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Fascismo

El fascismo puede volver con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día, en cada parte del mundo. Libertad y liberación son una tarea que no acaba nunca.

Frente a las naturales ansias de autonomía, empoderamiento y libertad propios del ciudadano del S. XXI, nos encontramos con la voluntad visceral y totalitaria de encorsetamiento, dominio, control, sometimiento, sumisión, subyugación, amordazamiento, rendición de la ciudadanía que nos quieren imponer otros.

El Fascismo fue un fenómeno funesto propio de una etapa especialmente brutal y siniestra de la historia del siglo XX. Pero ¿el fascismo es sólo historia pasada? ¿el fascismo es un fenómeno histórico definitivamente superado? Su ideología totalitaria es algo que quisiéramos definitivamente desterrada y superada en la historia de la humanidad, pero algunos de sus ademanes y actitudes de fondo están todavía fuertemente enraizadas en algunas mentes de contemporáneos nuestros, sin duda transmitidos en ciertos entornos herederos de ambientes donde mentalidades de este tipo continúan vivas. Así lo dejan traslucir en el lenguaje, en sus tics totalitarios, actitudes y conductas no solamente en su estricta actividad privada sino también en sus actuaciones en el espacio público. La altanería y la fascistoide estética comunicativa de la que hacen gala algunos en sus intervenciones públicas a través de su mirada y actitud desafiante y la dimensión no-verbal inquisotorial y tanática de los mensajes que transmiten en sus intervenciones en medios de comunicación, mítines, spots, etc. les delatan. La extrema derecha, el fascismo, son regresión y vulneración de los derechos de todas las personas. 

Frente a las naturales ansias de autonomía, empoderamiento, libertad y autodeterminación propios del ciudadano del S. XXI, nos encontramos todavía con la voluntad totalitaria de encorsetamiento, dominio, control, sometimiento, subyugación, amordazamiento a los que quieren someternos otros. Aún hoy podemos observar entre algunos de los que pretenden erigirse en nuestros representantes políticos actitudes de este tipo. Odio visceral, venganza latente, impulso letal, mentalidad inquisitorial y corrosiva, pulsión tanática… son algunos de los aires que dejan traslucir, menos mal que a las alturas en que nos encontramos del siglo XXI semejantes y tan corrosivas pulsiones se descomponen, derriten, diluyen mediante el efluvio lingüístico y no van más allá y ahí quedan. Algunos de los rasgos fascistoides que se describen a continuación no solo son historia pasada, sino que podrán identificarlos y reconocerlos todavía hoy en algunos líderes y representantes de nuestro actual sistema político.  

  • El fascismo es un movimiento totalitario en la medida en que aspira a intervenir en la totalidad de los aspectos de la vida del individuo. El fascismo se legitima afirmando la dependencia del individuo respecto al Estado.
  • En la doctrina fascista, el pueblo es el Estado y el Estado es el pueblo. Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado. Un poderoso Estado con una autoridad sin precedentes para intervenir en la vida de los ciudadanos.
  • El fascismo concibe el Estado como la imposición y expansión del más fuerte. El Estado es liderado por un líder fuerte para forjar la unidad nacional y mantener una sociedad estable y ordenada.
  • El fascismo apelaba al sentimiento popular y las masas como las protagonistas del régimen. No reconoce la libertad de asociación sino la identificación de los trabajadores como «súbditos» del Estado, «pueblo» y «patria».
  • El fascismo se caracteriza por eliminar el disenso: es necesaria la destrucción de los partidos y los sindicatos; la democracia y el voto se consideran métodos inútiles, se aboga por un sistema con un partido político único.
  • El fascismo concibe la violencia política, la guerra y el imperialismo como medios para lograr una regeneración, un rejuvenecimiento nacional.
  • El fascismo se caracteriza por juzgar sistemáticamente a la gente no por su responsabilidad personal sino por la pertenencia a un grupo.
  • El fascismo operaba desde un punto de vista darwinista social: su objetivo era promover a individuos superior y eliminar a los débiles.
  • La identificación con la tierra y los valores campesinos frente a la decadencia y corrupción que se denuncian en las masas urbanas desarraigadas, los valores familiares tradicionales eran fomentados, insistiendo en la necesidad de mantener altas tasas de natalidad y fecundidad.
  • El encuadramiento social impulsado por los regímenes fascistas ponía a cada sexo en lo que se entendía que era su sitio: la mujer dedicada al hogar y a la crianza de la mayor cantidad posible de hijos, y el hombre al trabajo y a la guerra, y no consentía lo que se definía como desviación homosexual. ​Supremacismo, racismo, antisemitismo… Miedo a la diferencia. El fascismo es expansionista y militarista.
  • El fascismo se legitima afirmando la dependencia del individuo respecto al Estado, liberándole de esa manera de su "miedo a la libertad". Su individualidad no tiene sentido, porque la realización de una persona sólo se entiende dentro de los vínculos sociales de los que el Estado es la culminación.
  • El fascismo desdeña las instituciones del Estado republicano y sustituye el voto como expresión de la voluntad popular por las expresiones masivas de apoyo al líder.

