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III. Feminismo, neofeminismo, ideología de género

Evolución en la indigna e injusta situación tradicional de la mujer en el seno del cuerpo social y la utilización perversa por parte de la “izquierda”. El nexo entre "izquierda" y "feminismo".

La subterránea batalla ideológico-cultural que se está librando en la sociedad occidental, y por ende en el resto del mundo, se traslada también al terreno del feminismo: el feminismo radical o de última generación, con su ideología de género, intenta trasmutar los roles femeninos, su sexualidad, sus “libertades”…. Frente a la naturaleza humana específica del “ser femenino”, el feminismo radical pretende imponer a la mujer una mentalidad “liberacionista” (de corte “machista”), pervirtiendo esa naturaleza esencialmente femenina.

Ante el predominio hegemónico en las últimas décadas de un tipo de pensamiento feminista radical, se impone denunciar sus contradicciones y reconstruir un nuevo feminismo que, reivindicando el esencial papel de la mujer en la humanización de la sociedad, sea al tiempo respetuoso (no trasgresor) con la naturaleza femenina (ver aquí: “Otro feminismo es posible”).

Francisco J. CONTRERAS,
Catedrático de Filosofía del Derecho Universidad de Sevilla

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Mi hipótesis, pues, es que el liberacionismo pansexualista es el verdadero motor motivacional de la nueva izquierda (cabría discernir también en su base una “pulsión de muerte”, un anhelo secreto de autodestrucción, tanto a nivel individual: cultura de la muerte [popularidad del aborto y la eutanasia, caída de la natalidad], como a nivel colectivo: autodenigración civilizacional  [crítica  sistemática de todo lo occidental,  especialmente  las  raíces judeocristianas]- que nos llevaría a la clásica dualidad Eros-Tánatos).

El  impulso  freudo-marxista/liberacionista,  sin  embargo,  no  siempre  se  manifiesta abiertamente; se disfraza bajo varias coartadas ideológicas. El feminismo es quizás la más socorrida (recordemos cómo el presidente Rodríguez Zapatero se autodefinió como “rojo y feminista”). Resultaría improcedente desarrollar aquí una “historia del feminismo” con el mínimo de profundidad que el tema requeriría. Señalemos simplemente que el feminismo clásico (el de Olympe de Gouges o Mary Wollstonecraft, el de las sufragettes, etc.) no fue anti-familiarista ni abortista: antes de 1960, el movimiento feminista se limitó a reivindicaciones razonables de equiparación jurídico-política de las mujeres con los varones (extensión del derecho de voto, supresión de los recortes de la capacidad jurídica de la mujer  casada, derecho  de  las  mujeres  a  cursar  estudios y ejercer  una  actividad  profesional,  etc.). El feminismo “de la primera ola” [first wave feminism] en realidad forma parte del liberalismo clásico (que es plenamente compatible con el catolicismo): se limita a extender el principio liberal de igualdad ante la ley al sexo femenino. Algunas de las sufragettes más relevantes pertenecieron a asociaciones cristianas (como Frances Willard, presidenta de la Woman’s Christian Temperance Union).

Es el feminismo “de segunda ola” (años 60-70) el que va a adoptar un giro decididamente anti-familia y anti-maternidad (en parte, como consecuencia de la confluencia del movimiento feminista con las ideas freudo-marxistas sobre emancipación sexual). La premisa del nuevo feminismo es que las conquistas jurídico-políticas  alcanzadas  por  el  feminismo  clásico (igualdad legal de varones y mujeres) resultan insuficientes, pues los resortes profundos de la opresión de la mujer se encuentran en el espacio privado: la educación, la sexualidad, las relaciones familiares … El second wave feminism (como otras ramas del árbol sesentayochista) comporta  una  politización del  ámbito  íntimo  (la “microfísica del  poder”,  que  diría Michel Foucault): “lo personal es político” será el eslógan feminista –acuñado por Carol Hanisch- más representativo de este giro. El libro The Feminine Mystique, de Betty Friedan, sentará las tesis fundamentales: el rol de ama de casa y madre es alienante para la mujer; la mujer sacrifica o disuelve su identidad en la de su familia; la liberación femenina completa requiere la salida de esa cárcel.

El nuevo feminismo de los 60-70 redirecciona, pues, el impulso emancipatorio hacia el espacio privado: las fuentes de opresión sexual ya no son las leyes discriminatorias, sino la función de madre y esposa. Seguirá el bra-burning y demás descoques setenteros. La deriva del feminismo hacia una vinculación cada vez más estrecha con el liberacionalismo sexual y la cultura de la muerte, con la anticoncepción y el aborto libre como reivindicaciones características.

