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EN DEFENSA DE LA VIDA Y EN CONTRA DE LA CULTURA DE LA MUERTE

O la vida la hacemos nosotros o nos la hacen los demás. A menudo a nuestro alrededor se producen hechos, acontecimientos y realidades en torno a las cuales no podemos quedar indiferentes, ante los que debemos romper las cadenas de nuestra indiferencia. En esta ocasión nos referimos a la defensa de la vida y al debate suscitado en torno a un asunto tan sensible para la opinión pública, como la Ley del Aborto, que colisiona directamente con los principios y convicciones de muchos ciudadanos que defienden el derecho a la vida sin matices. Una reflexión pues sobre el aborto y la defensa de la vida. Como introducción un breve texto de Ingrid Betancourt en el que nos describe la actitud adoptada por algunas conciencias ante una realidad inhumana y cruel, frente a la situación de cautiverio en la selva sufrida por ella y sus compañeros durante duros y largos años, actitud aplicable a otras muchos situaciones de nuestra sociedad actual.

 “Es necesario reflexionar en lo que podemos hacer por ellos. No sólo porque haciéndolo podemos estar contribuyendo a salvarlos, sino paradójicamente, porque creo que nos estaremos salvando también a nosotros mismos. El año pasado, en esta misma ceremonia, se oyeron las voces de las víctimas del Holocausto. Quienes estaban aquí asistieron al doloroso cuestionamiento que ellos les hacían por mirar en silencio hacia el infierno y que no hicieron nada. ¿Qué hubiéramos hecho nosotros? ¿Hubiésemos hecho como la mayoría, tratando de encontrar justificaciones a la infamia, para poder dormir en la tranquilidad de nuestra indiferencia? Estos vecinos nuestros rompieron el círculo vicioso de la indiferencia, y se pararon en la misma acera de los pocos, que hace años, no aceptaron el Holocausto.  Es claro que nuestro mundo debe cambiar y que cada uno de nosotros debe romper la maldición de su propia indiferencia. Esa transformación que nos urge, en momentos en que los rascacielos de las finanzas del mundo parecen desplomarse sobre nosotros, cuando las fragilidades de nuestra civilización se manifiestan con mayor claridad, esa transformación, que sentimos imprescindible, comienza en lo profundo de cada corazón”. Ingrid Betancourt, en el discurso de entrega de los premios Príncipe de Asturias 2008.

A continuación entresacamos algunos recortes de un extenso artículo elaborado sobre el tema.

La discusión en torno al aborto no es una cuestión menor. A través de él se está cuestionando el respeto que debemos al máximo bien de que disponemos en una sociedad: el derecho a la vida.

La cuestión a dilucidar es: qué importancia, qué valor le damos a la vida en nuestra sociedad.

Estamos inmersos, quizás sin ser demasiado conscientes de ello, en una cuestión no menor, en un proyecto de cambio de valores, en un cambio de fundamentos de la sociedad.

La cuestión central: si es humano destruir el proceso natural de una vida humana.

La cuestión presenta aspectos científicos, médicos, sociales, éticos y jurídicos.

La vida debería ser, debería constituir, el bien más preciado de cualquier corazón mínimamente sensible.

Porque apostamos por la vida, estamos en contra del aborto.

La solución no está en penalizar, sino evitar tener que tomar la decisión de abortar.

En una sociedad avanzada y verdaderamente progresista eso debería hacerse compatible con el mayor respeto posible a la vida, a la vida humana en cualquiera de sus fases.

Lo que esa ley pone en cuestión es el derecho fundamental a la vida, el primero, indiscutible y fundamental de nuestros derechos constitucionales EL DERECHO A VIVIR. Para el Tribunal Constitucional, la vida del no nacido es un bien jurídico protegido por el artículo 15 de la Carta Magna.

La genética deja perfectamente claro que la vida comienza desde el momento de la concepción, donde ya está dicho todo sobre la persona que nacerá. Sólo se necesita tiempo para que se desarrolle. La fecundación supone el inicio de un proceso biológico.

Las contribuciones de la Genética, la Biología Celular y la Embriología no dejan ningún lugar a la duda de que el cigoto es la primera realidad corporal del ser humano, y a que el embrión y el feto son las primeras fases del desarrollo de un nuevo ser humano.

El desarrollo humano es un continuo que pasa por una sucesión de fases o etapas.Una etapa es la continuación de la otra. Ninguna etapa es más significativa de la vida humana que la anterior. La vida es un continuo, que tiene un comienzo, que es la fecundación y un final que es la muerte y en ese proceso todas son igualmente importantes

El respeto incondicional a la vida humana en toda situación supone un gran logro que debiera ser definitivo en la historia de la Humanidad.

Lo verdaderamente culto es respetar incondicionalmente la vida humana. A este alto grado de cultura habíamos llegado.