Exalta la idea de individuo o clase; suprime la discrepancia política en beneficio de un partido único y los localismos en beneficio del centralismo. Propone como ideal la construcción de una utópica sociedad perfecta, denominada cuerpo social, formado por cuerpos intermedios y sus representantes unificados por el gobierno central.

El fascismo inculca la obediencia de las masas para formar el cuerpo social, utilizando hábilmente los nuevos medios de comunicación y el carisma de un líder en el que se concentra todo el poder con el propósito de conducir en unidad al denominado cuerpo social de la nación.

El fascismo desconfía de la razón, exalta los elementos irracionales de la conducta, los sentimientos intensos y el fanatismo. Se busca con todo cinismo la simplificación del mensaje, La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentándola in fisuras ni dudas... Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad. Cualquier idea emanada del jefe es un dogma indiscutible, y una directriz a seguir ciegamente, sin discusión ni poder ser sometida a análisis. ​ Se exaltan los valores de la virilidad, la camaradería… todo ello en sintonía con algunas tradiciones militaristas existentes en todos los ejércitos.


El fascismo es una ideología, un movimiento político y un tipo de Estado​ de carácter totalitario y antidemocrático. Creado por el dirigente italiano Benito Mussolini, se difundió en la Europa de entreguerras desde 1918 hasta 1939. Entre los rasgos del fascismo se encuentra la exaltación de valores como la patria o la raza, mantener permanentemente movilizadas a las masas, opresión de minorías (judíos, gitanos, homosexuales…) y un fuerte militarismo. En este sentido el enemigo se identifica como un ente exterior.

La Primera Guerra Mundial fue decisiva en la gestación del fascismo, al provocar cambios masivos en la concepción de la guerra, la sociedad, el Estado y la tecnología. El advenimiento de la guerra total y la movilización total de la sociedad profundizaron la distinción entre civiles y militares. Una «ciudadanía militar» surgió, en la que todos los ciudadanos se involucraron con los militares. La guerra pone así de relieve el papel de un poderoso Estado capaz de movilizar a millones de personas para servir en primera línea y proporcionar producción económica y logística para apoyarlos, además de tener una autoridad sin precedentes para intervenir en la vida de los ciudadanos. Para ello, desde un punto de vista fascista, es necesaria la destrucción de los partidos y los sindicatos; la democracia y el voto se consideran métodos inútiles, se aboga por un sistema con un partido político único.

El fascismo se caracteriza por eliminar el disenso: el funcionamiento social se sustenta en una rígida disciplina y un apego total a las cadenas de mando, y en llevar adelante un fuerte aparato militar, cuyo espíritu militarista trascienda a la sociedad en su conjunto, junto a una educación en los valores castrenses, un nacionalismo fuertemente identitario, que conduce a la violencia contra los que se definen como enemigos.

Los fascistas creen que la democracia liberal es obsoleta y consideran que la movilización completa de la sociedad en un Estado de partido único totalitario es necesaria para preparar a una nación para un conflicto armado y para responder eficazmente a las dificultades económicas. Tal Estado es liderado por un líder fuerte para forjar la unidad nacional y mantener una sociedad estable y ordenada. El fascismo niega que la violencia sea automáticamente negativa, y ve la violencia política, la guerra y el imperialismo como medios para lograr una regeneración, un rejuvenecimiento nacional. Por otra parte, los fascistas abogan por una economía mixta, con el objetivo principal de lograr la autarquía mediante políticas económicas proteccionistas e intervencionistas. El fascismo se presenta como una «tercera vía» o «tercera posición»​ que se opone radicalmente tanto a la democracia liberal en crisis como a las ideologías del movimiento obrero tradicional en ascenso (anarquismo o marxismo).

