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El «contenido» esencial de una auténtica Educación

El descentramiento de unos sistemas educativos que serviles al sistema dominante no consiguen transmitir com nitidez a los que se están educando el mensaje esencial de una auténtica Educación.

«Todo ser vivo está llamado a ser él mismo.  Así, para un ser humano no hay empresa más grande que el de llegar a ser él mismo».

Por mucho que un hombre valga, nunca conseguirá valor más alto que el de llegar a ser hombre. (Antonio MACHADO)

A menudo aparecen en los medios de comunicación manifestaciones de dirigentes políticos nacionales o autonómicos, algunos actualmente con altas responsabilidades en el terreno educativo, con declaraciones sobre cómo entienden ellos la tarea educativa o el replanteamiento educativo que nuestro país necesita, que necesitan las jóvenes generaciones  e incluso la sociedad en su conjunto. Periódicamente se suceden también en el seno de la sociedad civil declaraciones, manifiestos, tomas de posición respecto al enfoque que debe darse en nuestra sociedad a la Educación del siglo XXI.

A la hora de replantearnos a fondo el enfoque educativo solemos referirnos principalmente a la educación de nuestras jóvenes generaciones, pero no debemos ser reduccionistas ni en cuanto a los contenidos a formar ni en cuanto a la extensión de los posibles beneficiarios.  Si en nuestro país queremos salir de la indigencia «educativa» y situarnos en las primeras posiciones en educación es en el conjunto de la sociedad, (niños, jóvenes y también adultos) en quienes debe calar hondo el mensaje esencial de una verdadera educación: el deseo de una vida plena, como la meta última de toda verdadera Educación.

Más allá de los «contenidos» tradicionales de enseñanza, el conjunto de la sociedad en este siglo XXI debe ser capaz de superar el simple nivel de «instrucción» para apostar por un tipo de «educación» mucho más auténtica. Una buena Educación ayuda a tomar conciencia sobre la realidad, promueve la reflexión crítica, nos estimula a perseguir una vida más digna y plena y a comprometernos en la trasformación y mejora de nuestro entorno. Lo demás será enseñanza, instrucción, aprendizaje más o menos eficaz de puros automatismos, pero si ese mensaje esencial no cala en lo más hondo de nosotros mismos no lo podremos considerar auténtica «Formación».

Los primeros que deberían ponerse al día en sus concepciones sobre el necesario replanteamiento educativo que nuestra sociedad necesita y la finalidad última que ésta persigue son quienes están ocupando o van a ocupar la alta responsabilidad de orientar y dirigir el nuevo enfoque que la educación de nuestro país necesita. Ellos son los que han de dar la orientación y el impulso necesario para que el mensaje fundamental de toda auténtica educación cale en lo más hondo de cada ciudadano. A tenor de algunas recientes declaraciones sobre la cuestión, son ellos quienes para realizar un buen servicio al país deberían empezar repensando  su concepción sobre las metas y la finalidad última de toda buena Educación. Para ello será bueno empezar a diferenciar y no confundir conceptos como «instrucción», «educación» y «formación». A continuación presentamos fragmentos de algunos artículos  que nos pueden ayudar a centrar la cuestión.

 

Creer en algo

Hablar de educación «neutral» es una contradicción en los términos. El ser humano necesita ser presentado al mundo, en esto consiste la educación. Las matemáticas, la geografía, la física no son el verdadero contenido de la educación. Lo es la transmisión de unos valores, de una concepción del mundo o de la vida, la distinción de lo que está bien y lo que está mal.

Como recordaba Chesterton, lo único que no puede rehuir la educación es el dogma, y que un maestro que no es dogmático no enseña. Hay que creer en algo para transmitirlo, y la pretensión de neutralidad que afecta el Gobierno es tan transparentemente falsa que cualquiera, con una reflexión de apenas unos segundos, puede elaborar una lista con los dogmas que la élite progresista nos impone machaconamente a todas horas.

La batalla por la educación es la batalla por el alma del hombre y, como consecuencia, la batalla por la civilización. Hannah Arendt observó en una ocasión que nuestra civilización es visitada por los bárbaros en cada generación, nuestros hijos. La transmisión de lo que somos y lo que creemos es lo que permite que se mantenga esa trama de valores, conocimientos y actitudes que llamamos civilización. Pero puede borrarse de un plumazo, como han demostrado regímenes como el maoísta en China, y como está empezando a suceder en nuestro propio mundo.