Ponerse al lado de los que quieren primar la libertad en contra de la protección de bien tan preciado resulta muy de los tiempos modernos pero escasamente progresista en perspectiva cultural y civilizatoria.

Potenciar el respeto a la vida, trabajar por la extensión de la cultura de la vida, educar en el respeto a los valores máximos.

La salida digna al problema del aborto no es la eliminación del ser que va a nacer, sino procurar que pueda ser acogido entre nosotros.

Para ello es necesario proteger positivamente a la madre y a la criatura que va a nacer.

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Porque apostamos por la vida, estamos en contra del aborto. Defendemos la vida de quienes no pueden defenderse. Porque estamos a favor de la mujer necesitada, reclamamos todo el apoyo del mundo para ella. Porque un clima social favorable a la vida y en apoyo total a la mujer necesitada podría hacer disminuir las razones para el aborto. Porque apostamos por su libertad, exigimos se le ofrezcan posibilidades reales alternativas al aborto, para que pueda escoger libremente. Porque una sociedad sana, verdaderamente progresista, no infravalora una vida en gestación y se plantea proteger la vida humana tanto al menos como la de los linces.

La opinión pública está que trina y no solo por la crisis económica. Ésta con ser muy profunda no es el único problema grave que nos acecha actualmente. No menos grave y trascendente para la estabilidad social es el intento por parte del Gobierno de alterar por vía legislativa ciertos principios y valores que han estado fundamentando nuestra convivencia, y ello por extraños juegos de intereses, equilibrios y cálculos partidistas, con respecto a algo tan básico y fundamental como es el respeto a la vida en relación con la cuestión del aborto y todo ello en un intento de manipulación mediante la subversión del lenguaje y envuelto en un ropaje de celofán.

En España tenemos una dura realidad y es el considerable aumento del número de abortos en los últimos años. Ello es un drama y supone un fracaso individual pero también colectivo. El problema presenta aspectos científicos, médicos, sociales, éticos y jurídicos. Sus partidarios se muestran muy preocupados por cuestiones como la libertad de la madre, la seguridad de los profesionales sanitarios, la equiparación con nuestro entorno… nosotros desde aquí, para compensar, vamos a situarnos en el otro extremo, en la perspectiva del más débil, de quien apenas encuentra defensa.  Es necesario reformar la actual ley del aborto y en caso afirmativo ¿con qué objetivo, qué se intenta asegurar jurídicamente: la libertad de la mujer? La seguridad jurídica de los profesionales? Muy bien y ¿los derechos de los más débiles? La libertad de uno termina donde empiezan los derechos del otro. Aunque la ciencia lo haga posible ¿es lícito controlar a nuestro antojo ciertos procesos que por su trascendencia nos confrontan con realidades que tienen que ver con derecho tan elemental y básico como el derecho a la vida? Como país nos convendría realizar una reflexión a fondo sobre esa cruda realidad, lo que en el fondo significa el aborto en una sociedad y una cultura que se autoproclama como avanzada, ver qué estamos haciendo mal para que esto ocurra y cuáles podrían ser las posibles vías de solución. Se trata de desenmascarar un falso progresismo y su sutil intento de manipulación. Muchas palabras y mucha tinta se han vertido sobre el tema. Muchas opiniones, enfoques, puntos de vista, posturas diversas, perspectivas diferentes, pueden adoptarse en torno al hecho del aborto. Añadamos alguna perspectiva más al debate en curso.

De entrada digamos que queremos estar al lado de las víctimas. Que estamos en contra del aborto porque estamos a favor de la vida. Toda nuestra comprensión para cada una de las mujeres que se encuentran ante tan grave situación y ante la disyuntiva de tener que decidir sobre el futuro de un embarazo no deseado. A cada una de ellas en concreto nuestro apoyo y solidaridad. Decir también que el objetivo final que debería alentarnos a todos debería ser la mayor reducción posible del número de abortos en nuestro país. No queremos que nadie vaya a la cárcel por cuestiones de esta naturaleza. La solución no está en penalizar, sino evitar tener que tomar la decisión de abortar. En una sociedad avanzada y verdaderamente progresista eso debería hacerse compatible con el mayor respeto posible a la vida, a la vida humana en cualquiera de sus fases. Somos partidarios de que en nuestro entorno se genere un clima social favorable a la vida. Coincidimos con aquellos que desde la creencia o increencia, desde el anonimato o el compromiso social, desde la más y elemental sensibilidad y sentido común están por la defensa de la vida, por poner en valor la vida humana en cualquiera de los estadios en que ésta se encuentre. El Gobierno el primero y la sociedad civil deberían hacer una apuesta decidida por la cultura de la vida frente lo que supone el aborto como expresión de la cultura de la muerte. Las leyes ejercen una función pedagógica entre la población.  La política es el arte de trabajar por el bien común. Unas políticas bien encaminadas deberían estar orientadas no a la infravaloración de la vida humana en ciertas fases de su desarrollo, a la instauración y a la exaltación del aborto libre, con lo que esa actitud supone de mensaje subliminal para la población, sino a la protección de la vida, potenciando el máximo apoyo de todo tipo a las mujeres que se encuentran en tal situación, incluyendo las posibles alternativas para que esa vida que están engendrando, llegue a buen puerto. Y todo ello con una auténtica política de apoyo integral a la mujer. Quizás la actitud de muchas mujeres ante el aborto sería otra si encontrasen el clima social y el apoyo necesario en tan difícil trance. Hay que ayudar a la mujer embarazada a ejercer su derecho a ser madre. No hay verdadera libertad si no existe la posibilidad real de escoger.

