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Historia de las religiones

Introducción

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El ruido ambiental atrae nuestra atención. La amplia y extendida tecnología digital entretiene nuestra mente con todo tipo de soporíferos. Nuestro estilo de vida con su algarabía existencial emborrona y difumina la paz íntima, la calma, el necesario sosiego interior y atrofia nuestras facultades para una visión y contemplación lúcida de la realidad... velada como está la realidad trascendente nos cuesta acceder a ella.

La inteligencia espiritual, la interioridad, la espiritualidad, la religiosidad constituyen «caminos» en la búsqueda de sentido. La «religiosidad» es la encarnación de la «espiritualidad», su manifestación externa. La «religión» es una socialización de la espiritualidad y un intento de explicarla, de racionalizarla. El absoluto, la realidad última, suprema, ese «algo» que lo trasciende todo..., aquello que denominamos Dios demasiado grande para nuestra minúscula, pequeñita, insignificante mente, un misterio insondable, aunque intuible, incomprensible para el alcance de nuestra razón. Los nombres que se atribuyen a esa realidad última que denominamos Dios son diversos y variados según cultura.

  • El ser humano está hecho para vivir con sentido. El ser humano se pregunta por la realidad, intentando encontrar sentido a la misma. ¿La realidad tiene sentido en sí o es el ser humano quien necesita encontrarle algún sentido?
  • El ser humano no se contenta con lo «dado», los datos en bruto de la realidad. Necesita encontrar un sentido, una respuesta, una explicación a todo cuanto existe.
  • La inteligencia espiritual, la interioridad, la espiritualidad, la religiosidad, caminos en la búsqueda del sentido.
  • Aquello que denominamos Dios demasiado grande para nuestra minúscula, diminuta, insignificante mente, un misterio insondable, incomprensible para nuestra razón.
  • La religión constituye un aspecto central de la cultura de todos los pueblos.
  • El ser humano es “naturalmente religioso", aunque pueda a veces ser "culturalmente" ateo.
  • La «religión» es una socialización de la espiritualidad y un intento de explicarla, de racionalizarla. Un lenguaje mediante el cual, a través de sus credos, textos sagrados, ritos, liturgias, instituciones, mediadores, etc. intenta poner en contacto al individuo con esa realidad última que nos trasciende.
  • La historia de la religión coincide con la historia del hombre, como una constante carrera en búsqueda de su propio fundamento.
  • El hombre secularizado moderno no parece haber sido capaz de construir su existencia con más "sentido" que el hombre pre-moderno.
  • El ser humano se ve obligado a optar: o bien se resigna a la desesperación frente a la contingencia fugaz de las cosas, o bien se abre a la esperanza de la transcendencia.
  • Lo sagrado aparece como la fundamentación transcendente de la realidad “profana".
  • El ser humano, a través de sus diversos contextos culturales, ha ido elaborando el sentido transcendente de su existencia.

 

Bajo el impacto de la filosofía positivista del siglo XIX, hubo cierto tipo de antropología que consideró la religión como un epifenómeno del ser humano, determinado por determinadas influencias culturales, como si el hombre fuera "ateo" por naturaleza y que la dimensión religiosa surgiera como mero resultado de influencias "culturales". Pero los análisis estructurales y fenomenológicos modernos llevan más bien a la conclusión inversa, según la cual el ser humano es “naturalmente religioso", aunque pueda a veces ser "culturalmente" ateo. Parece, pues, que la religión constituye una dimensión inherente a la antropología misma. De hecho, la religión constituye un aspecto  central de la cultura de todos los pueblos.

Los primeros vestigios prehistóricos dan cuenta de elementos religiosos vinculados al comportamiento de las formas más primitivas de cultura. Y, asimismo, la  religión fue el centro de las antiguas civilizaciones de todo el mundo conocido. Tal situación se mantuvo inalterable, incluso en Occidente, hasta la llegada de la época racionalista ("Aufklärung") con la progresiva industrialización que ella trajo consigo. Fue  entonces cuando Dios fue, aparentemente, perdiendo terreno, siendo éste ocupado cada vez  más por la Razón y la ciencia tecnológica moderna. Al mismo tiempo, el ateísmo se fue abriendo paso en forma masiva como un nuevo fenómeno, hasta entonces absolutamente inédito en toda la historia humana.

El fenómeno de la "secularización", con el ateísmo que le ha sido inherente, resulta, pues, un producto de la cultura occidental exportado a otros puntos de la tierra donde generalmente penetró con más dificultad. De esta manera, todas las grandes religiones llegaron a Occidente procedentes del Oriente. Y en Occidente, la religión llegó incluso a ser un motor importante del mismo desarrollo tecnológico. Pero ese proceso tecnológico e industrial determinó a menudo el progresivo enfriamiento de su propio motor religioso, acabando por exportar a Oriente una técnica y una industria secularizadas, hasta irse elaborando un proceso de  "globalización" cultural cada vez más marcado por la eficiencia tecnológica a costa de la dimensión religiosa, o situando esa religiosidad en franca sumisión "funcional" a los intereses globalizadores de una cultura basada en el poder de la tecnología.