Manifestaciones históricas de fascismo.

El concepto de «régimen fascista» puede aplicarse a algunos regímenes políticos totalitarios o autoritarios​ de la Europa de entreguerras: en primer lugar, la Italia fascista de Benito Mussolini (1922) seguida por la Alemania del Tercer Reich de Adolf Hitler (1933) y, cerrando el ciclo, la España de Francisco Franco, cuyo régimen se prolonga mucho más tiempo (desde 1936 hasta 1975). Las diferencias de planteamientos ideológicos y trayectorias históricas entre cada uno de estos regímenes son notables. Por ejemplo, el fascismo en la Alemania nazi (o nacional-socialismo) añade un importante componente racista. El fascismo italiano es un totalitarismo centrado en el Estado. En la doctrina fascista, el pueblo es el Estado y el Estado es el pueblo. Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado. El fascismo es inherentemente liberal en lo económico. Por su parte, el nazismo alemán está centrado en la raza, identificada con el pueblo o con la «comunidad popular», como comunidad del pueblo o comunidad de raza, o incluso como expresión del apoyo popular al Partido y al Estado.

También se pueden encontrar elementos del fascismo fuera del período de entreguerras, tanto antes como después. Después de la Segunda Guerra Mundial, debido al masivo rechazo de la ideología y de los regímenes fascistas, pocos partidos se han descrito abiertamente como fascistas, y el término es usualmente usado peyorativamente por sus oponentes. Así, los calificativos «neofascistas» o «neonazis» suelen aplicarse a partidos de extrema derecha con ideologías similares o enraizadas en los movimientos fascistas del siglo XX; en muchos países existen legislaciones que prohíben o limitan su existencia o la exhibición de sus símbolos.

Características

El fascismo es una ideología política y cultural fundamentada en un proyecto de unidad monolítica denominado corporativismo. Exalta la idea de nación frente a la de individuo o clase; suprime la discrepancia política en beneficio de un partido único y los localismos en beneficio del centralismo. Propone como ideal la construcción de una utópica sociedad perfecta, denominada cuerpo social, formado por cuerpos intermedios y sus representantes unificados por el gobierno central. Para ello el fascismo inculcaba la obediencia de las masas (idealizadas como protagonistas del régimen) para formar una sola entidad u órgano socioespiritual indivisible. El fascismo utiliza hábilmente los nuevos medios de comunicación y el carisma de un líder dictatorial en el que se concentra todo el poder con el propósito de conducir en unidad al denominado cuerpo social de la nación.

El fascismo se caracteriza por juzgar sistemáticamente a la gente no por su responsabilidad personal sino por la pertenencia a un grupo. Aprovecha demagógicamente los sentimientos de miedo y frustración colectiva para exacerbarlos mediante la violencia, la represión y la propaganda, y los desplaza contra un enemigo común (real o imaginario, interior o exterior), que actúa de chivo expiatorio frente al que volcar toda la agresividad de manera irreflexiva, logrando la unidad y adhesión (voluntaria o por la fuerza) de la población. La desinformación, la manipulación del sistema educativo y un gran número de mecanismos de encuadramiento social, vician y desvirtúan la voluntad general hasta desarrollar materialmente una oclocracia que se constituye en una fuente esencial del carisma de liderazgo y en consecuencia, en una fuente principal de la legitimidad del caudillo.

El fascismo es expansionista y militarista. El fascismo es ante todo un nacionalismo exacerbado que identifica tierra, pueblo y estado con el partido y su líder. El fascismo es un sistema político que trata de llevar a cabo un encuadramiento unitario de una sociedad en crisis, promoviendo la movilización de masas por medio de la identificación de las reivindicaciones sociales con las reivindicaciones nacionales. ​

Razón, voluntad y acción

Las conexiones del fascismo con movimientos intelectuales. Como dice Isaiah Berlin, la Rebelión Romántica ha ido socavando los pilares de la tradición occidental ofreciendo como alternativa «la autoafirmación romántica, el nacionalismo, el culto a los héroes y los líderes, y al final... fascismo e irracionalismo brutal y la opresión de las minorías». En ausencia de reglas objetivas las nuevas reglas las hacen los propios rebeldes: «Los fines no son valores objetivos... Los fines no son descubiertos en absoluto, sino construidos, no se encuentran sino que se crean»... llega a inspirar la política del Estado.