Nada hay tan grave hoy en la vida pública española como la reforma legal sobre el aborto que se avecina. Asuntos de tanta trascendencia e importancia como es la defensa de la vida desde el momento de su concepción requiere del esfuerzo y colaboración de todos. Se puede estar, como estamos muchas personas, en favor de la vida, oponerse al aborto injusto y defender los derechos humanos, pero al mismo tiempo en favor de no penalizar determinados comportamientos que uno no querría adoptar y que considera éticamente cuestionables. La ampliación de derechos de la que tanto le gusta hablar al gobierno debería tener un objetivo claro: el reconocimiento del no nacido como sujeto de derechos; que el no nacido sea considerado como objeto de derechos desde el mismo momento de su concepción.

UN POCO DE HISTORIA

Para muchos la nueva ley del aborto que prepara el Ejecutivo socialista choca de plano con el espíritu de la Constitución española. Lo que esa ley pone en cuestión es el derecho fundamental a la vida, el primero, indiscutible y fundamental de nuestros derechos constitucionales EL DERECHO A VIVIR. Para el Tribunal Constitucional, la vida del no nacido es un bien jurídico protegido por el artículo 15 de la Carta Magna. Sin embargo, la intención del Ejecutivo es legalizar la eliminación de la vida humana en sus primeras —y no tan primeras— etapas de desarrollo, sin más autorización que la de las madres. Sobre la arena hay una campaña a favor de la legalización de aborto y no solo sobre la despenalización. La ley que viene –si no lo remediamos entre todos- no sólo deja en un limbo jurídico la vida humana hasta fases avanzadas, sin ninguna protección, sino que convierte la agresión contra ella en un derecho de la mujer, sin más explicaciones.

Es extraño y paradójico que gente hondamente indignada contra la pena de muerte, que se estremece por las dificultades del osito panda para criar en cautividad, defienda el aborto libre porque considera que eliminar un feto de cinco meses y medio es un «derecho» de la mujer. Antes de concederle presuntos derechos, a la embarazada que se ve obligada a abortar habría que darle otros más elementales, como una educación sexual que no tuvo, el apoyo económico, psicológico y médico frente a la adversidad, así como la protección frente a la pareja que la empuja a abortar, que es otra forma criminal de maltrato. El aborto es un fracaso individual y colectivo que deteriora la salud social y daña en especial a la mujer, porque ninguna es libre cuando aborta. Por eso, la obligación del poder político es achicar su dimensión y combatir sus causas, no parchear sus efectos.

LA NECESIDAD DE CENTRAR EL DEBATE

En el debate actual sobre el aborto a veces nos vamos por las ramas y perdemos de vista el fondo de la cuestión, olvidándonos de la raíz del problema. Lo que está en el centro del debate no son tanto las polémicas sobre aspectos parciales y colaterales del problema sino el hecho mismo del aborto en sí, su cruda realidad, y lo que éste supone para una sociedad: si es humano destruir el proceso natural de una vida humanaSe pone en cuestión el derecho a la vida, el primer y fundamental derecho de todo individuo, derecho consagrado en nuestra Constitución. Se ponen así en entredicho los principios y valores que impregnan los fundamentos de nuestra sociedad, nuestra cultura y nuestra civilización, los principios y valores por los que nos regimos. Más allá de la discusión entre aborto sí o aborto no, lo que está en juego es la preeminencia o no en el seno de nuestra sociedad de determinados valores que nos constituyen.  La discusión en torno al aborto no es una cuestión menor. A través de él se está cuestionando el respeto que debemos al máximo bien de que disponemos en una sociedad: el derecho a la vida. Para algunos ésta no tiene el mismo valor en todos sus estadios, el valor depende de la fase de desarrollo en la que ésta se encuentre. Cuestión esencial, capital, para la cohesión o disgregación de cualquier sociedad o cultura humana. Y en torno a tan esencial asunto los discursos son dispares y las opiniones encontradas.

