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El beneficio de ayudar a los otros

Cuando ayudamos a los otros, también nos beneficiamos a nosotros mismos.

Un beneficio que impacta positivamente en nuestra salud y estado emocional.

Frente a una concepción utilitarista, darwinista, pragmática, insolidaria de la vida, y se busca sólo el beneficio propio sin reparar en los demás... la neurociencia nos indica que es precisamente la orientación contraria la que de verdad nos llena. Cuando ayudamos a otras personas, no solo ellas se benefician, sino que nosotros también, ya que en nuestro cerebro las regiones de recompensa se ven sumamente activadas.

Nse. Marita Castro

Anteriormente se consideraba que el beneficio de ayudar a los otros se encontraba en la reciprocidad, ya que cuando lo necesitáramos estos nos podrían devolver el favor, pero las nuevas investigaciones presentan que el beneficio es inmediato para nuestra UCCM (unidad cuerpo cerebro mente), impactando positivamente en nuestra salud y estado emocional.

Investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), liderados por Naomi Eisenberger, directora del Laboratorio de Neurociencia Afectiva y Social, estudiaron la actividad de los cerebros de 20 voluntarias, a quienes en determinadas situaciones, se les permitía ayudar a sus parejas y en otras no, mientras ellos recibían un molesto estímulo eléctrico.

Los resultados fueron que cuando las mujeres podían ayudar a sus parejas, las áreas cerebrales relacionadas con la recompensa se activaban cosa que no sucedía cuando no podían hacerlo.

El estriado ventral (núcleo accumbens y bulbo olfatorio) y el área septal, eran las zonas que   presentaban   un   notable   aumento   de   actividad,   cuando   podían   aunque   sea sosteniendo el brazo de sus prometidos, ayudarlos mientras recibían la descarga y si la actividad en estas zonas era mayor, más conectadas y unidas decían sentirse con sus parejas. Cuando no podían ayudarlos, estas regiones disminuían su actividad.

El  núcleo  accumbens,  se  activa  ante  la  comida,  el sexo, experiencias  gratificantes, conductas motivadas, adicciones, etc., al recibir un baño del neurotransmisor  relacionado con el placer, el hecho de que se active al ayudar o contener a otro, presenta el modo en que esta experiencia es procesada por el cerebro como placentera.

El área septal, además de ser un centro de placer, desempeña una función reguladora del estrés,  a través de la inhibición de otras regiones del cerebro en donde se procesan las  amenazas, como la amígdala una región conocida por desempeñar un papel en las respuestas de miedo y el estrés.

Nuestro  instinto  gregario  (vivir  en  grupos),  desde nuestros comienzos fue sinónimo de garantía de supervivencia para nuestra especie, e indudablemente dar apoyo a la pareja, hijos, miembros del grupo, aumentaron  nuestras probabilidad de supervivencia, por lo tanto, está en nuestros genes debido a su importancia en nuestra historia evolutiva.

El estrés, las preocupaciones, la inmensa cantidad de distractores de la vida moderna nos hacen sentir como si siempre tuviéramos cosas pendientes y que hacer urgentes,  lo que nos da sensación de  peligro de supervivencia inmediata personal, activando la amígdala cerebral y con ello disminuyendo nuestra capacidad afectiva y social.

Desde la Neurosicoeducación, consideramos que conocer lo expresado en el párrafo anterior, y que está en nuestros genes, nos da placer y disminuye el estrés, ayudar a otras personas debería hacernos plantear como generar contextos constructivos cotidianos para tener espacios en donde relacionarnos y tener en cuenta a los otros sea una constante.

Si cada día ponemos parte de nuestra atención consciente, que como hemos presentado en otras notas es limitada y parte de los lóbulos prefrontales (el área más evolucionada de nuestro cerebro), a proponernos un espacio del día para ayudar, contener, escuchar  y compartir con nuestros seres queridos más cercanos, los haremos más felices a ellos, a nosotros  y  sin  duda  estaremos  enriqueciéndonos  y  educándonos  mutuamente  para aprender a disfrutar y valorar la importancia del altruismo. Nuestro cerebro al bañarse de dopamina reforzara el querer repetir la conducta, y de este modo sin darnos cuenta nuestra vida y el mundo será un poco mejor cada día.

Funciones ejecutivas: Si  bien  podemos  tomar  una  decisión  desde  los  lóbulos  prefrontales,  los  múltiples distractores pueden atrapar nuestra atención y hacernos dejar nuestros deseos de lado.

La atención consciente o atención ejecutiva, nace en los lóbulos prefrontales. Y no puede estar activa todo el tiempo, ya que estos consumen mucha energía, por ello para llevar adelante un plan como lo es dedicar tiempo cada día a ayudar, contener, escuchar y compartir con nuestros seres queridos, es necesario cumplir con ciertas posibles estrategias.

  1. Poner una alarma en nuestro celular o computadora, dos veces en el día que nos recuerde, el plan.
  2. Hacer un registro diario, de si pudimos cumplirlo o no.

De esta manera pondremos en práctica y desarrollaremos dos funciones ejecutivas de excelencia, el manejar nuestra atención, para ser capaz de cumplir con un objetivo (estrategia 1),   monitorear y supervisar nuestra conducta para alcanzarlo (estrategia 2).

Fuente: UCLA Universidad de California en Los Ángeles - UCLA news room. Psychosomatic
Medicine. Journal of Biobehavioral Medicine.


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