La incoherencia de los postulados no era ningún inconveniente: el antiintelectualismo y el predominio de la acción sobre el pensamiento eran conscientemente buscados.  Quema de libros, estigmatización de determinados intelectuales o de colectivos enteros). Lo que caracterizaba el ideario falangista (movimiento semejante al fascismo en España, fundado en los años treinta por José Antonio Primo de Rivera y que Franco transformó y encuadró en un ampuloso: Movimiento Nacional, con la guerra civil y el franquismo) eran justamente «sus ideas vagas y confusas».

El fascismo rechaza la tradición racionalista y adopta posturas de desconfianza en la razón y exaltación de los elementos irracionales de la conducta, los sentimientos intensos y el fanatismo. Se busca con todo cinismo la simplificación del mensaje, con absoluto desprecio por sus destinatarios. La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas... Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad. Cualquier idea emanada del jefe es un dogma indiscutible, y una directriz a seguir ciegamente, sin discusión ni poder ser sometida a análisis. ​ Se exaltan los valores de la virilidad, la camaradería y el compañerismo de los hermanos de armas, todo ello en sintonía con algunas tradiciones militaristas existentes en todos los ejércitos.

Nacionalismo de vencidos. Se suele indicar que una característica de los países donde triunfaron los movimientos fascistas fue la reacción de humillación nacional por la derrota​ que impulsaba a buscar chivos expiatorios a quienes culpar (caso de Alemania), o la frustración de las expectativas no cumplidas. En ambos casos, el resentimiento se manifestaba, en el plano internacional, en contra de los más claros vencedores (como Reino Unido, Francia o Estados Unidos); mientras que en el plano interno se volcaba contra el movimiento obrero (sindicalistas, anarquistas, comunistas, socialistas) o el peligro real o imaginado de una revolución comunista o incluso una Conspiración Judeo-Masónico-Comunista-Internacional, o cualquier otra fantasmagórica sinarquía oculta en cuya composición incluyera a cualquier organización que los fascistas juzgasen transnacional y opuesta a los intereses del Estado. Sobre todo en el caso alemán, se insistía en la convicción de pertenecer a un pueblo o raza superior cuya postración se debía a una traición que le había humillado y sometido a una condición injusta; y que tiene derecho a la expansión en su propio espacio vital, a costa de los inferiores.

Componente social. La componente social del fascismo pretende ser interclasista y antiindividualista: niega la existencia de los intereses de clase e intenta suprimir la lucha de clases con una política paternalista, de sindicato vertical y único en que tanto trabajadores como empresarios obedezcan las directrices superiores del gobierno, como en un ejército. Tal es el corporativismo italiano o el nacionalsindicalismo español. Se suele mantener que los movimientos fascistas de entreguerras fueron alimentados por las clases económicamente poderosas (por ejemplo la alta burguesía industrial o las familias conservadoras ricas), para oponerse a los movimientos obreros y a la democracia liberal.

Relación con el capitalismo y el socialismo

Según la doctrina tercerposicionista, el fascismo no es de izquierda ni de derecha, ni capitalista ni comunista, ya que el fascismo sería una idea totalmente original; sin embargo en la práctica más que una idea original sería una fusión sincrética de varias ideas políticas -proyectos, discursos, etc.- aglutinadas siempre bajo el nacionalismo unitario y el autoritarismo centralista.

Una de las razones de considerar usualmente al fascismo como un movimiento de derecha política suele ser la alianza estratégica del fascismo con los intereses de las clases económicas más poderosas, junto a su defensa de valores tradicionales como el patriotismo o la religiosidad, para preservar el statu quo. El fascismo y sus variantes apelaban al sentimiento popular y las masas como las protagonistas del régimen, especialmente por la virilidad exaltada en el trabajo manual y obrero (obrerismo); a pesar de ello no reconocía la libertad de asociación por motivos de clase (libertad sindical) sino la identificación de los trabajadores como «súbditos» del Estado, «pueblo» y «patria».