CUESTIÓN DE INFORMACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA

Hay cuestiones muy serias ante las que por su trascendencia no deberíamos trivializar. De qué estamos tratando cuando debatimos en torno al aborto. Estamos tratando de la vida, del bien máximo del que procedemos, del valor máximo que como especie podamos apreciar. Ponderar pues el valor que una sociedad da a tan sublime bien, constituye un ejercicio de racionalidad, de dignidad, de profundo sentido cívico… En este sentido el aborto, al afectar al respeto que se le debe a la vida como valor máximo de una sociedad, deja de ser algo meramente personal para convertirse en cuestión que afecta todos sobre el valor que estamos dispuestos a conceder a bien tan preciado. Se convierte así en una cuestión de valores, de bienes culturales de una sociedad, en un hecho por tanto de civilización. Estamos pues inmersos, quizás sin ser demasiado conscientes de ello, en un proyecto de cambio de valores, en un cambio de fundamentos de la sociedad. Estamos pues ante un debate sobre algo esencial, relevante a nivel colectivo y que a todos debería importarnos. En él se pone en juego lo más básico y fundamental que nos constituye como especie, nuestros propios fundamentos como colectividad, los valores y principios básicos por los debemos regirnos, como consecuencia de una ética común compartida.

Necesitamos información para conocer todo cuanto se relaciona con la vida humana: comienzo, gestación, fases del desarrollo, etc. Educación para reconocer y saber poner en valor las realidades valiosas de que disponemos. Cultura como expresión de la capacidad de vernos y reconocernos a nosotros mismos y valorar adecuadamente todo lo que tiene que ver con la vida humana como primer fundamento de todo lo demás. Cultura que nos ayudará a abrir nuestra sensibilidad ante realidades tan sangrantes como la del aborto. Cuestión de educación y de cultura, puesto que nos ayuda a valorar adecuadamente la realidad. Pero está claro que estamos en una sociedad plural y no todo el mundo percibe y valora esa realidad de la misma forma. ¿Qué nos muestra la ciencia y que nos dice la razón sensible y el sentido común?

LOS FUNDAMENTOS BIOLÓGICOS DE LA VIDA HUMANA. LA VIDA UN CONTINUO INDIVISIBLE

La continuidad de los procesos biológicos: las fases del desarrollo humano.  El desarrollo humano es un continuo que pasa por una sucesión de fases o etapas. El ciclo vital de un ser humano se inicia a partir de una célula única -el cigoto- formado por la fecundación de dos gametos (óvulo y espermatozoide) que tras el proceso de desarrollo dará lugar a la formación del individuo adulto. Desde el principio el zigoto ya es una realidad biológica diferencia del resto de células del cuerpo de la madre. Es decir, al producirse la fecundación de los gametos se origina el cigoto, que reúne, ya desde el mismo instante de su formación, toda la información genética necesaria para la formación del nuevo ser, de manera que, de no mediar alteraciones de cualquier tipo que interfieran con el proceso, a partir del momento que empiece a funcionar el primer gen en dicha célula inicial única, la programación genética conducirá inexorablemente a la formación del individuo adulto.

El sentido común nos indica que el ser humano pasa por diversas etapas en su vida, y una de ellas es la fetal. Una etapa es la continuación de la otra. Ninguna etapa es más significativa de la vida humana que la anterior. La vida es un continuo, que tiene un comienzo, que es la fecundación y un final que es la muerte y en ese proceso todas son igualmente importantes. El embrión y el feto son biológicamente equiparables al recién nacido y al adulto, del que lo único que los diferencia es un factor temporal. Un ser humano en la etapa fetal es un ser humano, no es un ser perteneciente a otra especie. La vida, pues, es un continuo que nadie tiene derecho a cortar en ninguno de sus puntos, de sus fases. ¿Qué motivos hay para valorarla en un determinado estadio y no en otro si es todo un mismo y único proceso, todo forma parte de un mismo continuo? Es una falacia hablar de interrupción, si se corta se acaba definitivamente con ese proceso biológico, la vida ya no tiene posibilidad ninguna de continuar. El aborto supone cercenar un proceso natural; la irrupción agresiva, letal, en el proceso de desarrollo de una vida humana.

QUÉ VALOR LE DAMOS A ESA REALIDAD BIOLÓGICA

Ante tales evidencias, qué valor damos pues a esta realidad biológica, vida humana en un fase de desarrollo incipiente sí, pero vida humana al fin. La cuestión a dilucidar es: qué importancia, qué valor le damos a la vida en nuestra sociedad. ¿Hay algo más valioso que “la vida”?. Dos posturas: la primera, que es la más extendida, encarna la idea de una protección de la vida de forma “gradual”, una protección que progresa y se intensifica a medida que se producen ciertos cambios cualitativos en el proceso de desarrollo humano; para esta postura el valor de la vida humana depende de la fase de desarrollo en que se encuentre, produciéndose así una desvalorización de la vida humana en sus primeros estadios; y por otro lado la posición de la continuidad lógica de la vida, que considera que la vida debe ser protegida en todas sus fases y debe de gozar de las mismas garantías desde el momento de la concepción hasta la muerte. Esta necesidad de proteger la vida surge de la más elemental y natural inclinación o tendencia humana, la cual se encuentra dirigida a conservar el ser y evitar todo aquello que le pueda dañar, que obstaculiza su desarrollo. ¿Qué valor damos al embrión humano? Unos lo valoran positivamente y lo respetan y otras posturas no le dan valor hasta un determinado estado avanzado de gestación y defienden el derecho de la madre a eliminarlo si así lo desea.

