En un interesante artículo de Duran i LLeida titulado “Una ley inhumana” publicado  en La Razón  y cuyo texto completo se puede leer en http://www.larazon.es/noticia/3638-una-ley-inhumana, entre otras cosas se afirmaba que el Estado tiene la obligación de proteger también la vida del todavía no nacido. Y ante el conflicto de intereses entre su vida – como bien constitucionalmente protegido- y la libertad y dignidad de la mujer, la respuesta de los poderes públicos –tal y como afirmó en 1985 el Tribunal Constitucional- no puede decantarse de forma absoluta por uno de ellos, ni siquiera en una primera fase del embarazo. El estado debe proteger la vida de “todos”, según el artículo 15 de la Constitución.

Para un Estado que tiene la obligación democrática de garantizar el derecho a la vida, el aborto sólo puede ser la solución última y extrema frente a situaciones graves e irresolubles.

La dignidad moral del conjunto de nuestra sociedad

El deseo de proteger la vida forma parte del acerbo moral de nuestra sociedad. Nos equivocaríamos si viésemos en esa aspiración una voluntad retrógrada o contraria al progreso y la libertad. La defensa de la vida fluye de nuestra propia genética humana y de nuestro sistema de valores. Preservar y proteger la vida tal vez no sea “progre” pero es intrínsecamente progresista, al igual, o más, que puede serlo la lucha contra la pena de muerte, la solidaridad con el más débil o la defensa de la naturaleza.

En ese mismo artículo se afirmaba también que en esta cuestión no sólo se halla en juego el prestigio moral del Estado, sino la dignidad moral del conjunto de nuestra sociedad. Si el proyecto se convierte en ley, nuestra democracia habrá entrado en un invierno gris y nuestra sociedad habrá perdido buena parte de su humanidad.

En nuestras manos está la fundamentación de la solidez de los baluartes sobre los que queremos construir nuestra sociedad. De cada uno de nosotros, de ti y de mi, depende el compromiso con dicha causa. En nuestras manos está. Del trabajo de cada uno de nosotros depende.

Elaboración propia, a partir de materiales diversos


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