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Relacions CATALUNYA-ESPANYA, a través d'alguns articles històrics (I)

Articles programàtics, rèpliques irades, tocs d’alerta, aportacions substancials, discursos abrandats, reflexions teòriques, manifestos col·lectius, reaccions serenes, vituperis incendiaris... Des dels inicis del catalanisme polític, la relació entre Catalunya i l’Estat s’ha viscut amb una intensitat particular en la premsa. Res ha començat ara. Als diaris feren les seves propostes polítiques –divergents– els federalistes Valentí Almirall i Francesc Pi i Margall; a La Veu de Catalunya s’hi bastí el programa de la Lliga –el primer partit polític català modern–, i s’hi maldà per les reivindicacions nacionals i socials republicanes des de capçaleres com El Poble Català, La Publicitat o L’Opinió. A les pàgines dels diaris s’hi han fet, doncs, propostes polítiques, però, sobretot, han estat l’espai de les reflexions dels cronistes, analistes, intel·lectuals, filòsofs, homes de lletres, poetes, economistes i acadèmics sobre el que ja llavors es coneixia com “la qüestió catalana” o “el problema catalán”.

Una tria d'articles històrics, publicats a la premsa de Madrid i Barcelona, que ressegueix la dialèctica Catalunya-Espanya, amb aportacions dels principals homes de lletres, polítics, intel·lectuals i periodistes. Font: Joan SAFONT: CATALUNYA-ESPANYA http://www.elnacional.cat/ca/cultura.html

Les províncies mortes, Enric Prat de la Riba
La Veu de Catalunya, 14 de desembre del 1906

En els dies que al Parlament espanyol, la discussió del nostre Estatut promovia solemnes tamborinades que repercutien brutalment i grotescament en molts indrets de la premsa castellana i en les copes de cafè amb llet de totes les terrasses de Madrid, aquí a Barcelona i arreu de Catalunya, hi havia un estat d'emoció, la gent vibrava, batia de pulsacions; cada votació desfavorable, cada retallada, cada discurs agressiu dels contraris, ocasionava en la massa del país una reacció francament catalanista. Passava aleshores el que sempre ha passat quan la incomprensió o la mala fe, que s'acostuma a criar al centre d'Espanya davant de les nostres coses, es troba en estat eruptiu. Quan allò que per entendre'ns englobem dintre la paraula centralisme es dedica a atacar la sensibilitat del nostre país, el nostre país protesta i fa afirmacions solemnes. I tots sabem que en altres èpoques, quan, ultra l’atac, aquest centralisme ens lligava de braços i ens posava un tap a la boca, el país per regla general deixava fer i no tenia esma per treure's el tap de la boca.

Quan allò que per entendre'ns englobem dintre la paraula centralisme es dedica a atacar la sensibilitat del nostre país, el nostre país protesta i fa afirmacions solemnes.

Però això, naturalment, són coses passades que cal procurar que no tornin. El fet curiós és que perquè aquí es facin les grans afirmacions i els grans propòsits cal que es creï un estat tibant, una situació dramàtica, entre Catalunya i Espanya. Quan aquesta situació no existeix, quan les coses rutllen pacíficament, sembla que ens hem de punxar les venes i treure’ns la son per fer-nos càrrec que som catalanistes.

Després del decret de Marcel·lí Domingo, reconeixent la nostra llengua, quants comerciants, quants establiments públics de Barcelona, quantes empreses amb cara i ulls, van fer honor a aquell decret i han fet després honor al nostre Estatut? ¿Quina és l’expansió que per iniciativa particular s'ha donat a la nostra llengua en aquests darrers temps? Cregueu que aquesta expansió es migradíssima, que fa positiva pena, i que encara no s’ha produït, des dalt, no diré una acció coactiva, però ni solament una acció eficaçment encoratjadora sobre el públic, dient-li‚ que no se'n doni vergonya d’exterioritzar-se i d'anunciar-se en català; que no és cap pecat, ni està prohibit per ningú; que som un país autònom amb llengua pròpia i que és una inqualificable vergonya per tots els fills d'aquest país, l'actitud de no comprendre aquest fet tan important de la nostra llengua. Són molts, moltíssims, els comerciants que han anat als mítings catalanistes, que han votat en sentit catalanista, i que mantenen el rètol de llur establiment escrit en castellà.