La protección jurídica de la vida. El tratamiento que el ordenamiento jurídico español dispensa a la Vida Prenatal, entendida ésta desde la unión del óvulo y del espermatozoide.  El Tribunal Constitucional fue claro al respecto y estableció que la interrupción del embarazo es un "ilícito penal" no punible sólo en tres supuestos muy concretos. El artículo 15 de la Constitución española, primero de los que regulan los derechos fundamentales, señala que “todos tienen derecho a la vida”. Por ello, la sentencia de 11 de abril de 1985 del Tribunal Constitucional (TC) reguló que el aborto es en nuestro país un ilícito penal. “La vida del nasciturus es un bien jurídico constitucionalmente protegido por el art. 15 de nuestra norma fundamental”. De esta forma, el Tribunal Constitucional interpretó que el derecho a la vida del feto prevalece sobre el derecho de la madre a interrumpir la gestación, ya que el tiempo del embarazo es “también un momento del desarrollo de la vida misma”, enfatiza el guardián de la Constitución.

Considerar la vida humana incluso en su fase prenatal como algo valioso, objeto del máximo valor, digno de admiración, respeto, protección y potenciación es propio de una sociedad avanzada, progresista y altamente civilizada. El respeto, la defensa y la promoción de las personas y de su dignidad inviolable es y debería ser el pilar fundamental para la estructuración y progreso de la sociedad. Pero esa dignidad se ve fuertemente amenazada como consecuencia de la quiebra moral que azota nuestra sociedad. Quiebra que afecta a los fundamentos del comportamiento de los hombres. A través de la cuestión del aborto se ponen en juego pues estos fundamentos éticos, en los que se asientan la sociedad y una convivencia humana justa. Faltan convicciones serias sobre el ser profundo del ser humano; el hombre de hoy ha olvidado qué es. Sobre la base de la verdad del hombre se fundan los derechos humanos fundamentales y universales, propios de la persona humana desde su concepción hasta la muerte; sobre esa base se funda la dignidad de la persona humana; aquí radica también la igualdad fundamental de los seres humanos; ahí se asienta el bien común, base de todo ordenamiento social.

POSTURAS ENCONTRADAS

El respeto a la vida humana en cualquiera de sus fases debería ser incondicional y absoluto y constituir un principio básico de una ética común compartida. Cada vida humana- es distinta, única e irrepetible, digna de ser vivida por cada sujeto; nadie debería decidir por él si merece o no vivir, nadie debería sentirse autorizado a ‘interrumpirle’: nadie es dueño de la vida de otro; ‘todos tienen derecho a la vida’, asegura la Constitución. El aborto es un daño, supone la rotura brusca de un proceso biológico que sigue su curso natural normal si nadie se interpone artificialmente; es un trauma, para el feto, daño irreparable para el hijo que no puede llegar a ser y para la biología de la mujer, incluso rotura hormonal, por las repercusiones postraumáticas. El aborto no es sólo la "interrupción voluntaria del embarazo, sino un acto simple y cruel de interrupción de una vida humana", "un drama con dos víctimas, el bebé que muere y la madre que sobrevive pero que sufrirá a diario las consecuencias de una decisión dramática e irreparable".

Más allá de polémicas colaterales en las que estamos entretenidos no ha habido un debate a fondo sobre lo que supone una cuestión como el aborto que tiene que ver con el valor, la dignidad y el respeto que una sociedad da a la vida humana. Nos encontramos ante dos sensibilidades encontradas, aquellos que colocándose en el lugar del indefenso apuestan por defender su derecho a vivir y la de quienes escudándose en subterfugios dan más valor a cuestiones que tienen su importancia pero que resultan colaterales y secundarias que a la propia vida humana en proceso de gestación y desarrollo.

Posturas PRO. El aborto nadie lo quiere, afirman. Pero en casos extremos: despenalizarlo. El aborto es un derecho, no una obligación, sostienen. Políticas complementarias propuestas: Educación, formación. Se habla de ampliación de derechos, pero se les niegan a quienes no se les reconoce ni el más básico y elemental de los derechos: el derecho a vivir, el derecho a desarrollarse. Una ley para que la mujer pueda ejercer su derecho libremente. Derecho a la autonomía de la mujer, a decidir sobre su cuerpo, a decidir por ella misma sin ninguna imposición legal, derecho a la salud reproductiva y sexual. Se apela a la libertad de la mujer, pero se le niega a quien no se le reconoce ni el derecho a vivir. Supone la imposición del poder de los poderosos sobre los más débiles.