John Dewey, padre de la actual educación pública norteamericana, declaraba cándidamente las mismas intenciones que están detrás del adoctrinamiento que quieren imponer nuestros gobernantes al declarar que “la gente independiente y autónoma es un anacronismo contraproductivo en la sociedad colectiva del futuro”.

En nuestras manos está que los ciudadanos, que se dicen dueños de su destino político, lo sean también de una tarea más trascendental y sagrada: la educación de sus propios hijos. Permitir a cuatro desaprensivos que nos arrebaten el alma de nuestros niños significa renunciar a lo más profundo de nuestra dignidad humana, y desde luego algunos no lo vamos a tolerar.

La función primordial de la familia en Educación y la función subsidiaria del Estado

Los primeros educadores de los niños son sus padres. Y para ello los padres deben estar bien formados. Educar es transmitir los valores que forman el armazón de la propia vida. No es tarea del Estado educar en valores sino garantizar una instrucción suficiente en las disciplinas académicas, desde leer, escribir y contar a las enseñanzas especializadas y universitarias. No es lo mismo educar que instruir. No es difícil constatar en el seno de nuestra sociedad la existencia de muchos individuos bien «instruidos» pero quizás no muy bien «educados», es decir «maleducados».

¿Cuando se dará cuenta nuestro sistema educativo y cultural de que su finalidad primordial es ayudar a promocionar PERSONAS como SUJETOS con capacidad para mejorarnos a nosotros mismos y a nuestros entorno? ¿Cuando descubriremos que lo propio de la Humanidad no radica en el TENER, sino en el SER y que TODOS podemos vivir humanamente sin que a nadie le falte nada de lo que necesita, ni tiene por qué acumular inútilmente lo que no necesita?

Hacia un nuevo enfoque de la Educación

La Educación debe plantearse como primera exigencia que el educando sienta la necesidad de una vida más plena, más perfecta, más auténtica porque así será más cabalmente  "humano”. "La Educación es un proceso de humanización, a través del cual llegamos a ser plenamente humanos".

"Una de las finalidades de la Educación es ayudar a descubrir a cada persona la necesidad de una vida más plena, más perfecta." "La Educación debe ayudarnos a comprender que el valor más alto a perseguir es el llegar a ser plenamente humanos." " En definitiva, Educarse es aprender a dirigir con sentido nuestra propia vida."

INSTRUCCIÓN

 Instruir viene de «in-true», «construir dentro", equivalente a formar, construir, edificar en la mente. Es la acción educativa encaminada sobre todo al ámbito cognoscitivo . Sinónimo de formación intelectual. Estar instruido es sinónimo de tener los conocimientos, las destrezas, las habilidades necesarias para realizar correctamente algo. Se poseen los conocimientos, los hábitos y habilidades necesarios, pero no hay una voluntad personal y explícita por parte de quien enseña o quien aprende de integrar esos conocimientos para enriquecer su personalidad.

Con la instrucción el individuo adquiere, aprende intelectualmente nuevos conocimientos, habilidades, destrezas, aprende automatismos, pero  le falta la voluntad  de integrarlos, de interiorizarlos, de que pasen a formar parte del bagaje de su personalidad, de utilizarnos como medio de transformación personal. La instrucción es algo que se recibe pasivamente, pero falta la voluntad, por parte por parte del educando de integrarla verdaderamente, de asimilarla, de que llegue a "con-formarlo". La instrucción se queda en la superficie, como algo cosmético, que no penetra en el fondo de la persona.

La educación se queda en mera instrucción cuando los contenidos que se pretenden transmitir se insertan en nosotros de una manera mecánica, como  meros automatismos, hasta que el educando no pasa a la interiorización, asimilación, integración, re-creación de los aprendizajes. Es entonces cuando esa instrucción se convierte ya "formación", ha penetrado en nosotros y nos ha "conformado", nos ha modificado, ha transformado nuestra personalidad. El proceso educativo no se agota en la fase de instrucción, sino que lo que haga el educando con esa instrucción, su recreación interior, es de capital importancia en la Educación.

La instrucción, como sinónimo de "formación intelectual", constituye uno de los aspectos de la educación. La educación, más que al intelecto, apunta a la transformación  total de la personalidad del educando. Dentro de la instrucción, sin embargo, se pueden distinguir varios niveles que van desde la simple interiorización de conocimientos hasta la "re-creación" de los mismos (ya verdadera formación).

