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Perfil del buen dirigente político

Actitudes y aptitudes que debieran configurar el perfil de un gobernante.

Se acercan elecciones y debemos ser cuidadosos en la elección de quienes serán nuestros representantes políticos. No solamente hacen falta buenos gestores de la cosa pública, sino personas auténticas, íntegras, con una clara idea de lo que verdaderamente significa progresar social y humanamente. A todos pero a ellos especialmente debemos exigirles credibilidad, integridad personal, compromiso personal, preparación técnica. No debería bastar con la escalada meritocrática dentro del propio partido. El factor humano es clave en cualquier empresa colectiva, más aún en la función de representación de la ciudadanía de un país. Nuestro sistema electoral de listas cerradas, por el momento, no nos permite elegir directamente a nuestros representantes. Está claro que con el actual sistema no siempre nos gobiernan los mejores. Y claro, luego así nos va. ¿A qué esperamos para reivindicar se modifique el sistema electoral y que los ciudadanos podamos elegir directamente a las personas que deseamos sean nuestros representantes? ¿Por qué no acabar con la partitocracia? ¿Cuál es el perfil del buen político?

1. Debe ser ante todo una persona con convicciones sólidas, transparentes, coherentes y profundas, con una concepción integral del mundo y de la vida bien definida, no un relativista funcional que se cambie la chaqueta y hasta la ropa interior de las ideas según la cotización electoral de las mismas. Sus principios tienen que estar claros y definidos.

2. Dichas convicciones no puede imponerlas al pueblo, sino que, traducidas en proyectos políticos concretos, debe proponerlas con claridad meridiana en su programa electoral, para que podamos decidir con nuestro derecho al voto si convenimos o no con ellas, sin llevarnos luego la sorpresa de que tan sólo hemos elegido a nuestro propio dictador.

3. Como persona pública de máximo rango, su conducta debe ser ejemplar. Ha de ser el primero en cumplir las exigencias legales, éticas y morales que recaen sobre todos los ciudadanos. Debe ser un modelo digno de admiración y emulación, no un mero charlatán. Su mayor enemigo no tendría que ser la oposición, sino su propia hipocresía.

4. Tiene que poseer carisma y vocación. No hablo desde una óptica religiosa, aunque no la descarto. Carisma no equivale a ser apuesto, “boquita de oro” o populista. Se trata de poseer una capacidad de liderazgo que ilusione por su honesta calidad humana. Su vocación no puede ser otra que la de servir al bien común de sus gobernados.

5. Su imagen personal debe ser digna, coherente y adecuada a su alto cargo y a su función representativa de su país. La ostentación, la marrullería, la presunción, la afectación, la pedantería, el disimulo, la mentira, el fariseísmo y la falta de vergüenza y sentido del ridículo deberían incapacitarle sin contemplaciones para el ejercicio del poder.

6. Debe poseer la máxima cualificación académica y profesional. Nadie encargaría un puente a un cirujano o se dejaría operar por un arquitecto. Debería ser Doctor en Ciencias Políticas y estar muy bien cualificado en su área de competencia (sanidad, educación, economía…). Ha de ser de los mejores y además dominar varios idiomas, como mínimo el inglés.

7. Debe sujetarse siempre al imperio de la ley, cuya máxima expresión es la Constitución o Carta Magna de su país, el marco de identidad y de legalidad que el pueblo soberano se ha dado a sí mismo ratificándolo mediante sufragio universal. Si no se somete por completo a las exigencias de este marco legal de máximo rango, no debería gobernar.

8. Puede no estar de acuerdo con la Constitución y, siempre que lo haya anunciado en su programa, promover el procedimiento legítimo para modificarla, el cual pasa por un nuevo sufragio universal, pero jamás puede vulnerarla por la puerta trasera utilizando el poder legislativo de su partido para generar leyes que “puenteen” la Carta Magna.

9. No debe perder jamás de vista el hecho de que no es ni más ni menos que un servidor público de alto rango. Es legítimo que gane un buen sueldo, digno y bien proporcionado a la gran responsabilidad que asume. Nada más. Debe renunciar a regalos, privilegios, ostentaciones y a cualquier fuente de ingresos que no sea transparente y legítima.

10. Al igual que la vocación de un periodista debe ser servir a la verdad y no a “su verdad”, la vocación de un político debe ser servir al bien común, no a su bien particular. El poder que le concede el pueblo soberano es tan sólo una herramienta que necesita para hacer su trabajo, no una ocasión para medrar, ni para imponer su santa voluntad.