Posturas en CONTRA. La vida es un continuo indivisible que se ha de respetar en todas sus fases. Eso implica una defensa radical, ahora sí, de cada vida humana en cualquiera de los estadios en que se encuentre. Estamos al lado de cuantos sectores en la sociedad se posicionan en defensa de la vida humana también en su fase de gestación, de poner en valor ese bien que una sociedad mentalmente sana debería tener como el más valorado, el bien más preciado. La vida no es un bien de libre disposición, sino un precioso regalo a custodiar y cuidar con toda la atención posible, desde su concepción y hasta su muerte. Estamos por la defensa de la vida en cualquier de sus fases, la vida es un proceso, un continuo que nadie tiene derecho a interrumpir. Que no se le niegue a ningún concebido de mujer el derecho a nacer. Es obligación de todos los implicados que se ayude a las madres que los conciben, no para que sean eliminados, sino para que puedan darles a luz. Si no se respeta escrupulosamente el derecho de todo ser humano a la vida nos quedaremos sin el fundamento ético imprescindible para poder edificar un orden social y jurídico, digno de ser llamado y considerado, humano, justo y solidario.

MODERNISMO ¿“PROGRESISTA” O “CAVERNÍCOLA”?

La sutil manipulación de la mentalidad colectiva: Como ya es conocido, el camino es siempre parecido: se admite un acto cuestionable, se introduce en la legislación y en el discurso ético, y al final arraiga en la cultura social. Los cambios en la legislación son seguidos lógicamente por cambios en la valoración sociológica de esos actos de muerte: si una legislación injusta reconoce como legítimas esas manifestaciones de la cultura antivida, es inevitable que la gente llegue a pensar que quien se opone a esas leyes está denegando un derecho. En su momento consideramos que el aborto era tolerable en algunos supuestos y ahora se nos quiere convencer de que es algo a lo que la mujer tiene derecho en el uso de su libertad. Los delitos se transforman en derechos.

Las mujeres abortan a veces bajo el engaño de que como es legal, no puede ser malo. Si es legal es que será bueno, se piensa. El aborto puede convertirse en legal pero no todo lo legal y lo científicamente posible es moralmente ético. El discurso “progresista” quiere hipnotizarnos con la falacia de que legal es lo mismo que bueno. Si se aprueba esta ley, el cambio será que ya no se necesitará excusa para matar a tu hijo hasta los cinco meses de embarazo. A partir de ahí se seguirá necesitando una excusa.

La infravaloración, trivialización y banalización de la vida humana en su fase fetal como se desprende de esta ley sitúa la política gubernamental en las antípodas de todo progresismo bien entendido. La infravaloración de la vida fetal. Truncarla, deshacerse de ella, eliminar, privarle de la posibilidad de ser, de poder llegar a ser en vez de trabajar para protegerla, cuidarla, potenciarla con verdaderas políticas de apoyo integral a la mujer… eso sí que es el antiprogreso. ¿Desde cuándo lo progresista es la eliminación de seres inocentes que no se pueden defender, la injusticia legalizada? La vida humana debería ser el primero de los bienes a proteger en cualquier sociedad. No es en absoluto de verdaderos progresista la presentación del aborto como solución liberadora ante una situación dramática.

Ponerse al lado de los que quieren primar la libertad en contra de la protección de bien tan preciado resulta muy de los tiempos modernos pero escasamente progresista en perspectiva cultural y civilizatoria. Buscar razones para legitimar el aborto en contra de los derechos de seres indefensos y a favor de la «capacidad de maniobra» de los mayores es un grave despropósito. Pretenden ampliar derechos ( ¿a quién? ) cercenándoselos a los que no se les quiere reconocer ni el más básico y elemental de los derechos: el derecho a vivir, el derecho a desarrollarse, el derecho a poder ser. Porque ¿qué libertad concedemos a quien nos encargamos de cercenársela definitivamente?  Sería mucho más progresista, verdaderamente progresista plantearse:   qué hacemos en nuestra sociedad, que políticas, ahora sí verdaderamente progresistas, ponemos en marcha para disminuir, minimizar el drama que supone la existencia de cerca de 120.000 abortos en el último año en nuestro país. ¿Cuál es el camino más eficaz para conseguir esa disminución, cuáles las políticas más adecuadas?