Vivimos en la actualidad (desde los 90) la “tercera ola” feminista, la cual, bajo la influencia del postestructuralismo francés (Foucault, Derrida) ha producido la llamada gender ideology, cuya aportación más importante es la sustitución del concepto de sexo (determinación biológica)  por  el  de  género  (construcción  cultural).  La  idea  había  sido  ya  adelantada  por Simone de Beauvoir -“la mujer no nace, se hace” (una ocurrencia que, a su vez, delata la influencia sartriana: “la existencia precede a la esencia”)- en El segundo sexo, un libro lleno de feroces ataques a la institución familiar (el capítulo dedicado a la maternidad se abre con … un alegato de quince páginas en favor del aborto libre). La “ideología de género”, en su pretensión de reducir la femineidad a construcción cultural, no puede sino retener y acentuar la hostilidad del feminismo “de segunda ola” hacia la maternidad (determinación natural de la que  la  mujer  debe  ser  liberada),  al  tiempo  que  sostiene  que  el  rol  de  madre,  como construcción cultural que es, puede ser redifinido de forma que sea asumido por varones o por lesbianas (la sustitución de los términos “padre” y “madre” por los de “progenitores A y B” en el Derecho de familia español es la expresión más simbólica de esto). La posibilidad de cambiar  de sexo  mediante  intervención  quirúrgica (ofrecida  gratuitamente  por  la  Sanidad pública andaluza) constituye también una característica “conquista” de la gender ideology, en la medida en que anula las últimas determinaciones biológicas y parece convertir masculinidad y femineidad en “construcciones” y “elecciones”.

La nueva izquierda post-socialista hace suyas las reivindicaciones feministas de segunda y tercera ola (ideología de género). Las políticas del gobierno socialista resultan prototípicas en ese sentido: España está a la cabeza del mundo en la relativización de roles sexuales (matrimonio homosexual con derecho a adopción), en impregnación “generista” de la educación (Educación para la Ciudadanía), en perseverancia entusiasta en la liberación sexual y el abortismo (en un momento en que en muchos países occidentales se empiezan a revisar con preocupación sus consecuencias … en España se acaba de legalizar la distribución de píldoras abortivas sin receta ni autorización paterna a niñas de 16 años). Los eslóganes escogidos para publicitar estas políticas (“profundización en la democracia”, “extensión de derechos”) delatan el empeño típicamente sesentayochista de “politizar” el ámbito íntimo (el hogar familiar y el dormitorio). Pero se recurre también con frecuencia al pretexto feminista: por ejemplo, es muy revelador que la reforma de la ley del aborto haya sido encomendada en España al Ministerio de Igualdad, y no al de Sanidad.

Hablo de “pretexto” porque, por supuesto, estoy convencido de que ni la facilitación del aborto, ni la promoción del libertinaje sexual, ni la consideración de los roles de esposa y madre como “alienantes” beneficien en nada a la mujer. Eugenia Rocella lo ha expresado muy bien: “siguiendo el espejismo de la negación de la maternidad, se niega la fuerza autónoma de las  mujeres,  que  seguirán  siendo  siempre  [para  el  neofeminismo]  “machos  fallidos”,  una versión coja e imperfecta del modelo masculino”.

La observación de Rocella –el neofeminismo convierte a las mujeres en “varones fallidos”- admite una segunda interpretación. La permisividad sexual sesentayochista ha dañado a toda la sociedad … pero de manera particular a las mujeres. Lo quiera o no la ideología de género, existe  una naturaleza femenina, y también una vivencia de la sexualidad específicamente femenina, caracterizada por la mayor imbricación de lo físico con lo emocional y moral. El tipo de sexualidad (trivializada, de consumo rápido, desvinculada del amor, el compromiso y la reproducción)  impuesta  por  el  sesentayochismo  parece  diseñada  a  la  medida  de  las necesidades y caprichos masculinos. Las mujeres son las grandes víctimas de la revolución sexual (¿qué decir del aborto libre, auténtica carta blanca para los Don Juanes, que pueden ahora esparcir su semilla a diestro y siniestro sin asumir responsabilidades?). En la socieda hipersexualizada, la mujer se convierte a menudo en objeto de usar y tirar. Las feministas han conseguido imponer a la mujer el modelo sexual masculino. Y la legalización del aborto deja a la mujer inerme frente a las presiones de novios utilizadores, o de empresarios sin escrúpulos reticentes a conceder bajas de maternidad.

En la raíz del empeño neofeminista en imitar el modelo de sexualidad masculina (desvinculación  del  sexo  respecto  al  amor  y  el  compromiso,  relaciones  efímeras,  etc.)  se adivina la frustración por no poder construir –desde que rige el ethos sesentayochista- las relaciones profundas y estables que las mujeres en realidad anhelan. No habiendo podido “humanizar” la sexualidad del varón, la mujer decide animalizar su propia sexualidad, como venganza frente a la volatilidad masculina (como si estuvieran diciéndole al varón: “mira, puedo ser tan libertina como tú”). De ahí las reveladoras palabras de la teórica feminista Amalia Valcárcel: “Si no los podemos hacer [a los hombres] tan buenos, hagámonos nosotras tan malas: no exijamos castidad, sino perdámosla; no impongamos la dulzura, hagámonos brutales; no atesoremos naturaleza, sino destruyamos con el furor del converso”.

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CRISTIANISMO, RAZÓN PÚBLICA Y “GUERRA CULTURAL”
Francisco J. Contreras
Catedrático de Filosofía del Derecho Universidad de Sevilla
(Texto reproducido de Investigalog:
http://www.investigalog.com/otros/cristianismo-razon-publica-y-guerra-cultural/

ACCESO DIRECTO AL DOCUMENTO COMPLETO:
https://docs.google.com/file/d/1SmaafsMsv-jtf7XMGGnvzAKDxmvukUYLLmRhmmTUGLRQ8NsJYHKFZvxQxFfO/edit?ddrp=1&hl=es


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