“El nacionalismo y el problema catalán”, Rafael Campalans
El Socialista, 9 de febrer del 1923

Queremos la total y plena soberanía política para Cataluña, para poder fijar entonces libremente –tratando de igual a igual– la naturaleza del pacto federativo a establecer con los demás pueblos ibéricos, y a ser ello posible, con todos los pueblos libres de la tierra.

Para nosotros, hombres de libertad, hay un pueblo donde una espiritualidad común palpita; hay una nación donde hay simplemente una voluntad nacional colectiva. Cataluña, para nosotros, no comprende, a priori, ni el Rosellón, ni Valencia, ni Andorra, ni el mismo Priorato. Cataluña-nación acaba en último pueblo que lo declare la libérrima voluntad de sus moradores. Para Fabra Ribas, la legitimidad de un nacionalismo es una cuestión de kilómetros cuadrados; para nosotros, es esencial y exclusivamente una cuestión de libertad, un problema de dignidad humana.

Contrariamente a lo que afirma nuestro docto amigo, y coincidiendo, por ejemplo, con Kropotkine –no acreditado precisamente por su reaccionarismo– estimamos nosotros que “el progreso no estriba en modo alguno en que las pequeñas nacionalidades sean absorbidas por las grandes –contribuir a ello es un crimen de lesa humanidad, según dicho autor–, sino en el desenvolvimiento libre y completo de cada nación, grande o pequeña, y tanto más si es pequeña, y está en peligro de ser absorbida. Sólo cuando haya sido conquistada esta plena libertad de desenvolvimiento nos será dado llegar al verdadero progreso internacional, por la Federación de las unidades nacionales libres, de los Municipios libres y de las agrupaciones y de los individuos libres, en estos alveolos primeros de la verdadera colmena humana”.

Así, nos maravilla y desconcierta la absoluta coincidencia de Fabra Ribas y Cambó en la interpretación de la doctrina federalista. Para ambos, ha de ser el Estado español el que, como una gracia o una merced, fije el grado de libertad que a Cataluña corresponde gozar. Nosotros, los liberales de Cataluña, entendemos el federalismo de muy distinto modo. Nuestra dignidad de hombres, teóricamente libres, repugna de aceptar dádiva alguna. No queremos que el Estado español nos dé nada ni que nos conceda nada. Queremos la total y plena soberanía política para Cataluña, para poder fijar entonces libremente –tratando de igual a igual– la naturaleza del pacto federativo a establecer con los demás pueblos ibéricos, y a ser ello posible, con todos los pueblos libres de la tierra. Entre el señor y el esclavo todo pacto será una ficción; toda pretendida libertad, un escarnio.

En su integridad, Azorín
Crisol, 19 d’agost de 1931

Todas las disciplinas: la filosofía, la historia, el derecho, la filosofía de la historia, la historia del derecho, la estética, la etnografía, el folklore, la poesía erudita, la poesía popular, la novela, la sociología, el derecho consuetudinario, la filología, todas las disciplinas, en suma, estudiadas para demostrar que Cataluña tiene una vitalidad propia, que Cataluña es una nación.

Cataluña tiene derecho a vivir su vida. El resto de España debe, sin más dilación, hacer que Cataluña viva su vida.

Una historia de siete o más siglos; en esa historia, cuatro centurias de inquietud. De inquietud para Cataluña y de preocupación para el resto de España. No ha habido sosiego ni para Cataluña ni para el resto de España en ese largo período. Se ha hecho todo lo que se ha podido, por parte de Cataluña y por parte de España, para evitar la inquietud de unos y la preocupación de otros, y no se ha podido. No se ha podido en cuatro siglos y no se podría en otros cuatro. Ya es hora de que la inquietud y la preocupación terminen. Cataluña tiene derecho a vivir su vida. El resto de España debe, sin más dilación, hacer que Cataluña viva su vida. ¡Que acabe la fiebre de cuatro siglos! Todo debe hacerse con elegancia y pulcritud. Vamos a ver si esta Cámara, en que hay quienes quieren hacer el jabalí y lo que hacen es otra cosa; si esta Cámara, en que los jóvenes se muestran tan ufanos de su juventud, flor de un día, y en que los viejos no saben expresar en qué la edad provecta rivaliza con la moza y aun la vence; si esta Cámara sabe colocarse a la altura de lo que la realidad reclama en este momento histórico para España y para Cataluña. La voz de un transeúnte, que no tiene voto, simple voz de la calle, es la de que a Cataluña debe dársele todo lo que pide en su integridad. En su integridad y sin regateos. Todo y en el acto. Con pulcritud y elegancia. Y así terminará cordialmente el desasosiego de cuatrocientos años.