El programa económico del fascismo toma importantes criterios de la Nueva Política Económica (NPE), que consistía en recurrir al capitalismo para fortalecer la economía nacional. El corporativismo, el proyecto político del fascismo, haría que todos los sectores de la sociedad deban obligatoriamente integrarse y trabajar unificadamente al mando del gobierno, por lo que esta corporación incluiría aspectos considerados normalmente «capitalistas» y «socialistas».

Según el economista austriaco Ludwig von Mises la raíz del fascismo, en sus diferentes vertientes, se encuentra en las ideas colectivistas del socialismo y más propiamente como una escisión patriótica del marxismo, que comparte las tesis del rechazo al mercado libre, la sociedad burguesa, el gobierno limitado y la propiedad privada y en la exaltación de un sector de la sociedad como el elegido por «la historia» para dirigir las vidas del resto de la sociedad que por «razones históricas» está permitido de vulnerar el principio de igualdad ante la ley al reclamar «derechos especiales» sobre los demás.

El fascismo operaba desde un punto de vista darwinista social de las relaciones humanas ideas cercanas al liberalismo economico. Su objetivo era promover a individuos superior y eliminar a los débiles. ​ En términos de práctica económica, significó la promoción de los intereses de empresarios exitosos, a la par que destruyeron los sindicatos y otras organizaciones de la clase obrera. Por otra parte, las ventajas que los nuevos regímenes le proporcionaban a la plutocracia eran evidentes: eliminaba la posibilidad de revolución social obrera, suprimía los sindicatos reivindicativos y mantenía otras restricciones en las relaciones capital-trabajo, legitimando el principio de liderazgo en la empresa; al suprimir la libre competencia permitía crear cárteles oligopólicos de empresas favorecidas con millonarios contratos estatales o subsidiadas por el gobierno como «incentivos» a la producción nacional. ​ La sensación de estabilidad era muy marcada.

El origen social de los líderes fascistas en distintas partes de Europa fue muy diferente: a veces aristocrático, a veces proletario, muchas veces militares  o juristas. Los casos más destacados, los propios Hitler y Mussolini, eran fuertes personalidades de oscuro origen, desclasados e inadaptados, pero de irresistible ascensión. Las capas medias y medias bajas fueron la espina dorsal del fascismo. ​

Agrarismo, natalismo y virilidad.

El agrarismo es propio de los movimientos fascistas, tanto en la retórica como en ciertos programas económicos y sociales; la identificación con la tierra y los valores campesinos frente a la decadencia y corrupción que se denuncian en las masas urbanas desarraigadas, lo que a veces se veía como una tensión entre modernidad y tradición.

Los valores familiares tradicionales eran fomentados, insistiendo en la necesidad de mantener altas tasas de natalidad y fecundidad. Las familias numerosas eran premiadas, siguiendo una política natalista, retóricamente conectada con la virilidad agresiva del expansionismo militar. El papel laboral de la mujer, que había sido imprescindible en la Primera Guerra Mundial, había fomentado un precoz feminismo que estaba consiguiendo en muchos países la principal reivindicación sufragista: el sufragio femenino. La imagen del ejército de parados que no encuentran trabajo mientras que algunas mujeres sí era explotado como un factor de resentimiento social contra las opiniones progresistas. El encuadramiento social impulsado por los regímenes fascistas ponía a cada sexo en lo que se entendía que era su sitio: la mujer dedicada al hogar y a la crianza de la mayor cantidad posible de hijos, y el hombre al trabajo y a la guerra, y no consentía lo que se definía como desviación homosexual. ​

La mejora de la raza no sólo implicaba la pureza racial evitando el mestizaje, sino que también debía ser interna a ésta, incluyendo la eugenesia (en el caso de Alemania también la eutanasia) aplicada a los discapacitados intelectuales y otros discapacitados.