Lo realmente progresista. ¿Cuál es la actitud realmente progresista? Lo que nos hace avanzar humanamente, y no la regresión cultural y civilizatoria que supone el desprecio, la no valoración, no protección y cuidado de la vida en alguna de sus fases. El respeto incondicional a la vida humana en toda situación supone un gran logro que debiera ser definitivo en la historia de la Humanidad. El mirar para otro lado, el no reconocer la dignidad y respeto debido a la vida humana en sus estadios prenatales en aras de un progresismo mal entendido nos retrotrae, en términos de “civilización”, de “cultura de la vida” a estadios culturales que creíamos haber superado ya, y supone un nuevo regreso a las cavernas. Lo verdaderamente culto es respetar incondicionalmente la vida humana. A este alto grado de cultura habíamos llegado. La aprobación de esta ley será quizá una victoria pírrica del progresismo cavernícola, pero la sociedad algún día volverá a recuperar el sentido común y el alto grado de civilización alcanzado. Sólo hay una solución progresista, y por ende humana, frente al aborto: proteger al concebido y no nacido, como se custodia a cualquier ser humano, y cuidar a la madre. Hoy podemos defender la vida en desarrollo, en cualquiera de sus estadios. Defendemos la vida en gestación de manera decidida frente a quienes la consideran una realidad trivial, una banalización de la misma. Potenciar el respeto a la vida, trabajar por la extensión de la cultura de la vida, educar en el respeto a los valores máximos, sin los cuales los fundamentos de nuestra estructura social se quedan en la intemperie, constituye un largo pero eficaz camino.

EDUCACIÓN, EDUCACIÓN Y MÁS EDUCACIÓN…

Que supone el aborto.  El aborto es un fracaso personal y social, dado que supone que una vida, que se está formando según unas pautas escritas en su código genético se frustra en su desarrollo por la intervención de una voluntad que le es ajena. En vez de poner en relieve, de potenciar el valor de la vida humana en cualquiera de sus fases, por tanto de extender la cultura de la vida, el mensaje que se transmite es la infravaloración, trivialización, banalización de la vida humana en gestación. Realmente un mensaje nada edificante ni educativo. Frente a ese fracaso individual y colectivo se necesita EDUCACIÓN, EDUCACIÓN Y EDUCACIÓN, para impregnarnos de los valores propios de la cultura de la vida. Hoy nos encontramos con una evidente paradoja: cada vez es mayor la sensibilidad en nuestra sociedad sobre la necesidad de proteger los embriones de distintas especies animales. Es un contrasentido que existen leyes que tutelan la vida de estas especies en sus primeras fases de desarrollo y sin embargo, la vida de la persona humana que va a nacer es objeto de una desprotección cada vez mayor. Poner en valor la vida, aprender a valorar la vida en cualquier estadio en que ésta se encuentre e implementar los medios necesarios para que esa vida pueda salir dignamente adelante constituye el verdadero progreso.

Educación en valores. Ya lo hemos dicho, la Educación es la que ayuda a apreciar, valorar la realidad. A través de ella aprendemos a descubrir el valor de la realidad. Aprendemos a valorar adecuadamente esa realidad. El problema del aborto en el fondo es un problema de pérdida de realidad. En el fondo, la defensa del aborto denota una deformación en la percepción de la realidad, como consecuencia de una deficiente actitud crítica ante una determinada manera de entender el progreso y la lógica social dominante, de predominio del tener sobre el ser. La educación es una clave muy importante para superar el problema del aborto. La vida debería ser, debería constituir, el bien más preciado de cualquier corazón mínimamente sensible. Sin embargo, eso no es precisamente lo que parece traslucir subliminalmente la actitud del gobierno. Tan grandes y conspicuos defensores de la vida en otras circunstancias y que poca voluntad política se les aprecia para defender la vida humana en sus fase prenatal por encima de cualquier otra circunstancia de orden material, económica o social. No es una cuestión banal sino que estamos tratando del derecho a la vida, una cuestión ética y cívica. Para muchos ciudadanos esa política supone una subversión de los principios y valores por los que nos hemos estado rigiendo, un atentado a los mismos fundamentos de nuestra convivencia.

LA NECESIDAD DE CONSENSO

La necesidad de un consenso social  y la necesidad de implementar posibles alternativas al aborto. En una sociedad plural consensuar las cuestiones más básicas y fundamentales que nos constituyen como colectividad es fundamental para evitar la fractura social y mantener la cohesión social. Hay cuestiones sobre las que por su capital importancia deberíamos alcanzar un consenso básico. Hay realidades que deberíamos ponernos de acuerdo en preservar. En una sociedad avanzada, altamente civilizada, no falsamente progresista, deberían estar en el centro del consenso social y no ser banalizadas, trivializadas. Entre las más básicas se encuentra todo aquello que tienen que ver con la vida, con la vida humana, aquellas que afectan al mayor bien, al origen y fundamento de todos nosotros. Todo lo relativo a las fuentes de la vida merece un inmenso respeto, pues, al entrar en contacto con ellas, tocamos fondo en la realidad que nos sostiene a todos. Es necesario avanzar hacia un nuevo consenso social de respeto a la vida humana en las fases previas al alumbramiento, en sus fases embrionaria y fetal. La ley debería proteger la vida desvalida y no dejarla a merced del más fuerte. Hacer compatible la defensa de la vida con la despenalización y la seguridad jurídica de madres y profesionales.