No técnica, sino amor, Gregorio Marañón
El Sol, 25 de setembre del 1931

Nuestra esperanza de que el problema catalán lo resuelva pronto y bien la República se funda precisamente en eso, no en que se halle una fórmula genial, que no hace falta, sino en que los de aquí y los de allá se olviden de sus viejos prejuicios y se hablen de corazón a corazón.

España no convalecerá de tantos males hasta que no viva en paz con ese pedazo de su cuerpo que es Cataluña. Y para ello hay que darle lo que es justo; pero, sobre todo hay que dárselo con un gesto de amor sin reservas.

Es preciso, desde luego, afinar el estudio de los problemas. Pero, sobre todo, entenderse con lealtad. Creo que no sería difícil. Yo me atrevo a decir que sería muy fácil si los castellanos estuvieran un poco mejor enterados de la realidad de Cataluña. Lo cierto es que el catalán, sobre todo el político catalán, conoce a España mejor que el político de aquí conoce los problemas de la región catalana; y, sobre todo, los hombres de Cataluña, que, en este momento, por necesidad y por táctica, aun cuando no fuera por sentimiento, son profundamente leales respecto de nosotros. Saben mejor que nadie que sus problemas vitales no pueden aislarse del mundo y que su intermedio tiene que ser la nación española. Pero no puede olvidarse que tienen también su problema interior, político, embravecido, que es una realidad que les ata las manos; y debe ser también una realidad para nosotros porque es una obligación que lo sea.

Digo esto porque no soy catalán y porque soy español hasta la médula de mis huesos. Lo digo por puro amor, infinito, a España, que no convalecerá de tantos males hasta que viva en paz con ese pedazo de su cuerpo. Y para ello hay que darle lo que es justo; pero, sobre todo hay que dárselo con un gesto de amor sin reservas. No se ha hecho todavía esta experiencia ni por ellos ni por nosotros. Ahora es el instante de hacerlo. Y ello nos unirá para siempre y solo ello.

“La clara lección”, Gaziel
La Vanguardia, 21 de desembre de 1934

O la implantación de un régimen autonómico en España era una tontería política, una empresa descabellada, sin pies ni cabeza, o era una cosa seria, nueva, y, por lo tanto, ardua, difícil. Si era una bellaquería, no hablemos más de ella: fracasó y basta. Pero si era algo considerable –y eso parece ser, desde el momento en que, a pesar del contratiempo sufrido, toda Cataluña y toda España continúan pendientes del problema autonómico–, entonces la más elemental de las previsiones aconsejaba una unanimidad perfecta, un tacto exquisito y una prudencia infinita en los encargados de efectuar el ensayo, siquiera hasta el momento en que viesen plenamente establecida y consolidada su obra. El proyecto de llevar a cabo nada menos que la transmutación del sentimiento político, en un viejo país como España; el intento de cambiar un armazón estatal y una consciencia colectiva, tradicional y secularmente centralista, en un nuevo, delicado y complejo organismo de sensibilidad autonómica; la pretensión de sacar lo que nuestros mejores maestros llamaron una “patria nueva”, una “España nueva”, de la ruinas de la España vieja: todo esto era algo tan formidable, tan temible, tan ambicioso humanamente hablando, tan desmesurado en comparación de las fuerzas normales de los pueblos, incluso de los mejores dotados, que todos los catalanes, en masa, al ver que por una extraña e inmerecida suerte el destino nos deparaba la ocasión única de emprender una empresa de tal envergadura, debíamos haber caído de rodillas, para rogar a Dios nos infundiera el colosal aliento y las luces indispensables para realizarla. Poquísimos pueblos en el mundo se habrán encontrado en circunstancias tan favorables, o habrán tenido una coyuntura tan propicia, para convertir en realidad sus ensueños políticos, como las de que gozó Cataluña, inesperadamente, en el seno de la hermandad hispánica, tras el cambio de régimen y la concesión del Estatuto autonómico. Administrado poco a poco, con tiento y lucidez, esos dos regalos del destino, en pocos años Cataluña se habría convertido, no ya en el amo, que eso, además de feo, era peligrosísimo, sino en el ídolo de España, en el centro de su renovación y en espejo de su conducta pública.