11. El poder debe utilizarlo única y exclusivamente para llevar a cabo las tareas que el pueblo le ha confiado, según las formas y modelos que propuso en su programa. Debe asumir que los gobernantes son para el pueblo y no el pueblo para los gobernantes. Lo contrario haría de él un dictador autócrata, por mucho que su ascenso al poder fuese legítimo.

12. Los votos de los ciudadanos no son una carta blanca para que haga lo que le venga en gana, sino la concesión de su confianza temporal para que lleve a cabo un encargo concreto que debe cumplir. Su elección no le autoriza para llevar a cabo ninguna acción que no haya sido antes anunciada en su programa y secundada en las urnas.

13. Debe ser hombre o mujer “de Estado”. Una vez ha llegado al poder, debe gobernar para todos y no sólo para los que le apoyan o votan. No puede hacer acepción de personas, ni favorecer con ningún tipo de prebendas a sus parientes, amigos, copartidarios, simpatizantes y comparsas de turno. El erario público no es suyo, es de todos.

14. No sólo debe gestionar correctamente todos los asuntos que le competen respecto al país que gobierna, sino que también debe velar por su mejor imagen, respeto, consideración y posición en el marco internacional. Nuestros “países amigos” deben ser las mejores democracias, no las dictaduras bananeras o las autocracias medievales.

15. Por último, ha de tener la humildad, la honestidad y la talla humana necesarias para reconocer sus errores, pedir disculpas y rectificar de inmediato. Si los fallos son graves, debe asumir sus responsabilidades políticas, dimitir, disolver el Parlamento y convocar nuevas elecciones, dejando que el pueblo le renueve o le revoque su confianza.



Vamos a enumerar algunos rasgos que debería reunir todo buen dirigente político, sea gobernante o de la oposición. Deberíamos exigirle no solamente ser un buen gestor... Además, desde una perspectiva ética no siempre suficientemente contemplada entre cierto electorado, debería ser una persona...

  • Profundamente humana y humanista
  • Honesta, sincera y coherente consigo misma y con los demás.
  • Responsable, generosa y con espíritu de sacrificio, que no hace las cosas por obligación sino por convencimiento.
  • Que tenga credibilidad e infunda confianza en el pueblo.
  • Que tenga conciencia y sensibilidad social.
  • Que sea crítica de la realidad local, nacional e internacional.
  • Que no sea dogmática. Firme en sus convicciones político-sociales, pero tolerante y abierta al diálogo.
  • Autocrítica y con capacidad de corregir actitudes, líneas de pensamiento y prácticas políticas.
  • Que tenga sensibilidad ante el sufrimiento de la gente.
  • Que tenga espíritu solidario con los de cerca y más allá de las fronteras.
  • Que sea una persona con espíritu internacionalista, abierta a todos los pueblos y culturas.
  • Que sea una persona respetuosa con todos, incluso con los que no piensan como ella.
  • Con valores éticos y morales bien arraigados, libre de intereses personales, grupales o partidistas.
  • Que mande escuchando al pueblo y a sus bases sociales organizadas.
  • Disponible para servir y dedicar lo mejor de sí al servicio de su pueblo.
  • Coherente entre lo que dice, vive y hace. Y que su ideología esté en armonía con sus actitudes y práctica.
  • Que sea democrática y respetuosa con las decisiones de la comunidad.
  • Amante de la verdad y de lo que es justo.
  • Que no sea oportunista y manipuladora, y que tampoco se deje manipular por otros.
  • Que no busque protagonismos ni personalismos.
  • Que priorice el bien de la nación por encima de intereses de su organización o partido.
  • Que busque siempre el bien común con una opción preferencial por los más pobres y excluidos.
  • Que tenga capacidad de perdonar y que sea agente de reconciliación
  • Que ante la realidad local, nacional e internacional tome una clara y firme opción por el proyecto de vida del pueblo frente al proyecto de muerte de la oligarquía y del imperio.
  • Que sea una persona amante del estudio y del análisis socio-económico, político, cultural y ambiental.
  • Que sea respetuosa y defensora de los derechos humanos, socioeconómicos, políticos, culturales y ambientales.
  • Persona amante y defensora del medio ambiente.
  • Que sea profundamente respetuosa de las creencias de los demás.
  • Austera en su forma de vida personal, dado el contexto de crisis que se vive.
  • Persona madura y decidida para enfrentar los conflictos.
  • Que contagie ánimo y esperanza.

Fuente: Elaboración a partir de materiales diversos


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