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Amamos la vida y la servimos

La imagen negativa que a menudo desde determinado progresismo, medios de comunicación e instancias de poder se quiere trasladar a la opinión pública sobre la actuación de la Iglesia contrasta con lo que en su seno y en los más diversos frentes de la lucha por la humanización y exclusión social ésta es capaz de generar. A veces en los mentideros de la progresía nacional se suele utilizar una caricatura sesgada y negativa de la religión y la Iglesia con la intención de desprestigiarla ante la opinión pública y, aparcando el respeto debido emanado del mandato constitucional y de la aconfesionalidad del Estado, se enarbola la bandera de un laicismo rancio y visceral a fin de agitar los más bajos sentimientos de sus partidarios.

Si bien es verdad que el lastre, a veces negativo, que dicha institución arrastra es secular, también es cierto que cada vez más ésta se está revitalizando y que en su seno están surgiendo entidades y organizaciones que se sitúan en la vanguardia de la lucha por la defensa de los derechos humanos y de las más elementales de las necesidades humanas, a partir del realismo que les proporciona el contacto y conocimiento directo de la realidad concreta en la que sus miembros viven inmersos.

A mis manos llega uno de esos documentos gestado y generado en el seno de una de esas organizaciones: con aire nuevo, espíritu renovado, realismo, actitud dialogante y constructiva, toman posición crítica frente a debates de hondo calado como el suscitado en el seno de la sociedad española en relación al respeto debido a la vida humana. Un documento significativo que por su interés y para que sirva de contraste con el discurso de un feminismo radical, trasnochado y rancio que nos pretenden imponer, reproducimos al hilo de la más candente y rabiosa actualidad por la que atraviesa la vida de la sociedad española actual.

Los delegados diocesanos de Familia y Vida de las diócesis con sede en Cataluña, fieles al encargo que hemos recibido de nuestros obispos, queremos hacer llegar nuestra voz a todo aquel que quiera escucharla, especialmente a los que tienen notoria responsabilidad en el ámbito educativo.

Consideramos imprescindible vivir la vida como un don, saboreando la alegría de tenerla y amándola plenamente como lo más grande que alguien puede poseer y la expresión máxima del patrimonio humano. Por eso la Iglesia ofrece y hace todo lo posible para dar su apoyo a los que padecen por cualquier causa, ya sea física, social, psíquica o espiritual, a los más indefensos, incapaces de buscar su propio bien por ellos mismos, y a aquellos que nuestro modelo social ha marginado o rechazado, acogiéndolos y ofreciéndoles la ayuda que pueda haber en nuestras manos. Por este motivo nos proponemos favorecer la cultura de la vida con todos los medios que tengamos a nuestro alcance.

Nos sentimos profundamente preocupados ante la sucesión de hechos relacionados con la valoración de la vida, la falta de sentido de la sexualidad y del amor, el alud de ataques encubiertos a la familia, su concepto y su estructura, la ruptura de la convivencia social,… que afectan a nuestra sociedad y al conjunto de personas que la componen.

Nos preocupan, y al mismo tiempo nos interpelan, por lo que suponen de cambio de hábitos y comportamientos, tanto personales como sociales, incluso de mentalidad, llevándolas a desarrollar pautas de conducta que, en muchos casos, son contrarias a los propios intereses intrínsecos del ser humano, y afectan a la propia autoestima y a las relaciones de cada uno con los otros y con el conjunto de la sociedad. Esta desestructuración del individuo y de la sociedad se agrava por el materialismo vinculado al consumo desordenado, y se ha visto animada por el hedonismo, el culto al ego y al propio cuerpo, el abandono y la comodidad, para manifestarse definitivamente con el nihilismo, el relativismo y otras ideologías propias de la postmodernidad.

Hemos de superar, y proponemos a todos hacer un cambio conjunto de renovación en este sentido, la intromisión en la formación de los hijos por entidades ajenas a la familia, las cuales no pueden usurpar su derecho a educarlos, el problema que supone la existencia de leyes y pautas de comportamiento contrarias a la naturaleza humana, y la creciente tendencia a la disolución del individuo en practicas que le alejan de su identidad como persona.

En consecuencia nos proponemos fomentar la educación afectiva y sexual para poder vivir el amor, ayudar a las parejas jóvenes a descubrir el valor del matrimonio y la familia, y animar a las familias a vivir desde la espiritualidad y la autenticidad relacional y afectiva en el seno de sus hogares. También constatamos la necesidad de dar a conocer y expandir la cultura de la vida desde la convicción de que la Iglesia ha de estar al servicio de la vida porque la ama.

Los Delegados diocesanos de Familia y Vida de las diócesis con sede en Cataluña.
Sant Feliu de Llobregat, 25 de marzo de 2010


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