FORMACIÓN

La instrucción se convierte en "formación" cuando aquélla pasa a ser conscientemente integrada por el educando. Lo importante en educación no es tanto la información que nos llega del exterior, mucha o poca no importa, sino la elaboración interna que seamos capaces de hacer con ella, el mucho o poco "provecho"  para nuestro “enriquecimiento” personal que seamos capaces de sacarle.

La "formación" es la instrucción recibida sedimentada, asimilada, integrada, que ha pasado a formar parte de nuestra personalidad, es la instrucción recibida en tanto y en cuanto ésta pasa a formar parte de nuestra personalidad, cuando se convierte en algo fecundo personalmente.

La formación se da cuando la instrucción recibida hemos sido capaces de convertirla en "sustancia nutriente" de nuestra personalidad, de nuestro ser total, cuando ha pasado a formar parte del bagaje y patrimonio personal porque se ha elaborado  e integrado personalmente.  Cuando los procesos de aprendizaje pasan a formar parte de nuestra personalidad y nos transforman y nos "conforman". Mientras la instrucción se queda en un nivel puramente intelectual, la formación se inserta en la personalidad y enriquece el bagaje cultural de la persona formada.

La "formación" es más que la "instrucción". La formación es la instrucción asimilada, integrada, sedimentada, que pasa a formar parte de la nuestra personalidad, de nuestra manera ser, de nuestra manera de vivir e interpretar el mundo. Estar "instruido" es tener unos conocimientos, unos hábitos, unas destrezas que no se han integrado en la propia personalidad. Estar "formado" es haber convertido, haber asimilado, haber integrado, haber transformado ese conocimiento en "carne de la propia carne", La instrucción recibida "afecta" la personalidad del individuo, su personalidad entera, no así la instrucción que se queda en el simple ámbito intelectual. Cuando esta "configura" la persona se convierte plenamente "formación".  La instrucción se convierte en "formación" cuando esta instrucción la integramos y pasa a formar parte de nosotros mismos y nos transforma enriqueciéndonos humanamente.

La verdadera formación persigue que los aprendizajes asimilados e integrados se generalicen a otros ámbitos de nuestra vida, pasen a formar parte de nuestro bagaje cultural para hacer frente a la vida.

Son muchas las cosas, las instancias que nos forman, que nos "conforman" pero es sobre todo la familia y la escuela las que nos "educan" de una forma intencional y sistemática. La formación además de la institución escolar se encuentra también en casa, ambiente, amigos, lugar de trabajo, medios de comunicación, etc.

EDUCACIÓN

La Educación es un proceso de humanización; un proceso interactivo o de influencia que se produce entre educador y educando. Es el medio a través del cual, y a partir de una influencia externa,  se posibilita el despliegue o desarrollo integral de un individuo. Se trata sobre todo de un proceso de estructuración, de configuración, de formación propia, de concienciación y de personificación y de personalización mediante el cual nos vamos construyendo a nosotros mismos. El individuo se hace a sí mismo, se da forma, se "conforma", se crea, se construye a sí mismo. Se trata de una actividad humana encaminada al desarrollo o perfeccionamiento personal.

La Educación no es tanto la adquisición de un "bien cultural" sino un proceso, un proceso de transformación y configuración de uno mismo. Por consiguiente lo importante en la Educación no son tanto la cantidad de bienes culturales adquiridos sino los procesos que realiza la personalidad cuando percibe un contenido humanizante para su ser.

Mientras la formación sería el resultado de todas las influencias que "conforman" al hombre, la Educación haría referencia exclusivamente a las influencias intencionales.  La Educación es un proceso de perfeccionamiento, de optimización, de mejora de nosotros mismos. La Educación se concibe como «un aprendizaje que transforma nuestra propia sustancia», por medio del cual el educando se transforma a sí mismo. Después de este proceso ya no es el mismo de antes, ha mejorado cualitativamente. Se ha humanizado un poco más.

Habrá, de verdad, "Educación" en la medida que el sujeto sea capaz de educarse a sí mismo.En Educación lo que en último extremo se persigue es la interiorización de una escala de valores previamente seleccionada como valiosa y  desarrollar en el educando la capacidad de vivir de acuerdo con ellos: conocerlos, interesarse por ellos, vivir de acuerdo con ellos.

Elaboración propia, a partir de materiales diversos

Ver también:

TRES NIVELLS DE FORMACIÓ: INSTRUCCIÓ, FORMACIÓ, EDUCACIÓ   

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