No busquemos, pues, ninguna explicación absurda a nuestro infortunio, ya que la única y principal es muy clara. Los culpables de cuanto le ocurre a Cataluña somos los catalanes. Los partidos que nos representaron, y nosotros que los indujimos a que lo hicieran tan mal. Y esto es todo. Si sirve de lección para el futuro, venga el dolor, que será enseñanza. No lo rehusemos. Al contrario: aneguémonos en él, pues nada fortalece tanto como la amargura de la adversidad lúcidamente destilada hasta el fondo de las propias entrañas. Un día saldremos de este negro pozo en que caímos. Pero que, en adelante, nos sirva esta clara lección: solo podremos triunfar en España yendo todos los catalanes fuertemente unidos, como irrompible falange, y además sólidamente abrazados con el mayor número posible de españoles hermanos.

Espanya i els nostres països, Raimon Galí
Quaderns de l’Exili, 2 d’octubre del 1943

Resumint: per a entendre’ns nosaltres, i per a dialogar amb els castellans, no és possible utilitzar un mot com Espanya, subjecte a l’equívoc i tan indissolublement lligat a la causa de l’hegemonia castellana sobre la península. Podem emprar-lo, això sí, per designar tot allò que, pertanyent a la Península, no pertany als Països Catalans ni als Bascos ni als de llengua galaico-portuguesa.

Llibertat, llibertat primer que tot, llibertat veritable. Que cadascú es desenrotlli tal com és, i tots ens entendrem. La unió fecunda és l’espontània, el lliure agrupament dels pobles.

Ni la denominació Espanya és valida per a comprendre les nacions peninsulars, ni molt menys, representa una unitat espiritual. Amb els fets de l’esperit no hi valen compromisos, ni ser una mica de cada cosa. Els grans esperits universals comencen per ser molt ells mateixos. El primer deure dels catalans si volem incorporar-nos de plena a la causa de l’esperit i de la universalitat és contribuir-hi tal com som i amb el patrimoni que tinguem. Que la gloriosa i noble tradició de la cultura espanyola ens sigui esperó i guiatge, mai causa de servitud espiritual.

Es el present qui dóna sentit al passat. Si la historia és, en la seva darrera essencialitat, evolució, no hi ha dubte que pren sentit a través del present, el qual vertebra  estructura el passat, evitant que esdevingui un pes mort. Ferran Soldevila defensava la història catalana enfront de les preteses imparcialitats: així toca ara la nostra generació defensar el sentit de la nostra història, per tal que pugui fer front a les exigències de l’hora present. Si amb les armes de l’erudició era possible, almenys, discutir el sentit del terme Espanya, no és possible ja fer-ho a la llum d’una anàlisi conscient dels darrers esdeveniments.

Aquesta conjuntura resta així supeditada a la integració prèvia de la nostra Nació en els tres Països i plena sobirania. No podem pensar a integrar comunitats espirituals d’ordre superior, sense haver integrat materialment abans la nostra unitat nacional. L’acceptació de qualsevol compromís previ a la nostra alliberació significaria ser arrossegats de nou pel carro dels equívocs i de la servitud espiritual fins a la fi. Llibertat, llibertat primer que tot, llibertat veritable. Que cadascú es desenrotlli tal com és, i tots ens entendrem. La unió fecunda és l’espontània, el lliure agrupament dels pobles. Seria difícil cercar en aquestes paraules de joventut d’Unamuno altre sentit del que tenen.

“Espanya no és una nació”, Joan Comorera
Treball (comorerista), 15 de gener del 1952

Els catalans som incompatibles amb el règim feixista de Franco i de qualsevol Estat que no ens reconegui l'exercici lliure del dret d'autodeterminació, inalienable i imprescriptible.

Espanya és un Estat multinacional monopolitzat per un partit feixista que imposa un règim de colonització a les nacions febles. La "unidad nacional" dels anomenats Reis Catòlics és una llegenda. Espanya és un nom que, feta abstracció de l'Estat, no diu res, no és res. En canvi són realitat històriques Castella i Catalunya, Euskadi i Galícia, València i Balears, Aragó i Andalusia... les nacions i les regions ètniques que constitueixen, independentment de llur voluntat, l'Estat espanyol, Espanya.