Raza, etnia e identidad

El fascismo tuvo una base racial en Alemania, aunque no en Italia (al menos inicialmente, hasta 1938); los nazis construyeron una amalgama ideológica de gran eficacia movilizadora a partir de fuentes mitológicas y literarias y supersticiones de carácter romántico, así como de los textos clásicos dedicados a consagrar la desigualdad de las razas y de publicaciones y panfletos de carácter ocultista; destacando dos elementos: el mito de la raza aria superior de origen nórdico y el antisemitismo. El antisemitismo estaba presente en muchos países de Europa central y oriental desde la Edad Media, y fue uno de los elementos que se utilizaron en los mismos para el surgimiento endógeno de movimientos fascistas. A ello se sumó la ocupación nazi y los gobiernos colaboracionistas impuestos, que explotaron a conciencia ese sentimiento para su propia conveniencia.

El racismo entendido en su expresión puramente biológica, es decir, la intelectualización de la supremacía racial, no está presente en todos los movimientos fascistas. Lo que sí aparece como una constante del fascismo es la concepción de la etnia como elemento identitario. Esa identidad étnica puede expresarse de otras formas, como las que atienden al origen geográfico (caso de la xenofobia de los movimientos neofascistas o neonazis que se oponen a la inmigración en muchos países europeos desde finales del siglo XX), la religión o el idioma. Miedo a la diferencia. El primer llamamiento de un movimiento fascista es contra los intrusos. El Fascismo es, pues, racista por definición.

En Italia se dio a partir de 1924 un fuerte proceso que se denominó italianización fascista que pretendía homogeneizar toda diferencia idiomática y cultural, acabando con cualquier minoría por asimilación o absorción (en vez de por exterminio como ocurrió en el Holocausto nazi). En el caso español Las ideas o más bien tópicos de Raza, Hispanidad e Imperio eran indistinguibles en la retórica de la Falange Española que heredó el Franquismo, Otro elemento también étnicamente excluyente: el de antiespaña, que definía como antiespañol a todos los elementos que se consideraban nocivos y que degeneraban la raza (rojos, masones y separatistas).

Totalitarismo, estatización y liderazgo

El fascismo es un movimiento totalitario en la medida en que aspira a intervenir en la totalidad de los aspectos de la vida del individuo. Hannah Arendt entendía que la masificación de la sociedad contemporánea llevaba al individuo a la soledad, el terreno propio del terror, la esencia del gobierno totalitario. El fascismo se legitima afirmando la dependencia del individuo respecto al Estado, liberándole de esa manera de su miedo a la libertad. Su individualidad no tiene sentido, porque la realización de una persona sólo se entiende dentro de los vínculos sociales de los que el Estado es la culminación. Cualquier forma de acción individual o colectiva ajena a los fines del Estado es rechazada. No existen derechos individuales ni colectivos.

Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado. Se lleva a cabo una «estatización» de todos los ámbitos de la vida: económica, social, política, cultural e ideológica. El encuadramiento social se efectúa con todos los medios de la propaganda, con adopción de uniformes y lenguaje militar y uso masivo de los símbolos y lemas patrióticos y adoctrinantes. Las grandes concentraciones y movilizaciones colectivas de todo tipo buscan formar la conciencia unitaria.

El fascismo desdeña las instituciones del Estado republicano y sustituye el voto como expresión de la voluntad popular por las expresiones masivas de apoyo al líder. La identificación de pueblo y estado se hace en un todo orgánico, el de un organismo cuasi-biológico y autónomo cuyos miembros han de responder a las órdenes de la mente directora.

El adjetivo orgánico se utilizará profusamente en las últimas etapas del franquismo (definido como una democracia orgánica). Hitler utilizaba el plebiscito: sus grandes decisiones son apoyadas por plebiscitos de apoyo masivo; el líder fascista se presenta como portavoz de la nación unificada que habla con una sola voz. Esto refuerza otro de sus elementos principales: el «liderazgo carismático». El líder es casi divino y su liderazgo no es racional: Führer, Duce, Poglavnic, Caudillo, etc.

Imperialismo, militarismo y violencia

Otro de los rasgos clásicos del fascismo es el imperialismo, entendido como una política exterior expansiva y agresiva, que proporciona una útil identificación de intereses en el interior, volcando las energías hacia un enemigo común evitando la expresión de los conflictos internos.