Estamos, pues, en las antípodas de la situación cultural religiosa de la antigüedad y de buena parte del mundo oriental y meridional. Muchos occidentales consideran la religión como una etapa mítico-ritual correspondiente a la cosmovisión pre-moderna, superada por la cosmovisión moderna científico-técnica. Sin embargo, este "homo tecnicus" no parece ser  más feliz que el "homo religiosus", debido a que el hombre secularizado moderno no parece haber sido capaz de construir su existencia con más "sentido" que el hombre pre-moderno.

La angustia suscitada por la conciencia del riesgo de "absurdo”, que conlleva toda existencia consciente, sigue "penando", sin que la ciencia y la técnica puedan nada contra ella aun cuando le permitan una forma de vida mucho más cómoda.

A menudo uno tiene incluso la impresión de que los nuevos y constantes aportes de la tecnología resultan como "soporíferos" para sacar de la conciencia humana la sensación insalvable de "vacío". Frente a ello, el ansia de superar la angustia, auto-fundándose, lleva al hombre a crear todo tipo de mitos secularizados que compensen la carencia de los antiguos "mitos religiosos". Nacen así nuevas formas de "religiosidad"; es decir, nuevos   puntos de referencia que puedan servir de fundamento de valores, dando consistencia a una autonomía amenazada de inconsistencia propia. La conciencia de esa inconsistencia ontológica constituye desde siempre el fondo de la búsqueda religiosa. De esta manera la historia de la religión coincide con la historia del hombre, como una constante carrera en búsqueda de su propio fundamento.

La propia inconsistencia radical, con la angustia que es su signo, determina en el ser humano los intentos de huida, tratando de refugiarse en todo tipo de alienaciones. Pero al final el hombre se encuentra enfrentado consigo mismo, como en el mito bíblico, Adán y Eva, después de intentar "ser como Dios", tuvieron que reconocer su propia verdad autónoma: "Entonces se les abrieron los ojos y se dieron cuenta de que estaban desnudos" (Gn 3,7). Y esa es, en el fondo ("al desnudo"), la frágil realidad del hombre: expulsión del paraíso, muerte, e incapacidad de convivencia harmónica (Gn 3-11).  Tal experiencia lúcida lo obliga a optar: o bien se resigna a la desesperación frente a la contingencia fugaz de la propia autonomía, o bien se abre a la esperanza de transcendencia “teónoma".

Sólo el hombre moderno ha sido capaz de optar a menudo por la desesperación del sentido transcendente de la propia existencia. El hombre antiguo, y quizá el de siempre, no  pone en duda la verdad de la intuición positiva de la propia naturaleza hacia el Ser -y no  hacia la nada-, optando siempre por la esperanza de transcendencia. Y es que el ser humano, más allá de voluntarismos heróicos o masoquistas, así como también más allá de  proyecciones neuróticas reflejadas en sus propias imágenes religiosas, no puede quizá vivir sin sentirse radicalmente fundado en su ser. De ahí el concepto mismo de lo sagrado, como  la fundamentación transcendente de la realidad “profana". El ser humano es, pues, un "homo religiosus", abierto espontáneamente a lo "sagrado" desde su existencia profana  misma.

El interés de un análisis de las diversas formas religiosas más significativas de la humanidad radica precisamente en mostrar cómo el ser humano, a través de sus diversos contextos culturales, ha ido elaborando la búsqueda porfiada, y a la vez, confiada, del sentido transcendente de su  existencia.

Sin embargo, aquí sólo elaboraré una introducción al estudio del fenómeno religioso desde una perspectiva histórica, aunque a la vez teológicamente significativa, señalando diversos puntos de semejanza o de diferencia con respecto a la perspectiva cristiana.

No pretendo, pues, hacer con esto ningún aporte de investigación científica al tema, sino que intentaré tan sólo hacer una presentación, suficientemente fundada y pedagógicamente clara, de las principales búsquedas religiosas, como exponentes de las  inquietudes más fundamentales del ser humano. Para ayudar a ese objetivo, remitiré a notas bibliográficas que puedan ser de utilidad para confrontar lo dicho aquí con las fuentes históricas pertinentes.

1Cf.Max Weber,La ética protestante y el espíritu del capitalismo,trad.Española, Barcelona, 1969.

2 Cf., por ejemplo, Mircea Eliada, Lo sagrado y lo profano, Madrid, 1967.

A. BENTUÉ: Historia de las religiones. Introducción


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