Per això nosaltres, abans que espanyols, som catalans. Som catalans per naturalesa. Som espanyols per coacció. I perquè la Nació és superior a l'Estat, l'Estat, instrument de la classe dominant, desapareixerà en el procés d'una civilització sense classes, justament quan la Nació assolirà plena maduresa. Així, si l'estat va contra la Nació, ens devem a la Nació i hem d'anorrear l'Estat opressor.

Els catalans som, doncs, absolutament incompatibles amb el règim feixista de Franco i Falange i de qualsevol Estat futur que no ens reconeixerà l'exercici lliure del dret d'autodeterminació, inalienable i imprescriptible.

La realidad regional, Julián Marías
El Noticiero Universal, 23 de noviembre del 1965

Cataluña es una región con extremada personalidad; esto me parece sumamente interesante, y volveré sobre ello; me parece, además, deseable; nada me inquieta como la evaporación de las diferencias y los matices, como la homogeneización, porque esto provoca una entropía social que amenaza con la paralización y la muerte de la actividad creadora. Cataluña tiene además una enérgica conciencia de personalidad, lo cual es distinto y menos frecuente en España. No me estorba, por supuesto, esa conciencia, pero me provoca algunas leves inquietudes; una, que los catalanes piensen demasiado en su personalidad, lo cual puede mermar su espontaneidad y, paradójicamente, atenuar esa personalidad misma; otra, parecido al riesgo del hombre que lleva un diario –siente la tentación de vivir “para él”, de vivir de suerte que el diario sea muy interesante–, que Cataluña “cultive” su personalidad en lugar de simplemente “vivirla”; y una tercera, muy de temer en nuestras tierras, que se busque la personalidad preferentemente en lo diferencial, sin advertir que esto sólo tiene realidad y sentido sobre el fuerte torso de los rasgos comunes españoles, desde los cuales se constituye el “quién” originario e irreductible de Cataluña. Porque Cataluña no es quien es por ser distinta, sino por ser, con algunas diferencias.

Nada hay más antiespañol que intentar disminuir la personalidad de Cataluña. Cuando Cataluña se siente ser, vivir, proyectarse, se encuentra dónde está, inserta en la realidad nacional, de cuyas presiones, vigencias, estímulos, proyectos, vive y está hecha.

En primer lugar, toda afirmación me parece, en principio, buena. Además, el entusiasmo de los catalanes por Cataluña, su apasionamiento por ella, la emoción que ponen en cuanto la toca, me parecen sencillamente ejemplares, sobre todo en una época en que está de moda hacer ascos o tomar un gesto de indiferencia hacia casi todo, y en particular hacia lo que se es.

El modo concreto de ser español es ser andaluz, castellano, catalán, gallego, aragonés, vasco… No es fácil ni probable ser “directamente” español; en algunos casos imposible. Concretamente, en el caso de Cataluña. Cuando se pretende –porque hay gente para todo– que los catalanes no sean o sean menos catalanes para que sean verdaderamente españoles, se comete el más grave error: sólo siendo “muy” catalanes –lo cual no quiere decir catalanistas, porque el “ismo” suele encubrir una debilidad o una inseguridad– pueden ser plena y holgadamente españoles.

Nada hay más antiespañol que intentar disminuir la personalidad de Cataluña. Cuando Cataluña se siente ser, vivir, proyectarse, se encuentra dónde está, inextricablemente ligada a la realidad total española, inserta en la realidad nacional, de cuyas presiones, vigencias, estímulos, proyectos, vive y está hecha.

Una Cataluña sana, entera y de pie, gozosa y segura de sí misma, se reconocería como integra y radicalmente española, y no menos que ninguna otra región. Si se siente a veces menos española, es –no se olvide– porque se siente menos catalana, o piensa que algunos quieren que lo sea, y clama, como Michelet, que tanto gustaba de recordar Unamuno: “¡Mi yo, que me arrancan mi yo!”.

La región es una maravillosa, entrañable realidad, hecha de formas cotidianas, de recuerdos, de costumbres, de finas modulaciones, de proyectos; es un instrumento que se incorpora, bien templado, a una orquesta. No hay impiedad mayor que querer destruir la realidad regional: para que no sea o para que sea otra cosa.

Font: Joan SAFONT: CATALUNYA-ESPANYA  (Extractes)
http://www.elnacional.cat/ca/cultura.html


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