PLAN DE APOYO INTEGRAL A LA MUJER

¿Qué aspectos son importantes controlar para reducir el número de abortos anuales? Por descontado, la educación sexual, pero es indispensable también reforzar la fase de asesoramiento a la mujer previa a su decisión, de forma que ésta sopese todas las opciones que tiene para seguir adelante con su embarazo y a la vez conozca las consecuencias psíquicas que le puede producir. Educación afectivo-sexual integral. Necesidad de desarrollar alternativas al aborto. No estamos a favor de penalizar a nadie, si a favor de que se desarrollen alternativas al aborto. Urge, pues, se fomenten y extiendan los valores de la cultura de la vida, que las leyes protejan el derecho a vivir y a ser madre, amparando la vida en todo momento, ayudando a las mujeres embarazadas a superar cualquier problema que un embarazo imprevisto pueda generarles. Es necesario desarrollar un plan integral para que la sociedad apueste por la valoración y la cultura de la vida y la mujer encuentre el apoyo y el clima social favorable para llevar adelante la vida de la que ella es portadora. Una ayuda eficaz e integral a la mujer embarazada para que pueda acoger la vida de su hijo. En esta tarea está comprometida toda la sociedad, afectada en sus mismas raíces por el drama del aborto, siendo necesario un compromiso político y legislativo para prevenir las causas del aborto y ofrecer a las mujeres todas las ayudas necesarias para llevar adelante su embarazo.

Con tres tipos de protecciones como mínimo: Protección personal, protección social, protección económica, protección jurídica. Para muchos ciudadanos la salida digna al problema del aborto no es la eliminación del ser que va a nacer, sino procurar que pueda ser acogido entre nosotros. Es necesario proteger la maternidad, favorecer las casas de acogida y la adopción. Cuando la mujer se encuentra en una situación de necesidad hay que acompañarla y ayudarle a afrontar sus dificultades. Es necesario también acompañar a esas mujeres que han abortado, ya que el aborto supone un trauma, con graves desórdenes en la conducta y equilibrio emocional. Con una orientación adecuada, la nueva ley puede hacer mucho en el sentido de ver de qué modo se puede proteger adecuadamente y acoger esa nueva vida y a sus madres. También es necesaria una “protección jurídica” al no nacido, proteger positivamente a la madre y a la criatura que va a nacer.

MIENTRAS TANTO…POSIBLES VIAS ALTERNATIVAS

Hasta el momento lo habitual ha sido el abandono de la mujer y una desprotección total de ellas ante una de las decisiones más trascendentales de su vida: el nacimiento de un nuevo ser humano. Las mujeres que abortan son también víctimas de una sociedad que no les ofrece otras alternativas. Se las deja solas, indefensas ante la presión del entorno. El objetivo es ayudar a la mujer embarazada para que disponga de alternativas al aborto, ayudar a la mujer para que ninguna se vea obligada a abortar. A lo largo de los últimos años han ido surgiendo iniciativas y organizaciones en favor de la defensa de la vida, para poner en valor la vida y extender los valores de la cultura de la vida. Es deseable que las mujeres puedan optar libremente por su maternidad y que en ese camino se vean apoyadas por las instituciones públicas, y por aquellas asociaciones y ONG que llevan años trabajando en este campo. Más allá de las etiquetas que con simpleza se les sueñe atribuir, ahí está la experiencia positiva de miles de vidas salvadas gracias a la encomiable labor de Pro-vida, el Foro de la Familia, Red Madre y otras asociaciones similares. Algunas comunidades autónomas institucionalmente están avanzando en esa dirección Las Administraciones Públicas deben implementar políticas que supongan una ayuda efectiva y real, para que las mujeres embarazadas que lo deseen puedan sacar adelante a sus hijos y no se sientan desamparadas, sino protegidas y apoyadas en su derecho a ser madres.

El Gobierno debería prestar atención a esta rotunda expresión de la voluntad popular y no intentar manipular la opinión pública presentando a los que defienden la vida oponiéndose al aborto como algo obsoleto que frena el progreso y la modernidad. Frente a los dogmas ideológicos, la sociedad española muestra una vitalidad que rechaza las manipulaciones interesadas y las maniobras partidistas. Hace falta enterrar nuestra indiferencia. Hay determinadas líneas rojas que muchos no están dispuestos a traspasar, en defensa del valor de la vida y en apoyo real a la mujer embarazada. El aborto, por lo que supone de actitud básica ante bien tan preciado como el drecho a la via, puede ser la prueba del algodón para ver dónde está cada uno, para apreciar la escala de valores de cada quien. Dentro de pocos días los ciudadanos tendremos la oportunidad de pronunciarnos, de expresarnos en las urnas. En ellas también está en juego la responsabilidad de cada uno de nosotros.

Para más informaión:
Elaboración propia a partir de materiales y fuentes diversas
 


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