En el integralismo y el falangismo se sublima el futuro utópico donde el hombre nuevo, portador de valores eternos, tendrá su expresión en la unidad de destino en lo universal. ​ En el nazismo y el fascismo italiano se insiste en recuperar el esplendor de un pasado mítico. El expansionismo hacia el exterior es considerado como una necesidad vital. El fascismo concibe el Estado como la imposición y expansión del más fuerte. Aunque no todo gobierno militar es fascista, ni los fascismos alcanzaron siempre el poder de manera violenta, sí que se caracterizaron por sus actividades violentas antes y después de su toma del poder, y por su desprecio explícito por la legalidad institucional. La violencia tiene un valor positivo para el movimiento fascista: es una fuerza de cambio, al igual que la juventud, que también es exaltada. Se utilizaban todo tipo actividades intimidatorias: purgas, los destrozos de mobiliario o tiendas o las palizas; hasta el asesinato de los adversarios políticos o de los objetivos considerados enemigos sociales. Se aplicaba extensivamente la expresión de José Antonio Primo de Rivera la dialéctica de los puños y de las pistolas. Los agentes ejecutores podían ser los aparatos del Estado, pero más frecuentemente fueron grupos juveniles organizados paramilitarmente.

Una vez generalizada, y demostrada la impunidad de quienes la ejercen, la represión política opera como un mecanismo por el cual no solamente el que la recibe directamente pierde la libertad: sino que la sociedad entera —al reprimirse cada uno de sus miembros a sí mismo, temeroso de sufrir el mismo castigo— pierde la libertad para todos.

Fuente: resumen sintético del artículo de Wikipedia

14 características del fascismo

Caracterización por Umberto ECO de lo que llamó “Ur-Fascismo” o “fascismo eterno”, es decir, una ideología y voluntad de gobernar que, independientemente de las circunstancias históricas, parece siempre estar ahí, al acecho, esperando un mínimo descuido para saltar y apoderarse de un gobierno nacional, una sociedad, un país. Eco reconoce que no todos los regímenes totalitarios son iguales, pero al mismo tiempo encontró algunos rasgos comunes o, mejor dicho, recursos, que la mayoría ha empleado para seducir a la población y hacerse del poder político.

Compartimos esta breve lista de las 14 características del fascismo según Umberto Eco. Para los interesados, el texto completo de la conferencia se encuentra en línea con el título “El fascismo eterno”.

  1. Culto de la tradición, de los saberes arcaicos, de la revelación recibida en el alba de la historia humana encomendada a los jeroglíficos egipcios, a las runas de los celtas, a los textos sagrados, aún desconocidos, de algunas religiones asiáticas.
  2. Rechazo del modernismo. La Ilustración, la edad de la Razón, se ven como el principio de la depravación moderna. En este sentido, el Ur-Fascismo puede definirse como irracionalismo.
  3. Culto de la acción por la acción. Pensar es una forma de castración. Por eso la cultura es sospechosa en la medida en que se la identifica con actitudes críticas.
  4. Rechazo del pensamiento crítico. El espíritu crítico opera distinciones, y distinguir es señal de modernidad. Para el Ur-Fascismo, el desacuerdo es traición.
  5. Miedo a la diferencia. El primer llamamiento de un movimiento fascista, o prematuramente fascista, es contra los intrusos. El Ur-Fascismo es, pues, racista por definición.
  6. Llamamiento a las clases medias frustradas. En nuestra época el fascismo encontrará su público en esta nueva mayoría.
  7. Nacionalismo y xenofobia. Obsesión por el complot.
  8. Envidia y miedo al “enemigo”.
  9. Principio de guerra permanente, antipacifismo.
  10. Elitismo, desprecio por los débiles.
  11. Heroísmo, culto a la muerte.
  12. Transferencia de la voluntad de poder a cuestiones sexuales. Machismo, odio al sexo no conformista. Transferencia del sexo al juego de las armas.
  13. Populismo cualitativo, oposición a los podridos gobiernos parlamentarios. Cada vez que un político arroja dudas sobre la legitimidad del parlamento porque no representa ya la voz del pueblo, podemos percibir olor de Ur-Fascismo.
  14. Neolengua. Todos los textos escolares nazis o fascistas se basaban en un léxico pobre y en una sintaxis elemental, con la finalidad de limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico. Pero debemos estar preparados para identificar otras formas de neolengua, incluso cuando adoptan la forma inocente de un popular reality show.

Fuente: https://pijamasurf.com/2016/11/las_14_caracteristicas_del_fascismo_segun_umberto_eco/


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